La gala de los Oscar de este 2025, nonagésima séptima edición, la presentaba un Conan O’Brien que, lejos de ser Ricky Gervais, no tuvo reparos en dedicar su chiste más ácido (por no decir el único) a Karla Sofía Gascón. Un poco de abusón. Ella, que había prescindido de la alfombra roja y los micrófonos para materializarse directamente en el interior del Dolby Theatre de Los Ángeles, no tenía más remedio, cuando ya se creía a salvo, que aguantar el tipo y sonreir ante la cámara tras escuchar al presentador decir, nada más arrancar la ceremonia, que en la película Anora se llegaba a decir la palabra joder hasta 479 veces. «Eso es tres veces más que el récord establecido por el publicista de Karla Sofía Gascón». Luego, y dirigiéndose directamente a ella, añadía: «Si vas a tuitear sobre los Oscar, recuerda: mi nombre es Jimmy Kimmel». Por menos se llevó una galleta en directo Chris Rock hace tres años. Esta vez nadie ha pegado a nadie (bien por Gascón, mal por el espectáculo) y habría que esperar hasta mitad de la gala para que otra de las gracietas resultara arriesgada, una de esas que sería muy difícil escuchar en una gala de los Goya, que parece haber optado por desterrar el humor (al menos el adulto) de sus guiones. «Estamos a mitad de show», anunciaba O’Brien, «y eso significa que Kendrick Lamar tiene que salir aquí y llamar pedófilo a Drake». Risas nerviosas entre el respetable mientras anunciaba que tenía un buen abogado.Para entonces ya había ganado el Oscar a mejor diseño de vestuario un hombre negro (Paul Tazewell, por ‘Wicked’) por primera vez y, el Oscar a mejor actriz de reparto, una hija de inmigrantes dominicanos (Zoe Saldaña, por ‘Emilia Pérez’) por primera vez también. Y se encargaban ambos de que no nos pasara desapercibido. Y es que la gala se preveía reivindicativa, aunque solo fuera por vengar la memoria de una Kamala Harris (bien) derrotada por Trump (mal) después de untar a unas cuantas estrellas por su apoyo público y que otras lo hiciesen sin mediar remuneración. Pero en ese aspecto se quedaba a medio gas: primer negro en vestuario, primera de origen dominicano en actriz de reparto y denuncia de «injusticia y limpieza étnica» en Gaza, reivindicación de solución con derechos para ambos pueblos y acusación a la política exterior de EE.UU. de dificultar ese camino. Lo hacían los miembros del equipo del documental ‘No other land’ al recoger el galardón a mejor documental. «¿No veis que estamos entrelazados? ¿Que mi pueblo solo puede estar seguro de verdad si los palestinos son libres?», espetaba a un público que aplaudía con el mismo moderado entusiasmo con el que había aplaudido todos los agradecimientos anteriores. Lo mismo les daba guerra, que comunidad de trabajadoras sexuales, que agradecimientos a todo el equipo por orden alfabético, recuerdos a familiares de hasta tercer grado y mascotas o promesas de embarazo y amor eterno. Los estrellones iban con el piloto automático de las grandes ocasiones, bajando de «aplauso velocidad crucero» a «palmeo por compromiso» cuando aparecía en pantalla Karla Sofía Gascón por nominación de Emilia Pérez a la categoría correspondiente. Demasiados números musicales insufríblemente largos, sentido homenaje a los bomberos de Los Ángeles tras los incendios sufridos en la ciudad (el capitán de los bomberos era más gracioso que el presentador), emotivo Morgan Freeman recordando a su amigo Gene Hackman al dar paso al tributo a los finados este año, Mick Jagger (qué mayor está) entregando un premio y Adrien Brody tirando un chicle al aire (que no cazó su mujer y acabó en la moqueta) al subir a recoger su premio. Su mujer, por cierto (me entero por Alberto Olmos y ahora no me lo puedo quitar de la cabeza), es la exmujer de Harvey Weinstein, con el que tiene dos hijos que son a los que ha recordado Brody en su interminable agradecimiento. Que parecía que se iba a quedar a vivir en el escenario, agarrado a la estatuilla y mostrando afecto por todo y por todos. Hasta le han tenido que subir (y bajar) la música dos veces y que si quieres arroz. La gran tirunfadora de la noche, este sintagma es casi imperativo que aparezca si hablamos de los Oscar y no seré yo quien rompa la tradición, fue ‘Anora’ . Cinco galardones, uno detrás de otro: mejor película, mejor director, mejor guión original, mejor montaje y mejor actriz. Una gala, en fin, demasiado larga (como todas) pero con algo más de sentido del espectáculo que las que se organizan aquí para el cine patrio. No es mucho decir, pero algo es algo: puestos a trasnochar, por imperativo laboral, por lo menos no es para ver los Goya. La gala de los Oscar de este 2025, nonagésima séptima edición, la presentaba un Conan O’Brien que, lejos de ser Ricky Gervais, no tuvo reparos en dedicar su chiste más ácido (por no decir el único) a Karla Sofía Gascón. Un poco de abusón. Ella, que había prescindido de la alfombra roja y los micrófonos para materializarse directamente en el interior del Dolby Theatre de Los Ángeles, no tenía más remedio, cuando ya se creía a salvo, que aguantar el tipo y sonreir ante la cámara tras escuchar al presentador decir, nada más arrancar la ceremonia, que en la película Anora se llegaba a decir la palabra joder hasta 479 veces. «Eso es tres veces más que el récord establecido por el publicista de Karla Sofía Gascón». Luego, y dirigiéndose directamente a ella, añadía: «Si vas a tuitear sobre los Oscar, recuerda: mi nombre es Jimmy Kimmel». Por menos se llevó una galleta en directo Chris Rock hace tres años. Esta vez nadie ha pegado a nadie (bien por Gascón, mal por el espectáculo) y habría que esperar hasta mitad de la gala para que otra de las gracietas resultara arriesgada, una de esas que sería muy difícil escuchar en una gala de los Goya, que parece haber optado por desterrar el humor (al menos el adulto) de sus guiones. «Estamos a mitad de show», anunciaba O’Brien, «y eso significa que Kendrick Lamar tiene que salir aquí y llamar pedófilo a Drake». Risas nerviosas entre el respetable mientras anunciaba que tenía un buen abogado.Para entonces ya había ganado el Oscar a mejor diseño de vestuario un hombre negro (Paul Tazewell, por ‘Wicked’) por primera vez y, el Oscar a mejor actriz de reparto, una hija de inmigrantes dominicanos (Zoe Saldaña, por ‘Emilia Pérez’) por primera vez también. Y se encargaban ambos de que no nos pasara desapercibido. Y es que la gala se preveía reivindicativa, aunque solo fuera por vengar la memoria de una Kamala Harris (bien) derrotada por Trump (mal) después de untar a unas cuantas estrellas por su apoyo público y que otras lo hiciesen sin mediar remuneración. Pero en ese aspecto se quedaba a medio gas: primer negro en vestuario, primera de origen dominicano en actriz de reparto y denuncia de «injusticia y limpieza étnica» en Gaza, reivindicación de solución con derechos para ambos pueblos y acusación a la política exterior de EE.UU. de dificultar ese camino. Lo hacían los miembros del equipo del documental ‘No other land’ al recoger el galardón a mejor documental. «¿No veis que estamos entrelazados? ¿Que mi pueblo solo puede estar seguro de verdad si los palestinos son libres?», espetaba a un público que aplaudía con el mismo moderado entusiasmo con el que había aplaudido todos los agradecimientos anteriores. Lo mismo les daba guerra, que comunidad de trabajadoras sexuales, que agradecimientos a todo el equipo por orden alfabético, recuerdos a familiares de hasta tercer grado y mascotas o promesas de embarazo y amor eterno. Los estrellones iban con el piloto automático de las grandes ocasiones, bajando de «aplauso velocidad crucero» a «palmeo por compromiso» cuando aparecía en pantalla Karla Sofía Gascón por nominación de Emilia Pérez a la categoría correspondiente. Demasiados números musicales insufríblemente largos, sentido homenaje a los bomberos de Los Ángeles tras los incendios sufridos en la ciudad (el capitán de los bomberos era más gracioso que el presentador), emotivo Morgan Freeman recordando a su amigo Gene Hackman al dar paso al tributo a los finados este año, Mick Jagger (qué mayor está) entregando un premio y Adrien Brody tirando un chicle al aire (que no cazó su mujer y acabó en la moqueta) al subir a recoger su premio. Su mujer, por cierto (me entero por Alberto Olmos y ahora no me lo puedo quitar de la cabeza), es la exmujer de Harvey Weinstein, con el que tiene dos hijos que son a los que ha recordado Brody en su interminable agradecimiento. Que parecía que se iba a quedar a vivir en el escenario, agarrado a la estatuilla y mostrando afecto por todo y por todos. Hasta le han tenido que subir (y bajar) la música dos veces y que si quieres arroz. La gran tirunfadora de la noche, este sintagma es casi imperativo que aparezca si hablamos de los Oscar y no seré yo quien rompa la tradición, fue ‘Anora’ . Cinco galardones, uno detrás de otro: mejor película, mejor director, mejor guión original, mejor montaje y mejor actriz. Una gala, en fin, demasiado larga (como todas) pero con algo más de sentido del espectáculo que las que se organizan aquí para el cine patrio. No es mucho decir, pero algo es algo: puestos a trasnochar, por imperativo laboral, por lo menos no es para ver los Goya.
Una gala, en fin, demasiado larga (como todas) pero con algo más de sentido del espectáculo que las que se organizan aquí para el cine patrio
La gala de los Oscar de este 2025, nonagésima séptima edición, la presentaba un Conan O’Brien que, lejos de ser Ricky Gervais, no tuvo reparos en dedicar su chiste más ácido (por no decir el único) a Karla Sofía Gascón. Un poco de … abusón. Ella, que había prescindido de la alfombra roja y los micrófonos para materializarse directamente en el interior del Dolby Theatre de Los Ángeles, no tenía más remedio, cuando ya se creía a salvo, que aguantar el tipo y sonreir ante la cámara tras escuchar al presentador decir, nada más arrancar la ceremonia, que en la película Anora se llegaba a decir la palabra joder hasta 479 veces. «Eso es tres veces más que el récord establecido por el publicista de Karla Sofía Gascón». Luego, y dirigiéndose directamente a ella, añadía: «Si vas a tuitear sobre los Oscar, recuerda: mi nombre es Jimmy Kimmel». Por menos se llevó una galleta en directo Chris Rock hace tres años. Esta vez nadie a pegado a nadie (bien por Gascón, mal por el espectáculo) y habría que esperar hasta mitad de la gala para que otra de las gracietas resultara arriesgada, una de esas que sería muy difícil escuchar en una gala de los Goya, que parece haber optado por desterrar el humor (al menos el adulto) de sus guiones. «Estamos a mitad de show», anunciaba O’Brien, «y eso significa que Kendrick Lamar tiene que salir aquí y llamar pedófilo a Drake». Risas nerviosas entre el respetable mientras anunciaba que tenía un buen abogado.
Para entonces ya había ganado el Oscar a mejor diseño de vestuario un hombre negro (Paul Tazewell, por Wicked) por primera vez y, el Oscar a mejor actriz de reparto, una hija de inmigrantes dominicanos (Zoe Saldaña, por Emilia Pérez) por primera vez también. Y se encargaban ambos de que no nos pasara desapercibido. Y es que la gala se preveía reivindicativa, aunque solo fuera por vengar la memoria de una Kamala Harris (bien) derrotada por Trump (mal) después de untar a unas cuantas estrellas por su apoyo público y que otras lo hiciesen sin mediar remuneración. Pero en ese aspecto se quedaba a medio gas: primer negro en vestuario, primera de origen dominicano en actriz de reparto y denuncia de «injusticia y limpieza étnica» en Gaza, reivindicación de solución con derechos para ambos pueblos y acusación a la política exterior de EE.UU. de dificultar ese camino. Lo hacían los miembros del equipo del documental ‘No other land’ al recoger el galardón a mejor documental. «¿No veis que estamos entrelazados? ¿Que mi pueblo solo puede estar seguro de verdad si los palestinos son libres?», espetaba a un público que aplaudía con el mismo moderado entusiasmo con el que había aplaudido todos los agradecimientos anteriores. Lo mismo les daba guerra, que comunidad de trabajadoras sexuales, que agradecimientos a todo el equipo por orden alfabético, recuerdos a familiares de hasta tercer grado y mascotas o promesas de embarazo y amor eterno. Los estrellones iban con el piloto automático de las grandes ocasiones, bajando de «aplauso velocidad crucero» a «palmeo por compromiso» cuando aparecía en pantalla Karla Sofía Gascón por nominación de Emilia Pérez a la categoría correspondiente.
Demasiados números musicales insufríblemente largos, sentido homenaje a los bomberos de Los Ángeles tras los incendios sufridos en la ciudad (el capitán de los bomberos era más gracioso que el presentador), emotivo Morgan Freeman recordando a su amigo Gene Hackman al dar paso al tributo a los finados este año, Mick Jagger (qué mayor está) entregando un premio y Adrien Brody tirando un chicle al aire (que no cazó su mujer y acabó en la moqueta) al subir a recoger su premio. Su mujer, por cierto (me entero por Alberto Olmos y ahora no me lo puedo quitar de la cabeza), es la exmujer de Harvey Weinstein, con el que tiene dos hijos que son a los que ha recordado Brody en su interminable agradecimiento. Que parecía que se iba a quedar a vivir en el escenario, agarrado a la estatuilla y mostrando afecto por todo y por todos. Hasta le han tenido que subir (y bajar) la música dos veces y que si quieres arroz. La gran tirunfadora de la noche, este sintagma es casi imperativo que aparezca si hablamos de los Oscar y no seré yo quien rompa la tradición, fue ‘Anora’. Cinco galardones, uno detrás de otro: mejor película, mejor director, mejor guión original, mejor montaje y mejor actriz. Una gala, en fin, demasiado larga (como todas) pero con algo más de sentido del espectáculo que las que se organizan aquí para el cine patrio. No es mucho decir, pero algo es algo: puestos a trasnochar, por imperativo laboral, por lo menos no es para ver los Goya.
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