Tengo la gran suerte de coger el metro varias veces todos los días y qué alegría cuando aparecen unos raperos a improvisar sobre una base lanzada por un altavoz o alguno le pega a los bongos a lo Safri Duo. Al final, nos regalan arte. O en los pasillos del subterráneo, con guitarristas tocando hits inacabables como ‘Nothing Else Matters’ que quién quisiera no oírlos en todo momento. En el vagón desde el que escribo en el WhatsApp estas líneas, fruto de ningún calentón que no ha provocado ningún artista, sino desde el sosiego que dan los años bajo tierra, puedo contar que alrededor de la mitad de los viajeros lleva auriculares escuchando otra vaina. Y aunque se suelan entremezclar en los tímpanos ambas fuentes de sonido en una bola que recuerda a una matanza de cerdos, nunca dejaré de defender que esto de que haya músicos en lugares cerrados de tránsito masivo sea algo de antaño. ¡Es arte! Y, además, de la mitad de quienes no llevan auriculares en el tren que ya suena en sí mismo como un largo trueno, aunque puedan despistar a los observadores poco sutiles, ¿quién puede estar seguro de que no están deseando oír una ranchera para cerrar su martes o no son presos del silencio del que no saben cómo liberarse? Hay canciones más o menos excelsas, que sea instrumental o tenga letra, es clave dada la acústica mágica con que se escucha la voz. Pero no es una actividad de otra época (ni la necesidad que la nutre), y ningún problema con que interpreten estas músicas en otros enclaves abiertos, a los que acercarte si apetece, pero son los lugares claustrofóbicos donde la experiencia puede ser siempre más intensa. ¡No la perdamos! Que el sordo individualismo de los Airpods no nos corte el cable con el resto de la sociedad que, nunca lo olvidemos, funciona al modo de una orquesta. No estamos solos, y la otredad canta. Ruido Bernabéu será derrotado. La industria del petardo genera 50.000 empleos en nuestro país y la rueda de prensa de Melody te la puedes pinchar dos veces, como hizo Euprepio Padula. ¿No recuerdan con qué gozo leíamos los libros que en el colegio nos obligaba a leer aquel profesor que apenas mostraba interés en lo que nos imponía? Tengo la gran suerte de coger el metro varias veces todos los días y qué alegría cuando aparecen unos raperos a improvisar sobre una base lanzada por un altavoz o alguno le pega a los bongos a lo Safri Duo. Al final, nos regalan arte. O en los pasillos del subterráneo, con guitarristas tocando hits inacabables como ‘Nothing Else Matters’ que quién quisiera no oírlos en todo momento. En el vagón desde el que escribo en el WhatsApp estas líneas, fruto de ningún calentón que no ha provocado ningún artista, sino desde el sosiego que dan los años bajo tierra, puedo contar que alrededor de la mitad de los viajeros lleva auriculares escuchando otra vaina. Y aunque se suelan entremezclar en los tímpanos ambas fuentes de sonido en una bola que recuerda a una matanza de cerdos, nunca dejaré de defender que esto de que haya músicos en lugares cerrados de tránsito masivo sea algo de antaño. ¡Es arte! Y, además, de la mitad de quienes no llevan auriculares en el tren que ya suena en sí mismo como un largo trueno, aunque puedan despistar a los observadores poco sutiles, ¿quién puede estar seguro de que no están deseando oír una ranchera para cerrar su martes o no son presos del silencio del que no saben cómo liberarse? Hay canciones más o menos excelsas, que sea instrumental o tenga letra, es clave dada la acústica mágica con que se escucha la voz. Pero no es una actividad de otra época (ni la necesidad que la nutre), y ningún problema con que interpreten estas músicas en otros enclaves abiertos, a los que acercarte si apetece, pero son los lugares claustrofóbicos donde la experiencia puede ser siempre más intensa. ¡No la perdamos! Que el sordo individualismo de los Airpods no nos corte el cable con el resto de la sociedad que, nunca lo olvidemos, funciona al modo de una orquesta. No estamos solos, y la otredad canta. Ruido Bernabéu será derrotado. La industria del petardo genera 50.000 empleos en nuestro país y la rueda de prensa de Melody te la puedes pinchar dos veces, como hizo Euprepio Padula. ¿No recuerdan con qué gozo leíamos los libros que en el colegio nos obligaba a leer aquel profesor que apenas mostraba interés en lo que nos imponía?
ANTICASITODO
Que tantísimos viajeros vayan con auriculares no significa que sea una tradición replanteable
Tengo la gran suerte de coger el metro varias veces todos los días y qué alegría cuando aparecen unos raperos a improvisar sobre una base lanzada por un altavoz o alguno le pega a los bongos a lo Safri Duo. Al final, nos regalan arte. … O en los pasillos del subterráneo, con guitarristas tocando hits inacabables como ‘Nothing Else Matters’ que quién quisiera no oírlos en todo momento. En el vagón desde el que escribo en el WhatsApp estas líneas, fruto de ningún calentón que no ha provocado ningún artista, sino desde el sosiego que dan los años bajo tierra, puedo contar que alrededor de la mitad de los viajeros lleva auriculares escuchando otra vaina. Y aunque se suelan entremezclar en los tímpanos ambas fuentes de sonido en una bola que recuerda a una matanza de cerdos, nunca dejaré de defender que esto de que haya músicos en lugares cerrados de tránsito masivo sea algo de antaño. ¡Es arte! Y, además, de la mitad de quienes no llevan auriculares en el tren que ya suena en sí mismo como un largo trueno, aunque puedan despistar a los observadores poco sutiles, ¿quién puede estar seguro de que no están deseando oír una ranchera para cerrar su martes o no son presos del silencio del que no saben cómo liberarse? Hay canciones más o menos excelsas, que sea instrumental o tenga letra, es clave dada la acústica mágica con que se escucha la voz. Pero no es una actividad de otra época (ni la necesidad que la nutre), y ningún problema con que interpreten estas músicas en otros enclaves abiertos, a los que acercarte si apetece, pero son los lugares claustrofóbicos donde la experiencia puede ser siempre más intensa. ¡No la perdamos! Que el sordo individualismo de los Airpods no nos corte el cable con el resto de la sociedad que, nunca lo olvidemos, funciona al modo de una orquesta. No estamos solos, y la otredad canta. Ruido Bernabéu será derrotado. La industria del petardo genera 50.000 empleos en nuestro país y la rueda de prensa de Melody te la puedes pinchar dos veces, como hizo Euprepio Padula. ¿No recuerdan con qué gozo leíamos los libros que en el colegio nos obligaba a leer aquel profesor que apenas mostraba interés en lo que nos imponía?
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