A ritmo de ranchera. Así se lee Lupita quiere ser mariachi (Editorial Volteletras, 2024), un cuento cantado que la neuroeducadora Elvira Perejón (San Fernando, Cádiz, 37 años) acaba de publicar junto a su marido, el maestro y músico Juanfe Sempere (Cádiz, 37 años). Perejón y Sempere son padres de tres hijos y profesionales educativos con más de 13 años de experiencia en las aulas de Educación Infantil y Primaria. Actualmente, imparten formación y talleres destinados a familias y docentes a través del proyecto Educación incondicional. “Sus pilares son la música, los cuentos y el juego, cimentados en una crianza respetuosa y basados en los últimos avances en neurociencia”, explica Perejón. “Los cuentos cantados”, prosigue, “proporcionan múltiples beneficios: favorecen la lectura compartida en familia, estimulan el proceso lectoescritor, desarrollan la conciencia fonológica, amplían la sensibilidad auditiva, facilitan el aprendizaje de idiomas y mejoran tanto la concentración como las habilidades socioemocionales de niños y niñas”.
Después de muchos años de experiencia utilizando el cuento cantado como recurso para aprender a leer tanto en las aulas como en casa con sus propios hijos, además de componer canciones para relatos de otros autores, Perejón y Sempere han decidido dar el salto y publicar su propia obra. Con Lupita quiere ser mariachi estrenan una colección llamada Cantando por el mundo, que invita a los más pequeños a recorrer, a través de historias y canciones, países como Escocia, Italia, África o Brasil, entre otros: “Desde siempre, hemos compuesto y creado historias para nuestros hijos y alumnos”. “Conscientes de las carencias que, actualmente, tienen nuestros menores a nivel de estimulación y neurodesarrollo”, continúa Perejón, “en este primer cuento de Lupita hemos apostado por crear una historia sencilla, rica en folclore y fácil de entender por los más pequeños”.
“El proceso creativo no ha sido de un día para otro, porque la canción la compusimos cuando yo estaba embarazada de mi tercer hijo en 2021 y mis hijos mayores se la cantaban a su hermano directamente en la barriguita”, recuerda. Así que este es, según sostiene, un cuento para contar y cantar en familia adecuado desde el embarazo en adelante, “pues está creado para estimular los prerrequisitos del lenguaje desde la cuna”. Entre todas las ventajas que aportan los cuentos cantados a bebés y niños, a Perejón le resulta difícil destacar una por encima de otra: “Cuando se unen los beneficios de la música y los cuentos, las ventajas no se suman, sino que se multiplican, por eso son la pareja de baile perfecta”.
Existen evidencias, relata la experta, de que un temprano acercamiento a la música influye además en un neurodesarrollo saludable de los pequeños, así como en una evolución positiva en la adquisición de la lectoescritura y de la comprensión lectora. Además, cuando se cantan, según señala, pueden considerarse un gran recurso para la atención a la neurodiversidad: “La música como lenguaje universal llega donde las palabras no alcanzan, por tanto, es una forma que tienen los más pequeños y también mayores de poder comunicarse y expresar su mundo interior y emociones”.
Además, la neuroeducadora apunta que, recientemente, se han descubierto las llamadas “neuronas cantarinas”, un conjunto de neuronas situadas en el lóbulo temporal que solo se activan cuando cantamos y no cuando hablamos o escuchamos cantar. “Este hallazgo es importante porque hay personas con afasias —trastorno del lenguaje que se produce como consecuencia de una patología cerebral— o daños en esta zona que tienen limitaciones al hablar, pero, sin embargo, sí pueden cantar”, explica Perejón.
En este sentido, para los niños y niñas que presentan algún tipo de neurodivergencia (trastorno del espectro autista o trastornos por déficit de atención e hiperactividad, por ejemplo), los cuentos cantados pueden convertirse en una llave para poder expresarse a la vez que disfrutan, lo que también es importante según resalta la especialista: “Un cuento cantado es una herramienta muy potente para captar la atención de estos niños, para que bailen y se expresen a través del movimiento, de poder desarrollar otras aptitudes más allá de las musicales y, sobre todo, para estimularles desde la diversión, y no desde el tedio de muchas actividades que se les ofrece”.
Pero los cuentos cantados, recalca la misma experta, ayudan a todos los niños a entrenar funciones ejecutivas cerebrales, así como a desarrollar los prerrequisitos del lenguaje y la lectoescritura. En el caso concreto de Lupita quiere ser mariachi, su autora sostiene que al estar escrito en mayúsculas y rimado resulta muy adecuado también para aquellos niños que se están iniciando en la lectoescritura, porque el desarrollo de la conciencia fonológica es fundamental para conseguir aprender a leer y a escribir.
El cuento está acompañado con las ilustraciones de Sara Mateo e incluye animales propios de México escondidos entre sus páginas que los pequeños lectores cantarines podrán encontrar a lo largo de la historia y ampliar información sobre ellos al final del libro. “De esta forma se puede trabajar la atención, la concentración, la curiosidad y, por supuesto, la ampliación de vocabulario y habilidades de comunicación, así como aptitudes propiamente musicales porque se puede trabajar con la canción, las cualidades del sonido (intensidad, tono, timbre y duración)”, agrega Perejón.
Además de la narración cantada que puede descargarse mediante un código QR, el cuento incluye, para las familias más musicales, una partitura con figuras musicales y pautada por colores para poder interpretar el estribillo de la canción. Y para facilitar el acercamiento de los más pequeños al lenguaje musical, si todavía no se han iniciado en este campo, cada nota musical se identifica con un color (por ejemplo, “Do” con el color rojo o “Fa” en verde).
Para aquellos casos en los que los padres se muestren reticentes a la hora de recurrir a un cuento cantado por no saber afinar demasiado bien su voz, Perejón tranquiliza con sus consejos: “El canto es una habilidad que se puede entrenar como cualquier otra. Tiene mucho de componente innato al que solemos llamar talento, pero las aptitudes musicales se pueden entrenar y mejorar”. En este sentido, el libro incluye, al final, recomendaciones para usarlo como pautas para dramatizar y jugar con la voz o sugerencias para disfrutar de la música y la canción. Pero, lo más importante, apunta la experta, “es saber que los niños y niñas no son el jurado de un concurso de talentos”. “A los más pequeños, y sobre todo a los niños de 0 a 6 años a los que está dirigido, lo que les importa es la voz de quienes les cuidan, les arropan y les quieren de manera incondicional. A ellos no les importa cómo canta papá o mamá, ellos lo que quieren es que esa voz les haga jugar, divertirse y crear juntos la banda sonora de su infancia”. No es este, por tanto, un cuento muy adecuado para utilizar a la hora de dormir, advierte su autora, sino al contrario, “es un cuento para despertar o pasar la tarde, para contar y cantar fuerte, para bailar y disfrutarlo”.
La neuroeducadora Elvira Perejón explica que las historias cantadas son una potente herramienta para estimular la lectoescritura de los menores desde la diversión. Ella y su marido, el maestro y músico Juanfe Sempere, publican ‘Lupita quiere ser mariachi’, un libro con ritmo para disfrutar en familia
A ritmo de ranchera. Así se lee Lupita quiere ser mariachi (Editorial Volteletras, 2024), un cuento cantado que la neuroeducadora Elvira Perejón (San Fernando, Cádiz, 37 años) acaba de publicar junto a su marido, el maestro y músico Juanfe Sempere (Cádiz, 37 años). Perejón y Sempere son padres de tres hijos y profesionales educativos con más de 13 años de experiencia en las aulas de Educación Infantil y Primaria. Actualmente, imparten formación y talleres destinados a familias y docentes a través del proyecto Educación incondicional. “Sus pilares son la música, los cuentos y el juego, cimentados en una crianza respetuosa y basados en los últimos avances en neurociencia”, explica Perejón. “Los cuentos cantados”, prosigue, “proporcionan múltiples beneficios: favorecen la lectura compartida en familia, estimulan el proceso lectoescritor, desarrollan la conciencia fonológica, amplían la sensibilidad auditiva, facilitan el aprendizaje de idiomas y mejoran tanto la concentración como las habilidades socioemocionales de niños y niñas”.
Después de muchos años de experiencia utilizando el cuento cantado como recurso para aprender a leer tanto en las aulas como en casa con sus propios hijos, además de componer canciones para relatos de otros autores, Perejón y Sempere han decidido dar el salto y publicar su propia obra. Con Lupita quiere ser mariachi estrenan una colección llamada Cantando por el mundo, que invita a los más pequeños a recorrer, a través de historias y canciones, países como Escocia, Italia, África o Brasil, entre otros: “Desde siempre, hemos compuesto y creado historias para nuestros hijos y alumnos”. “Conscientes de las carencias que, actualmente, tienen nuestros menores a nivel de estimulación y neurodesarrollo”, continúa Perejón, “en este primer cuento de Lupita hemos apostado por crear una historia sencilla, rica en folclore y fácil de entender por los más pequeños”.
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“El proceso creativo no ha sido de un día para otro, porque la canción la compusimos cuando yo estaba embarazada de mi tercer hijo en 2021 y mis hijos mayores se la cantaban a su hermano directamente en la barriguita”, recuerda. Así que este es, según sostiene, un cuento para contar y cantar en familia adecuado desde el embarazo en adelante, “pues está creado para estimular los prerrequisitos del lenguaje desde la cuna”. Entre todas las ventajas que aportan los cuentos cantados a bebés y niños, a Perejón le resulta difícil destacar una por encima de otra: “Cuando se unen los beneficios de la música y los cuentos, las ventajas no se suman, sino que se multiplican, por eso son la pareja de baile perfecta”.
Existen evidencias, relata la experta, de que un temprano acercamiento a la música influye además en un neurodesarrollo saludable de los pequeños, así como en una evolución positiva en la adquisición de la lectoescritura y de la comprensión lectora. Además, cuando se cantan, según señala, pueden considerarse un gran recurso para la atención a la neurodiversidad: “La música como lenguaje universal llega donde las palabras no alcanzan, por tanto, es una forma que tienen los más pequeños y también mayores de poder comunicarse y expresar su mundo interior y emociones”.
Además, la neuroeducadora apunta que, recientemente, se han descubierto las llamadas “neuronas cantarinas”, un conjunto de neuronas situadas en el lóbulo temporal que solo se activan cuando cantamos y no cuando hablamos o escuchamos cantar. “Este hallazgo es importante porque hay personas con afasias —trastorno del lenguaje que se produce como consecuencia de una patología cerebral— o daños en esta zona que tienen limitaciones al hablar, pero, sin embargo, sí pueden cantar”, explica Perejón.
En este sentido, para los niños y niñas que presentan algún tipo de neurodivergencia (trastorno del espectro autista o trastornos por déficit de atención e hiperactividad, por ejemplo), los cuentos cantados pueden convertirse en una llave para poder expresarse a la vez que disfrutan, lo que también es importante según resalta la especialista: “Un cuento cantado es una herramienta muy potente para captar la atención de estos niños, para que bailen y se expresen a través del movimiento, de poder desarrollar otras aptitudes más allá de las musicales y, sobre todo, para estimularles desde la diversión, y no desde el tedio de muchas actividades que se les ofrece”.
Pero los cuentos cantados, recalca la misma experta, ayudan a todos los niños a entrenar funciones ejecutivas cerebrales, así como a desarrollar los prerrequisitos del lenguaje y la lectoescritura. En el caso concreto de Lupita quiere ser mariachi, su autora sostiene que al estar escrito en mayúsculas y rimado resulta muy adecuado también para aquellos niños que se están iniciando en la lectoescritura, porque el desarrollo de la conciencia fonológica es fundamental para conseguir aprender a leer y a escribir.
El cuento está acompañado con las ilustraciones de Sara Mateo e incluye animales propios de México escondidos entre sus páginas que los pequeños lectores cantarines podrán encontrar a lo largo de la historia y ampliar información sobre ellos al final del libro. “De esta forma se puede trabajar la atención, la concentración, la curiosidad y, por supuesto, la ampliación de vocabulario y habilidades de comunicación, así como aptitudes propiamente musicales porque se puede trabajar con la canción, las cualidades del sonido (intensidad, tono, timbre y duración)”, agrega Perejón.
Además de la narración cantada que puede descargarse mediante un código QR, el cuento incluye, para las familias más musicales, una partitura con figuras musicales y pautada por colores para poder interpretar el estribillo de la canción. Y para facilitar el acercamiento de los más pequeños al lenguaje musical, si todavía no se han iniciado en este campo, cada nota musical se identifica con un color (por ejemplo, “Do” con el color rojo o “Fa” en verde).
Para aquellos casos en los que los padres se muestren reticentes a la hora de recurrir a un cuento cantado por no saber afinar demasiado bien su voz, Perejón tranquiliza con sus consejos: “El canto es una habilidad que se puede entrenar como cualquier otra. Tiene mucho de componente innato al que solemos llamar talento, pero las aptitudes musicales se pueden entrenar y mejorar”. En este sentido, el libro incluye, al final, recomendaciones para usarlo como pautas para dramatizar y jugar con la voz o sugerencias para disfrutar de la música y la canción. Pero, lo más importante, apunta la experta, “es saber que los niños y niñas no son el jurado de un concurso de talentos”. “A los más pequeños, y sobre todo a los niños de 0 a 6 años a los que está dirigido, lo que les importa es la voz de quienes les cuidan, les arropan y les quieren de manera incondicional. A ellos no les importa cómo canta papá o mamá, ellos lo que quieren es que esa voz les haga jugar, divertirse y crear juntos la banda sonora de su infancia”. No es este, por tanto, un cuento muy adecuado para utilizar a la hora de dormir, advierte su autora, sino al contrario, “es un cuento para despertar o pasar la tarde, para contar y cantar fuerte, para bailar y disfrutarlo”.
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