Uno de los cambios más relevantes que se operan en la vanguardia musical desde finales de la década de 1960 es la sustitución del pensamiento único, radical y autoproteccionista al que se habían inscrito jóvenes como Stockhausen, Boulez y Nono , por una reflexión abierta acerca de la música y de los sistemas de composición. Es en ese entorno en el que se educa Tom Johnson (Colorado, 18 de noviembre de 1939-París, 31 de diciembre de 2024), músico abierto a muy distintas motivaciones artísticas y cuya raíz también se asocia a la desprejuiciada perspectiva americana que asimila durante los años de formación con Morton Feldman y John Cage , amigos y buscadores de lo esencial.Por delante quedan cinco décadas en las que Johnson se reconoce en distintos ámbitos desde las artes plásticas a lo verbal, siempre sobre principios sonoros. Y en todo momento afirmándose en estructuras minimalistas generadas sobre modelos matemáticos con el fin de reducir lo múltiple a principios de sencillez y apacibilidad, con el contenido melódico, armónico y rítmico determinado por reglas fijadas previamente. Con motivo de la exposición ‘Tom Johnson. Música ilustrada’ presentada en el Centro José Guerrero de Granada , en 2023, se destacaban estas ideas, resumidas por él mismo en la afirmación: «Quiero encontrar la música y no componerla».Johnson fue el primer autor que habló de minimalismo musical, en 1972 en los artículos escritos para el tabloide neoyorquino ‘The Village Voice’ (Apollohuis, 1989) donde aparece como el portavoz de la corriente: «La música minimalista incluye toda la música que funcione a partir de materiales limitados o mínimos: obras que utilizan solamente algunas notas, solamente algunas palabras, o bien escritas para instrumentos muy limitados. Ello incluye un simple gruñido electrónico… grabaciones de ríos o cursos de agua… obras que evolucionan en ciclos sin fin.» El carácter pionero de sus iniciativas se refleja en la innovadora ‘La ópera de cuatro notas’ (1972). Soportada en Pirandello y limitada, como su propio título señala, a una estricta entidad musical, su vigencia y éxito es evidente pues aún suma adaptaciones y reposiciones en muchos países. Es el caso de otras obras de éxito como ‘Nine Bells’ (1979), hipnótica obra para nueve campanas, y ‘Rational Melodies’ (1982), conjunto de veintiuna melodías sistematizadas y escritas para cualquier instrumento melódico.Johnson llegó a París en los ochenta permaneciendo allí desde entonces junto a su esposa, la artista conceptual y precursora de la ‘performance’ Esther Ferrer . El catálogo crece con doce óperas y numerosas composiciones para muy diversas formaciones instrumentales. Destaca la ‘Riemannoper’ (1988) escenificada numerosas veces, o ‘Galileo’, una pieza de cuarenta minutos escrita para un instrumento oscilante en cinco péndulos, inventado por él mismo. Su composición más ambiciosa es el ‘Oratorio de Bonhoeffer’ (1996), para orquesta, coro y solistas, sobre texto en alemán del teólogo Dietrich Bonhoeffer , ejecutado en la Alemania nazi. No es menor la abundancia de otras creaciones cercanas a la radio y la reflexión teórica que bien puede ejemplificar ‘Self-Similar Melodies’ (Editions 75, 1996). Finalmente, tras veinticinco años de entrevistas y navegar por sus archivos, el musicólogo francés Gilbert Delor publicó ‘Tom Johnson ou la musique logique’ (L’Harmattan, París, 2021), resumen de un credo coherente, formalizado en el detalle y en una razón artística no exenta de una epicurea felicidad. Uno de los cambios más relevantes que se operan en la vanguardia musical desde finales de la década de 1960 es la sustitución del pensamiento único, radical y autoproteccionista al que se habían inscrito jóvenes como Stockhausen, Boulez y Nono , por una reflexión abierta acerca de la música y de los sistemas de composición. Es en ese entorno en el que se educa Tom Johnson (Colorado, 18 de noviembre de 1939-París, 31 de diciembre de 2024), músico abierto a muy distintas motivaciones artísticas y cuya raíz también se asocia a la desprejuiciada perspectiva americana que asimila durante los años de formación con Morton Feldman y John Cage , amigos y buscadores de lo esencial.Por delante quedan cinco décadas en las que Johnson se reconoce en distintos ámbitos desde las artes plásticas a lo verbal, siempre sobre principios sonoros. Y en todo momento afirmándose en estructuras minimalistas generadas sobre modelos matemáticos con el fin de reducir lo múltiple a principios de sencillez y apacibilidad, con el contenido melódico, armónico y rítmico determinado por reglas fijadas previamente. Con motivo de la exposición ‘Tom Johnson. Música ilustrada’ presentada en el Centro José Guerrero de Granada , en 2023, se destacaban estas ideas, resumidas por él mismo en la afirmación: «Quiero encontrar la música y no componerla».Johnson fue el primer autor que habló de minimalismo musical, en 1972 en los artículos escritos para el tabloide neoyorquino ‘The Village Voice’ (Apollohuis, 1989) donde aparece como el portavoz de la corriente: «La música minimalista incluye toda la música que funcione a partir de materiales limitados o mínimos: obras que utilizan solamente algunas notas, solamente algunas palabras, o bien escritas para instrumentos muy limitados. Ello incluye un simple gruñido electrónico… grabaciones de ríos o cursos de agua… obras que evolucionan en ciclos sin fin.» El carácter pionero de sus iniciativas se refleja en la innovadora ‘La ópera de cuatro notas’ (1972). Soportada en Pirandello y limitada, como su propio título señala, a una estricta entidad musical, su vigencia y éxito es evidente pues aún suma adaptaciones y reposiciones en muchos países. Es el caso de otras obras de éxito como ‘Nine Bells’ (1979), hipnótica obra para nueve campanas, y ‘Rational Melodies’ (1982), conjunto de veintiuna melodías sistematizadas y escritas para cualquier instrumento melódico.Johnson llegó a París en los ochenta permaneciendo allí desde entonces junto a su esposa, la artista conceptual y precursora de la ‘performance’ Esther Ferrer . El catálogo crece con doce óperas y numerosas composiciones para muy diversas formaciones instrumentales. Destaca la ‘Riemannoper’ (1988) escenificada numerosas veces, o ‘Galileo’, una pieza de cuarenta minutos escrita para un instrumento oscilante en cinco péndulos, inventado por él mismo. Su composición más ambiciosa es el ‘Oratorio de Bonhoeffer’ (1996), para orquesta, coro y solistas, sobre texto en alemán del teólogo Dietrich Bonhoeffer , ejecutado en la Alemania nazi. No es menor la abundancia de otras creaciones cercanas a la radio y la reflexión teórica que bien puede ejemplificar ‘Self-Similar Melodies’ (Editions 75, 1996). Finalmente, tras veinticinco años de entrevistas y navegar por sus archivos, el musicólogo francés Gilbert Delor publicó ‘Tom Johnson ou la musique logique’ (L’Harmattan, París, 2021), resumen de un credo coherente, formalizado en el detalle y en una razón artística no exenta de una epicurea felicidad.
El compositor ha fallecido a los 86 años en París, donde residía desde la década de los ochenta
Uno de los cambios más relevantes que se operan en la vanguardia musical desde finales de la década de 1960 es la sustitución del pensamiento único, radical y autoproteccionista al que se habían inscrito jóvenes como Stockhausen, Boulez y Nono, por una reflexión abierta acerca de la música y de los sistemas de composición. Es en ese entorno en el que se educa Tom Johnson (Colorado, 18 de noviembre de 1939-París, 31 de diciembre de 2024), músico abierto a muy distintas motivaciones artísticas y cuya raíz también se asocia a la desprejuiciada perspectiva americana que asimila durante los años de formación con Morton Feldman y John Cage, amigos y buscadores de lo esencial.
Por delante quedan cinco décadas en las que Johnson se reconoce en distintos ámbitos desde las artes plásticas a lo verbal, siempre sobre principios sonoros. Y en todo momento afirmándose en estructuras minimalistas generadas sobre modelos matemáticos con el fin de reducir lo múltiple a principios de sencillez y apacibilidad, con el contenido melódico, armónico y rítmico determinado por reglas fijadas previamente. Con motivo de la exposición ‘Tom Johnson. Música ilustrada’ presentada en el Centro José Guerrero de Granada, en 2023, se destacaban estas ideas, resumidas por él mismo en la afirmación: «Quiero encontrar la música y no componerla».
Johnson fue el primer autor que habló de minimalismo musical, en 1972 en los artículos escritos para el tabloide neoyorquino ‘The Village Voice’ (Apollohuis, 1989) donde aparece como el portavoz de la corriente: «La música minimalista incluye toda la música que funcione a partir de materiales limitados o mínimos: obras que utilizan solamente algunas notas, solamente algunas palabras, o bien escritas para instrumentos muy limitados. Ello incluye un simple gruñido electrónico… grabaciones de ríos o cursos de agua… obras que evolucionan en ciclos sin fin.» El carácter pionero de sus iniciativas se refleja en la innovadora ‘La ópera de cuatro notas’ (1972). Soportada en Pirandello y limitada, como su propio título señala, a una estricta entidad musical, su vigencia y éxito es evidente pues aún suma adaptaciones y reposiciones en muchos países. Es el caso de otras obras de éxito como ‘Nine Bells’ (1979), hipnótica obra para nueve campanas, y ‘Rational Melodies’ (1982), conjunto de veintiuna melodías sistematizadas y escritas para cualquier instrumento melódico.
Johnson llegó a París en los ochenta permaneciendo allí desde entonces junto a su esposa, la artista conceptual y precursora de la ‘performance’ Esther Ferrer. El catálogo crece con doce óperas y numerosas composiciones para muy diversas formaciones instrumentales. Destaca la ‘Riemannoper’ (1988) escenificada numerosas veces, o ‘Galileo’, una pieza de cuarenta minutos escrita para un instrumento oscilante en cinco péndulos, inventado por él mismo. Su composición más ambiciosa es el ‘Oratorio de Bonhoeffer’ (1996), para orquesta, coro y solistas, sobre texto en alemán del teólogo Dietrich Bonhoeffer, ejecutado en la Alemania nazi. No es menor la abundancia de otras creaciones cercanas a la radio y la reflexión teórica que bien puede ejemplificar ‘Self-Similar Melodies’ (Editions 75, 1996). Finalmente, tras veinticinco años de entrevistas y navegar por sus archivos, el musicólogo francés Gilbert Delor publicó ‘Tom Johnson ou la musique logique’ (L’Harmattan, París, 2021), resumen de un credo coherente, formalizado en el detalle y en una razón artística no exenta de una epicurea felicidad.
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