Cuando la noche abrazaba Don Benito, la plaza vibraba aún con el clamor de un público entusiasmado, desbordado de felicidad por las cuatro puertas grandes que coronaron el día grande de Extremadura, con un histórico ‘No hay billetes’. Las gargantas extremeñas cantaban vía móvil lo vivido in situ a los que lo habían presenciado por las cámaras de la cadena autonómica. Un rugir de alegría que se extendía por las calles dombenitenses, corazón taurino de la jornada de este 8S. La celebración se alargaría después, pero la fiesta había comenzado desde primera hora de la mañana…Se habían colmado los cielos extremeños de verde, blanco y negro en esta tierra de encinas, en los valles del Guadiana, en las sierras de olivos. La Santa Misa en la festividad de la Virgen era motivo de peregrinaje a Guadalupe. De Cáceres a Badajoz: en el municipio de Don Benito se celebraba la corrida del día grande de Extremadura, un cartel de lujo que colmó de expectación el coso pacense. Y allí se citaron los pueblos más taurinos, como el de Esparragosa, el único con parque torero. Atrás quedaban las jotas de la mañana, los bailes de los más pequeños, las calderetas tradicionales de cordero, el vino de pitarra… Los clarines sonaban a las seis y media de la tarde, aunque se retrasaría el litúrgico momento por las colas que sucedían en el conocido como Alcalde Mariano Gallego, que vivió una tarde-noche de alegría, con pasiones en el ruedo y en los tendidos, con una lluvia de trofeos que aupó a hombros a Diego Ventura, Antonio Ferrera, Morante de la Puebla y Emilio de Justo. Once orejas y un rabo se repartieron.Diego Venura paseó el rabo del segundo de su lote de Los Espartales Info VenturaSe apagó pronto Canastero, al que pareció no venirle bien el segundo rejón de castigo. A dos pistas lo templó Diego Ventura sobre Quirico. A lomos de Lío, de indomable valor, se ciñó en dos banderillas magistrales, con una batida en la mismísima cara la última. Las cortas al violín pusieron el broche y ni los pinchazos le robaron el trofeo.Con la cornada fresca de Bayona hizo el paseíllo dombenitense Antonio Ferrera, el torero que improvisa, el torero que siente. Arrebatado con su capote verde desde el saludo al segundo, por verónicas, chicuelinas y un remate mirando al tendido. A favor del buen (y justísimo) Jaqueco lo hizo para aprovechar el noble fondo del toro de Virgen María por ambos lados, con una personalísima expresión y muletazos de abandono que intercalaba otros de más degarro. Larga su labor con el bondadoso animal, al que se tiró a matar con fe, pese a caer desprendida. Las dos orejas le abrían ya la puerta grande a las ocho menos veinte.Noticia Relacionada estandar Si Morante, desatado de genialidad, corta dos orejas en su reaparición en Almendralejo Rosario Pérez «¡Te queremos!», le gritaban los tendidos, que colgaron el ‘No hay billetes’ diecinueve años despuésVolvía Morante a la Extremadura de su reaparición. Y lo hizo con un toro desentendido de salida, de más aparente presencia que el anterior y que derribó al piquero. Arduo el tercio de banderillas, con el animal a la espera, nada claro. Vaya miradita echó al maestro de La Puebla. Se le coló y, visto que era a contraestilo y sin ninguna entrega, cogió la espada entre el mosqueo del personal.Otro aire traía Espinado, con una profunda embestida desde los bonitos lances del saludo. De mano baja el quite por chicuelinas de Emilio de Justo, con la torería de una larga. Humillaba este cuarto de Virgen María, al que abrió caminos torerísimo por abajo, con hondura. Para pintar auténticos carteles de toros. Vertical siguió sobre la derecha. Y otra más, con un bello cambio de mano y uno de pecho a la hombrera contraria. Punteó por el zurdo y no había que dejarle tocar la muleta. Regresó al otro pitón y aprovechó naturalmente su clase con sentidos muletazos. Lo bordó por abajo con Espinado en su bien planteada faena, un gozo para los repletos tendidos mientras lo gozaba el de Torrejoncillo. De una estocada lo mató para arrancar dos orejas de ley.Día de Extremadura Plaza de toros de Don Benito. Lunes, 8 de septiembre de 2025. Corrida del Día de Extremadura. Cartel de ‘No hay billetes’. Dos toros para rejones de Los Espartales (1º, se apagó; y 5º, bueno) y seis para la lidia a pie de Virgen María (2º, 3º, 4º, 6º), de agradables caras y presencia, se dejaron en general y propiciaron el triunfo, salvo el incierto 3º. Diego Ventura, de gris la chaquetilla y con zahones: dos pinchazos y rejón (oreja); rejón contrario caído (dos orejas y rabo). Antonio Ferrera, de blanco y oro: estocada tendida (dos orejas tras aviso); estocada al encuentro delantera y caída que escupe (oreja con fortísima petición de la segunda tras aviso, dos vueltas al ruedo y pitos al presidente). Morante de la Puebla, de rosa y azabache: pinchazo, otro hondo y dos descabellos (pitos); estocada caída (dos orejas). Emilio de Justo, de blanco y oro: estocada desprendida (dos orejas); estocada trasera (oreja).Un espectáculo Diego Ventura en el quinto, dando fiesta con maestría. Se adornó en las piruetas sobre Querido y cinceló trincherazos con Quitasueños, una de sus jóvenes promesas, con el que clavó una banderilla en el mismo platillo y toreó a caballo. Qué dominio de la escena, qué terreno pisaba… A revientacalderas se puso la gente cuando sacó a Bronce, se desplantó y quitó la cabezada para clavar un par meritísimo y torear en redondo. Pero el animal pareció lastimarse y se echó en la arena… Se incorporó y clavó rosas antes del rejón final, contrario y caído. Cayeron las dos orejas presentidas. ¡Y el rabo! La locura en la plaza fue completa.Subió la corrida a pie cuando apareció el colorado sexto, otro Espinado. Eran cerca de las nueve de la noche cuando Ferrera lo recibía con el capote. Nada se empleó en el peto el de Virgen María. Ni los puntos de la herida francesa le hicieron declinar la petición del público de que pusiera banderillas. Tremendo su esfuerzo, que se dolió cuando tuvo que tomar el olivo. Pero regresó a la cara del toro para el tercer par en medio de los gritos de ¡torero, torero! Rodilla en tierra el prólogo, con un molinete. Y la plaza enfervorizada. Apasionante. De inspiración su faena, con el sello ferrerista y esos momentos heterodoxos tan distintos, culminada con unos logrados naturales, aprovechando la obediencia del rival. Y un desplante rodilla en tierra que levantó al graderío. Kilométrica la distancia para darle muerte, con la muleta al hombro, para matarlo al encuentro. Muy defectuoso cayó el acero, que escupió Espinado. Lo levantó el puntillero y tuvo que pedir el descabello cuando sonaba el primer aviso. No hizo falta: el toro volvió a doblar. Le pidieron con mucha fuerza las dos orejas, pero el palco se puso ahora serio y dijo que una entre la bronca general.Con la montera caladaSe cruzaban los dedos los aficionados para que embistiera el segundo cartucho de Morante. Muy justo de presencia era este séptimo, al que dibujó dos verónicas al ralentí. Puro arte las chicuelinas. De monumento. Brindó el sevillano al público en los mismísimos medios, se caló de nuevo la montera y se marchó hasta las tablas. Sentado en el estribo en la apertura más maravillosa de la tarde, que ya era noche en todo el mundo. Qué cadencia al natural. Despacito, como se reza a la Morenita. Asentado a derechas, con un reposo conmovedor pese a la corta embestida, que se le quedaba debajo. Y Morante que no se iba. O que no se puede ir. Más recorrido por el zurdo en su medida obra, de tanta belleza, de tanta gracia. Enterró la estocada, que se cayó y provocó derrame mientras se destocaba el de La Puebla. Torero de principio a fin, al que el palco sí otorgó las dos orejas que lo aupaban a hombros con sus compañeros. A la floja condición del octavo se sumó la vuelta de campana que se pegó en el quite de Emilio de Justo. Desistió para dar paso a la lidia de Morenito de Arlés a la altura requerida. Midió alturas y distancias el cacereño en su centrada labor con un animal de poca vida. Con el duodécimo trofeo se abrochó el día grande de esta Extremadura nuestra. Cuando la noche abrazaba Don Benito, la plaza vibraba aún con el clamor de un público entusiasmado, desbordado de felicidad por las cuatro puertas grandes que coronaron el día grande de Extremadura, con un histórico ‘No hay billetes’. Las gargantas extremeñas cantaban vía móvil lo vivido in situ a los que lo habían presenciado por las cámaras de la cadena autonómica. Un rugir de alegría que se extendía por las calles dombenitenses, corazón taurino de la jornada de este 8S. La celebración se alargaría después, pero la fiesta había comenzado desde primera hora de la mañana…Se habían colmado los cielos extremeños de verde, blanco y negro en esta tierra de encinas, en los valles del Guadiana, en las sierras de olivos. La Santa Misa en la festividad de la Virgen era motivo de peregrinaje a Guadalupe. De Cáceres a Badajoz: en el municipio de Don Benito se celebraba la corrida del día grande de Extremadura, un cartel de lujo que colmó de expectación el coso pacense. Y allí se citaron los pueblos más taurinos, como el de Esparragosa, el único con parque torero. Atrás quedaban las jotas de la mañana, los bailes de los más pequeños, las calderetas tradicionales de cordero, el vino de pitarra… Los clarines sonaban a las seis y media de la tarde, aunque se retrasaría el litúrgico momento por las colas que sucedían en el conocido como Alcalde Mariano Gallego, que vivió una tarde-noche de alegría, con pasiones en el ruedo y en los tendidos, con una lluvia de trofeos que aupó a hombros a Diego Ventura, Antonio Ferrera, Morante de la Puebla y Emilio de Justo. Once orejas y un rabo se repartieron.Diego Venura paseó el rabo del segundo de su lote de Los Espartales Info VenturaSe apagó pronto Canastero, al que pareció no venirle bien el segundo rejón de castigo. A dos pistas lo templó Diego Ventura sobre Quirico. A lomos de Lío, de indomable valor, se ciñó en dos banderillas magistrales, con una batida en la mismísima cara la última. Las cortas al violín pusieron el broche y ni los pinchazos le robaron el trofeo.Con la cornada fresca de Bayona hizo el paseíllo dombenitense Antonio Ferrera, el torero que improvisa, el torero que siente. Arrebatado con su capote verde desde el saludo al segundo, por verónicas, chicuelinas y un remate mirando al tendido. A favor del buen (y justísimo) Jaqueco lo hizo para aprovechar el noble fondo del toro de Virgen María por ambos lados, con una personalísima expresión y muletazos de abandono que intercalaba otros de más degarro. Larga su labor con el bondadoso animal, al que se tiró a matar con fe, pese a caer desprendida. Las dos orejas le abrían ya la puerta grande a las ocho menos veinte.Noticia Relacionada estandar Si Morante, desatado de genialidad, corta dos orejas en su reaparición en Almendralejo Rosario Pérez «¡Te queremos!», le gritaban los tendidos, que colgaron el ‘No hay billetes’ diecinueve años despuésVolvía Morante a la Extremadura de su reaparición. Y lo hizo con un toro desentendido de salida, de más aparente presencia que el anterior y que derribó al piquero. Arduo el tercio de banderillas, con el animal a la espera, nada claro. Vaya miradita echó al maestro de La Puebla. Se le coló y, visto que era a contraestilo y sin ninguna entrega, cogió la espada entre el mosqueo del personal.Otro aire traía Espinado, con una profunda embestida desde los bonitos lances del saludo. De mano baja el quite por chicuelinas de Emilio de Justo, con la torería de una larga. Humillaba este cuarto de Virgen María, al que abrió caminos torerísimo por abajo, con hondura. Para pintar auténticos carteles de toros. Vertical siguió sobre la derecha. Y otra más, con un bello cambio de mano y uno de pecho a la hombrera contraria. Punteó por el zurdo y no había que dejarle tocar la muleta. Regresó al otro pitón y aprovechó naturalmente su clase con sentidos muletazos. Lo bordó por abajo con Espinado en su bien planteada faena, un gozo para los repletos tendidos mientras lo gozaba el de Torrejoncillo. De una estocada lo mató para arrancar dos orejas de ley.Día de Extremadura Plaza de toros de Don Benito. Lunes, 8 de septiembre de 2025. Corrida del Día de Extremadura. Cartel de ‘No hay billetes’. Dos toros para rejones de Los Espartales (1º, se apagó; y 5º, bueno) y seis para la lidia a pie de Virgen María (2º, 3º, 4º, 6º), de agradables caras y presencia, se dejaron en general y propiciaron el triunfo, salvo el incierto 3º. Diego Ventura, de gris la chaquetilla y con zahones: dos pinchazos y rejón (oreja); rejón contrario caído (dos orejas y rabo). Antonio Ferrera, de blanco y oro: estocada tendida (dos orejas tras aviso); estocada al encuentro delantera y caída que escupe (oreja con fortísima petición de la segunda tras aviso, dos vueltas al ruedo y pitos al presidente). Morante de la Puebla, de rosa y azabache: pinchazo, otro hondo y dos descabellos (pitos); estocada caída (dos orejas). Emilio de Justo, de blanco y oro: estocada desprendida (dos orejas); estocada trasera (oreja).Un espectáculo Diego Ventura en el quinto, dando fiesta con maestría. Se adornó en las piruetas sobre Querido y cinceló trincherazos con Quitasueños, una de sus jóvenes promesas, con el que clavó una banderilla en el mismo platillo y toreó a caballo. Qué dominio de la escena, qué terreno pisaba… A revientacalderas se puso la gente cuando sacó a Bronce, se desplantó y quitó la cabezada para clavar un par meritísimo y torear en redondo. Pero el animal pareció lastimarse y se echó en la arena… Se incorporó y clavó rosas antes del rejón final, contrario y caído. Cayeron las dos orejas presentidas. ¡Y el rabo! La locura en la plaza fue completa.Subió la corrida a pie cuando apareció el colorado sexto, otro Espinado. Eran cerca de las nueve de la noche cuando Ferrera lo recibía con el capote. Nada se empleó en el peto el de Virgen María. Ni los puntos de la herida francesa le hicieron declinar la petición del público de que pusiera banderillas. Tremendo su esfuerzo, que se dolió cuando tuvo que tomar el olivo. Pero regresó a la cara del toro para el tercer par en medio de los gritos de ¡torero, torero! Rodilla en tierra el prólogo, con un molinete. Y la plaza enfervorizada. Apasionante. De inspiración su faena, con el sello ferrerista y esos momentos heterodoxos tan distintos, culminada con unos logrados naturales, aprovechando la obediencia del rival. Y un desplante rodilla en tierra que levantó al graderío. Kilométrica la distancia para darle muerte, con la muleta al hombro, para matarlo al encuentro. Muy defectuoso cayó el acero, que escupió Espinado. Lo levantó el puntillero y tuvo que pedir el descabello cuando sonaba el primer aviso. No hizo falta: el toro volvió a doblar. Le pidieron con mucha fuerza las dos orejas, pero el palco se puso ahora serio y dijo que una entre la bronca general.Con la montera caladaSe cruzaban los dedos los aficionados para que embistiera el segundo cartucho de Morante. Muy justo de presencia era este séptimo, al que dibujó dos verónicas al ralentí. Puro arte las chicuelinas. De monumento. Brindó el sevillano al público en los mismísimos medios, se caló de nuevo la montera y se marchó hasta las tablas. Sentado en el estribo en la apertura más maravillosa de la tarde, que ya era noche en todo el mundo. Qué cadencia al natural. Despacito, como se reza a la Morenita. Asentado a derechas, con un reposo conmovedor pese a la corta embestida, que se le quedaba debajo. Y Morante que no se iba. O que no se puede ir. Más recorrido por el zurdo en su medida obra, de tanta belleza, de tanta gracia. Enterró la estocada, que se cayó y provocó derrame mientras se destocaba el de La Puebla. Torero de principio a fin, al que el palco sí otorgó las dos orejas que lo aupaban a hombros con sus compañeros. A la floja condición del octavo se sumó la vuelta de campana que se pegó en el quite de Emilio de Justo. Desistió para dar paso a la lidia de Morenito de Arlés a la altura requerida. Midió alturas y distancias el cacereño en su centrada labor con un animal de poca vida. Con el duodécimo trofeo se abrochó el día grande de esta Extremadura nuestra.
Cuando la noche abrazaba Don Benito, la plaza vibraba aún con el clamor de un público entusiasmado, desbordado de felicidad por las cuatro puertas grandes que coronaron el día grande de Extremadura, con un histórico ‘No hay billetes’. Las gargantas extremeñas cantaban vía móvil lo vivido in situ a los que lo habían presenciado por las cámaras de la cadena autonómica. Un rugir de alegría que se extendía por las calles dombenitenses, corazón taurino de la jornada de este 8S. La celebración se alargaría después, pero la fiesta había comenzado desde primera hora de la mañana…
Se habían colmado los cielos extremeños de verde, blanco y negro en esta tierra de encinas, en los valles del Guadiana, en las sierras de olivos. La Santa Misa en la festividad de la Virgen era motivo de peregrinaje a Guadalupe. De Cáceres a Badajoz: en el municipio de Don Benito se celebraba la corrida del día grande de Extremadura, un cartel de lujo que colmó de expectación el coso pacense. Y allí se citaron los pueblos más taurinos, como el de Esparragosa, el único con parque torero. Atrás quedaban las jotas de la mañana, los bailes de los más pequeños, las calderetas tradicionales de cordero, el vino de pitarra… Los clarines sonaban a las seis y media de la tarde, aunque se retrasaría el litúrgico momento por las colas que sucedían en el conocido como Alcalde Mariano Gallego, que vivió una tarde-noche de alegría, con pasiones en el ruedo y en los tendidos, con una lluvia de trofeos que aupó a hombros a Diego Ventura, Antonio Ferrera, Morante de la Puebla y Emilio de Justo. Once orejas y un rabo se repartieron.
Info Ventura
Se apagó pronto Canastero, al que pareció no venirle bien el segundo rejón de castigo. A dos pistas lo templó Diego Ventura sobre Quirico. A lomos de Lío, de indomable valor, se ciñó en dos banderillas magistrales, con una batida en la mismísima cara la última. Las cortas al violín pusieron el broche y ni los pinchazos le robaron el trofeo.
Con la cornada fresca de Bayona hizo el paseíllo dombenitense Antonio Ferrera, el torero que improvisa, el torero que siente. Arrebatado con su capote verde desde el saludo al segundo, por verónicas, chicuelinas y un remate mirando al tendido. A favor del buen (y justísimo) Jaqueco lo hizo para aprovechar el noble fondo del toro de Virgen María por ambos lados, con una personalísima expresión y muletazos de abandono que intercalaba otros de más degarro. Larga su labor con el bondadoso animal, al que se tiró a matar con fe, pese a caer desprendida. Las dos orejas le abrían ya la puerta grande a las ocho menos veinte.
Volvía Morante a la Extremadura de su reaparición. Y lo hizo con un toro desentendido de salida, de más aparente presencia que el anterior y que derribó al piquero. Arduo el tercio de banderillas, con el animal a la espera, nada claro. Vaya miradita echó al maestro de La Puebla. Se le coló y, visto que era a contraestilo y sin ninguna entrega, cogió la espada entre el mosqueo del personal.
Otro aire traía Espinado, con una profunda embestida desde los bonitos lances del saludo. De mano baja el quite por chicuelinas de Emilio de Justo, con la torería de una larga. Humillaba este cuarto de Virgen María, al que abrió caminos torerísimo por abajo, con hondura. Para pintar auténticos carteles de toros. Vertical siguió sobre la derecha. Y otra más, con un bello cambio de mano y uno de pecho a la hombrera contraria. Punteó por el zurdo y no había que dejarle tocar la muleta. Regresó al otro pitón y aprovechó naturalmente su clase con sentidos muletazos. Lo bordó por abajo con Espinado en su bien planteada faena, un gozo para los repletos tendidos mientras lo gozaba el de Torrejoncillo. De una estocada lo mató para arrancar dos orejas de ley.
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Plaza de toros de Don Benito.
Lunes, 8 de septiembre de 2025. Corrida del Día de Extremadura. Cartel de ‘No hay billetes’. Dos toros para rejones de Los Espartales (1º, se apagó; y 5º, bueno) y seis para la lidia a pie de Virgen María (2º, 3º, 4º, 6º), de agradables caras y presencia, se dejaron en general y propiciaron el triunfo, salvo el incierto 3º. -
Diego Ventura,
de gris la chaquetilla y con zahones: dos pinchazos y rejón (oreja); rejón contrario caído (dos orejas y rabo). -
Antonio Ferrera,
de blanco y oro: estocada tendida (dos orejas tras aviso); estocada al encuentro delantera y caída que escupe (oreja con fortísima petición de la segunda tras aviso, dos vueltas al ruedo y pitos al presidente). -
Morante de la Puebla,
de rosa y azabache: pinchazo, otro hondo y dos descabellos (pitos); estocada caída (dos orejas). -
Emilio de Justo,
de blanco y oro: estocada desprendida (dos orejas); estocada trasera (oreja).
Un espectáculo Diego Ventura en el quinto, dando fiesta con maestría. Se adornó en las piruetas sobre Querido y cinceló trincherazos con Quitasueños, una de sus jóvenes promesas, con el que clavó una banderilla en el mismo platillo y toreó a caballo. Qué dominio de la escena, qué terreno pisaba… A revientacalderas se puso la gente cuando sacó a Bronce, se desplantó y quitó la cabezada para clavar un par meritísimo y torear en redondo. Pero el animal pareció lastimarse y se echó en la arena… Se incorporó y clavó rosas antes del rejón final, contrario y caído. Cayeron las dos orejas presentidas. ¡Y el rabo! La locura en la plaza fue completa.
Subió la corrida a pie cuando apareció el colorado sexto, otro Espinado. Eran cerca de las nueve de la noche cuando Ferrera lo recibía con el capote. Nada se empleó en el peto el de Virgen María. Ni los puntos de la herida francesa le hicieron declinar la petición del público de que pusiera banderillas. Tremendo su esfuerzo, que se dolió cuando tuvo que tomar el olivo. Pero regresó a la cara del toro para el tercer par en medio de los gritos de ¡torero, torero! Rodilla en tierra el prólogo, con un molinete. Y la plaza enfervorizada. Apasionante. De inspiración su faena, con el sello ferrerista y esos momentos heterodoxos tan distintos, culminada con unos logrados naturales, aprovechando la obediencia del rival. Y un desplante rodilla en tierra que levantó al graderío. Kilométrica la distancia para darle muerte, con la muleta al hombro, para matarlo al encuentro. Muy defectuoso cayó el acero, que escupió Espinado. Lo levantó el puntillero y tuvo que pedir el descabello cuando sonaba el primer aviso. No hizo falta: el toro volvió a doblar. Le pidieron con mucha fuerza las dos orejas, pero el palco se puso ahora serio y dijo que una entre la bronca general.
Con la montera calada
Se cruzaban los dedos los aficionados para que embistiera el segundo cartucho de Morante. Muy justo de presencia era este séptimo, al que dibujó dos verónicas al ralentí. Puro arte las chicuelinas. De monumento. Brindó el sevillano al público en los mismísimos medios, se caló de nuevo la montera y se marchó hasta las tablas. Sentado en el estribo en la apertura más maravillosa de la tarde, que ya era noche en todo el mundo. Qué cadencia al natural. Despacito, como se reza a la Morenita. Asentado a derechas, con un reposo conmovedor pese a la corta embestida, que se le quedaba debajo. Y Morante que no se iba. O que no se puede ir. Más recorrido por el zurdo en su medida obra, de tanta belleza, de tanta gracia. Enterró la estocada, que se cayó y provocó derrame mientras se destocaba el de La Puebla. Torero de principio a fin, al que el palco sí otorgó las dos orejas que lo aupaban a hombros con sus compañeros.
A la floja condición del octavo se sumó la vuelta de campana que se pegó en el quite de Emilio de Justo. Desistió para dar paso a la lidia de Morenito de Arlés a la altura requerida. Midió alturas y distancias el cacereño en su centrada labor con un animal de poca vida. Con el duodécimo trofeo se abrochó el día grande de esta Extremadura nuestra.
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