Dos exposiciones conviven esta temporada en el Museo Tàpies como un eco dual de voces femeninas que se proyectan más allá de su tiempo. ‘Mis caminos son terrestres’, de Marta Palau (1934-2022), y ‘Opacitas. Velar la transparencia’, de Anna Malagrida (Barcelona, 1970), trazan un recorrido complementario que atraviesa la materia, el cuerpo y la mirada, revelando un tapiz de gestos políticos y poéticos desde lo íntimo y lo colectivo.Desde lenguajes muy distintos, ambas artistas comparten una misma capacidad de invocación. Malagrida, a través de la imagen suspendida en la ambigüedad; Palau, desde la fisicidad ritual del textil, la cerámica y los objetos cargados de simbología y naturaleza. Si la una se desliza por las grietas de lo visible, la otra enraíza sus obras en lo telúrico, hilando memoria y transformación.Noticias relacionadas estandar Si CRÍTICA DE: ‘Saber de oído. Cantantes silenciosas; aprendices errantes’, en el C3A: Cristina Mejías, saber (y) escuchar Iván de la Torre Amerighi estandar Si CRÍTICA DE: ‘Si el sol o el corazón se esconden’, en el Museo Barjola: Javier Garcerá o la belleza del misterio Ángel Antonio RodríguezEn el trabajo de Marta Palau, el cuerpo y la tierra se funden como territorios vulnerables y fértiles. La experiencia del exilio se convierte en materia de creación. Su aproximación al textil la traslada a lenguaje escultórico: el tapiz tridimensional le permite valorar tanto el trenzado como el vacío, el hilo y la ausencia, en una concepción donde el acto de tejer no es solo técnico, sino una forma de pensar el mundo. La instalación ‘Doble muro’ (2006), que representa a un cuerpo sin vida rodeado de escaleras que escalan una frontera doble, es una obra de potencia simbólica ineludible: una alegoría de las heridas migratorias y la violencia de los bordes geopolíticos. Frente a ella, las figuras de las ‘Naualli’, guardianas vegetales que defienden y dan vida, encarnan una espiritualidad profundamente vinculada al territorio y a los saberes femeninos ancestrales. Su trayectoria se articula en autorretratos velados, representaciones indirectas pero cargadas de una potencia autorreferencial que entronca con el pensamiento mágico y el diálogo con la Naturaleza.Desde lo intangiblePor su parte, Anna Malagrida trabaja desde lo intangible, en el umbral entre el dentro y el fuera. Sus imágenes no gritan, susurran. Las vitrinas clausuradas de ‘Vitrines’ (2008-2009), cubiertas con el característico Blanco de España, convierten los escaparates de negocios cerrados en París en grandes lienzos silenciosos donde la opacidad es también una forma de narrar. Aquí, el gesto del pintor es el del trabajador urbano, y el velo pictórico transforma la ciudad en un espacio liminar entre lo visible y lo invisible, cambiando las propiedades mismas del vidrio para abrirlo a una nueva lectura.Ambas exposiciones destacan no solo por ofrecer una visibilización necesaria, sino por ser fruto de una investigación rigurosa que pone en contexto y en diálogo las trayectorias de dos artistas indispensables. No se trata únicamente de exponer, sino de reubicar, relatar y resignificar sus obras. El Museo Tàpies articula así una mirada que conecta los perfiles de estas dos creadoras, una ya ausente y otra plenamente activa, como parte de un archivo vivo que interpela al presente.En sintonía. De arriba abajo, ‘Todas las guerras’ (2003); ‘Nómadas II’ (1998) y ‘Naualli’ (sin fecha), todas de Marta Palau ABCEl propio lenguaje matérico de ambas artistas establece, además, un vínculo con la obra de Antoni Tàpies. Tanto Palau como Malagrida trabajan desde lo matérico como vía hacia otras cosmogonías: lo natural, lo ancestral, lo cotidiano o lo urbano son, en sus manos, portales simbólicos que trascienden lo físico para acceder a una dimensión espiritual y transformadora. Desde el barro y el yute hasta el vidrio cubierto, s us obras remiten a una poética de lo visible y lo oculto, de lo erosionado y lo sagrado.Como señala Imma Prieto, directora del museo, ambas exposiciones se inscriben en una línea de trabajo institucional comprometida con «la recuperación de los silencios historiográficos alrededor de la obra producida por mujeres», haciendo visibles no solo trayectorias individuales de ayer y hoy, sino también las estructuras que las han invisibilizado. La experiencia de recorrer ambas exposiciones activa un hechizo sensorial. Una coreografía de materiales, gestos e imágenes que entrelazan prácticas artísticas con una dimensión espiritual, como si ambas buscaran, desde caminos distintos, trazar un mapa de lo sensible. La tierra aparece en ambas no solo como paisaje, sino como archivo y herida; el cuerpo, como frontera entre lo personal y lo político.Este diálogo intergeneracional y transdisciplinar pone en valor una genealogía de creación comprometida con lo simbólico, donde el arte es también acción y refugio. Si Palau trenza saberes con yute, cerámica o ramas, Malagrida nos invita a leer nuestras ciudades como superficies cargadas de memoria. Juntas componen un canto plural a la resiliencia, un manifiesto visual donde la perspectiva de género no es un marco, sino una fuerza vertebradora.Anna Malagrida y Marta Palau Marta Palau. ‘Mis caminos son terrestres’. Comisaria: Imma Prieto. Hasta el 17 de agosto. Cuatro estrellas. Anna Malagrida. ‘Opacitas. Velar la transparencia’. Comisaria: Patricia Sorroche. Hasta el 28 de septiembre. Museo Tàpies. Barcelona. C/ Aragón, 255. Cuatro estrellas.En un momento en que las categorías se desdibujan, ambas artistas nos recuerdan la importancia de habitar los márgenes, de escuchar lo que permanece oculto o enterrado. Palau y Malagrida nos invitan a caminar sus caminos, terrestres, opacos, trenzados, para repensar lo que significa mirar, recordar y resistir desde el arte. Dos exposiciones conviven esta temporada en el Museo Tàpies como un eco dual de voces femeninas que se proyectan más allá de su tiempo. ‘Mis caminos son terrestres’, de Marta Palau (1934-2022), y ‘Opacitas. Velar la transparencia’, de Anna Malagrida (Barcelona, 1970), trazan un recorrido complementario que atraviesa la materia, el cuerpo y la mirada, revelando un tapiz de gestos políticos y poéticos desde lo íntimo y lo colectivo.Desde lenguajes muy distintos, ambas artistas comparten una misma capacidad de invocación. Malagrida, a través de la imagen suspendida en la ambigüedad; Palau, desde la fisicidad ritual del textil, la cerámica y los objetos cargados de simbología y naturaleza. Si la una se desliza por las grietas de lo visible, la otra enraíza sus obras en lo telúrico, hilando memoria y transformación.Noticias relacionadas estandar Si CRÍTICA DE: ‘Saber de oído. Cantantes silenciosas; aprendices errantes’, en el C3A: Cristina Mejías, saber (y) escuchar Iván de la Torre Amerighi estandar Si CRÍTICA DE: ‘Si el sol o el corazón se esconden’, en el Museo Barjola: Javier Garcerá o la belleza del misterio Ángel Antonio RodríguezEn el trabajo de Marta Palau, el cuerpo y la tierra se funden como territorios vulnerables y fértiles. La experiencia del exilio se convierte en materia de creación. Su aproximación al textil la traslada a lenguaje escultórico: el tapiz tridimensional le permite valorar tanto el trenzado como el vacío, el hilo y la ausencia, en una concepción donde el acto de tejer no es solo técnico, sino una forma de pensar el mundo. La instalación ‘Doble muro’ (2006), que representa a un cuerpo sin vida rodeado de escaleras que escalan una frontera doble, es una obra de potencia simbólica ineludible: una alegoría de las heridas migratorias y la violencia de los bordes geopolíticos. Frente a ella, las figuras de las ‘Naualli’, guardianas vegetales que defienden y dan vida, encarnan una espiritualidad profundamente vinculada al territorio y a los saberes femeninos ancestrales. Su trayectoria se articula en autorretratos velados, representaciones indirectas pero cargadas de una potencia autorreferencial que entronca con el pensamiento mágico y el diálogo con la Naturaleza.Desde lo intangiblePor su parte, Anna Malagrida trabaja desde lo intangible, en el umbral entre el dentro y el fuera. Sus imágenes no gritan, susurran. Las vitrinas clausuradas de ‘Vitrines’ (2008-2009), cubiertas con el característico Blanco de España, convierten los escaparates de negocios cerrados en París en grandes lienzos silenciosos donde la opacidad es también una forma de narrar. Aquí, el gesto del pintor es el del trabajador urbano, y el velo pictórico transforma la ciudad en un espacio liminar entre lo visible y lo invisible, cambiando las propiedades mismas del vidrio para abrirlo a una nueva lectura.Ambas exposiciones destacan no solo por ofrecer una visibilización necesaria, sino por ser fruto de una investigación rigurosa que pone en contexto y en diálogo las trayectorias de dos artistas indispensables. No se trata únicamente de exponer, sino de reubicar, relatar y resignificar sus obras. El Museo Tàpies articula así una mirada que conecta los perfiles de estas dos creadoras, una ya ausente y otra plenamente activa, como parte de un archivo vivo que interpela al presente.En sintonía. De arriba abajo, ‘Todas las guerras’ (2003); ‘Nómadas II’ (1998) y ‘Naualli’ (sin fecha), todas de Marta Palau ABCEl propio lenguaje matérico de ambas artistas establece, además, un vínculo con la obra de Antoni Tàpies. Tanto Palau como Malagrida trabajan desde lo matérico como vía hacia otras cosmogonías: lo natural, lo ancestral, lo cotidiano o lo urbano son, en sus manos, portales simbólicos que trascienden lo físico para acceder a una dimensión espiritual y transformadora. Desde el barro y el yute hasta el vidrio cubierto, s us obras remiten a una poética de lo visible y lo oculto, de lo erosionado y lo sagrado.Como señala Imma Prieto, directora del museo, ambas exposiciones se inscriben en una línea de trabajo institucional comprometida con «la recuperación de los silencios historiográficos alrededor de la obra producida por mujeres», haciendo visibles no solo trayectorias individuales de ayer y hoy, sino también las estructuras que las han invisibilizado. La experiencia de recorrer ambas exposiciones activa un hechizo sensorial. Una coreografía de materiales, gestos e imágenes que entrelazan prácticas artísticas con una dimensión espiritual, como si ambas buscaran, desde caminos distintos, trazar un mapa de lo sensible. La tierra aparece en ambas no solo como paisaje, sino como archivo y herida; el cuerpo, como frontera entre lo personal y lo político.Este diálogo intergeneracional y transdisciplinar pone en valor una genealogía de creación comprometida con lo simbólico, donde el arte es también acción y refugio. Si Palau trenza saberes con yute, cerámica o ramas, Malagrida nos invita a leer nuestras ciudades como superficies cargadas de memoria. Juntas componen un canto plural a la resiliencia, un manifiesto visual donde la perspectiva de género no es un marco, sino una fuerza vertebradora.Anna Malagrida y Marta Palau Marta Palau. ‘Mis caminos son terrestres’. Comisaria: Imma Prieto. Hasta el 17 de agosto. Cuatro estrellas. Anna Malagrida. ‘Opacitas. Velar la transparencia’. Comisaria: Patricia Sorroche. Hasta el 28 de septiembre. Museo Tàpies. Barcelona. C/ Aragón, 255. Cuatro estrellas.En un momento en que las categorías se desdibujan, ambas artistas nos recuerdan la importancia de habitar los márgenes, de escuchar lo que permanece oculto o enterrado. Palau y Malagrida nos invitan a caminar sus caminos, terrestres, opacos, trenzados, para repensar lo que significa mirar, recordar y resistir desde el arte.
Dos exposiciones conviven esta temporada en el Museo Tàpies como un eco dual de voces femeninas que se proyectan más allá de su tiempo. ‘Mis caminos son terrestres’, de Marta Palau (1934-2022), y ‘Opacitas. Velar la transparencia’, de Anna Malagrida ( … Barcelona, 1970), trazan un recorrido complementario que atraviesa la materia, el cuerpo y la mirada, revelando un tapiz de gestos políticos y poéticos desde lo íntimo y lo colectivo.
Desde lenguajes muy distintos, ambas artistas comparten una misma capacidad de invocación. Malagrida, a través de la imagen suspendida en la ambigüedad; Palau, desde la fisicidad ritual del textil, la cerámica y los objetos cargados de simbología y naturaleza. Si la una se desliza por las grietas de lo visible, la otra enraíza sus obras en lo telúrico, hilando memoria y transformación.
En el trabajo de Marta Palau, el cuerpo y la tierra se funden como territorios vulnerables y fértiles. La experiencia del exilio se convierte en materia de creación. Su aproximación al textil la traslada a lenguaje escultórico: el tapiz tridimensional le permite valorar tanto el trenzado como el vacío, el hilo y la ausencia, en una concepción donde el acto de tejer no es solo técnico, sino una forma de pensar el mundo.
La instalación ‘Doble muro’ (2006), que representa a un cuerpo sin vida rodeado de escaleras que escalan una frontera doble, es una obra de potencia simbólica ineludible: una alegoría de las heridas migratorias y la violencia de los bordes geopolíticos. Frente a ella, las figuras de las ‘Naualli’, guardianas vegetales que defienden y dan vida, encarnan una espiritualidad profundamente vinculada al territorio y a los saberes femeninos ancestrales.
Su trayectoria se articula en autorretratos velados, representaciones indirectas pero cargadas de una potencia autorreferencial que entronca con el pensamiento mágico y el diálogo con la Naturaleza.
Desde lo intangible
Por su parte, Anna Malagrida trabaja desde lo intangible, en el umbral entre el dentro y el fuera. Sus imágenes no gritan, susurran. Las vitrinas clausuradas de ‘Vitrines’ (2008-2009), cubiertas con el característico Blanco de España, convierten los escaparates de negocios cerrados en París en grandes lienzos silenciosos donde la opacidad es también una forma de narrar. Aquí, el gesto del pintor es el del trabajador urbano, y el velo pictórico transforma la ciudad en un espacio liminar entre lo visible y lo invisible, cambiando las propiedades mismas del vidrio para abrirlo a una nueva lectura.
Ambas exposiciones destacan no solo por ofrecer una visibilización necesaria, sino por ser fruto de una investigación rigurosa que pone en contexto y en diálogo las trayectorias de dos artistas indispensables. No se trata únicamente de exponer, sino de reubicar, relatar y resignificar sus obras. El Museo Tàpies articula así una mirada que conecta los perfiles de estas dos creadoras, una ya ausente y otra plenamente activa, como parte de un archivo vivo que interpela al presente.



De arriba abajo, ‘Todas las guerras’ (2003); ‘Nómadas II’ (1998) y ‘Naualli’ (sin fecha), todas de Marta Palau
ABC
El propio lenguaje matérico de ambas artistas establece, además, un vínculo con la obra de Antoni Tàpies. Tanto Palau como Malagrida trabajan desde lo matérico como vía hacia otras cosmogonías: lo natural, lo ancestral, lo cotidiano o lo urbano son, en sus manos, portales simbólicos que trascienden lo físico para acceder a una dimensión espiritual y transformadora. Desde el barro y el yute hasta el vidrio cubierto, sus obras remiten a una poética de lo visible y lo oculto, de lo erosionado y lo sagrado.
Como señala Imma Prieto, directora del museo, ambas exposiciones se inscriben en una línea de trabajo institucional comprometida con «la recuperación de los silencios historiográficos alrededor de la obra producida por mujeres», haciendo visibles no solo trayectorias individuales de ayer y hoy, sino también las estructuras que las han invisibilizado. La experiencia de recorrer ambas exposiciones activa un hechizo sensorial. Una coreografía de materiales, gestos e imágenes que entrelazan prácticas artísticas con una dimensión espiritual, como si ambas buscaran, desde caminos distintos, trazar un mapa de lo sensible. La tierra aparece en ambas no solo como paisaje, sino como archivo y herida; el cuerpo, como frontera entre lo personal y lo político.
Este diálogo intergeneracional y transdisciplinar pone en valor una genealogía de creación comprometida con lo simbólico, donde el arte es también acción y refugio. Si Palau trenza saberes con yute, cerámica o ramas, Malagrida nos invita a leer nuestras ciudades como superficies cargadas de memoria. Juntas componen un canto plural a la resiliencia, un manifiesto visual donde la perspectiva de género no es un marco, sino una fuerza vertebradora.
Anna Malagrida y Marta Palau
Marta Palau. ‘Mis caminos son terrestres’. Comisaria: Imma Prieto. Hasta el 17 de agosto. Cuatro estrellas.
Anna Malagrida. ‘Opacitas. Velar la transparencia’. Comisaria: Patricia Sorroche. Hasta el 28 de septiembre. Museo Tàpies. Barcelona. C/ Aragón, 255. Cuatro estrellas.
En un momento en que las categorías se desdibujan, ambas artistas nos recuerdan la importancia de habitar los márgenes, de escuchar lo que permanece oculto o enterrado. Palau y Malagrida nos invitan a caminar sus caminos, terrestres, opacos, trenzados, para repensar lo que significa mirar, recordar y resistir desde el arte.
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