Hay mordidas y mordidas, como hay pucherazos y pucheros. Pucheros vacíos, pero también pucheros a punto de convertirse en llanto. Como los que debieron de hacer unas hosteleras de Valencia hace unos días al descubrir que unos clientes se marcharon de su restaurante sin pagar y no contentos con su ‘simpa’, escribieron un comentario negativo del establecimiento en las redes sociales: «No hagáis caso a las reseñas: sitio, comida y servicio pésimo. Uno de los peores a los que he ido». «Hacen un simpa y encima ponen una mala reseña. Espero que pronto se resuelva y no tengan que pasar por algo así de nuevo», escribía días después Jesús Soriano en su cuenta de X ‘SoyCamarero’, indignado por el comportamiento de estos clientes. Según la gerencia del local, 17 clientes se fueron sin abonar la cuenta de 402,80 euros (tocaba a unos 24 euros por persona), después de haber comido varias raciones de bravas, sepia a la plancha, calamares, entrecots o solomillo. «De uno en uno habéis ido desapareciendo», denunciaban las hosteleras en la respuesta a su reseña. Cuenta que unos clientes dejaron sin pagar y posteriormente abonaron SOYCAMAREROEn cosa de un minuto desaparecieron también 120 personas de un restaurante de Bembibre , en León, hace unos años, sin pagar una cuenta que ascendía a 2.000 euros . «No se pudo hacer nada por detenerlos porque era algo que habían previsto y salieron en estampida», se lamentaba el propietario del establecimiento en estas mismas páginas. No como Pascal Henry , un aficionado a la buena mesa suizo que aseguró que salía un momento para ir a buscar una tarjeta de visita y desapareció discretamente tras cenar en El Bulli de Ferrán Adriá. A Henry lo localizó la Interpol en Suiza. Al parecer se vio incapaz de concluir su pantagruélica aventura de catar los 68 restaurantes de tres estrellas Michelín en aquel 2008. Y no por falta de apetito, sino de dinero.Noticia Relacionada estandar No Hacen un ‘simpa’ de 400 euros y acaban pagando días después por la presión en redes sociales David MarotoBaltasar Bedoya López no aspiraba a deleitarse con los más nuevos y suculentos platos de la cocina mundial. A este poeta, cuya historia contó Leandro Blanco en ‘Blanco y Negro’ , le bastaba con matar el hambre. Vestido con la pulcritud de un tenor, paseaba su famélica bohemia por Madrid demostrando a cada paso que las calorías no son indispensables. Hasta que un día de julio, le salió al paso la seductora terraza de un café y no pudo más. Desfallecido, se sentó y pidió a un camarero la carta. « Los banquetes de Lúculo fueron un tentempié comparados con la cena de Baltasar », aseguró Blanco en 1933. Con el estómago satisfecho, aún se atrevió a comentar con audacia al camarero: « De aquí se irá mucha gente sin pagar, ¿verdad? ». «Es difícil, señor, porque ya sabe uno a quien sirve y al que se hace sospechoso no se le pierde de vista», le respondió el servicial empleado antes de que el poeta aprovechara el paso de un tranvía y desapareciera dejando su plato vacío. Recreación fotográfica de la última cena de Baltasar, en 1933 V.MURONo contento con su primer ‘simpa’, Baltasar regresó la noche siguiente a la misma mesa, sonriente y tranquilo. «¿Qué le decía yo?», le dijo provocador al camarero, quien para su sorpresa le contestó: «¡Pero ya sabía yo que usted volvía, caballero! ¿Conocerá uno a quien sirve?». Según el relato de Blanco, el segundo banquete «alcanzó las proporciones de una orgía cesárea». El poeta aprovechó en esta ocasión que llegaba otro tranvía para pedir un café y subirse a él disparado cuando el camarero entró en el establecimiento para cumplir el encargo. Esta vez, desapareció para siempre. El confiado camarero lanzó una maldición contra el parroquiano, que mientras se alejaba trataba de tranquilizar su conciencia. « ¿Qué iba a hacer? No había remedio . La necesidad me acuciaba», se decía. No parece ser el caso de los clientes del restaurante valenciano. Tras la repercusión que ha tenido su ‘simpa’ y las amenazas del establecimiento con denunciarlos («en el local hay cámaras de seguridad»), han pagado la cuenta. «Acaban de hacer el Bizum», se congratulaba ‘SoyCamarero’ y uno de sus seguidores afirmaba: « Hay decencia ». Alguna hay. Hay mordidas y mordidas, como hay pucherazos y pucheros. Pucheros vacíos, pero también pucheros a punto de convertirse en llanto. Como los que debieron de hacer unas hosteleras de Valencia hace unos días al descubrir que unos clientes se marcharon de su restaurante sin pagar y no contentos con su ‘simpa’, escribieron un comentario negativo del establecimiento en las redes sociales: «No hagáis caso a las reseñas: sitio, comida y servicio pésimo. Uno de los peores a los que he ido». «Hacen un simpa y encima ponen una mala reseña. Espero que pronto se resuelva y no tengan que pasar por algo así de nuevo», escribía días después Jesús Soriano en su cuenta de X ‘SoyCamarero’, indignado por el comportamiento de estos clientes. Según la gerencia del local, 17 clientes se fueron sin abonar la cuenta de 402,80 euros (tocaba a unos 24 euros por persona), después de haber comido varias raciones de bravas, sepia a la plancha, calamares, entrecots o solomillo. «De uno en uno habéis ido desapareciendo», denunciaban las hosteleras en la respuesta a su reseña. Cuenta que unos clientes dejaron sin pagar y posteriormente abonaron SOYCAMAREROEn cosa de un minuto desaparecieron también 120 personas de un restaurante de Bembibre , en León, hace unos años, sin pagar una cuenta que ascendía a 2.000 euros . «No se pudo hacer nada por detenerlos porque era algo que habían previsto y salieron en estampida», se lamentaba el propietario del establecimiento en estas mismas páginas. No como Pascal Henry , un aficionado a la buena mesa suizo que aseguró que salía un momento para ir a buscar una tarjeta de visita y desapareció discretamente tras cenar en El Bulli de Ferrán Adriá. A Henry lo localizó la Interpol en Suiza. Al parecer se vio incapaz de concluir su pantagruélica aventura de catar los 68 restaurantes de tres estrellas Michelín en aquel 2008. Y no por falta de apetito, sino de dinero.Noticia Relacionada estandar No Hacen un ‘simpa’ de 400 euros y acaban pagando días después por la presión en redes sociales David MarotoBaltasar Bedoya López no aspiraba a deleitarse con los más nuevos y suculentos platos de la cocina mundial. A este poeta, cuya historia contó Leandro Blanco en ‘Blanco y Negro’ , le bastaba con matar el hambre. Vestido con la pulcritud de un tenor, paseaba su famélica bohemia por Madrid demostrando a cada paso que las calorías no son indispensables. Hasta que un día de julio, le salió al paso la seductora terraza de un café y no pudo más. Desfallecido, se sentó y pidió a un camarero la carta. « Los banquetes de Lúculo fueron un tentempié comparados con la cena de Baltasar », aseguró Blanco en 1933. Con el estómago satisfecho, aún se atrevió a comentar con audacia al camarero: « De aquí se irá mucha gente sin pagar, ¿verdad? ». «Es difícil, señor, porque ya sabe uno a quien sirve y al que se hace sospechoso no se le pierde de vista», le respondió el servicial empleado antes de que el poeta aprovechara el paso de un tranvía y desapareciera dejando su plato vacío. Recreación fotográfica de la última cena de Baltasar, en 1933 V.MURONo contento con su primer ‘simpa’, Baltasar regresó la noche siguiente a la misma mesa, sonriente y tranquilo. «¿Qué le decía yo?», le dijo provocador al camarero, quien para su sorpresa le contestó: «¡Pero ya sabía yo que usted volvía, caballero! ¿Conocerá uno a quien sirve?». Según el relato de Blanco, el segundo banquete «alcanzó las proporciones de una orgía cesárea». El poeta aprovechó en esta ocasión que llegaba otro tranvía para pedir un café y subirse a él disparado cuando el camarero entró en el establecimiento para cumplir el encargo. Esta vez, desapareció para siempre. El confiado camarero lanzó una maldición contra el parroquiano, que mientras se alejaba trataba de tranquilizar su conciencia. « ¿Qué iba a hacer? No había remedio . La necesidad me acuciaba», se decía. No parece ser el caso de los clientes del restaurante valenciano. Tras la repercusión que ha tenido su ‘simpa’ y las amenazas del establecimiento con denunciarlos («en el local hay cámaras de seguridad»), han pagado la cuenta. «Acaban de hacer el Bizum», se congratulaba ‘SoyCamarero’ y uno de sus seguidores afirmaba: « Hay decencia ». Alguna hay.
Decíamos ayer
Entre escándalos por amaños y pucherazos, se resolvía felizmente en estos días un ‘simpa’ de 400 euros al que se sumó una pésima reseña en las redes sociales
Hay mordidas y mordidas, como hay pucherazos y pucheros. Pucheros vacíos, pero también pucheros a punto de convertirse en llanto. Como los que debieron de hacer unas hosteleras de Valencia hace unos días al descubrir que unos clientes se marcharon de su restaurante sin pagar y no contentos con su ‘simpa’, escribieron un comentario negativo del establecimiento en las redes sociales: «No hagáis caso a las reseñas: sitio, comida y servicio pésimo. Uno de los peores a los que he ido».
«Hacen un simpa y encima ponen una mala reseña. Espero que pronto se resuelva y no tengan que pasar por algo así de nuevo», escribía días después Jesús Soriano en su cuenta de X ‘SoyCamarero’, indignado por el comportamiento de estos clientes. Según la gerencia del local, 17 clientes se fueron sin abonar la cuenta de 402,80 euros (tocaba a unos 24 euros por persona), después de haber comido varias raciones de bravas, sepia a la plancha, calamares, entrecots o solomillo. «De uno en uno habéis ido desapareciendo», denunciaban las hosteleras en la respuesta a su reseña.
SOYCAMARERO
En cosa de un minuto desaparecieron también 120 personas de un restaurante de Bembibre, en León, hace unos años, sin pagar una cuenta que ascendía a 2.000 euros. «No se pudo hacer nada por detenerlos porque era algo que habían previsto y salieron en estampida», se lamentaba el propietario del establecimiento en estas mismas páginas. No como Pascal Henry, un aficionado a la buena mesa suizo que aseguró que salía un momento para ir a buscar una tarjeta de visita y desapareció discretamente tras cenar en El Bulli de Ferrán Adriá. A Henry lo localizó la Interpol en Suiza. Al parecer se vio incapaz de concluir su pantagruélica aventura de catar los 68 restaurantes de tres estrellas Michelín en aquel 2008. Y no por falta de apetito, sino de dinero.
Baltasar Bedoya López no aspiraba a deleitarse con los más nuevos y suculentos platos de la cocina mundial. A este poeta, cuya historia contó Leandro Blanco en ‘Blanco y Negro’, le bastaba con matar el hambre. Vestido con la pulcritud de un tenor, paseaba su famélica bohemia por Madrid demostrando a cada paso que las calorías no son indispensables. Hasta que un día de julio, le salió al paso la seductora terraza de un café y no pudo más. Desfallecido, se sentó y pidió a un camarero la carta. «Los banquetes de Lúculo fueron un tentempié comparados con la cena de Baltasar», aseguró Blanco en 1933. Con el estómago satisfecho, aún se atrevió a comentar con audacia al camarero: «De aquí se irá mucha gente sin pagar, ¿verdad?». «Es difícil, señor, porque ya sabe uno a quien sirve y al que se hace sospechoso no se le pierde de vista», le respondió el servicial empleado antes de que el poeta aprovechara el paso de un tranvía y desapareciera dejando su plato vacío.
V.MURO
No contento con su primer ‘simpa’, Baltasar regresó la noche siguiente a la misma mesa, sonriente y tranquilo. «¿Qué le decía yo?», le dijo provocador al camarero, quien para su sorpresa le contestó: «¡Pero ya sabía yo que usted volvía, caballero! ¿Conocerá uno a quien sirve?». Según el relato de Blanco, el segundo banquete «alcanzó las proporciones de una orgía cesárea». El poeta aprovechó en esta ocasión que llegaba otro tranvía para pedir un café y subirse a él disparado cuando el camarero entró en el establecimiento para cumplir el encargo. Esta vez, desapareció para siempre. El confiado camarero lanzó una maldición contra el parroquiano, que mientras se alejaba trataba de tranquilizar su conciencia. «¿Qué iba a hacer? No había remedio. La necesidad me acuciaba», se decía. No parece ser el caso de los clientes del restaurante valenciano. Tras la repercusión que ha tenido su ‘simpa’ y las amenazas del establecimiento con denunciarlos («en el local hay cámaras de seguridad»), han pagado la cuenta. «Acaban de hacer el Bizum», se congratulaba ‘SoyCamarero’ y uno de sus seguidores afirmaba: «Hay decencia». Alguna hay.
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