¿Era tan urgente cambiar el logo de la Biblioteca Nacional de España (BNE) , que ha sufrido tres inundaciones importantes en los últimos dos años? No parece. ¿Quitar la corona de la imagen de la institución fundada por Felipe V en 1711 es modernizarla? No parece. Contemos hasta diez. ¿Es tan importante, por ejemplo, como quitar al nombre del Congreso de los Diputados el sintagma ‘de los diputados’ justo ahora que los decretos se atascan y las huellas de la corrupción política juegan su particular final Roland Garros entre Cerdán y Montoro? No parece ¿Por qué hay tanta facilidad en España para que altos funcionarios adopten decisiones que nos conciernen en la oscuridad de sus despachos y sin transparencia ni justificación, y nadie dice nada, como si fuésemos todos tontos? Aunque la respuesta parezca evidente, analicemos los datos que sabemos de la BNE. Da la impresión de que hacer un buen trabajo, serio y a favor de obra, de biblioteca y de nación, de ciudadanos lectores, libres y cultos, en el mejor sentido, está poco valorado. ¡Un buen trabajo discreto! Como si los funcionarios y cargos sobrevenidos actuasen sin trampas ni cálculos hipócritas, con lealtad a la sociedad a la que sirven.Noticia Relacionada estandar Si «Quitarle la corona a la Biblioteca Nacional es un disparate» Exdirectores y partidos políticos rechazan que el nuevo diseño suprima el símboloLa última indiscreción de la BNE ha sido encargar un nuevo diseño de su logo, si puede ser sin la corona, a un reputado estudio de diseño, para ver qué pasa. Lo vende su director, Óscar Arroyo, internamente, con todo empeño, como parte esencial del plan de modernización (actualización anual), o sea de algo así como BNE 2.0, o similar. Quien más sabe del tema cuenta que Arroyo, este director empeñado, le da máxima importancia a elegir esa modernización que incluye el logo sin corona. ¿Finis coronat opus? Tiene el beneplácito del ministro Urtasun, y su silencio cómplice.Quien más sabe del tema cuenta que Arroyo, este director empeñado, le da máxima importancia a elegir esa modernización que incluye el logo sin coronaY uno se imagina cosas, aunque no debiera. Quiere imaginar que todo responde a un empeño de trabajo serio, a las ganas de mejora de una institución de cabecera, esencial para la cultura española, siempre necesitada de fondos, de atención, de los mejores gestores y los mayores respaldos. Tiene el respaldo de la Corona, del Gobierno, de un Patronato variado, y de una sociedad que haría bien en valorar más esa balsa de piedra y de papel que guarda los tesoros de nuestra cultura. Pero para algún director eso debe ser poco. Allí viven la tinta que caligrafió Lope, los Beatos miniados, las primeras ediciones de todos los nombres desde Cervantes a Cernuda, las crónicas de Indias, y los Goyas, y manuscritos de Galdós, y los poemas de amor fugaz y los esquivos incunables, la historia de la zarzuela y del cómic, los diarios, la prensa, la máquina de tinta -no de fango- que retrata nuestro pasado cívico. ¿No basta? No parece.Dicen que hay que abrir la BNE a la sociedad. Pues lleva abierta a cualquier ciudadano, en sede física y digital, desde hace mucho tiempo. ¿No basta? No pareceEs buena señal que finalmente el ministro Urtasun haya tomado cartas en el asunto de las filtraciones de agua. Aun así, las obras no llevan el ritmo que se necesita para acabar antes de que vuelvan las lluvias. Dentro de la BNE hay muchísimos profesionales que desarrollan un trabajo encomiable, con los problemas de espacio y almacenamiento de quienes además deben encargarse del depósito legal en España. Dicen que hay que abrir la BNE a la sociedad. Pues lleva abierta a cualquier ciudadano, en sede física y digital, desde hace mucho tiempo. ¿No basta? No parece.Quitar la corona del logo es borrar el trabajo que realizó hace sólo 20 años Alberto Corazón, tal vez el diseñador más importante de nuestro país durante décadas. ¿Y no basta? Hay muchas más razones por las que el director de la BNE, y también el ministro, deberían dedicarse a servir a esta infinita biblioteca llena de tesoros que hay que gestionar, ordenar, preservar y divulgar. Precisamente, la misión del director es realizar un buen trabajo, leal con los órganos internos (¿acaso sabía el Patronato la operación logo?) y con el pasado y el futuro de la institución. ¡Ser director de la Biblioteca Nacional de España! ¿No basta?No parece. ¿Era tan urgente cambiar el logo de la Biblioteca Nacional de España (BNE) , que ha sufrido tres inundaciones importantes en los últimos dos años? No parece. ¿Quitar la corona de la imagen de la institución fundada por Felipe V en 1711 es modernizarla? No parece. Contemos hasta diez. ¿Es tan importante, por ejemplo, como quitar al nombre del Congreso de los Diputados el sintagma ‘de los diputados’ justo ahora que los decretos se atascan y las huellas de la corrupción política juegan su particular final Roland Garros entre Cerdán y Montoro? No parece ¿Por qué hay tanta facilidad en España para que altos funcionarios adopten decisiones que nos conciernen en la oscuridad de sus despachos y sin transparencia ni justificación, y nadie dice nada, como si fuésemos todos tontos? Aunque la respuesta parezca evidente, analicemos los datos que sabemos de la BNE. Da la impresión de que hacer un buen trabajo, serio y a favor de obra, de biblioteca y de nación, de ciudadanos lectores, libres y cultos, en el mejor sentido, está poco valorado. ¡Un buen trabajo discreto! Como si los funcionarios y cargos sobrevenidos actuasen sin trampas ni cálculos hipócritas, con lealtad a la sociedad a la que sirven.Noticia Relacionada estandar Si «Quitarle la corona a la Biblioteca Nacional es un disparate» Exdirectores y partidos políticos rechazan que el nuevo diseño suprima el símboloLa última indiscreción de la BNE ha sido encargar un nuevo diseño de su logo, si puede ser sin la corona, a un reputado estudio de diseño, para ver qué pasa. Lo vende su director, Óscar Arroyo, internamente, con todo empeño, como parte esencial del plan de modernización (actualización anual), o sea de algo así como BNE 2.0, o similar. Quien más sabe del tema cuenta que Arroyo, este director empeñado, le da máxima importancia a elegir esa modernización que incluye el logo sin corona. ¿Finis coronat opus? Tiene el beneplácito del ministro Urtasun, y su silencio cómplice.Quien más sabe del tema cuenta que Arroyo, este director empeñado, le da máxima importancia a elegir esa modernización que incluye el logo sin coronaY uno se imagina cosas, aunque no debiera. Quiere imaginar que todo responde a un empeño de trabajo serio, a las ganas de mejora de una institución de cabecera, esencial para la cultura española, siempre necesitada de fondos, de atención, de los mejores gestores y los mayores respaldos. Tiene el respaldo de la Corona, del Gobierno, de un Patronato variado, y de una sociedad que haría bien en valorar más esa balsa de piedra y de papel que guarda los tesoros de nuestra cultura. Pero para algún director eso debe ser poco. Allí viven la tinta que caligrafió Lope, los Beatos miniados, las primeras ediciones de todos los nombres desde Cervantes a Cernuda, las crónicas de Indias, y los Goyas, y manuscritos de Galdós, y los poemas de amor fugaz y los esquivos incunables, la historia de la zarzuela y del cómic, los diarios, la prensa, la máquina de tinta -no de fango- que retrata nuestro pasado cívico. ¿No basta? No parece.Dicen que hay que abrir la BNE a la sociedad. Pues lleva abierta a cualquier ciudadano, en sede física y digital, desde hace mucho tiempo. ¿No basta? No pareceEs buena señal que finalmente el ministro Urtasun haya tomado cartas en el asunto de las filtraciones de agua. Aun así, las obras no llevan el ritmo que se necesita para acabar antes de que vuelvan las lluvias. Dentro de la BNE hay muchísimos profesionales que desarrollan un trabajo encomiable, con los problemas de espacio y almacenamiento de quienes además deben encargarse del depósito legal en España. Dicen que hay que abrir la BNE a la sociedad. Pues lleva abierta a cualquier ciudadano, en sede física y digital, desde hace mucho tiempo. ¿No basta? No parece.Quitar la corona del logo es borrar el trabajo que realizó hace sólo 20 años Alberto Corazón, tal vez el diseñador más importante de nuestro país durante décadas. ¿Y no basta? Hay muchas más razones por las que el director de la BNE, y también el ministro, deberían dedicarse a servir a esta infinita biblioteca llena de tesoros que hay que gestionar, ordenar, preservar y divulgar. Precisamente, la misión del director es realizar un buen trabajo, leal con los órganos internos (¿acaso sabía el Patronato la operación logo?) y con el pasado y el futuro de la institución. ¡Ser director de la Biblioteca Nacional de España! ¿No basta?No parece.
La misión del director es realizar un buen trabajo, leal con los órganos internos (¿acaso sabía el Patronato la operación logo?) y con el pasado y el futuro de la institución
¿Era tan urgente cambiar el logo de la Biblioteca Nacional de España (BNE), que ha sufrido tres inundaciones importantes en los últimos dos años? No parece. ¿Quitar la corona de la imagen de la institución fundada por Felipe V en 1711 es … modernizarla? No parece. Contemos hasta diez. ¿Es tan importante, por ejemplo, como quitar al nombre del Congreso de los Diputados el sintagma ‘de los diputados’ justo ahora que los decretos se atascan y las huellas de la corrupción política juegan su particular final Roland Garros entre Cerdán y Montoro? No parece ¿Por qué hay tanta facilidad en España para que altos funcionarios adopten decisiones que nos conciernen en la oscuridad de sus despachos y sin transparencia ni justificación, y nadie dice nada, como si fuésemos todos tontos?
Aunque la respuesta parezca evidente, analicemos los datos que sabemos de la BNE. Da la impresión de que hacer un buen trabajo, serio y a favor de obra, de biblioteca y de nación, de ciudadanos lectores, libres y cultos, en el mejor sentido, está poco valorado. ¡Un buen trabajo discreto! Como si los funcionarios y cargos sobrevenidos actuasen sin trampas ni cálculos hipócritas, con lealtad a la sociedad a la que sirven.
La última indiscreción de la BNE ha sido encargar un nuevo diseño de su logo, si puede ser sin la corona, a un reputado estudio de diseño, para ver qué pasa. Lo vende su director, Óscar Arroyo, internamente, con todo empeño, como parte esencial del plan de modernización (actualización anual), o sea de algo así como BNE 2.0, o similar. Quien más sabe del tema cuenta que Arroyo, este director empeñado, le da máxima importancia a elegir esa modernización que incluye el logo sin corona. ¿Finis coronat opus? Tiene el beneplácito del ministro Urtasun, y su silencio cómplice.
Quien más sabe del tema cuenta que Arroyo, este director empeñado, le da máxima importancia a elegir esa modernización que incluye el logo sin corona
Y uno se imagina cosas, aunque no debiera. Quiere imaginar que todo responde a un empeño de trabajo serio, a las ganas de mejora de una institución de cabecera, esencial para la cultura española, siempre necesitada de fondos, de atención, de los mejores gestores y los mayores respaldos. Tiene el respaldo de la Corona, del Gobierno, de un Patronato variado, y de una sociedad que haría bien en valorar más esa balsa de piedra y de papel que guarda los tesoros de nuestra cultura. Pero para algún director eso debe ser poco.
Allí viven la tinta que caligrafió Lope, los Beatos miniados, las primeras ediciones de todos los nombres desde Cervantes a Cernuda, las crónicas de Indias, y los Goyas, y manuscritos de Galdós, y los poemas de amor fugaz y los esquivos incunables, la historia de la zarzuela y del cómic, los diarios, la prensa, la máquina de tinta -no de fango- que retrata nuestro pasado cívico. ¿No basta? No parece.
Dicen que hay que abrir la BNE a la sociedad. Pues lleva abierta a cualquier ciudadano, en sede física y digital, desde hace mucho tiempo. ¿No basta? No parece
Es buena señal que finalmente el ministro Urtasun haya tomado cartas en el asunto de las filtraciones de agua. Aun así, las obras no llevan el ritmo que se necesita para acabar antes de que vuelvan las lluvias. Dentro de la BNE hay muchísimos profesionales que desarrollan un trabajo encomiable, con los problemas de espacio y almacenamiento de quienes además deben encargarse del depósito legal en España. Dicen que hay que abrir la BNE a la sociedad. Pues lleva abierta a cualquier ciudadano, en sede física y digital, desde hace mucho tiempo. ¿No basta? No parece.
Quitar la corona del logo es borrar el trabajo que realizó hace sólo 20 años Alberto Corazón, tal vez el diseñador más importante de nuestro país durante décadas. ¿Y no basta? Hay muchas más razones por las que el director de la BNE, y también el ministro, deberían dedicarse a servir a esta infinita biblioteca llena de tesoros que hay que gestionar, ordenar, preservar y divulgar. Precisamente, la misión del director es realizar un buen trabajo, leal con los órganos internos (¿acaso sabía el Patronato la operación logo?) y con el pasado y el futuro de la institución. ¡Ser director de la Biblioteca Nacional de España! ¿No basta?
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