Nadie hablará de Ernest Urtasun cuando hayamos muerto y se arrastre nuestro último toro, pero todos recordarán a Curro Romero, aunque el ministro de la Descolonización lo tachara de una lista como ese otro antitaurino –de cuyo nombre no quiero acordarme– que emborronaba carteles de la Feria de Abril mientras se zampaba un chuletón en un mesón de Sevilla. Hay que ser mansamente torpe para llegar a la ciudad de la torería, esconderse en un burladero y vetar a las gentes del toro, a gentes que se visten por los pies, mientras el portavoz de Sumar se enfanga en el albero de la censura.Atrás queda la entrega de las Medallas de Bellas Artes como celebración de cultura, libertad y educación, valores que ni están ni se esperan en un Urtasun que negó el aplauso a El Juli , último premio Nacional de Tauromaquia. El sectarismo del Ministerio de Cultura se alarga como la sombra de Islero, pero repartiendo cornadas de complejos. Tan caprichoso como innecesario el agravio cometido por el aspirante al premio Banderillas Negras de la temporada (y no me vengan los previsibles con sermones de racismo). Un bochornoso escándalo en una Sevilla que cada mañana se ajusta la montera. Señor ministro, no hay brindis más autoritario que reescribir el guion de una tradición hermanada a nuestra identidad cultural. Con su caprichosa cancelación no solo reniega del toreo, sino también del patrimonio cultural, que es su competencia. ¿Desde cuándo un político decide o no qué es cultura? Cultura es lo que dice el pueblo. Y el pueblo español, el pueblo hispalense, el pueblo de la Franja aragonesa para arriba o para abajo, tiene herrada la bravura en su piel de toro, que, aunque no le guste al político catalán de la ‘pluralidad’, también es la suya. Los toros incomodan a este Gobierno: por eso quieren censurarlos; por eso hay que defenderlos. Son la única verdad que detiene el tiempo mortal en la era de los bulos destemplados. Negar que el toreo es arte no es cuestión de progresía, sino de miopía histórica. ¡Ay, a Morante (de La Puebla del Río) le va a explicar usted qué es o no arte y a Chaves Nogales la trascendencia de Belmonte!Urtasun no molesta a los taurinos, ofende a la Historia con su manipulación y su desplante de incultura. Ya verán cuando se entere de que algún premiado es asiduo a los tendidos y que hasta había un cineasta con Concha de Oro por un documental sobre la máxima figura, Roca Rey, que por cierto es peruana y vive en Sevilla. Nadie hablará de Ernest Urtasun cuando hayamos muerto y se arrastre nuestro último toro, pero todos recordarán a Curro Romero, aunque el ministro de la Descolonización lo tachara de una lista como ese otro antitaurino –de cuyo nombre no quiero acordarme– que emborronaba carteles de la Feria de Abril mientras se zampaba un chuletón en un mesón de Sevilla. Hay que ser mansamente torpe para llegar a la ciudad de la torería, esconderse en un burladero y vetar a las gentes del toro, a gentes que se visten por los pies, mientras el portavoz de Sumar se enfanga en el albero de la censura.Atrás queda la entrega de las Medallas de Bellas Artes como celebración de cultura, libertad y educación, valores que ni están ni se esperan en un Urtasun que negó el aplauso a El Juli , último premio Nacional de Tauromaquia. El sectarismo del Ministerio de Cultura se alarga como la sombra de Islero, pero repartiendo cornadas de complejos. Tan caprichoso como innecesario el agravio cometido por el aspirante al premio Banderillas Negras de la temporada (y no me vengan los previsibles con sermones de racismo). Un bochornoso escándalo en una Sevilla que cada mañana se ajusta la montera. Señor ministro, no hay brindis más autoritario que reescribir el guion de una tradición hermanada a nuestra identidad cultural. Con su caprichosa cancelación no solo reniega del toreo, sino también del patrimonio cultural, que es su competencia. ¿Desde cuándo un político decide o no qué es cultura? Cultura es lo que dice el pueblo. Y el pueblo español, el pueblo hispalense, el pueblo de la Franja aragonesa para arriba o para abajo, tiene herrada la bravura en su piel de toro, que, aunque no le guste al político catalán de la ‘pluralidad’, también es la suya. Los toros incomodan a este Gobierno: por eso quieren censurarlos; por eso hay que defenderlos. Son la única verdad que detiene el tiempo mortal en la era de los bulos destemplados. Negar que el toreo es arte no es cuestión de progresía, sino de miopía histórica. ¡Ay, a Morante (de La Puebla del Río) le va a explicar usted qué es o no arte y a Chaves Nogales la trascendencia de Belmonte!Urtasun no molesta a los taurinos, ofende a la Historia con su manipulación y su desplante de incultura. Ya verán cuando se entere de que algún premiado es asiduo a los tendidos y que hasta había un cineasta con Concha de Oro por un documental sobre la máxima figura, Roca Rey, que por cierto es peruana y vive en Sevilla.
LA HORA DE LA VERDAD
Los toros incomodan a este Gobierno: por eso quieren censurarlos; por eso hay que defenderlos. Negar que el toreo es arte no es cuestión de progresía, sino de miopía histórica
Nadie hablará de Ernest Urtasun cuando hayamos muerto y se arrastre nuestro último toro, pero todos recordarán a Curro Romero, aunque el ministro de la Descolonización lo tachara de una lista como ese otro antitaurino –de cuyo nombre no quiero acordarme– que emborronaba carteles …
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