El 1 de enero ha fallecido en su Granada, a los 97 años, y unos meses después de su inseparable Soledad, el estupendo pintor Miguel Rodríguez-Acosta. Hijo de madre sueca, y sobrino del también pintor José Manuel Rodríguez-Acosta, en su ciudad natal inició su formación en el taller de este, y en la Escuela de Artes y Oficios. En 1950 trasladó su residencia a Madrid, donde recibió clases particulares de Joaquín Valverde, titulándose más tarde en San Fernando. Su primera individual tuvo lugar en 1957 en la Casa de los Tiros. Al año siguiente, visitó a Picasso en La Californie, en compañía de Antonio Gallego Morell.Impulsor, en los setenta, de la renovadora política de exposiciones del Banco de Granada, en el que sucedió a su padre, Miguel contribuyó luego decisivamente a la conversión en Fundación del Carmen de su tío, bella construcción, con mucho de vienés, de Teodoro Anasagasti. Lugar absolutamente maravilloso, en el que lucen muy bien la pintura, las colecciones y la biblioteca de quien fuera su fundador, y en el que el sobrino tuvo su propio estudio.Dejando atrás su etapa de formación, figurativa, Rodríguez Acosta practicó un impresionismo lírico especialmente sensible, en una cierta vecindad espiritual con su paisano Guerrero, con Ràfols, con Hernández Pijuán, o con cierta abstracción norteamericana, dentro de la cual Rafael Moneo le encuentra afinidades con Diebenkorn. Sucesivas exposiciones madrileñas, en Theo, Cellini, Rayuela o Marita Segovia nos permitieron apreciar el rigor y el lirismo de su pintura de madurez, su capacidad para conciliar abstracción y evocación del mundo en torno, y su extremo refinamiento cromático: amarillos, azules, rojos, rosas… En 1995, Lina Davidov presentó en París su ciclo La Alhambra: Nueva mirada. En 1999 su gráfica se vio en el Museo del Grabado Español de Marbella. Sus retrospectivas más importantes hasta la fecha han sido la de 2002 en el madrileño Conde Duque, y al año siguiente la itinerante, comisariada por Dolores Jiménez Blanco, que SEACEX mostró en varios países europeos.Noticia Relacionada estandar Si Picasso y Jeff Koons: cita en la Alhambra Natividad Pulido El Palacio de Carlos V acoge una pequeña exposición que desvela cómo ambos creadores comparten el mismo ADN artístico. Con ella arranca el proyecto de mostrar la obra del malagueño en lugares emblemáticos de AndalucíaEn el campo de la bibliofilia, en 1980 ilustró sobriamente, con aguafuertes, los Poemas del amor oscuro lorquianos. Antes, les había puesto encantadoras imágenes a ‘Silla del Moro y nuevas escenas andaluzas’ (1978), del gran arabista Emilio García Gómez, huésped del Carmen en varias ocasiones, lo mismo que Julián Gállego, del que ilustraría ‘Nuevos cuentos de la Alhambra’ (1987). Recordemos también su propio cuaderno alhambrista de 2007, precedido, siete años antes, por otro veneciano; ambos, con sus correspondientes petacas. O su trabajo para la ‘Taracea de poemas árabes’ (1995), de Pedro Martínez Montávez, o para la edición municipal madrileña, de 2002, de ‘Los placeres prohibidos’, de Cernuda.En 1986, su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, contestado por Pita Andrade, versó sobre ‘El mecenazgo: Misión, ética y comportamiento histórico’. Mientras pudo, asistió puntualmente a las sesiones de la docta casa. Estos últimos años, se notaba su ausencia, la de un ser absolutamente cortés y exquisito. El 1 de enero ha fallecido en su Granada, a los 97 años, y unos meses después de su inseparable Soledad, el estupendo pintor Miguel Rodríguez-Acosta. Hijo de madre sueca, y sobrino del también pintor José Manuel Rodríguez-Acosta, en su ciudad natal inició su formación en el taller de este, y en la Escuela de Artes y Oficios. En 1950 trasladó su residencia a Madrid, donde recibió clases particulares de Joaquín Valverde, titulándose más tarde en San Fernando. Su primera individual tuvo lugar en 1957 en la Casa de los Tiros. Al año siguiente, visitó a Picasso en La Californie, en compañía de Antonio Gallego Morell.Impulsor, en los setenta, de la renovadora política de exposiciones del Banco de Granada, en el que sucedió a su padre, Miguel contribuyó luego decisivamente a la conversión en Fundación del Carmen de su tío, bella construcción, con mucho de vienés, de Teodoro Anasagasti. Lugar absolutamente maravilloso, en el que lucen muy bien la pintura, las colecciones y la biblioteca de quien fuera su fundador, y en el que el sobrino tuvo su propio estudio.Dejando atrás su etapa de formación, figurativa, Rodríguez Acosta practicó un impresionismo lírico especialmente sensible, en una cierta vecindad espiritual con su paisano Guerrero, con Ràfols, con Hernández Pijuán, o con cierta abstracción norteamericana, dentro de la cual Rafael Moneo le encuentra afinidades con Diebenkorn. Sucesivas exposiciones madrileñas, en Theo, Cellini, Rayuela o Marita Segovia nos permitieron apreciar el rigor y el lirismo de su pintura de madurez, su capacidad para conciliar abstracción y evocación del mundo en torno, y su extremo refinamiento cromático: amarillos, azules, rojos, rosas… En 1995, Lina Davidov presentó en París su ciclo La Alhambra: Nueva mirada. En 1999 su gráfica se vio en el Museo del Grabado Español de Marbella. Sus retrospectivas más importantes hasta la fecha han sido la de 2002 en el madrileño Conde Duque, y al año siguiente la itinerante, comisariada por Dolores Jiménez Blanco, que SEACEX mostró en varios países europeos.Noticia Relacionada estandar Si Picasso y Jeff Koons: cita en la Alhambra Natividad Pulido El Palacio de Carlos V acoge una pequeña exposición que desvela cómo ambos creadores comparten el mismo ADN artístico. Con ella arranca el proyecto de mostrar la obra del malagueño en lugares emblemáticos de AndalucíaEn el campo de la bibliofilia, en 1980 ilustró sobriamente, con aguafuertes, los Poemas del amor oscuro lorquianos. Antes, les había puesto encantadoras imágenes a ‘Silla del Moro y nuevas escenas andaluzas’ (1978), del gran arabista Emilio García Gómez, huésped del Carmen en varias ocasiones, lo mismo que Julián Gállego, del que ilustraría ‘Nuevos cuentos de la Alhambra’ (1987). Recordemos también su propio cuaderno alhambrista de 2007, precedido, siete años antes, por otro veneciano; ambos, con sus correspondientes petacas. O su trabajo para la ‘Taracea de poemas árabes’ (1995), de Pedro Martínez Montávez, o para la edición municipal madrileña, de 2002, de ‘Los placeres prohibidos’, de Cernuda.En 1986, su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, contestado por Pita Andrade, versó sobre ‘El mecenazgo: Misión, ética y comportamiento histórico’. Mientras pudo, asistió puntualmente a las sesiones de la docta casa. Estos últimos años, se notaba su ausencia, la de un ser absolutamente cortés y exquisito.
Miembro de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, alternó su faceta artística con la docencia y la creación de una fundación en su ciudad natal
El 1 de enero ha fallecido en su Granada, a los 97 años, y unos meses después de su inseparable Soledad, el estupendo pintor Miguel Rodríguez-Acosta. Hijo de madre sueca, y sobrino del también pintor José Manuel Rodríguez-Acosta, en su ciudad natal inició su formación en el taller de este, y en la Escuela de Artes y Oficios. En 1950 trasladó su residencia a Madrid, donde recibió clases particulares de Joaquín Valverde, titulándose más tarde en San Fernando. Su primera individual tuvo lugar en 1957 en la Casa de los Tiros. Al año siguiente, visitó a Picasso en La Californie, en compañía de Antonio Gallego Morell.
Impulsor, en los setenta, de la renovadora política de exposiciones del Banco de Granada, en el que sucedió a su padre, Miguel contribuyó luego decisivamente a la conversión en Fundación del Carmen de su tío, bella construcción, con mucho de vienés, de Teodoro Anasagasti. Lugar absolutamente maravilloso, en el que lucen muy bien la pintura, las colecciones y la biblioteca de quien fuera su fundador, y en el que el sobrino tuvo su propio estudio.
Dejando atrás su etapa de formación, figurativa, Rodríguez Acosta practicó un impresionismo lírico especialmente sensible, en una cierta vecindad espiritual con su paisano Guerrero, con Ràfols, con Hernández Pijuán, o con cierta abstracción norteamericana, dentro de la cual Rafael Moneo le encuentra afinidades con Diebenkorn. Sucesivas exposiciones madrileñas, en Theo, Cellini, Rayuela o Marita Segovia nos permitieron apreciar el rigor y el lirismo de su pintura de madurez, su capacidad para conciliar abstracción y evocación del mundo en torno, y su extremo refinamiento cromático: amarillos, azules, rojos, rosas… En 1995, Lina Davidov presentó en París su ciclo La Alhambra: Nueva mirada. En 1999 su gráfica se vio en el Museo del Grabado Español de Marbella. Sus retrospectivas más importantes hasta la fecha han sido la de 2002 en el madrileño Conde Duque, y al año siguiente la itinerante, comisariada por Dolores Jiménez Blanco, que SEACEX mostró en varios países europeos.
En el campo de la bibliofilia, en 1980 ilustró sobriamente, con aguafuertes, los Poemas del amor oscuro lorquianos. Antes, les había puesto encantadoras imágenes a ‘Silla del Moro y nuevas escenas andaluzas’ (1978), del gran arabista Emilio García Gómez, huésped del Carmen en varias ocasiones, lo mismo que Julián Gállego, del que ilustraría ‘Nuevos cuentos de la Alhambra’ (1987). Recordemos también su propio cuaderno alhambrista de 2007, precedido, siete años antes, por otro veneciano; ambos, con sus correspondientes petacas. O su trabajo para la ‘Taracea de poemas árabes’ (1995), de Pedro Martínez Montávez, o para la edición municipal madrileña, de 2002, de ‘Los placeres prohibidos’, de Cernuda.
En 1986, su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, contestado por Pita Andrade, versó sobre ‘El mecenazgo: Misión, ética y comportamiento histórico’. Mientras pudo, asistió puntualmente a las sesiones de la docta casa. Estos últimos años, se notaba su ausencia, la de un ser absolutamente cortés y exquisito.
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