La actriz se mete en la piel de Blanche Dubois en una nueva versión de ‘Un tranvía llamado deseo’ que se estrena en Avilés antes de su llegada al Teatro Español Leer La actriz se mete en la piel de Blanche Dubois en una nueva versión de ‘Un tranvía llamado deseo’ que se estrena en Avilés antes de su llegada al Teatro Español Leer
La compañía Animalario estrenó en 2009 un montaje de ‘Tito Andrónico’ en el que la habitual profusión de sangre de la tragedia ‘shakesperiana’ venía con un plus de hemorragia. Nathalie Poza (Madrid, 1972), que en la función hacía de Tamora, empapada de toda aquella violencia, entró un día en crisis y se fue al director Andrés Lima con un fuego en el cuerpo: «Si no solucionamos el mundo, todo lo que está pasando, ¿qué podemos hacer?». Lima le respondió: «Teatro, Nathalie, teatro». Que era una forma, según ella, de decirle: «Ponte a ensayar».
Poza se acuerda de aquel momento ahora que anda metida en la piel de Blanche DuBois en un nuevo montaje de ‘Un tranvía llamado dese’o que se estrena este viernes en el Teatro Palacio Valdés de Avilés. El espectáculo, dirigido por David Serrano, llegará al Teatro Español en julio, con un reparto en el que también figuran Pablo Derqui como Kowalski y María Vázquez como Stella. La obra, popularizada por la adaptación cinematográfica que hizo Elia Kazan con Marlon Brando y Vivien Leigh, está considerada una de las cimas del teatro de Tennessee Williams (1911-1983) y sigue la historia de Blanche, una antigua belleza sureña que abandona Mississippi para instalarse con su hermana Stella y el marido de ésta, Stanley Kowalski, en el pequeño apartamento de ambos en Nueva Orleans.
«Es una obra que habla de la muerte de la poesía, de que adolecemos de compasión», resume Poza. Blanche es, según ella, un ser marginado de la sociedad, y Williams, como «poeta del corazón humano» trascendió «sus propios miedos, sus propias adicciones y su propia fragilidad escribiendo con esa valentía y, precisamente, con una compasión profunda por el ser humano, dando voz a quien no la tiene».
Sostiene Poza que la frase más bonita de la historia del teatro es de Blanche: «Confío en la amabilidad de los extraños». Lo triste, suspira, es «ver que no nos entendemos, que no nos vemos y que no nos reconocemos los unos a los otros». Ese extrañamiento del otro queda patente en la volcánica relación entre Kowalski, un rudo obrero de origen polaco, y Blanche, incapaz de aceptar que sus días de gloria quedaron atrás.
«Desgraciadamente, no hemos evolucionado tanto como sociedad como para pensar que la obra se queda atrás», denuncia la actriz. «Cada día que la exploro -y llevo ya muchos meses leyéndola- en los ensayos descubro algo nuevo detrás de cada frase, cada pausa, cada palabra. Es tremendamente actual». En primer lugar, por la situación de Kowalski, «que plantea el enfrentamiento del capitalismo frente a una sociedad que desaparece», reflexiona Poza. En aquel momento resultaba «más prometedor que ahora, que vemos lo que está ocurriendo», lo que hace que «resuene más potente que nunca lo que dice este hombre: un inmigrante que reivindica su derecho a ser americano y a salir adelante».
Pero, como señala la doble ganadora del Goya (en 2017 por ‘No sé decir adiós’ y en 2021 por ‘La boda de Rosa’) el teatro de Williams es tan completo y complejo que todos los personajes ejercen fuerzas de atracción y de repulsión sobre el espectador. Así se puede ver con el tema de la violencia, «una violencia machista brutal» que las mujeres siguen sufriendo, lamenta Poza. «La historia de la humanidad se sostiene sobre el silenciamiento de la mujer», sentencia. «Eso está en Milton, en Shakespeare, en las tragedias griegas, está en todo. También en Tennessee Williams. Blanche y Stella son dos mujeres que no pueden vivir independientemente de la figura masculina. ¿Ha evolucionado eso? Según dónde. Para mí, que soy una mujer independiente, occidental, europea, blanca… Pero es un asunto para tener un debate largo y muy interesante».
En aquella época, recuerda la intérprete, estas mujeres «no tenían muchas salidas si no estaban incorporadas a lo que es la familia», así que la obra se plantea «cómo sobreviven si no tienen el sostén de la figura patriarcal».
Blanche, cuando aparece en Nueva Orleans, «viene huyendo de una sociedad muy clasista, decrépita, absolutamente decadente, y no se puede adaptar a otra sociedad que no conoce», relata. «Es alguien que no pertenece a este nuevo mundo que se está planteando».
Blanche es una mujer «educada para gustar, para complacer, para fascinar y desgraciadamente sabe que el paso del tiempo y el que la juventud se vaya por el desagüe no le va a permitir seguir sobreviviendo desde ese canon», añade la encargada de darle vida sobre las tablas. «Ella misma lo reconoce: Me estoy apagando porque no sé si voy a poder ocultar el truco por más tiempo». Es decir, que también se habla de una imposibilidad de la mujer en determinados momentos de la historia y de la sociedad, «en los que no sabe exactamente cómo puede salir adelante».
Esta encrucijada es otro elemento que dota de actualidad la representación. «No me gusta llamar a Blanche personaje, porque le quiero quitar esa cosa de locura», dice su voz y su rostro en escena. «Se estigmatiza mucho a la mujer fracturada y es muy fácil decir: es que está loca».
Poza señala que, por este motivo, las obras de Williams -ahí está ‘La gata sobre el tejado de zinc caliente’- son «tan claustrofóbicas». Porque los personajes, «especialmente las mujeres, se sienten atrapados en espacios en los que no pueden salir o no saben salir».
Todo esto lleva a la pregunta del principio en ‘Tito Andrónico’. «Hace nada hice un recital poético para ayudar a la causa palestina con una poeta de allí. Lo hice porque me parece que es preciso crear nuevas comunidades donde exista esa humanidad compartida y, como dice Blanche, necesitamos amabilidad, más que nunca».
Por eso es tan importante la respuesta de Lima. «En el teatro no hay nada material, porque se unen las personas desde su alma y su corazón, se ponen al servicio de estar juntos. Eso es imbatible», medita la actriz. «Lo que pasa es que eso arruina cualquier posibilidad de manipulación de los poderes. Está clarísimo y es lo que se está intentando hacer ahora. No sé qué pasará dentro de un tiempo, pero si seguimos asomándonos al mundo digital y a las redes sociales como si fueran lo único que nos comunica, lo habrán conseguido». Frente a ello, aboga por «confiar en la amabilidad los extraños que se sientan en un patio de butacas, entre los cuales me encuentro».
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