El último seminario de Lengua y Periodismo, que organiza la FundeuRae (Fundación del Español Urgente y Real Academia Española ) en San Millán de la Cogolla, estuvo dedicado al lenguaje de las guerras. Durante dos días fríos y soleados de diciembre del año que acabamos de despedir, en una atmósfera monacal donde reina el silencio y donde todo invita al retiro, al estudio y a la meditación, se sucedieron debates apasionados sobre el modo en que se relatan hoy en día los numerosos conflictos bélicos que tienen lugar sobre la superficie de la tierra. Resultaba inevitable que el título de la novela de Tolstoi , ‘Guerra y ‘Paz, sobrevolara sobre nuestras cabezas, la de los participantes y asistentes al seminario —periodistas que han sido o son corresponsales de guerra , lingüistas y personas interesadas en esta clase de cuestiones—. Se hablaba de la guerra, de cómo se habla de la guerra, en aquel extraordinario ambiente de paz.¿Qué hacen los seres humanos en la paz? Juegan. En Tolstoi, bailan, van de cacería, aman…La velocidad a la que los periodistas se ven obligados a ofrecer su información en el trepidante mundo de hoy deja fuera los análisis y pensamientos más profundos. Esa fue una de las observaciones, teñidas de pesimismo, que se hicieron en el curso del seminario.Otra de ellas fue el evidente triunfo de la metáfora bélica en todos los ámbitos del lenguaje. No es un fenómeno nuevo. La vida ha sido descrita como lucha en todas las épocas de la historia de la humanidad. En algunos casos, sin embargo, la metáfora bélica resulta inapropiada. En el campo de la enfermedad, por ejemplo. Cuando se dice que el enfermo ha sido vencido por la enfermedad o cuando se le pide al paciente que luche sin desmayo contra su mal, no se tiene en cuenta lo injusta y desigual que es la batalla planteada y la terrible responsabilidad —en algunos casos, cargada de culpa— que recae sobre el enfermo, agudizando los sentimientos de desvalimiento y soledad que la misma enfermedad ha suscitado en él. Hay un campo en el que, en principio, la metáfora bélica nos complace a todos: el del juego . En cierto modo, el juego es una guerra pactada, placentera, con sus reglas y recompensas. ¿Qué hacen los seres humanos en la paz? Juegan. En Tolstoi, bailan, van de cacería, aman… Puede que el juego sea una prolongación de la guerra, otra forma —metafórica, incruenta y, a ser posible, inofensiva— de la guerra. ¿Dónde queda entonces la paz?, ¿qué es?, ¿una imposible armonía?, ¿una aspiración?, ¿un final? El último seminario de Lengua y Periodismo, que organiza la FundeuRae (Fundación del Español Urgente y Real Academia Española ) en San Millán de la Cogolla, estuvo dedicado al lenguaje de las guerras. Durante dos días fríos y soleados de diciembre del año que acabamos de despedir, en una atmósfera monacal donde reina el silencio y donde todo invita al retiro, al estudio y a la meditación, se sucedieron debates apasionados sobre el modo en que se relatan hoy en día los numerosos conflictos bélicos que tienen lugar sobre la superficie de la tierra. Resultaba inevitable que el título de la novela de Tolstoi , ‘Guerra y ‘Paz, sobrevolara sobre nuestras cabezas, la de los participantes y asistentes al seminario —periodistas que han sido o son corresponsales de guerra , lingüistas y personas interesadas en esta clase de cuestiones—. Se hablaba de la guerra, de cómo se habla de la guerra, en aquel extraordinario ambiente de paz.¿Qué hacen los seres humanos en la paz? Juegan. En Tolstoi, bailan, van de cacería, aman…La velocidad a la que los periodistas se ven obligados a ofrecer su información en el trepidante mundo de hoy deja fuera los análisis y pensamientos más profundos. Esa fue una de las observaciones, teñidas de pesimismo, que se hicieron en el curso del seminario.Otra de ellas fue el evidente triunfo de la metáfora bélica en todos los ámbitos del lenguaje. No es un fenómeno nuevo. La vida ha sido descrita como lucha en todas las épocas de la historia de la humanidad. En algunos casos, sin embargo, la metáfora bélica resulta inapropiada. En el campo de la enfermedad, por ejemplo. Cuando se dice que el enfermo ha sido vencido por la enfermedad o cuando se le pide al paciente que luche sin desmayo contra su mal, no se tiene en cuenta lo injusta y desigual que es la batalla planteada y la terrible responsabilidad —en algunos casos, cargada de culpa— que recae sobre el enfermo, agudizando los sentimientos de desvalimiento y soledad que la misma enfermedad ha suscitado en él. Hay un campo en el que, en principio, la metáfora bélica nos complace a todos: el del juego . En cierto modo, el juego es una guerra pactada, placentera, con sus reglas y recompensas. ¿Qué hacen los seres humanos en la paz? Juegan. En Tolstoi, bailan, van de cacería, aman… Puede que el juego sea una prolongación de la guerra, otra forma —metafórica, incruenta y, a ser posible, inofensiva— de la guerra. ¿Dónde queda entonces la paz?, ¿qué es?, ¿una imposible armonía?, ¿una aspiración?, ¿un final?
UNA MIRADA ACADÉMICA
La vida ha sido descrita como lucha en todas las épocas de la historia. En algunos casos, sin embargo, la metáfora bélica resulta inapropiada
El último seminario de Lengua y Periodismo, que organiza la FundeuRae (Fundación del Español Urgente y Real Academia Española) en San Millán de la Cogolla, estuvo dedicado al lenguaje de las guerras. Durante dos días fríos y soleados de diciembre del año que acabamos …
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