Esta será la sexta feria de Maribel López en la dirección. Pero trabajando en ella, ‘desde la retaguardia’ de los comisariados, muchos más: casi tres veces seis. Y nos recuerda que ARCO está a punto de hacer otro de esos números redondos, 45 años en 2026: «Y en 44 ediciones de una iniciativa tan pública, es normal que todos sintamos el deseo de expresarnos allí, de lanzar una y mil opiniones sobre el sector. Además porque es un acontecimiento que se produce en una semana y luego desaparece, mientras un museo está ahí todo el año».López no le tiene miedo a las críticas. De hecho, reconoce que forman parte del juego. Y asume que este es un momento raro –en lo económico– y exaltado –en lo ideológico–: Las cosas están cambiando en el mundo y se considera una privilegiada. Así, afronta la entrega de 2025 con cautela, pero con su habitual sonrisa. Y de esta manera lo explica.Noticias relacionadas estandar No ARTE ARCO presenta los contenidos de ‘la edición tranquila’ de 2025, previa a la de su 45 aniversario Javier Díaz-Guardiola estandar Si HOMENAJE A PIERRE GONNORD La ilusionante historia de Pedro ‘el francés’ Javier Díaz-Guardiola—Hablando con distintas galerías españolas desde que acabó ARCO en 2024 me comentan que la situación del mercado no es muy halagüeña. Firmas interesantes, algunas participan en la feria, y que dicen que no se vende. ¿En qué panorama se celebra ARCO’25?—Es difícil, desde mi puesto, conocer el contexto económico y financiero al que nos enfrentamos, pero es cierto que esa sensación, las galerías la han compartido conmigo. Lo que la feria tiene que conseguir es romper las dinámicas. Venimos de años terribles, crisis de 2008 y 2009, si bien se vuelve a hablar de que el mercado se ralentiza, no es eso lo que se percibe en la feria. Pero, ¿a través de qué señales? Primero, lo que nos cuentan las galerías. Cada año, cuando cerramos una edición –y yo llevo seis en la dirección pero 15 en su equipo–, percibimos que hay unas a las que les va muy bien y otras a las que no. Pero eso pasa aquí, en Basel y en Frieze . Lo que es difícil calibrar para nosotras es el equilibrio de ese porcentaje. Son los datos sobre las firmas que vuelven las que nos hacen traducir su decisión en que o les fue bien o tienen confianza en la situación del año siguiente. —¿De qué proporción estaríamos hablando?—Más del 90% de las galerías de la edición anterior solicitaron volver a la siguiente. Ese es un arranque interesante. Pero también lo es que se hayan interesado nuevas, en un número que también crece. Es nos hace pensar que hay algún mensaje de la economía propia que está siendo positivo. No hay duda de que los resultados de la economía española, que son los que nos traslada la prensa, son positivos en cifras, y que Madrid está en un momento muy especial, con gente que se viene a vivir aquí desde el exterior, y esto ha traído a nuevas galerías. Por otro lado, hay que hablar del programa de coleccionistas…—Hagámoslo. —Ahí notamos que también crece el interés. Son muchos los de fuera que muestran deseo por venir, que se suman a esa proporción que ya vive con nosotros y que no hay que invitar. Eso eleva el número a casi cien grandes coleccionistas que quieren venir a la feria. Eso da una sensación de que aquí habrá negocio, pero obviamente, eso luego tiene que pasar. —Hay interés por la feria, pero esta decide no crecer o crecer poco. ¿Por qué se toma esa decisión?—Este año crecemos un poquito. Pero es la mejor manera de, no garantizar, que es la palabra que me gustaría utilizar, sino intentar conseguir el éxito de, si no todas, al menos la mayoría de las galerías. Podríamos hacer ahora mismo un tercer pabellón, pero estamos seguras de que eso sería malo para su negocio, porque no podemos proveer el número de coleccionistas necesario para que todas alcancen el éxito, a lo que se suma que la visita sería mucho más hostil. ARCO es una feria grande. En términos de experiencia, tampoco deberíamos crecer. Este año llegamos a las 214 galerías porque se han interesado internacionales, hasta diez, a las que ningún comité podía decir que no: Casa Riegner, Luciana Brito, Dépendance, Bernier / Eliades, Gomide&Co … Eso podía poner en riesgo la presencia de otras que llevan casi toda la vida. Por eso crecemos un poco. Lo hago por el bien de las galerías y con algo de miedo. Pero creo que el resultado está controlado o, al menos, ajustado al interés. Donde elegir. De arriba abajo, ‘Hawthorn-May’, de David Nash en Lelong; ‘Little Kitty’, de Yves Sherer en Mascota; y obra de Hessie en Marc Domènech ABC—¿Y cómo trabaja la feria para convencer a ese 10 por ciento que no regresa?—Trabajamos muy cerca de ellas, ayudando a todos los niveles, como es ajustándolas al espacio que necesitan. Cuando una galería lleva años apostando por 80 metros de estand pero este año prefiere 40, el comité no tiene en cuenta este asunto. Y, después, intentando atraer cada vez a más coleccionistas. Hay que conseguir convertir ARCO en el centro del mundo. —Este año no será tanto Ucrania, Israel o el coronavirus, pero la feria se resiente siempre por los acontecimientos internacionales. Ahora tenemos a Donald Trump y sus aranceles. ¿Cómo puede afectar eso a la feria española?—Espero que de ninguna manera, ya que Trump está hablando más de aranceles a la producción. Al menos no en este ARCO, pero no podemos predecir a futuro. Nosotros trabajamos haciendo creer a todo el mundo que este es su lugar, pero la macroeconomía es algo que se escapa de nuestro control…—El caso es que el IVA, que sí parece molestar a Trump, sigue siendo el gran caballo de batalla de nuestras galerías. ¿Realiza algún tipo de trabajo la feria a lo largo del año para convencer a nuestras autoridades de la necesidad de armonizarlo con el europeo?—Hablamos con ellas cada vez que tenemos oportunidad. Se piden citas específicas. Te agradezco que me preguntes sobre esto porque es algo que nos preocupa muchísimo. Ahora que llega una nueva edición es cuando más se nos escucha y es muy importante que desde ARCO se sienta con claridad nuestra voz a este respecto. Lo de que exista un IVA cultural –no ya artístico– armonizado, ajustado a los mejores IVA europeos, es básico. Además asiento la petición en mi creencia sobre el papel transformador del arte, que es casi utópica. Si desde el poder no se entiende eso, apoyándolo como bien de primera necesidad, no es solo que se genere un daño inmediato de competencia –dos galerías de dos países representando al mismo artista, con dos IVA distintos–, sino también un daño a futuro. —Es inevitable que, como espectadores, a la feria se le pida cada año novedades. ¿Eso se consigue con la renovación de los programas comisariados? —Eso es. De hecho, pienso mucho en eso: pienso en la palabra ‘novedad’. Obviamente, una feria no puede repetirse a sí misma. Eso sí: la novedad más importante de ARCO es la que ocurre en cada estand, en cada proyecto que cada galería hace. Eso tal vez no sea tan fácil de percibir por el espectador. Por eso están las secciones comisariadas. Y el dar voz a comisarios externos que traen nuevos contenidos, conceptos que yo misma tengo que aprender cada año. Una de las cuestiones que está sucediendo estos últimos años y que tiene que ver con la novedad es cómo experimentamos los lugares. «Trabajamos haciendo creer a todos que este es su lugar, pero la macroeconomía se escapa de nuestro control»En eso estamos haciendo un esfuerzo grande en la arquitectura de la feria. Nos complica muchísimo la vida pero refuerza la experiencia de los contenidos. El proyecto de Pedro Pitarch para las zonas comunes que lleva haciendo cuatro años, este será completamente otro. Este va a fijar una especie de urbanismo en el que vamos a incidir en la iluminación. El Guest Lounge [la sala VIP], que este 2025 corre a cargo de Mesura, se plantea como otra experiencia de feria… Además es en este apartado en el que nosotros podemos jugar más a ser novedosos. En los contenidos, son las galerías las responsables. —Entre los sectores comisariados este año, se apuesta por conceptos complicados de entender desde aquí: ‘Wametisé’ y ‘Amazofuturismo’. ¿Qué podemos esperar de algo así desde un proyecto tan occidental y turbocapitalista como una feria de arte europea sin caer en el tópico y el paternalismo?—Pienso también mucho en eso, en cómo, desde la organización, ponemos el poder en otros. Digamos que todos los comisariados de los últimos años parten de un pensamiento personal en torno al agua. En un momento dado, decido que no vamos a hacer más países: creo que las ideas de frontera y de arte contemporáneo no se dan la mano, y quiero trabajar con conexiones y no con diferencias. Y si hay algo que nos conecta, eso es el agua. Que también nos tensa. Por eso el primer proyecto fue el Mediterráneo, con Marina Fokidis, Caribe en 2023, y en ese proceso, María Wills me propone el Amazonas e invita a Denilson Baniwa. Los otros flancos. De arriba abajo, ‘Planetarization Of Consciousnes’, de Theresa Weber (Hatch Gallery),en Opening; ‘Carpeta Windows’, de Mariela Scafati (Isla Flotante), en el sector de Perfiles; y ‘El olor del auca’, de Carlos Jacanamijoy (Almine Reich) en ‘Wametisé’ ABCA partir de ahí, yo me pongo en sus manos, y me parece básico hacer eso, porque si no yo estaría comisariando, a lo que se suma que es un contexto que no conozco, al que solo estaría mirando con ojos erróneos. Mis únicas exigencias para estos proyectos es que tiene que haber galerías detrás de los artistas porque esto es una feria, y que haya alguien de la ciudad para que esa traducción no se convierta en algo exótico. Y ahí entra este año Institute for Postnatural Studies, con los que comparten discurso. Y con arquitectos de aquí que diseñan el espacio, no solo por sostenibilidad, sino porque además montamos la feria en una semana. —La feria parece que flojea cada edición por este sector comisariado.—En cada proyecto todos somos muy conscientes de que algo va a quedar fuera, que será parcial, que el espacio es solo de 700 metros. Sabemos que va a haber grietas, que va a haber errores. ¿Cómo se nos ocurre intentarlo? Pues porque hay que intentarlo y aceptar los tropiezos. Por eso además de la propuesta expositiva hay un libro, un catálogo, en el que escriben María y Denilson, que se acompaña del ensayo visual de un artista [Gustavo Caboco] , y un foro para que si hay una voz crítica, que tenga un lugar, que si hay una polémica, que suceda. Y entiendo que dentro de una feria esto es algo bastante particular. Pero como la tradición de ARCO ha sido esa, es importante continuarla por donde suma. Arriesgar. Yo recuerdo que Rosina como directora hacía ‘chills’ en los 2000. Yo tenía veintipocos años y me lo pasaba pipa, mientras las galerías bramaban por ello. Hay que forzar un poquito desde el lugar del arte. —Hablábamos antes de novedad: ¿No nos estamos repitiendo con una Amazonía después de un Caribe, que además era mental y no geográfico?—Podríamos. Pero creo que en este momento la presencia de Latinoamérica es tan fuerte en Madrid que no me parecía lógico saltar a otras latitudes. Y hay una cosa tan fluida como el proyecto y es que yo ya tenía dos posibles ideas cuando María llegó con la suya y vimos que era el momento, a lo que dije sí porque nos reforzaba en Latinoamérica. —Desde luego, es el sector más criticado año tras año. —¡Pero es que tiene que haber críticas! A mí eso no me preocupa. Y no hay nada más identificado con el arte contemporáneo que la existencia de una tensión, siempre en sentido positivo. Piensa que, de todos modos, yo estoy repensándolo todo, que ese proyecto ya lleva más de tres años, y que quizás hay que llevarlo hacia otro lado. Estoy en ese momento. El proyecto para 2026 se está cociendo. Aún no está. —Se recupera con ‘Perfiles’ los solo projects dedicados a Latinoamérica, que fueron seña de identidad de ARCO durante años. ¿Qué ha pasado?—Eso es haberse puesto de nuevo en manos de los comisarios. ‘Nunca lo mismo’ fue el título de ese sector hasta 2024, que además era un título muy Manuela Moscoso, con dos responsables en sus distintas ediciones. Pero este año, el testigo lo toma José Esparza Chong Cuy en solitario porque tenía el proyecto muy claro: el título, los contenidos… Ya hemos hablado de con quién lo hará en 2026. Estoy muy contenta con ese programa. —Opening se convierte en el ámbito comisariado más longevo. ¿Cumple luego el cometido de ser puerta de entrada de galerías nuevas en la feria?—Depende de muchas circunstancias. Algunas no vuelven porque no les ha ido bien, y a otras no conseguimos acogerlas. Eso es bastante fastidioso. Este año sí que hemos logrado que entren varias en el Salón General, y eso nos gusta porque es la idea. Y desde 2011 han pasado muchos años y ha pasado de todo, con muchas casuísticas. Y el trabajo con ellas es muy preciso, que este año realizan Cristina Anglada y Anissa Touati, que traen contenidos nuevos, firmas de Sudáfrica, de Sudán, que para nada estaban en nuestro panorama. Pero cuando la feria está tranquila, está bien, es momento para jugar un poco, dar nuevas oportunidades. Sí que es cierto que a las que se quedan luego les damos un precio especial para continuar, 30% el primer año, 15 el segundo. Pero no siempre lo conseguimos.—El cambio de fechas parece que benefició el pasado año y por ello se mantiene. ¿Cuáles son las virtudes de marzo?—El cambio de fechas nos beneficia. Tanto para llegar a más galerías que aplican, como a más coleccionistas que nos visitan. Por eso nos vamos a quedar ahí. Ya tenemos las fechas del año que viene, que será del 4 al 8. —En un mercado global en el que las ferias internacionales optaron por la apertura de sedes, con Basel llamando a las puertas de París, ARCO frenó su expansión en Lisboa. ¿Va a repensar la feria madrileña su política de crecimiento en el exterior? —Yo creo que estamos muy bien como estamos con estos dos proyectos. Creo que para hacer algo en torno a lo que de verdad te importa hay que cuidarlo. A mí como directora me importan las galerías, su trabajo, el de sus artistas. Ayudar, apoyar y ser estructura de soporte. En ese sentido, tenemos más que suficiente. López, directora de ARCO, en Ifema Tania Sieira—¿Cómo se complementan propuestas tan similares como la española y la portuguesa? ¿Cómo hacer que no parezca la misma feria cuatro meses después?—Es cierto que nuestros proyectos son muy ibéricos, pero el segundo es muy portugués. De sus 80 galerías unas 20 o 25 son portuguesas. ARCOlisboa es una feria que nació en ese lugar, la Cordoreria, sigue en ese lugar, la hemos ocupado todo lo que se puede, no va a crecer más, no sería lógico, y su principal identidad es establecer el diálogo con España y luego, gracias al proyecto de Igor y Paula, a contextos como el africano, en el que empezó, y que hemos abierto a una idea de panafricanidad. Esa feria es muy diferente en cuanto a experiencia, en cuanto a proximidad, algo que a mí me interesa mucho y que allí sí es posible, el casi comer y cenar todos juntos. El carácter es otro, aunque muchas galerías se repiten. Pero hay esta cosa de fidelidad a las estructuras que es muy bonito, firmas a las que les gusta trabajar con ARCO.—Cambio de ciclo en el galerismo español: a Juana, ausente el año pasado ya, se le hace este un homenaje; Helga acaba de fallecer… —Estos años están siendo difíciles en este sentido: la salida de Juana, el fallecimiento de Helga, que me consta que estaba muy ilusionada con venir. Es duro. También a ella le haremos un homenaje pero se hará en varias fases. Cuando tengo que decidir, de una manera más personal, no soy una persona de grandes fastos, sino más de intimidades. Así que tengo una idea para ahora, que pasará en su espacio en la feria, algo íntimo entre galeristas, colegas… Y después algo simbólico a futuro. «Podríamos hacer ya un tercer pabellón, pero estamos seguras de que eso sería malo para el negocio de las galerías»Quiero rendir ese homenaje y que la feria sea lugar de celebración, porque no paran de pasar cosas. De hecho, lo que vamos a hacer con Juana es un premio con su nombre. Y se lo vamos a dar a una galería que ha elegido ella porque apoyó la feria desde la primera edición, que es Ursula Kritzinger. Será algo muy sencillo, en el foro, el viernes, a las 13:00 horas, que aprovecharemos también para recordar a Helga. La idea es que cada año una galería reciba el premio por sus aportaciones a la feria. —¿Perciben el cambio de ciclo en el mercado español?—Cuando el año pasado Juana ya no participa se genera un pequeño vértigo. Ahora, la desaparición de Helga … Pero yo creo que las galerías que vienen están muy preparadas, trabajan con seguridad y tienen presencia internacional. Es tiempo de que otras tomen el relevo. —Que no haya alteraciones en la dirección de una feria da seguridad a los expositores. De todas formas, ¿no se cansa o no le apetece desarrollar otros proyectos?—Es curioso, pero estoy en un momento muy bueno, en el que, y antes hablábamos de Trump, el rol que tiene el arte es más importante que nunca, con la posibilidad de visibilidad que me da la feria. Me siento fuerte y con ganas de seguir. Y con una idea de tener una misión muy destacada, porque como veo que no mejora –por no decir que empeora– la percepción del arte contemporáneo, que se tiende a frivolizar o banalizar, mi sensación de que lo que hago es necesario es cada vez más poderosa. Mi manera de hablar, que es directa y sencilla, puede ayudar a esa comprensión. Mi sensación es que tengo una responsabilidad para con las galerías y los artistas y quiero seguir cumpliéndola. Y soy consciente de que puede llegar un momento en el que mi discurso se quede pasado, que el mundo vaya por otro lado. De hecho, ya el mundo va por otro lado. Mientras las galerías, los coleccionistas, mientras ARCO funcione, no me planteo un escenario alternativo. Cosas por hacer me quedan muchas. Pero estoy disfrutando esta. —¿Se piensa ya en 2026 aunque no haya abierto sus puertas 2025?—Mi cabeza ya está en Lisboa. Siempre me preocupa que su comunicación es más corta que la de Madrid, pero no quiero que se mezclen cosas. Pero también estamos con 2026, año en el que cumplimos 45 años y también estamos pensando qué hacemos con eso. ARCOmadrid 2025 Edición número 44. Ifema. Madrid. Avenida del Partenón, 5. Pabellones 7 y 9. Directora: Maribel López. Del 5 al 9 de marzo—¿Por qué tenemos que visitar ARCO 2025?—Porque creo que en el trabajo de cada uno de sus artistas, de cada una de las galerías, hay unas voluntad transformadora, profunda, de comprensión del mundo, que puede ser difícil de entender, pero esa dificultad no hace sino hablarnos de la complejidad del mundo en el que vivimos. Siempre animo a todo el mundo a mirar más aquello que menos le guste. Que se pregunten, que se rían todo lo que quieran, pero que lo hagan sabiendo que eso les está activando algo. El trabajo se ha hecho con mucho cariño y mucho respeto, así que también animo a que vengan a disfrutar. —¿Por qué tienen que venir los coleccionistas?—Porque van a descubrir muchísimas cosas. Si la feria trabaja en algo sobremanera es ese concepto, el de poder encontrar aquí cosas que no encuentran en otras ferias, en las grandes ferias. El catálogo de este año, diseñado por Ponce/Contreras, va a llevar una separata con las caras de todos los galerías porque queremos subrayar que en ARCO las galerías tienen cara, las galerías tienen corazón. Es un gesto, pero para mí muy importante. Esta será la sexta feria de Maribel López en la dirección. Pero trabajando en ella, ‘desde la retaguardia’ de los comisariados, muchos más: casi tres veces seis. Y nos recuerda que ARCO está a punto de hacer otro de esos números redondos, 45 años en 2026: «Y en 44 ediciones de una iniciativa tan pública, es normal que todos sintamos el deseo de expresarnos allí, de lanzar una y mil opiniones sobre el sector. Además porque es un acontecimiento que se produce en una semana y luego desaparece, mientras un museo está ahí todo el año».López no le tiene miedo a las críticas. De hecho, reconoce que forman parte del juego. Y asume que este es un momento raro –en lo económico– y exaltado –en lo ideológico–: Las cosas están cambiando en el mundo y se considera una privilegiada. Así, afronta la entrega de 2025 con cautela, pero con su habitual sonrisa. Y de esta manera lo explica.Noticias relacionadas estandar No ARTE ARCO presenta los contenidos de ‘la edición tranquila’ de 2025, previa a la de su 45 aniversario Javier Díaz-Guardiola estandar Si HOMENAJE A PIERRE GONNORD La ilusionante historia de Pedro ‘el francés’ Javier Díaz-Guardiola—Hablando con distintas galerías españolas desde que acabó ARCO en 2024 me comentan que la situación del mercado no es muy halagüeña. Firmas interesantes, algunas participan en la feria, y que dicen que no se vende. ¿En qué panorama se celebra ARCO’25?—Es difícil, desde mi puesto, conocer el contexto económico y financiero al que nos enfrentamos, pero es cierto que esa sensación, las galerías la han compartido conmigo. Lo que la feria tiene que conseguir es romper las dinámicas. Venimos de años terribles, crisis de 2008 y 2009, si bien se vuelve a hablar de que el mercado se ralentiza, no es eso lo que se percibe en la feria. Pero, ¿a través de qué señales? Primero, lo que nos cuentan las galerías. Cada año, cuando cerramos una edición –y yo llevo seis en la dirección pero 15 en su equipo–, percibimos que hay unas a las que les va muy bien y otras a las que no. Pero eso pasa aquí, en Basel y en Frieze . Lo que es difícil calibrar para nosotras es el equilibrio de ese porcentaje. Son los datos sobre las firmas que vuelven las que nos hacen traducir su decisión en que o les fue bien o tienen confianza en la situación del año siguiente. —¿De qué proporción estaríamos hablando?—Más del 90% de las galerías de la edición anterior solicitaron volver a la siguiente. Ese es un arranque interesante. Pero también lo es que se hayan interesado nuevas, en un número que también crece. Es nos hace pensar que hay algún mensaje de la economía propia que está siendo positivo. No hay duda de que los resultados de la economía española, que son los que nos traslada la prensa, son positivos en cifras, y que Madrid está en un momento muy especial, con gente que se viene a vivir aquí desde el exterior, y esto ha traído a nuevas galerías. Por otro lado, hay que hablar del programa de coleccionistas…—Hagámoslo. —Ahí notamos que también crece el interés. Son muchos los de fuera que muestran deseo por venir, que se suman a esa proporción que ya vive con nosotros y que no hay que invitar. Eso eleva el número a casi cien grandes coleccionistas que quieren venir a la feria. Eso da una sensación de que aquí habrá negocio, pero obviamente, eso luego tiene que pasar. —Hay interés por la feria, pero esta decide no crecer o crecer poco. ¿Por qué se toma esa decisión?—Este año crecemos un poquito. Pero es la mejor manera de, no garantizar, que es la palabra que me gustaría utilizar, sino intentar conseguir el éxito de, si no todas, al menos la mayoría de las galerías. Podríamos hacer ahora mismo un tercer pabellón, pero estamos seguras de que eso sería malo para su negocio, porque no podemos proveer el número de coleccionistas necesario para que todas alcancen el éxito, a lo que se suma que la visita sería mucho más hostil. ARCO es una feria grande. En términos de experiencia, tampoco deberíamos crecer. Este año llegamos a las 214 galerías porque se han interesado internacionales, hasta diez, a las que ningún comité podía decir que no: Casa Riegner, Luciana Brito, Dépendance, Bernier / Eliades, Gomide&Co … Eso podía poner en riesgo la presencia de otras que llevan casi toda la vida. Por eso crecemos un poco. Lo hago por el bien de las galerías y con algo de miedo. Pero creo que el resultado está controlado o, al menos, ajustado al interés. Donde elegir. De arriba abajo, ‘Hawthorn-May’, de David Nash en Lelong; ‘Little Kitty’, de Yves Sherer en Mascota; y obra de Hessie en Marc Domènech ABC—¿Y cómo trabaja la feria para convencer a ese 10 por ciento que no regresa?—Trabajamos muy cerca de ellas, ayudando a todos los niveles, como es ajustándolas al espacio que necesitan. Cuando una galería lleva años apostando por 80 metros de estand pero este año prefiere 40, el comité no tiene en cuenta este asunto. Y, después, intentando atraer cada vez a más coleccionistas. Hay que conseguir convertir ARCO en el centro del mundo. —Este año no será tanto Ucrania, Israel o el coronavirus, pero la feria se resiente siempre por los acontecimientos internacionales. Ahora tenemos a Donald Trump y sus aranceles. ¿Cómo puede afectar eso a la feria española?—Espero que de ninguna manera, ya que Trump está hablando más de aranceles a la producción. Al menos no en este ARCO, pero no podemos predecir a futuro. Nosotros trabajamos haciendo creer a todo el mundo que este es su lugar, pero la macroeconomía es algo que se escapa de nuestro control…—El caso es que el IVA, que sí parece molestar a Trump, sigue siendo el gran caballo de batalla de nuestras galerías. ¿Realiza algún tipo de trabajo la feria a lo largo del año para convencer a nuestras autoridades de la necesidad de armonizarlo con el europeo?—Hablamos con ellas cada vez que tenemos oportunidad. Se piden citas específicas. Te agradezco que me preguntes sobre esto porque es algo que nos preocupa muchísimo. Ahora que llega una nueva edición es cuando más se nos escucha y es muy importante que desde ARCO se sienta con claridad nuestra voz a este respecto. Lo de que exista un IVA cultural –no ya artístico– armonizado, ajustado a los mejores IVA europeos, es básico. Además asiento la petición en mi creencia sobre el papel transformador del arte, que es casi utópica. Si desde el poder no se entiende eso, apoyándolo como bien de primera necesidad, no es solo que se genere un daño inmediato de competencia –dos galerías de dos países representando al mismo artista, con dos IVA distintos–, sino también un daño a futuro. —Es inevitable que, como espectadores, a la feria se le pida cada año novedades. ¿Eso se consigue con la renovación de los programas comisariados? —Eso es. De hecho, pienso mucho en eso: pienso en la palabra ‘novedad’. Obviamente, una feria no puede repetirse a sí misma. Eso sí: la novedad más importante de ARCO es la que ocurre en cada estand, en cada proyecto que cada galería hace. Eso tal vez no sea tan fácil de percibir por el espectador. Por eso están las secciones comisariadas. Y el dar voz a comisarios externos que traen nuevos contenidos, conceptos que yo misma tengo que aprender cada año. Una de las cuestiones que está sucediendo estos últimos años y que tiene que ver con la novedad es cómo experimentamos los lugares. «Trabajamos haciendo creer a todos que este es su lugar, pero la macroeconomía se escapa de nuestro control»En eso estamos haciendo un esfuerzo grande en la arquitectura de la feria. Nos complica muchísimo la vida pero refuerza la experiencia de los contenidos. El proyecto de Pedro Pitarch para las zonas comunes que lleva haciendo cuatro años, este será completamente otro. Este va a fijar una especie de urbanismo en el que vamos a incidir en la iluminación. El Guest Lounge [la sala VIP], que este 2025 corre a cargo de Mesura, se plantea como otra experiencia de feria… Además es en este apartado en el que nosotros podemos jugar más a ser novedosos. En los contenidos, son las galerías las responsables. —Entre los sectores comisariados este año, se apuesta por conceptos complicados de entender desde aquí: ‘Wametisé’ y ‘Amazofuturismo’. ¿Qué podemos esperar de algo así desde un proyecto tan occidental y turbocapitalista como una feria de arte europea sin caer en el tópico y el paternalismo?—Pienso también mucho en eso, en cómo, desde la organización, ponemos el poder en otros. Digamos que todos los comisariados de los últimos años parten de un pensamiento personal en torno al agua. En un momento dado, decido que no vamos a hacer más países: creo que las ideas de frontera y de arte contemporáneo no se dan la mano, y quiero trabajar con conexiones y no con diferencias. Y si hay algo que nos conecta, eso es el agua. Que también nos tensa. Por eso el primer proyecto fue el Mediterráneo, con Marina Fokidis, Caribe en 2023, y en ese proceso, María Wills me propone el Amazonas e invita a Denilson Baniwa. Los otros flancos. De arriba abajo, ‘Planetarization Of Consciousnes’, de Theresa Weber (Hatch Gallery),en Opening; ‘Carpeta Windows’, de Mariela Scafati (Isla Flotante), en el sector de Perfiles; y ‘El olor del auca’, de Carlos Jacanamijoy (Almine Reich) en ‘Wametisé’ ABCA partir de ahí, yo me pongo en sus manos, y me parece básico hacer eso, porque si no yo estaría comisariando, a lo que se suma que es un contexto que no conozco, al que solo estaría mirando con ojos erróneos. Mis únicas exigencias para estos proyectos es que tiene que haber galerías detrás de los artistas porque esto es una feria, y que haya alguien de la ciudad para que esa traducción no se convierta en algo exótico. Y ahí entra este año Institute for Postnatural Studies, con los que comparten discurso. Y con arquitectos de aquí que diseñan el espacio, no solo por sostenibilidad, sino porque además montamos la feria en una semana. —La feria parece que flojea cada edición por este sector comisariado.—En cada proyecto todos somos muy conscientes de que algo va a quedar fuera, que será parcial, que el espacio es solo de 700 metros. Sabemos que va a haber grietas, que va a haber errores. ¿Cómo se nos ocurre intentarlo? Pues porque hay que intentarlo y aceptar los tropiezos. Por eso además de la propuesta expositiva hay un libro, un catálogo, en el que escriben María y Denilson, que se acompaña del ensayo visual de un artista [Gustavo Caboco] , y un foro para que si hay una voz crítica, que tenga un lugar, que si hay una polémica, que suceda. Y entiendo que dentro de una feria esto es algo bastante particular. Pero como la tradición de ARCO ha sido esa, es importante continuarla por donde suma. Arriesgar. Yo recuerdo que Rosina como directora hacía ‘chills’ en los 2000. Yo tenía veintipocos años y me lo pasaba pipa, mientras las galerías bramaban por ello. Hay que forzar un poquito desde el lugar del arte. —Hablábamos antes de novedad: ¿No nos estamos repitiendo con una Amazonía después de un Caribe, que además era mental y no geográfico?—Podríamos. Pero creo que en este momento la presencia de Latinoamérica es tan fuerte en Madrid que no me parecía lógico saltar a otras latitudes. Y hay una cosa tan fluida como el proyecto y es que yo ya tenía dos posibles ideas cuando María llegó con la suya y vimos que era el momento, a lo que dije sí porque nos reforzaba en Latinoamérica. —Desde luego, es el sector más criticado año tras año. —¡Pero es que tiene que haber críticas! A mí eso no me preocupa. Y no hay nada más identificado con el arte contemporáneo que la existencia de una tensión, siempre en sentido positivo. Piensa que, de todos modos, yo estoy repensándolo todo, que ese proyecto ya lleva más de tres años, y que quizás hay que llevarlo hacia otro lado. Estoy en ese momento. El proyecto para 2026 se está cociendo. Aún no está. —Se recupera con ‘Perfiles’ los solo projects dedicados a Latinoamérica, que fueron seña de identidad de ARCO durante años. ¿Qué ha pasado?—Eso es haberse puesto de nuevo en manos de los comisarios. ‘Nunca lo mismo’ fue el título de ese sector hasta 2024, que además era un título muy Manuela Moscoso, con dos responsables en sus distintas ediciones. Pero este año, el testigo lo toma José Esparza Chong Cuy en solitario porque tenía el proyecto muy claro: el título, los contenidos… Ya hemos hablado de con quién lo hará en 2026. Estoy muy contenta con ese programa. —Opening se convierte en el ámbito comisariado más longevo. ¿Cumple luego el cometido de ser puerta de entrada de galerías nuevas en la feria?—Depende de muchas circunstancias. Algunas no vuelven porque no les ha ido bien, y a otras no conseguimos acogerlas. Eso es bastante fastidioso. Este año sí que hemos logrado que entren varias en el Salón General, y eso nos gusta porque es la idea. Y desde 2011 han pasado muchos años y ha pasado de todo, con muchas casuísticas. Y el trabajo con ellas es muy preciso, que este año realizan Cristina Anglada y Anissa Touati, que traen contenidos nuevos, firmas de Sudáfrica, de Sudán, que para nada estaban en nuestro panorama. Pero cuando la feria está tranquila, está bien, es momento para jugar un poco, dar nuevas oportunidades. Sí que es cierto que a las que se quedan luego les damos un precio especial para continuar, 30% el primer año, 15 el segundo. Pero no siempre lo conseguimos.—El cambio de fechas parece que benefició el pasado año y por ello se mantiene. ¿Cuáles son las virtudes de marzo?—El cambio de fechas nos beneficia. Tanto para llegar a más galerías que aplican, como a más coleccionistas que nos visitan. Por eso nos vamos a quedar ahí. Ya tenemos las fechas del año que viene, que será del 4 al 8. —En un mercado global en el que las ferias internacionales optaron por la apertura de sedes, con Basel llamando a las puertas de París, ARCO frenó su expansión en Lisboa. ¿Va a repensar la feria madrileña su política de crecimiento en el exterior? —Yo creo que estamos muy bien como estamos con estos dos proyectos. Creo que para hacer algo en torno a lo que de verdad te importa hay que cuidarlo. A mí como directora me importan las galerías, su trabajo, el de sus artistas. Ayudar, apoyar y ser estructura de soporte. En ese sentido, tenemos más que suficiente. López, directora de ARCO, en Ifema Tania Sieira—¿Cómo se complementan propuestas tan similares como la española y la portuguesa? ¿Cómo hacer que no parezca la misma feria cuatro meses después?—Es cierto que nuestros proyectos son muy ibéricos, pero el segundo es muy portugués. De sus 80 galerías unas 20 o 25 son portuguesas. ARCOlisboa es una feria que nació en ese lugar, la Cordoreria, sigue en ese lugar, la hemos ocupado todo lo que se puede, no va a crecer más, no sería lógico, y su principal identidad es establecer el diálogo con España y luego, gracias al proyecto de Igor y Paula, a contextos como el africano, en el que empezó, y que hemos abierto a una idea de panafricanidad. Esa feria es muy diferente en cuanto a experiencia, en cuanto a proximidad, algo que a mí me interesa mucho y que allí sí es posible, el casi comer y cenar todos juntos. El carácter es otro, aunque muchas galerías se repiten. Pero hay esta cosa de fidelidad a las estructuras que es muy bonito, firmas a las que les gusta trabajar con ARCO.—Cambio de ciclo en el galerismo español: a Juana, ausente el año pasado ya, se le hace este un homenaje; Helga acaba de fallecer… —Estos años están siendo difíciles en este sentido: la salida de Juana, el fallecimiento de Helga, que me consta que estaba muy ilusionada con venir. Es duro. También a ella le haremos un homenaje pero se hará en varias fases. Cuando tengo que decidir, de una manera más personal, no soy una persona de grandes fastos, sino más de intimidades. Así que tengo una idea para ahora, que pasará en su espacio en la feria, algo íntimo entre galeristas, colegas… Y después algo simbólico a futuro. «Podríamos hacer ya un tercer pabellón, pero estamos seguras de que eso sería malo para el negocio de las galerías»Quiero rendir ese homenaje y que la feria sea lugar de celebración, porque no paran de pasar cosas. De hecho, lo que vamos a hacer con Juana es un premio con su nombre. Y se lo vamos a dar a una galería que ha elegido ella porque apoyó la feria desde la primera edición, que es Ursula Kritzinger. Será algo muy sencillo, en el foro, el viernes, a las 13:00 horas, que aprovecharemos también para recordar a Helga. La idea es que cada año una galería reciba el premio por sus aportaciones a la feria. —¿Perciben el cambio de ciclo en el mercado español?—Cuando el año pasado Juana ya no participa se genera un pequeño vértigo. Ahora, la desaparición de Helga … Pero yo creo que las galerías que vienen están muy preparadas, trabajan con seguridad y tienen presencia internacional. Es tiempo de que otras tomen el relevo. —Que no haya alteraciones en la dirección de una feria da seguridad a los expositores. De todas formas, ¿no se cansa o no le apetece desarrollar otros proyectos?—Es curioso, pero estoy en un momento muy bueno, en el que, y antes hablábamos de Trump, el rol que tiene el arte es más importante que nunca, con la posibilidad de visibilidad que me da la feria. Me siento fuerte y con ganas de seguir. Y con una idea de tener una misión muy destacada, porque como veo que no mejora –por no decir que empeora– la percepción del arte contemporáneo, que se tiende a frivolizar o banalizar, mi sensación de que lo que hago es necesario es cada vez más poderosa. Mi manera de hablar, que es directa y sencilla, puede ayudar a esa comprensión. Mi sensación es que tengo una responsabilidad para con las galerías y los artistas y quiero seguir cumpliéndola. Y soy consciente de que puede llegar un momento en el que mi discurso se quede pasado, que el mundo vaya por otro lado. De hecho, ya el mundo va por otro lado. Mientras las galerías, los coleccionistas, mientras ARCO funcione, no me planteo un escenario alternativo. Cosas por hacer me quedan muchas. Pero estoy disfrutando esta. —¿Se piensa ya en 2026 aunque no haya abierto sus puertas 2025?—Mi cabeza ya está en Lisboa. Siempre me preocupa que su comunicación es más corta que la de Madrid, pero no quiero que se mezclen cosas. Pero también estamos con 2026, año en el que cumplimos 45 años y también estamos pensando qué hacemos con eso. ARCOmadrid 2025 Edición número 44. Ifema. Madrid. Avenida del Partenón, 5. Pabellones 7 y 9. Directora: Maribel López. Del 5 al 9 de marzo—¿Por qué tenemos que visitar ARCO 2025?—Porque creo que en el trabajo de cada uno de sus artistas, de cada una de las galerías, hay unas voluntad transformadora, profunda, de comprensión del mundo, que puede ser difícil de entender, pero esa dificultad no hace sino hablarnos de la complejidad del mundo en el que vivimos. Siempre animo a todo el mundo a mirar más aquello que menos le guste. Que se pregunten, que se rían todo lo que quieran, pero que lo hagan sabiendo que eso les está activando algo. El trabajo se ha hecho con mucho cariño y mucho respeto, así que también animo a que vengan a disfrutar. —¿Por qué tienen que venir los coleccionistas?—Porque van a descubrir muchísimas cosas. Si la feria trabaja en algo sobremanera es ese concepto, el de poder encontrar aquí cosas que no encuentran en otras ferias, en las grandes ferias. El catálogo de este año, diseñado por Ponce/Contreras, va a llevar una separata con las caras de todos los galerías porque queremos subrayar que en ARCO las galerías tienen cara, las galerías tienen corazón. Es un gesto, pero para mí muy importante.
Esta será la sexta feria de Maribel López en la dirección. Pero trabajando en ella, ‘desde la retaguardia’ de los comisariados, muchos más: casi tres veces seis. Y nos recuerda que ARCO está a punto de hacer otro de esos números redondos, 45 años … en 2026: «Y en 44 ediciones de una iniciativa tan pública, es normal que todos sintamos el deseo de expresarnos allí, de lanzar una y mil opiniones sobre el sector. Además porque es un acontecimiento que se produce en una semana y luego desaparece, mientras un museo está ahí todo el año».
López no le tiene miedo a las críticas. De hecho, reconoce que forman parte del juego. Y asume que este es un momento raro –en lo económico– y exaltado –en lo ideológico–: Las cosas están cambiando en el mundo y se considera una privilegiada. Así, afronta la entrega de 2025 con cautela, pero con su habitual sonrisa. Y de esta manera lo explica.
—Hablando con distintas galerías españolas desde que acabó ARCO en 2024 me comentan que la situación del mercado no es muy halagüeña. Firmas interesantes, algunas participan en la feria, y que dicen que no se vende. ¿En qué panorama se celebra ARCO’25?
—Es difícil, desde mi puesto, conocer el contexto económico y financiero al que nos enfrentamos, pero es cierto que esa sensación, las galerías la han compartido conmigo. Lo que la feria tiene que conseguir es romper las dinámicas. Venimos de años terribles, crisis de 2008 y 2009, si bien se vuelve a hablar de que el mercado se ralentiza, no es eso lo que se percibe en la feria. Pero, ¿a través de qué señales?
Primero, lo que nos cuentan las galerías. Cada año, cuando cerramos una edición –y yo llevo seis en la dirección pero 15 en su equipo–, percibimos que hay unas a las que les va muy bien y otras a las que no. Pero eso pasa aquí, en Basel y en Frieze. Lo que es difícil calibrar para nosotras es el equilibrio de ese porcentaje. Son los datos sobre las firmas que vuelven las que nos hacen traducir su decisión en que o les fue bien o tienen confianza en la situación del año siguiente.
—¿De qué proporción estaríamos hablando?
—Más del 90% de las galerías de la edición anterior solicitaron volver a la siguiente. Ese es un arranque interesante. Pero también lo es que se hayan interesado nuevas, en un número que también crece. Es nos hace pensar que hay algún mensaje de la economía propia que está siendo positivo. No hay duda de que los resultados de la economía española, que son los que nos traslada la prensa, son positivos en cifras, y que Madrid está en un momento muy especial, con gente que se viene a vivir aquí desde el exterior, y esto ha traído a nuevas galerías. Por otro lado, hay que hablar del programa de coleccionistas…
—Hagámoslo.
—Ahí notamos que también crece el interés. Son muchos los de fuera que muestran deseo por venir, que se suman a esa proporción que ya vive con nosotros y que no hay que invitar. Eso eleva el número a casi cien grandes coleccionistas que quieren venir a la feria. Eso da una sensación de que aquí habrá negocio, pero obviamente, eso luego tiene que pasar.
—Hay interés por la feria, pero esta decide no crecer o crecer poco. ¿Por qué se toma esa decisión?
—Este año crecemos un poquito. Pero es la mejor manera de, no garantizar, que es la palabra que me gustaría utilizar, sino intentar conseguir el éxito de, si no todas, al menos la mayoría de las galerías. Podríamos hacer ahora mismo un tercer pabellón, pero estamos seguras de que eso sería malo para su negocio, porque no podemos proveer el número de coleccionistas necesario para que todas alcancen el éxito, a lo que se suma que la visita sería mucho más hostil. ARCO es una feria grande.
En términos de experiencia, tampoco deberíamos crecer. Este año llegamos a las 214 galerías porque se han interesado internacionales, hasta diez, a las que ningún comité podía decir que no: Casa Riegner, Luciana Brito, Dépendance, Bernier / Eliades, Gomide&Co… Eso podía poner en riesgo la presencia de otras que llevan casi toda la vida. Por eso crecemos un poco. Lo hago por el bien de las galerías y con algo de miedo. Pero creo que el resultado está controlado o, al menos, ajustado al interés.



De arriba abajo, ‘Hawthorn-May’, de David Nash en Lelong; ‘Little Kitty’, de Yves Sherer en Mascota; y obra de Hessie en Marc Domènech
ABC
—¿Y cómo trabaja la feria para convencer a ese 10 por ciento que no regresa?
—Trabajamos muy cerca de ellas, ayudando a todos los niveles, como es ajustándolas al espacio que necesitan. Cuando una galería lleva años apostando por 80 metros de estand pero este año prefiere 40, el comité no tiene en cuenta este asunto. Y, después, intentando atraer cada vez a más coleccionistas. Hay que conseguir convertir ARCO en el centro del mundo.
—Este año no será tanto Ucrania, Israel o el coronavirus, pero la feria se resiente siempre por los acontecimientos internacionales. Ahora tenemos a Donald Trump y sus aranceles. ¿Cómo puede afectar eso a la feria española?
—Espero que de ninguna manera, ya que Trump está hablando más de aranceles a la producción. Al menos no en este ARCO, pero no podemos predecir a futuro. Nosotros trabajamos haciendo creer a todo el mundo que este es su lugar, pero la macroeconomía es algo que se escapa de nuestro control…
—El caso es que el IVA, que sí parece molestar a Trump, sigue siendo el gran caballo de batalla de nuestras galerías. ¿Realiza algún tipo de trabajo la feria a lo largo del año para convencer a nuestras autoridades de la necesidad de armonizarlo con el europeo?
—Hablamos con ellas cada vez que tenemos oportunidad. Se piden citas específicas. Te agradezco que me preguntes sobre esto porque es algo que nos preocupa muchísimo. Ahora que llega una nueva edición es cuando más se nos escucha y es muy importante que desde ARCO se sienta con claridad nuestra voz a este respecto. Lo de que exista un IVA cultural –no ya artístico– armonizado, ajustado a los mejores IVA europeos, es básico. Además asiento la petición en mi creencia sobre el papel transformador del arte, que es casi utópica. Si desde el poder no se entiende eso, apoyándolo como bien de primera necesidad, no es solo que se genere un daño inmediato de competencia –dos galerías de dos países representando al mismo artista, con dos IVA distintos–, sino también un daño a futuro.
—Es inevitable que, como espectadores, a la feria se le pida cada año novedades. ¿Eso se consigue con la renovación de los programas comisariados?
—Eso es. De hecho, pienso mucho en eso: pienso en la palabra ‘novedad’. Obviamente, una feria no puede repetirse a sí misma. Eso sí: la novedad más importante de ARCO es la que ocurre en cada estand, en cada proyecto que cada galería hace. Eso tal vez no sea tan fácil de percibir por el espectador. Por eso están las secciones comisariadas. Y el dar voz a comisarios externos que traen nuevos contenidos, conceptos que yo misma tengo que aprender cada año. Una de las cuestiones que está sucediendo estos últimos años y que tiene que ver con la novedad es cómo experimentamos los lugares.

«Trabajamos haciendo creer a todos que este es su lugar, pero la macroeconomía se escapa de nuestro control»
En eso estamos haciendo un esfuerzo grande en la arquitectura de la feria. Nos complica muchísimo la vida pero refuerza la experiencia de los contenidos. El proyecto de Pedro Pitarch para las zonas comunes que lleva haciendo cuatro años, este será completamente otro. Este va a fijar una especie de urbanismo en el que vamos a incidir en la iluminación. El Guest Lounge [la sala VIP], que este 2025 corre a cargo de Mesura, se plantea como otra experiencia de feria… Además es en este apartado en el que nosotros podemos jugar más a ser novedosos. En los contenidos, son las galerías las responsables.
—Entre los sectores comisariados este año, se apuesta por conceptos complicados de entender desde aquí: ‘Wametisé’ y ‘Amazofuturismo’. ¿Qué podemos esperar de algo así desde un proyecto tan occidental y turbocapitalista como una feria de arte europea sin caer en el tópico y el paternalismo?
—Pienso también mucho en eso, en cómo, desde la organización, ponemos el poder en otros. Digamos que todos los comisariados de los últimos años parten de un pensamiento personal en torno al agua. En un momento dado, decido que no vamos a hacer más países: creo que las ideas de frontera y de arte contemporáneo no se dan la mano, y quiero trabajar con conexiones y no con diferencias. Y si hay algo que nos conecta, eso es el agua. Que también nos tensa. Por eso el primer proyecto fue el Mediterráneo, con Marina Fokidis, Caribe en 2023, y en ese proceso, María Wills me propone el Amazonas e invita a Denilson Baniwa.



De arriba abajo, ‘Planetarization Of Consciousnes’, de Theresa Weber (Hatch Gallery),en Opening; ‘Carpeta Windows’, de Mariela Scafati (Isla Flotante), en el sector de Perfiles; y ‘El olor del auca’, de Carlos Jacanamijoy (Almine Reich) en ‘Wametisé’
ABC
A partir de ahí, yo me pongo en sus manos, y me parece básico hacer eso, porque si no yo estaría comisariando, a lo que se suma que es un contexto que no conozco, al que solo estaría mirando con ojos erróneos. Mis únicas exigencias para estos proyectos es que tiene que haber galerías detrás de los artistas porque esto es una feria, y que haya alguien de la ciudad para que esa traducción no se convierta en algo exótico. Y ahí entra este año Institute for Postnatural Studies, con los que comparten discurso. Y con arquitectos de aquí que diseñan el espacio, no solo por sostenibilidad, sino porque además montamos la feria en una semana.
—La feria parece que flojea cada edición por este sector comisariado.
—En cada proyecto todos somos muy conscientes de que algo va a quedar fuera, que será parcial, que el espacio es solo de 700 metros. Sabemos que va a haber grietas, que va a haber errores. ¿Cómo se nos ocurre intentarlo? Pues porque hay que intentarlo y aceptar los tropiezos. Por eso además de la propuesta expositiva hay un libro, un catálogo, en el que escriben María y Denilson, que se acompaña del ensayo visual de un artista [Gustavo Caboco], y un foro para que si hay una voz crítica, que tenga un lugar, que si hay una polémica, que suceda. Y entiendo que dentro de una feria esto es algo bastante particular. Pero como la tradición de ARCO ha sido esa, es importante continuarla por donde suma. Arriesgar. Yo recuerdo que Rosina como directora hacía ‘chills’ en los 2000. Yo tenía veintipocos años y me lo pasaba pipa, mientras las galerías bramaban por ello. Hay que forzar un poquito desde el lugar del arte.
—Hablábamos antes de novedad: ¿No nos estamos repitiendo con una Amazonía después de un Caribe, que además era mental y no geográfico?
—Podríamos. Pero creo que en este momento la presencia de Latinoamérica es tan fuerte en Madrid que no me parecía lógico saltar a otras latitudes. Y hay una cosa tan fluida como el proyecto y es que yo ya tenía dos posibles ideas cuando María llegó con la suya y vimos que era el momento, a lo que dije sí porque nos reforzaba en Latinoamérica.
—Desde luego, es el sector más criticado año tras año.
—¡Pero es que tiene que haber críticas! A mí eso no me preocupa. Y no hay nada más identificado con el arte contemporáneo que la existencia de una tensión, siempre en sentido positivo. Piensa que, de todos modos, yo estoy repensándolo todo, que ese proyecto ya lleva más de tres años, y que quizás hay que llevarlo hacia otro lado. Estoy en ese momento. El proyecto para 2026 se está cociendo. Aún no está.
—Se recupera con ‘Perfiles’ los solo projects dedicados a Latinoamérica, que fueron seña de identidad de ARCO durante años. ¿Qué ha pasado?
—Eso es haberse puesto de nuevo en manos de los comisarios. ‘Nunca lo mismo’ fue el título de ese sector hasta 2024, que además era un título muy Manuela Moscoso, con dos responsables en sus distintas ediciones. Pero este año, el testigo lo toma José Esparza Chong Cuy en solitario porque tenía el proyecto muy claro: el título, los contenidos… Ya hemos hablado de con quién lo hará en 2026. Estoy muy contenta con ese programa.
—Opening se convierte en el ámbito comisariado más longevo. ¿Cumple luego el cometido de ser puerta de entrada de galerías nuevas en la feria?
—Depende de muchas circunstancias. Algunas no vuelven porque no les ha ido bien, y a otras no conseguimos acogerlas. Eso es bastante fastidioso. Este año sí que hemos logrado que entren varias en el Salón General, y eso nos gusta porque es la idea. Y desde 2011 han pasado muchos años y ha pasado de todo, con muchas casuísticas. Y el trabajo con ellas es muy preciso, que este año realizan Cristina Anglada y Anissa Touati, que traen contenidos nuevos, firmas de Sudáfrica, de Sudán, que para nada estaban en nuestro panorama. Pero cuando la feria está tranquila, está bien, es momento para jugar un poco, dar nuevas oportunidades. Sí que es cierto que a las que se quedan luego les damos un precio especial para continuar, 30% el primer año, 15 el segundo. Pero no siempre lo conseguimos.
—El cambio de fechas parece que benefició el pasado año y por ello se mantiene. ¿Cuáles son las virtudes de marzo?
—El cambio de fechas nos beneficia. Tanto para llegar a más galerías que aplican, como a más coleccionistas que nos visitan. Por eso nos vamos a quedar ahí. Ya tenemos las fechas del año que viene, que será del 4 al 8.
—En un mercado global en el que las ferias internacionales optaron por la apertura de sedes, con Basel llamando a las puertas de París, ARCO frenó su expansión en Lisboa. ¿Va a repensar la feria madrileña su política de crecimiento en el exterior?
—Yo creo que estamos muy bien como estamos con estos dos proyectos. Creo que para hacer algo en torno a lo que de verdad te importa hay que cuidarlo. A mí como directora me importan las galerías, su trabajo, el de sus artistas. Ayudar, apoyar y ser estructura de soporte. En ese sentido, tenemos más que suficiente.
Tania Sieira
—¿Cómo se complementan propuestas tan similares como la española y la portuguesa? ¿Cómo hacer que no parezca la misma feria cuatro meses después?
—Es cierto que nuestros proyectos son muy ibéricos, pero el segundo es muy portugués. De sus 80 galerías unas 20 o 25 son portuguesas. ARCOlisboa es una feria que nació en ese lugar, la Cordoreria, sigue en ese lugar, la hemos ocupado todo lo que se puede, no va a crecer más, no sería lógico, y su principal identidad es establecer el diálogo con España y luego, gracias al proyecto de Igor y Paula, a contextos como el africano, en el que empezó, y que hemos abierto a una idea de panafricanidad. Esa feria es muy diferente en cuanto a experiencia, en cuanto a proximidad, algo que a mí me interesa mucho y que allí sí es posible, el casi comer y cenar todos juntos. El carácter es otro, aunque muchas galerías se repiten. Pero hay esta cosa de fidelidad a las estructuras que es muy bonito, firmas a las que les gusta trabajar con ARCO.
—Cambio de ciclo en el galerismo español: a Juana, ausente el año pasado ya, se le hace este un homenaje; Helga acaba de fallecer…
—Estos años están siendo difíciles en este sentido: la salida de Juana, el fallecimiento de Helga, que me consta que estaba muy ilusionada con venir. Es duro. También a ella le haremos un homenaje pero se hará en varias fases. Cuando tengo que decidir, de una manera más personal, no soy una persona de grandes fastos, sino más de intimidades. Así que tengo una idea para ahora, que pasará en su espacio en la feria, algo íntimo entre galeristas, colegas… Y después algo simbólico a futuro.

«Podríamos hacer ya un tercer pabellón, pero estamos seguras de que eso sería malo para el negocio de las galerías»
Quiero rendir ese homenaje y que la feria sea lugar de celebración, porque no paran de pasar cosas. De hecho, lo que vamos a hacer con Juana es un premio con su nombre. Y se lo vamos a dar a una galería que ha elegido ella porque apoyó la feria desde la primera edición, que es Ursula Kritzinger. Será algo muy sencillo, en el foro, el viernes, a las 13:00 horas, que aprovecharemos también para recordar a Helga. La idea es que cada año una galería reciba el premio por sus aportaciones a la feria.
—¿Perciben el cambio de ciclo en el mercado español?
—Cuando el año pasado Juana ya no participa se genera un pequeño vértigo. Ahora, la desaparición de Helga… Pero yo creo que las galerías que vienen están muy preparadas, trabajan con seguridad y tienen presencia internacional. Es tiempo de que otras tomen el relevo.
—Que no haya alteraciones en la dirección de una feria da seguridad a los expositores. De todas formas, ¿no se cansa o no le apetece desarrollar otros proyectos?
—Es curioso, pero estoy en un momento muy bueno, en el que, y antes hablábamos de Trump, el rol que tiene el arte es más importante que nunca, con la posibilidad de visibilidad que me da la feria. Me siento fuerte y con ganas de seguir. Y con una idea de tener una misión muy destacada, porque como veo que no mejora –por no decir que empeora– la percepción del arte contemporáneo, que se tiende a frivolizar o banalizar, mi sensación de que lo que hago es necesario es cada vez más poderosa.
Mi manera de hablar, que es directa y sencilla, puede ayudar a esa comprensión. Mi sensación es que tengo una responsabilidad para con las galerías y los artistas y quiero seguir cumpliéndola. Y soy consciente de que puede llegar un momento en el que mi discurso se quede pasado, que el mundo vaya por otro lado. De hecho, ya el mundo va por otro lado. Mientras las galerías, los coleccionistas, mientras ARCO funcione, no me planteo un escenario alternativo. Cosas por hacer me quedan muchas. Pero estoy disfrutando esta.
—¿Se piensa ya en 2026 aunque no haya abierto sus puertas 2025?
—Mi cabeza ya está en Lisboa. Siempre me preocupa que su comunicación es más corta que la de Madrid, pero no quiero que se mezclen cosas. Pero también estamos con 2026, año en el que cumplimos 45 años y también estamos pensando qué hacemos con eso.
ARCOmadrid 2025
Edición número 44. Ifema. Madrid. Avenida del Partenón, 5. Pabellones 7 y 9. Directora: Maribel López. Del 5 al 9 de marzo
—¿Por qué tenemos que visitar ARCO 2025?
—Porque creo que en el trabajo de cada uno de sus artistas, de cada una de las galerías, hay unas voluntad transformadora, profunda, de comprensión del mundo, que puede ser difícil de entender, pero esa dificultad no hace sino hablarnos de la complejidad del mundo en el que vivimos. Siempre animo a todo el mundo a mirar más aquello que menos le guste. Que se pregunten, que se rían todo lo que quieran, pero que lo hagan sabiendo que eso les está activando algo. El trabajo se ha hecho con mucho cariño y mucho respeto, así que también animo a que vengan a disfrutar.
—¿Por qué tienen que venir los coleccionistas?
—Porque van a descubrir muchísimas cosas. Si la feria trabaja en algo sobremanera es ese concepto, el de poder encontrar aquí cosas que no encuentran en otras ferias, en las grandes ferias. El catálogo de este año, diseñado por Ponce/Contreras, va a llevar una separata con las caras de todos los galerías porque queremos subrayar que en ARCO las galerías tienen cara, las galerías tienen corazón. Es un gesto, pero para mí muy importante.
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