“Hoy en No es el fin del mundo vamos a hablar sobre si volvemos a una nueva época de imperialismos…”, dice ante el micrófono Fernando Arancón, director del medio de análisis de asuntos internacionales El Orden Mundial. Detrás de él, un enorme mapamundi, el campo de juego sobre el que deliberan, a su alrededor, sus compañeros de podcast, todos entre los 28 y los 32 años (aunque a Arancón, por su voz grave, suelen echarle más). “Es un fregao de tema”, añade.
El programa realizado por los analistas de El Orden Mundial ha ganado un premio Ondas por acercar la geopolítica y los asuntos internacionales de manera amena, pero profunda y rigurosa
“Hoy en No es el fin del mundo vamos a hablar sobre si volvemos a una nueva época de imperialismos…”, dice ante el micrófono Fernando Arancón, director del medio de análisis de asuntos internacionales El Orden Mundial. Detrás de él, un enorme mapamundi, el campo de juego sobre el que deliberan, a su alrededor, sus compañeros de podcast, todos entre los 28 y los 32 años (aunque a Arancón, por su voz grave, suelen echarle más). “Es un fregao de tema”, añade.
Durante la próxima hora y media analizarán las diferencias entre el imperialismo clásico y el imperialismo, digamos, liberal (más abstracto, basado en instituciones internacionales y soft power), debatirán sobre el concepto de hegemonía, pondrán sobre la mesa libros de Noam Chomsky y Henry Kissinger (curiosa mezcla) y hasta harán referencia a esos oyentes que les cuentan cosas de sus recién nacidos (algunos bebés ya son socios del proyecto, como el padre que saca al neonato el carnet de su equipo de fútbol).
Con No es el fin del mundo, acaban de ser distinguidos como Mejor Podcast Conversacional en los IV Premios Ondas Globales del Podcast, entre otros variopintos galardonados como Sastre&Maldonado, Te busco, Mar de rabia, Jordi Wild, Laura Escanes o Clara Tiscar. Su virtud: divulgar la geopolítica y los asuntos internacionales con rigor, serenidad y cercanía. Y algo de humor.
Un híbrido entre periódico y ‘think tank’
El Orden Mundial es un híbrido entre un periódico y un think tank. Mezclan el lenguaje sencillo del primero con la profundidad analítica del segundo, en la estela de The Economist o Le Monde Diplomatique, aunque sin seguir sus líneas editoriales. Por cierto, citan mucho la serie El ala oeste de la Casa Blanca. “Somos políticos, claro, porque hablamos de política, pero apartidistas y no polarizantes. Y estamos comprometidos con los Derechos Humanos”, explica el codirector Eduardo Saldaña (apodado Saldañamus, por sus capacidades proféticas). Generaron algo de fricción, por ejemplo, cuando denunciaron la violación en la soberanía tanto de Ucrania, por Putin, como de Palestina, por Netanyahu. “Eso rompió el marco ideológico de algunos oyentes”, añade el codirector.

Observan las turbulencias en el orbe terrestre desde esta pequeña oficina cerca del río Manzanares, Madrid, en un barrio tradicionalmente obrero e industrial que se va convirtiendo en zona residencial de clase media. Ahí está la redacción, llena de redactores y grafistas, 14 personas en total, algunas de las cuales ya van sacando sus tuppers del almuerzo. Y, al fondo, el pequeño estudio de grabación, apañado en el lugar donde antes había una cocina.
Al hilo de las revueltas árabes, la crisis de Grecia, el inicio del conflicto de Ucrania, El Orden Mundial comenzó como un proyecto amateur. “Los medios, por la crisis, habían recortado en información internacional, que es muy cara, y había una demanda del contexto de la noticia. Ahí empezamos a explicarlo”, dice Arancón. Pero el amateurismo se acabó convirtiendo en un trabajo a tiempo completo con un ingreso neto de cero euros. Vaya, por amor al arte. Había que ponerse en serio o abandonar. Eligieron profesionalizarse en 2017, cuando, tras un crowfunding, recaudaron 40.000 euros. En 2023, después de otros productos sonoros que tuvieron desigual fortuna, comienzan con No es el fin del mundo. En el logotipo, un inquietante meteorito sobrevuela el planeta Tierra. “Todo el mundo nos pregunta si va a estallar la Tercera Guerra Mundial”, bromea el codirector Blas Moreno.

¿Entonces no se acaba el mundo? “A la gente le da ansiedad ver las noticias, piensa que todo va a ir fatal… tiene miedo porque no entiende. Nosotros no tratamos de dar un giro optimista, que también, pero creemos que si conoces las cosas puedes tener una relación más sana con ellas”, explica Arancón. “Un intercambio de misiles entre Irán e Israel es preocupante y puede escalar hacia algo chungo, pero si entiendes lo que está pasando eres capaz de digerir mejor la información”, añade. Eso sí, a este proyecto le suele ir mejor cuando el río está revuelto. Su gran despegue ha sucedido en los últimos años, relacionado con una serie de hitos no demasiado halagüeños: la pandemia, la guerra de Ucrania, la matanza de Gaza o segundo advenimiento de Donald Trump. O sea, cuando parece que sí es el fin del mundo.
Provienen, con cierto orgullo, de las primeras promociones de la carrera de Relaciones Internacionales que hubo en la universidad pública y, curiosamente, ninguno tenía una especial vocación por lo internacional, ni le venía de familia. “No éramos hijos de diplomáticos, éramos friquis de lo internacional”, bromean. Simplemente surgió el amor. En sus podcasts analizan los asuntos de actualidad, pero también se dedican a profundizar en la historia de algunos países (por ejemplo, el episodio Italia, ¿la eterna potencia media?), a diseccionar a personajes (En la mente de Marine Le Pen) o a estudiar otros fenómenos de interés (El auge de las iglesias evangélicas). El formato podcast es propicio para tratar reposadamente temas en los que la rabiosa actualidad, cada vez más rabiosa, no puede detenerse.

En ocasiones la geopolítica parece alejada del ciudadano de a pie: hay pocas oportunidades de participar, no tiene mucho sentido movilizarse, se presenta inmanejable, como un designio de los dioses. Y lo que pasa ahí arriba parece suceder inspirado por misiones históricas, delirios imperiales, cuestiones ideológicas y no por el bienestar de la ciudadanía. “Es cierto que los hombres fuertes que ahora surgen parecen moverse por lógicas de hace mil años, pero no ocurre lo mismo en el caso de un país democrático normal”, tranquiliza Moreno. Aquí defienden que los asuntos internacionales nos incumben, nos afectan, y mucho. Por ejemplo, en el consumo: “Como ciudadanos responsables nos interesa saber de dónde vienen las cosas que consumimos y en qué condiciones se producen. Para eso es necesaria una perspectiva internacional”.
“Muchas veces los fenómenos internacionales se hacen también desde abajo, no solo desde las grandes potencias. Nos parece interesante ver esos diferentes niveles”, dice la redactora y tertuliana Alba Leiva, quien también señala la importancia de una visión global en asuntos como la transición energética. Así se fijan en la historia, en el turismo o en la cultura y el consumo, como hacían en un podcast anterior, Geopolítica pop. Ahí analizaron la geopolítica de Barbie, del rap, de los museos o de los superhéroes. Una línea que luego integraron en el programa Geópolisde RTVE. Además, tienen una sección en el programa de Julia Otero en Onda Cero.
El mundo no se acaba, pues, y no se acaban los temas. Al contrario. “Más bien el problema es cómo encajar la cantidad de temas que tenemos. En cada episodio salen ideas para otros… ¡Está pendiente el episodio del zoroastrismo!”, concluye, al final de la grabación, Alba Leiva.
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