Mirela Balić (Madrid, 25 años) es un gran ejemplo de por qué no hay que juzgar un libro por la portada, aunque la suya no grita precisamente “madrileña”. Ella, de origen serbocroata y criada en España, lo hace siempre. Su despampanante físico no grita “conservatorio”, pero, de nuevo, son los prejuicios los que hablan: ha estudiado violonchelo y piano en el conservatorio Amaniel y piano en el Soto Mesa. Más habitual en la carrera de una actriz es su paso como camarera por el mítico bar Freeway, de Malasaña, pero no tuvo que servir demasiados chupitos. Enlaza proyectos y ha pasado por la factoría Élite con orgullo, donde interpretaba a la hija de Maribel Verdú. “Cuando le dije que no sé cómo gestionaré que el teléfono no suene, me dijo que la avise cuando pase unos años sin ni siquiera hacer un casting”, dice consciente de sus privilegios. Hoy, confiesa estar harta de hablar de sí misma. ¿Qué es lo que nunca le preguntan y le gustaría responder? “Si me gusta comer, porque me fascina. Soy tan quisquillosa que soy capaz de ir a un estrella Michelin y criticar el plato. En mi tierra la repostería es muy común y en mi familia hacemos unas tartas que se te va la olla. Mi padre hace una especie de brazo gitano con semillas de amapola en el interior que está increíble”, dice.
Para alguien cuya imagen está tan expuesta, las tartas pueden ser grandes enemigas…
En mi paso por Élite engordé ocho kilos. La primera vez que me vi me machaqué, pero el día que me levanté más confiada pensé que siempre me había quejado de no tener referentes que tuvieran los muslos grandes y las tetas pequeñas. Ahora, ¡estoy siendo yo ese referente para otras niñas!
Llegó a Élite en las últimas temporadas, ¿notó la bofetada de la fama?
El nivel de fama no es comparable con las primeras. Me viene bien haberlo vivido con 26 años, madurez y añitos de terapia a la espalda. La palabra “fama” me produce a veces rechazo. Cuando alguien lleva cuatro horas esperándome, pienso: “¿Acaso he operado a tu padre a corazón abierto?”.
¿Ha notado cierto esnobismo cuando se descubre que viene de Élite?
Sin duda, está esa etiqueta de que “los que salen en Élite son modelos que no saben ni hablar”. Vengo del teatro y tengo ganas de hacer cine independiente, pero he sido muy feliz en series y películas que han sido fenómenos mundiales. No hay que infravalorar, pero el prejuicio de fuera está.
Acaba de rodar El talento, donde comparte cartel con Ester Expósito. ¿Cree que la belleza a veces puede ir en su contra?
Sin ninguna duda. Siempre me han dicho que soy muy guapa, pero hay que hacerse valer para no ser un ser humano atado a una etiqueta. Soy curranta e inteligente. Creo que es algo que nos pasa a muchas mujeres al margen de la edad. Siento que hasta Aitana Sánchez-Gijón sigue pasando por ahí. ¿Por qué hablar tanto del físico, cuando lo importante es el talento?
Defiende un sexo realista y sano en la pantalla.
Al ver Los años nuevos, una amiga que dijo que las escenas de sexo le daban cierta tirria. ¿Por qué? Porque son realistas. En Zorras hablamos de la sexualidad en todos sus ámbitos desde un lugar natural y, a veces, patoso y en La mala influencia, Chloé Wallace y las guionistas dieron la vuelta a cosas que no estaban en el libro. La ficción está para entretener, pero también somos referencia. Tengo ganas de dirigir un día docuficción, porque tengo ganas de mostrar la realidad.
Se hizo viral por frenar a un fotógrafo que le hizo un comentario inadecuado en un photocall. ¿Arrebato de valentía o combativa de serie?
Actué así porque ese día me salió, pero me he callado muchas cosas. Me preocupa que si me aplauden a mí parezca que quienes no frenaron algo similar fueron más débiles o cobardes. Al posar en el mismo sitio un año después, los fotógrafos y fotógrafas me gritaban que era la mejor… Incluso una de ellas me dijo: “Llevábamos 30 años soportando las burradas que decía este tipo”. Tras lo sucedido, no me lo he vuelto a encontrar en un photocall.
Prioriza la salud y el ejercicio a salir. ¿Qué les pasa a los jóvenes, que viven una vida opuesta a la de un capítulo de Euphoria?
Dicen que somos la generación de cristal, pero siento que curtirse en lo emocional nos puede salvar más que el pico y pala de estar trabajando todo el rato sin mirarnos hacia adentro. A veces me pregunto si estaré perdiendo la vida, pero creo que hay etapas para todo.
En Parejas imperfectas comparte escenario con Toni Cantó. Los más jóvenes pensarán que es un político que actúa, no un actor que fue político…
Sin duda es su regreso a los escenarios. Teatro y política son palabras que de por sí chocan, y me encanta que diga que está ahí en calidad de actor. Lo hace muy bien. En la obra Marcos Mayo, que tiene discapacidad cerebral, brilla. Seguro que para él es importante que se visibilice lo que él vive.
En Parejas imperfectas comparte escenario con Toni Cantó. Los más jóvenes pensarán que es un político que actúa, no un actor que fue político…Sin duda es su regreso a los escenarios. Teatro y política son palabras que de por sí chocan, y me encanta que diga que está ahí en calidad de actor. Lo hace muy bien. En la obra Marcos Mayo, que tiene discapacidad cerebral, brilla. Seguro que para él es importante que se visibilice lo que él vive
Mirela Balić (Madrid, 25 años) es un gran ejemplo de por qué no hay que juzgar un libro por la portada, aunque la suya no grita precisamente “madrileña”. Ella, de origen serbocroata y criada en España, lo hace siempre. Su despampanante físico no grita “conservatorio”, pero, de nuevo, son los prejuicios los que hablan: ha estudiado violonchelo y piano en el conservatorio Amaniel y piano en el Soto Mesa. Más habitual en la carrera de una actriz es su paso como camarera por el mítico bar Freeway, de Malasaña, pero no tuvo que servir demasiados chupitos. Enlaza proyectos y ha pasado por la factoría Élite con orgullo, donde interpretaba a la hija de Maribel Verdú. “Cuando le dije que no sé cómo gestionaré que el teléfono no suene, me dijo que la avise cuando pase unos años sin ni siquiera hacer un casting”, dice consciente de sus privilegios. Hoy, confiesa estar harta de hablar de sí misma. ¿Qué es lo que nunca le preguntan y le gustaría responder? “Si me gusta comer, porque me fascina. Soy tan quisquillosa que soy capaz de ir a un estrella Michelin y criticar el plato. En mi tierra la repostería es muy común y en mi familia hacemos unas tartas que se te va la olla. Mi padre hace una especie de brazo gitano con semillas de amapola en el interior que está increíble”, dice.
Para alguien cuya imagen está tan expuesta, las tartas pueden ser grandes enemigas…
En mi paso por Élite engordé ocho kilos. La primera vez que me vi me machaqué, pero el día que me levanté más confiada pensé que siempre me había quejado de no tener referentes que tuvieran los muslos grandes y las tetas pequeñas. Ahora, ¡estoy siendo yo ese referente para otras niñas!
Llegó a Élite en las últimas temporadas, ¿notó la bofetada de la fama?
El nivel de fama no es comparable con las primeras. Me viene bien haberlo vivido con 26 años, madurez y añitos de terapia a la espalda. La palabra “fama” me produce a veces rechazo. Cuando alguien lleva cuatro horas esperándome, pienso: “¿Acaso he operado a tu padre a corazón abierto?”.
¿Ha notado cierto esnobismo cuando se descubre que viene de Élite?
Sin duda, está esa etiqueta de que “los que salen en Élite son modelos que no saben ni hablar”. Vengo del teatro y tengo ganas de hacer cine independiente, pero he sido muy feliz en series y películas que han sido fenómenos mundiales. No hay que infravalorar, pero el prejuicio de fuera está.
Acaba de rodar El talento, donde comparte cartel con Ester Expósito. ¿Cree que la belleza a veces puede ir en su contra?
Sin ninguna duda. Siempre me han dicho que soy muy guapa, pero hay que hacerse valer para no ser un ser humano atado a una etiqueta. Soy curranta e inteligente. Creo que es algo que nos pasa a muchas mujeres al margen de la edad. Siento que hasta Aitana Sánchez-Gijón sigue pasando por ahí. ¿Por qué hablar tanto del físico, cuando lo importante es el talento?
Defiende un sexo realista y sano en la pantalla.
Al ver Los años nuevos, una amiga que dijo que las escenas de sexo le daban cierta tirria. ¿Por qué? Porque son realistas. En Zorras hablamos de la sexualidad en todos sus ámbitos desde un lugar natural y, a veces, patoso y en La mala influencia, Chloé Wallace y las guionistas dieron la vuelta a cosas que no estaban en el libro. La ficción está para entretener, pero también somos referencia. Tengo ganas de dirigir un día docuficción, porque tengo ganas de mostrar la realidad.
Se hizo viral por frenar a un fotógrafo que le hizo un comentario inadecuado en un photocall. ¿Arrebato de valentía o combativa de serie?
Actué así porque ese día me salió, pero me he callado muchas cosas. Me preocupa que si me aplauden a mí parezca que quienes no frenaron algo similar fueron más débiles o cobardes. Al posar en el mismo sitio un año después, los fotógrafos y fotógrafas me gritaban que era la mejor… Incluso una de ellas me dijo: “Llevábamos 30 años soportando las burradas que decía este tipo”. Tras lo sucedido, no me lo he vuelto a encontrar en un photocall.
Prioriza la salud y el ejercicio a salir. ¿Qué les pasa a los jóvenes, que viven una vida opuesta a la de un capítulo de Euphoria?
Dicen que somos la generación de cristal, pero siento que curtirse en lo emocional nos puede salvar más que el pico y pala de estar trabajando todo el rato sin mirarnos hacia adentro. A veces me pregunto si estaré perdiendo la vida, pero creo que hay etapas para todo.
En Parejas imperfectas comparte escenario con Toni Cantó. Los más jóvenes pensarán que es un político que actúa, no un actor que fue político…
Sin duda es su regreso a los escenarios. Teatro y política son palabras que de por sí chocan, y me encanta que diga que está ahí en calidad de actor. Lo hace muy bien. En la obra Marcos Mayo, que tiene discapacidad cerebral, brilla. Seguro que para él es importante que se visibilice lo que él vive.
EL PAÍS