La expresión « Montoya, por favor » se ha convertido en latiguillo de moda. No es necesario haber visto uno solo de los episodios de la octava edición del programa ‘La isla de las tentaciones’, mucho menos saber que Montoya se llama Juan Carlos, que es sevillano o que le gusta mucho la música, para saber de qué hablamos y exclamar « ¡Montoya, por favor!» si alguien corre. Lo hicieron en redes sociales cientos de usuarios anónimos, en multitud de memes, pero también las cuentas de la Real Federación de Atletismo, la de Netflix, el Borussia Dortmund, Disney Plus o el Real Betis. Incluso Whoopi Goldberg, en su exitoso programa matinal ‘The View’, emitió el vídeo y lo popularizó inmediatamente en Estados Unidos. «Merece un Emmy de honor», comentaba entre risas con sus invitadas. Definitivamente, Montoya es un fenómeno viral.Noticia Relacionada estandar No Pedro Ruiz habla alto y claro de ‘La Isla de las Tentaciones’: «Como reality es…» María Albert El presentador ha dado su más sincera opinión sobre el reality de Telecinco, que no deja de ganar adeptos durante su octava edición¿Pero por qué? ¿Por qué nos asombra que un tipo que ha acudido voluntariamente a un programa con su pareja para poner a prueba la fidelidad pierda los papeles cuando ocurre lo fácilmente previsible? ¿Por qué nos fascinan este tipo de formatos? ¿Qué pasa con la infidelidad para que no podamos apartar los ojos de la pantalla ?’La isla de las tentaciones’ arrasa en el ‘prime time’ con más de un 20% de cuota de pantalla y más de un millón y medio de espectadores. Para el psiquiatra y escritor Pablo Malo, el éxito de estos formatos radica en que expone una emoción muy instintiva que responde a una adaptación para conservar la pareja. «Se dice que a los hombres nos afectan más los celos sexuales y a las mujeres mas los emocionales, pero esto es solo una media y a todos nos afecta todo», explica. La muerte genética del varón«Se trata de una emoción desgarradora, tremenda, antes se aceptaba incluso como enajenación mental. Pero los celos, desde el punto de vista de la psicología evolutiva, emergen del pacto fundamental entre el hombre y la mujer, en el que la mujer ofrece certeza de paternidad y el hombre ofrece recursos. La infidelidad femenina supone la muerte genética del varón, es decir, no pasa sus genes a la siguiente generación, sino que cría a los hijos de otro. De ahí el desgarro y el dolor». Sigue: «Y ver eso desde la confortabilidad del hogar es observar una emoción con la seguridad y la tranquilidad de que no nos está ocurriendo a nosotros. Como cuando nos enganchamos a un documental sobre asesinos en serie: estamos aprendiendo sobre ellos sin ponernos en riesgo. Eso es un estímulo muy potente para el ser humano».Lara Ferreiro , psicóloga y experta en terapia de parejas, apunta como clave del éxito de estos formatos que «el morbo y el drama refuerzan la liberación de dopamina en el cerebro, lo que contribuye a que la audiencia no pueda dejar de verlo. Cada traición, cada reconciliación, cada reacción dramática es como una recompensa que engancha al espectador». Malo apunta al concepto de «estímulo supernormal», término acuñado por el etólogo y premio Nobel Nikolaas Tinbergen, que hace referencia a estímulos dirigidos a nuestros instintos más primarios pero con sus cualidades exageradas, lo que provoca que la respuesta sea mucho más fuerte que ante esos estímulos normales. En el caso de este tipo de programas, el estímulo es la información social, el cotilleo.«La información social nos atrae, nos interesa saber quién odia a quién o quién ama a quién, o si alguien ha sido infiel a alguien», explica. «Porque la información social es poder. Por eso el cotilleo es una necesidad y un instinto. Estos programas nos ofrecen ese tipo de información de manera exagerada, de forma que nuestra respuesta es también más potente». En opinión de Ferreiro, este tipo de programas no solo entretienen, sino que generan un impacto real en nuestra percepción de la monogamia. «Las nuevas generaciones –apunta– no ven la fidelidad como un pilar inamovible del amor, sino como una opción entre muchas. Y estos formatos televisivos legitiman la exploración y refuerzan la idea de que la monogamia puede no ser para todos». Lo que hacen es, según su criterio, evidenciar que «el ser humano es polígamo por naturaleza». «Exponernos a la infidelidad desde la tranquilidad de que no nos está ocurriendo a nosotros es un estímulo muy potente»«Muestra que la fidelidad no es simplemente un compromiso, sino una decisión», detalla la especialista. «Y que ésta se enfrenta a múltiples desafíos. La infidelidad, en algunos casos, es vista como una necesidad para suplir carencias dentro de la relación».Y monogamiaEn un estudio para Ashley Madison, la aplicación de citas para personas que ya tienen una relación, con sede en Canadá y 1,8 millones de usuarios registrados en España (su mercado número uno), un 51% de los españoles se manifiestan plenamente monógamos, de lo que podríamos deducir que el resto no se identifica como tal (o no lo tiene muy claro). Hasta un 19% de los hombres estarían dispuestos a abrir su relación, frente a un 29% de las mujeres. Christoph Kraemer, director general de Ashley Madison en Europa, indica que «según encuestas realizadas en hasta diez países para nuestra web, una de cada cinco personas confiesa haber sido infiel al menos una vez en la vida». «Sin embargo –señala–, se da la paradoja de que son los que menos dispuestos se muestran a perdonar una potencial infidelidad de su pareja». Los expertos opinan Psiquiatra y autor de ‘Los peligros de la moralidad’ Pablo Malo «¿Qué diferencia a estos formatos televisivos de la pornografía? lo es, de baja intensidad y desgenitalizada» Psicóloga y experta en terapias de pareja Lara Ferreiro «Las nuevas generaciones no ven la fidelidad como un pilar inamovible del amor, sino como una opción entre muchas» Director general de Ashley Madison en Europa Cristoph Kraemer «Quienes confiesan haber sido infieles a sus parejas al menos una vez en la vida son los menos dispuestos a perdonarlo»«La fidelidad es una elección social que hacemos pero que no se corresponde con la naturaleza humana y que, quizá, no está hecha para todo el mundo. La monogamia ya no es considerada la única opción aceptable y, para muchos, eso no es el fin del amor, sino una vía hacia la plenitud personal». «En España –prosigue– hay una parte de la sociedad muy abierta en este sentido, entre los más liberales del mundo, pero sigue habiendo una parte muy vinculada al modelo de pareja tradicional y monógama con toda su carga moral, que percibe la infidelidad con culpa y con vergüenza».Para Malo, lo interesante sería reflexionar sobre el aspecto moral de estos formatos televisivos. «¿Qué los diferencia de la pornografía?», se pregunta. «En realidad, se trataría casi de un sustituto de ésta, una pornografía de baja intensidad. No solo es una pornografía emocional, por esa exhibición impúdica de las emociones, del sufrimiento de alguien, su desgarro al presenciar la traición de quien ama. Es también una pornografía despornografiada o desgenitalizada, podríamos decir: no vemos los órganos sexuales pero solo nos separa de que el acto sexual sea tan explícito, como en una película X, la presencia de una ligera sábana. Podemos ver perfectamente lo que está ocurriendo. Y, tenemos, por otra parte, una serie de participantes cuya función es seducir a otros para que cometan una infidelidad, y lo hacen a cambio de dinero. ¿Qué moralidad opera, pues, en estos formatos? Ese es un tema interesante», concluye. La expresión « Montoya, por favor » se ha convertido en latiguillo de moda. No es necesario haber visto uno solo de los episodios de la octava edición del programa ‘La isla de las tentaciones’, mucho menos saber que Montoya se llama Juan Carlos, que es sevillano o que le gusta mucho la música, para saber de qué hablamos y exclamar « ¡Montoya, por favor!» si alguien corre. Lo hicieron en redes sociales cientos de usuarios anónimos, en multitud de memes, pero también las cuentas de la Real Federación de Atletismo, la de Netflix, el Borussia Dortmund, Disney Plus o el Real Betis. Incluso Whoopi Goldberg, en su exitoso programa matinal ‘The View’, emitió el vídeo y lo popularizó inmediatamente en Estados Unidos. «Merece un Emmy de honor», comentaba entre risas con sus invitadas. Definitivamente, Montoya es un fenómeno viral.Noticia Relacionada estandar No Pedro Ruiz habla alto y claro de ‘La Isla de las Tentaciones’: «Como reality es…» María Albert El presentador ha dado su más sincera opinión sobre el reality de Telecinco, que no deja de ganar adeptos durante su octava edición¿Pero por qué? ¿Por qué nos asombra que un tipo que ha acudido voluntariamente a un programa con su pareja para poner a prueba la fidelidad pierda los papeles cuando ocurre lo fácilmente previsible? ¿Por qué nos fascinan este tipo de formatos? ¿Qué pasa con la infidelidad para que no podamos apartar los ojos de la pantalla ?’La isla de las tentaciones’ arrasa en el ‘prime time’ con más de un 20% de cuota de pantalla y más de un millón y medio de espectadores. Para el psiquiatra y escritor Pablo Malo, el éxito de estos formatos radica en que expone una emoción muy instintiva que responde a una adaptación para conservar la pareja. «Se dice que a los hombres nos afectan más los celos sexuales y a las mujeres mas los emocionales, pero esto es solo una media y a todos nos afecta todo», explica. La muerte genética del varón«Se trata de una emoción desgarradora, tremenda, antes se aceptaba incluso como enajenación mental. Pero los celos, desde el punto de vista de la psicología evolutiva, emergen del pacto fundamental entre el hombre y la mujer, en el que la mujer ofrece certeza de paternidad y el hombre ofrece recursos. La infidelidad femenina supone la muerte genética del varón, es decir, no pasa sus genes a la siguiente generación, sino que cría a los hijos de otro. De ahí el desgarro y el dolor». Sigue: «Y ver eso desde la confortabilidad del hogar es observar una emoción con la seguridad y la tranquilidad de que no nos está ocurriendo a nosotros. Como cuando nos enganchamos a un documental sobre asesinos en serie: estamos aprendiendo sobre ellos sin ponernos en riesgo. Eso es un estímulo muy potente para el ser humano».Lara Ferreiro , psicóloga y experta en terapia de parejas, apunta como clave del éxito de estos formatos que «el morbo y el drama refuerzan la liberación de dopamina en el cerebro, lo que contribuye a que la audiencia no pueda dejar de verlo. Cada traición, cada reconciliación, cada reacción dramática es como una recompensa que engancha al espectador». Malo apunta al concepto de «estímulo supernormal», término acuñado por el etólogo y premio Nobel Nikolaas Tinbergen, que hace referencia a estímulos dirigidos a nuestros instintos más primarios pero con sus cualidades exageradas, lo que provoca que la respuesta sea mucho más fuerte que ante esos estímulos normales. En el caso de este tipo de programas, el estímulo es la información social, el cotilleo.«La información social nos atrae, nos interesa saber quién odia a quién o quién ama a quién, o si alguien ha sido infiel a alguien», explica. «Porque la información social es poder. Por eso el cotilleo es una necesidad y un instinto. Estos programas nos ofrecen ese tipo de información de manera exagerada, de forma que nuestra respuesta es también más potente». En opinión de Ferreiro, este tipo de programas no solo entretienen, sino que generan un impacto real en nuestra percepción de la monogamia. «Las nuevas generaciones –apunta– no ven la fidelidad como un pilar inamovible del amor, sino como una opción entre muchas. Y estos formatos televisivos legitiman la exploración y refuerzan la idea de que la monogamia puede no ser para todos». Lo que hacen es, según su criterio, evidenciar que «el ser humano es polígamo por naturaleza». «Exponernos a la infidelidad desde la tranquilidad de que no nos está ocurriendo a nosotros es un estímulo muy potente»«Muestra que la fidelidad no es simplemente un compromiso, sino una decisión», detalla la especialista. «Y que ésta se enfrenta a múltiples desafíos. La infidelidad, en algunos casos, es vista como una necesidad para suplir carencias dentro de la relación».Y monogamiaEn un estudio para Ashley Madison, la aplicación de citas para personas que ya tienen una relación, con sede en Canadá y 1,8 millones de usuarios registrados en España (su mercado número uno), un 51% de los españoles se manifiestan plenamente monógamos, de lo que podríamos deducir que el resto no se identifica como tal (o no lo tiene muy claro). Hasta un 19% de los hombres estarían dispuestos a abrir su relación, frente a un 29% de las mujeres. Christoph Kraemer, director general de Ashley Madison en Europa, indica que «según encuestas realizadas en hasta diez países para nuestra web, una de cada cinco personas confiesa haber sido infiel al menos una vez en la vida». «Sin embargo –señala–, se da la paradoja de que son los que menos dispuestos se muestran a perdonar una potencial infidelidad de su pareja». Los expertos opinan Psiquiatra y autor de ‘Los peligros de la moralidad’ Pablo Malo «¿Qué diferencia a estos formatos televisivos de la pornografía? lo es, de baja intensidad y desgenitalizada» Psicóloga y experta en terapias de pareja Lara Ferreiro «Las nuevas generaciones no ven la fidelidad como un pilar inamovible del amor, sino como una opción entre muchas» Director general de Ashley Madison en Europa Cristoph Kraemer «Quienes confiesan haber sido infieles a sus parejas al menos una vez en la vida son los menos dispuestos a perdonarlo»«La fidelidad es una elección social que hacemos pero que no se corresponde con la naturaleza humana y que, quizá, no está hecha para todo el mundo. La monogamia ya no es considerada la única opción aceptable y, para muchos, eso no es el fin del amor, sino una vía hacia la plenitud personal». «En España –prosigue– hay una parte de la sociedad muy abierta en este sentido, entre los más liberales del mundo, pero sigue habiendo una parte muy vinculada al modelo de pareja tradicional y monógama con toda su carga moral, que percibe la infidelidad con culpa y con vergüenza».Para Malo, lo interesante sería reflexionar sobre el aspecto moral de estos formatos televisivos. «¿Qué los diferencia de la pornografía?», se pregunta. «En realidad, se trataría casi de un sustituto de ésta, una pornografía de baja intensidad. No solo es una pornografía emocional, por esa exhibición impúdica de las emociones, del sufrimiento de alguien, su desgarro al presenciar la traición de quien ama. Es también una pornografía despornografiada o desgenitalizada, podríamos decir: no vemos los órganos sexuales pero solo nos separa de que el acto sexual sea tan explícito, como en una película X, la presencia de una ligera sábana. Podemos ver perfectamente lo que está ocurriendo. Y, tenemos, por otra parte, una serie de participantes cuya función es seducir a otros para que cometan una infidelidad, y lo hacen a cambio de dinero. ¿Qué moralidad opera, pues, en estos formatos? Ese es un tema interesante», concluye.
La expresión «Montoya, por favor» se ha convertido en latiguillo de moda. No es necesario haber visto uno solo de los episodios de la octava edición del programa ‘La isla de las tentaciones’, mucho menos saber que Montoya se llama Juan Carlos, que es … sevillano o que le gusta mucho la música, para saber de qué hablamos y exclamar «¡Montoya, por favor!» si alguien corre. Lo hicieron en redes sociales cientos de usuarios anónimos, en multitud de memes, pero también las cuentas de la Real Federación de Atletismo, la de Netflix, el Borussia Dortmund, Disney Plus o el Real Betis. Incluso Whoopi Goldberg, en su exitoso programa matinal ‘The View’, emitió el vídeo y lo popularizó inmediatamente en Estados Unidos. «Merece un Emmy de honor», comentaba entre risas con sus invitadas. Definitivamente, Montoya es un fenómeno viral.
¿Pero por qué? ¿Por qué nos asombra que un tipo que ha acudido voluntariamente a un programa con su pareja para poner a prueba la fidelidad pierda los papeles cuando ocurre lo fácilmente previsible? ¿Por qué nos fascinan este tipo de formatos? ¿Qué pasa con la infidelidad para que no podamos apartar los ojos de la pantalla?
‘La isla de las tentaciones’ arrasa en el ‘prime time’ con más de un 20% de cuota de pantalla y más de un millón y medio de espectadores. Para el psiquiatra y escritor Pablo Malo, el éxito de estos formatos radica en que expone una emoción muy instintiva que responde a una adaptación para conservar la pareja. «Se dice que a los hombres nos afectan más los celos sexuales y a las mujeres mas los emocionales, pero esto es solo una media y a todos nos afecta todo», explica.
La muerte genética del varón
«Se trata de una emoción desgarradora, tremenda, antes se aceptaba incluso como enajenación mental. Pero los celos, desde el punto de vista de la psicología evolutiva, emergen del pacto fundamental entre el hombre y la mujer, en el que la mujer ofrece certeza de paternidad y el hombre ofrece recursos. La infidelidad femenina supone la muerte genética del varón, es decir, no pasa sus genes a la siguiente generación, sino que cría a los hijos de otro. De ahí el desgarro y el dolor». Sigue: «Y ver eso desde la confortabilidad del hogar es observar una emoción con la seguridad y la tranquilidad de que no nos está ocurriendo a nosotros. Como cuando nos enganchamos a un documental sobre asesinos en serie: estamos aprendiendo sobre ellos sin ponernos en riesgo. Eso es un estímulo muy potente para el ser humano».
Lara Ferreiro, psicóloga y experta en terapia de parejas, apunta como clave del éxito de estos formatos que «el morbo y el drama refuerzan la liberación de dopamina en el cerebro, lo que contribuye a que la audiencia no pueda dejar de verlo. Cada traición, cada reconciliación, cada reacción dramática es como una recompensa que engancha al espectador».
Malo apunta al concepto de «estímulo supernormal», término acuñado por el etólogo y premio Nobel Nikolaas Tinbergen, que hace referencia a estímulos dirigidos a nuestros instintos más primarios pero con sus cualidades exageradas, lo que provoca que la respuesta sea mucho más fuerte que ante esos estímulos normales. En el caso de este tipo de programas, el estímulo es la información social, el cotilleo.
«La información social nos atrae, nos interesa saber quién odia a quién o quién ama a quién, o si alguien ha sido infiel a alguien», explica. «Porque la información social es poder. Por eso el cotilleo es una necesidad y un instinto. Estos programas nos ofrecen ese tipo de información de manera exagerada, de forma que nuestra respuesta es también más potente».
En opinión de Ferreiro, este tipo de programas no solo entretienen, sino que generan un impacto real en nuestra percepción de la monogamia. «Las nuevas generaciones –apunta– no ven la fidelidad como un pilar inamovible del amor, sino como una opción entre muchas. Y estos formatos televisivos legitiman la exploración y refuerzan la idea de que la monogamia puede no ser para todos». Lo que hacen es, según su criterio, evidenciar que «el ser humano es polígamo por naturaleza».
«Exponernos a la infidelidad desde la tranquilidad de que no nos está ocurriendo a nosotros es un estímulo muy potente»
«Muestra que la fidelidad no es simplemente un compromiso, sino una decisión», detalla la especialista. «Y que ésta se enfrenta a múltiples desafíos. La infidelidad, en algunos casos, es vista como una necesidad para suplir carencias dentro de la relación».
Y monogamia
En un estudio para Ashley Madison, la aplicación de citas para personas que ya tienen una relación, con sede en Canadá y 1,8 millones de usuarios registrados en España (su mercado número uno), un 51% de los españoles se manifiestan plenamente monógamos, de lo que podríamos deducir que el resto no se identifica como tal (o no lo tiene muy claro).
Hasta un 19% de los hombres estarían dispuestos a abrir su relación, frente a un 29% de las mujeres. Christoph Kraemer, director general de Ashley Madison en Europa, indica que «según encuestas realizadas en hasta diez países para nuestra web, una de cada cinco personas confiesa haber sido infiel al menos una vez en la vida». «Sin embargo –señala–, se da la paradoja de que son los que menos dispuestos se muestran a perdonar una potencial infidelidad de su pareja».
Psiquiatra y autor de ‘Los peligros de la moralidad’
Pablo Malo
«¿Qué diferencia a estos formatos televisivos de la pornografía? lo es, de baja intensidad y desgenitalizada»
Psicóloga y experta en terapias de pareja
Lara Ferreiro
«Las nuevas generaciones no ven la fidelidad como un pilar inamovible del amor, sino como una opción entre muchas»
Director general de Ashley Madison en Europa
Cristoph Kraemer
«Quienes confiesan haber sido infieles a sus parejas al menos una vez en la vida son los menos dispuestos a perdonarlo»
«La fidelidad es una elección social que hacemos pero que no se corresponde con la naturaleza humana y que, quizá, no está hecha para todo el mundo. La monogamia ya no es considerada la única opción aceptable y, para muchos, eso no es el fin del amor, sino una vía hacia la plenitud personal».
«En España –prosigue– hay una parte de la sociedad muy abierta en este sentido, entre los más liberales del mundo, pero sigue habiendo una parte muy vinculada al modelo de pareja tradicional y monógama con toda su carga moral, que percibe la infidelidad con culpa y con vergüenza».
Para Malo, lo interesante sería reflexionar sobre el aspecto moral de estos formatos televisivos. «¿Qué los diferencia de la pornografía?», se pregunta. «En realidad, se trataría casi de un sustituto de ésta, una pornografía de baja intensidad. No solo es una pornografía emocional, por esa exhibición impúdica de las emociones, del sufrimiento de alguien, su desgarro al presenciar la traición de quien ama. Es también una pornografía despornografiada o desgenitalizada, podríamos decir: no vemos los órganos sexuales pero solo nos separa de que el acto sexual sea tan explícito, como en una película X, la presencia de una ligera sábana. Podemos ver perfectamente lo que está ocurriendo. Y, tenemos, por otra parte, una serie de participantes cuya función es seducir a otros para que cometan una infidelidad, y lo hacen a cambio de dinero. ¿Qué moralidad opera, pues, en estos formatos? Ese es un tema interesante», concluye.
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