Lo confieso, no puedo dejar de pensar en Noelia Núñez y en los amantes de la kiss cam del concierto de Coldplay. Son tres personajes infinitos, arquetipos de la vida moderna. Del caso Noelia me alucina que las ideas que aparecían en su cabeza y que no tenían relación con el exterior (sus tres carreras eran tres mentiras) llegaran a consolidar además su propia biología, en el sentido de que estaban destinadas a crecer. Por eso, aunque no era politóloga ni abogada ni filóloga, las consecuencias de sus títulos y de sus esfuerzos ficticios no podían dejar de dar frutos. Y acabó por convertirse en profesora de Ciencias Políticas, por pura coherencia narrativa. No es que mintiera, es que no podía dejar de hacerlo.
Su conducta política es tan despreciable como narrativamente fascinante. Su caso me recuerda a muchos otros políticos y poderosos, como el emérito rey Juan Carlos, que nunca pensó que estuviera cometiendo delitos. En realidad, en la cabeza de Juancar, él no estaba robando sino reinando. Pienso en Noelia, pienso en Juancar, pienso en Ábalos, en Koldo y en Cerdán; pienso también en Cristóbal Montoro y no dejo de preguntarme qué demonios tienen en común. Solía pensar que el poder y la política es lo que los reúne, hasta que conocí a los amantes de la kiss cam, una pareja tan llena de matices y literatura como los mismísimos Daisy Buchanan y Jay Gatsby.
Ellos, igual que Noelia Núñez, vivieron buena parte de su historia de amor en sus cabezas. Por eso es tan absolutamente fascinante la pillada en el concierto de Coldplay, porque los dos amantes están allí, a la vista de todos, pero al mismo tiempo habitan únicamente en sus cabezas. Algo en su mente les hizo percibir la multitud como un lugar de refugio y privacidad. ¿Pero desde cuándo los amantes se ocultan donde más gente puede verlos? Podría parecer que la kiss cam robó privacidad a esta pareja, que ya no se puede engañar con la complicidad analógica de otros tiempos. Pero yo creo que el salto no es tecnológico sino neurológico. ¿Es que no sabían que existen los hoteles? ¿O la más cívica discreción? Lo que pasa es que estos dos amantes decidieron en su cabeza que las leyes de la fidelidad eran para los otros (para sus parejas, seguramente). La mayoría nos escondemos para engañar, pero ellos no. Los amantes de la kiss cam exhibieron su amor; porque los cuernos se ocultan pero los romances se celebran. Y ellos, en su imaginación, vivían un inocuo romance.
Noelia y los amantes de la kiss cam no son casos aislados. Todos alimentamos ideas que crecen en nuestra imaginación hasta devorarnos sin que la realidad pueda salvarnos de ellas. Nuestra mente nos exige de pronto que nuestro currículo crezca, o nuestros amantes, nuestra cuenta corriente o el contorno de nuestros labios. Habitamos una mente hambrienta que en ocasiones llega a devorarnos, como a Noelia o a los amantes. ¿Y de qué se alimenta ese lado oscuro de la imaginación? Juraría que de lo peor de nosotros: un cóctel de ambición, tristeza y cortisol. Por eso tenemos que descansar; yo tengo que hacerlo, ustedes también (en la medida en que cada uno pueda), o caeremos en el síndrome de Noelia. Me voy unas semanas a no pensar, por pura precaución. Y les deseo lo mismo para este verano. Nos leemos en septiembre.
Lo confieso, no puedo dejar de pensar en Noelia Núñez y en los amantes de la kiss cam del concierto de Coldplay. Son tres personajes infinitos, arquetipos de la vida moderna. Del caso Noelia me alucina que las ideas que aparecían en su cabeza y que no tenían relación con el exterior (sus tres carreras eran tres mentiras) llegaran a consolidar además su propia biología, en el sentido de que estaban destinadas a crecer. Por eso, aunque no era politóloga ni abogada ni filóloga, las consecuencias de sus títulos y de sus esfuerzos ficticios no podían dejar de dar frutos. Y acabó por convertirse en profesora de Ciencias Políticas, por pura coherencia narrativa. No es que mintiera, es que no podía dejar de hacerlo. Su conducta política es tan despreciable como narrativamente fascinante. Su caso me recuerda a muchos otros políticos y poderosos, como el emérito rey Juan Carlos, que nunca pensó que estuviera cometiendo delitos. En realidad, en la cabeza de Juancar, él no estaba robando sino reinando. Pienso en Noelia, pienso en Juancar, pienso en Ábalos, en Koldo y en Cerdán; pienso también en Cristóbal Montoro y no dejo de preguntarme qué demonios tienen en común. Solía pensar que el poder y la política es lo que los reúne, hasta que conocí a los amantes de la kiss cam, una pareja tan llena de matices y literatura como los mismísimos Daisy Buchanan y Jay Gatsby.Ellos, igual que Noelia Núñez, vivieron buena parte de su historia de amor en sus cabezas. Por eso es tan absolutamente fascinante la pillada en el concierto de Coldplay, porque los dos amantes están allí, a la vista de todos, pero al mismo tiempo habitan únicamente en sus cabezas. Algo en su mente les hizo percibir la multitud como un lugar de refugio y privacidad. ¿Pero desde cuándo los amantes se ocultan donde más gente puede verlos? Podría parecer que la kiss cam robó privacidad a esta pareja, que ya no se puede engañar con la complicidad analógica de otros tiempos. Pero yo creo que el salto no es tecnológico sino neurológico. ¿Es que no sabían que existen los hoteles? ¿O la más cívica discreción? Lo que pasa es que estos dos amantes decidieron en su cabeza que las leyes de la fidelidad eran para los otros (para sus parejas, seguramente). La mayoría nos escondemos para engañar, pero ellos no. Los amantes de la kiss cam exhibieron su amor; porque los cuernos se ocultan pero los romances se celebran. Y ellos, en su imaginación, vivían un inocuo romance. Noelia y los amantes de la kiss cam no son casos aislados. Todos alimentamos ideas que crecen en nuestra imaginación hasta devorarnos sin que la realidad pueda salvarnos de ellas. Nuestra mente nos exige de pronto que nuestro currículo crezca, o nuestros amantes, nuestra cuenta corriente o el contorno de nuestros labios. Habitamos una mente hambrienta que en ocasiones llega a devorarnos, como a Noelia o a los amantes. ¿Y de qué se alimenta ese lado oscuro de la imaginación? Juraría que de lo peor de nosotros: un cóctel de ambición, tristeza y cortisol. Por eso tenemos que descansar; yo tengo que hacerlo, ustedes también (en la medida en que cada uno pueda), o caeremos en el síndrome de Noelia. Me voy unas semanas a no pensar, por pura precaución. Y les deseo lo mismo para este verano. Nos leemos en septiembre. Seguir leyendo
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La exdiputada del PP y la pareja de Coldplay quisieron ocultarse a vista de todo el mundo. Y a todos nos pueden devorar nuestras historias


Lo confieso, no puedo dejar de pensar en Noelia Núñez y en los amantes de la kiss cam del concierto de Coldplay. Son tres personajes infinitos, arquetipos de la vida moderna. Del caso Noelia me alucina que las ideas que aparecían en su cabeza y que no tenían relación con el exterior (sus tres carreras eran tres mentiras) llegaran a consolidar además su propia biología, en el sentido de que estaban destinadas a crecer. Por eso, aunque no era politóloga ni abogada ni filóloga, las consecuencias de sus títulos y de sus esfuerzos ficticios no podían dejar de dar frutos. Y acabó por convertirse en profesora de Ciencias Políticas, por pura coherencia narrativa. No es que mintiera, es que no podía dejar de hacerlo.
Su conducta política es tan despreciable como narrativamente fascinante. Su caso me recuerda a muchos otros políticos y poderosos, como el emérito rey Juan Carlos, que nunca pensó que estuviera cometiendo delitos. En realidad, en la cabeza de Juancar, él no estaba robando sino reinando. Pienso en Noelia, pienso en Juancar, pienso en Ábalos, en Koldo y en Cerdán; pienso también en Cristóbal Montoro y no dejo de preguntarme qué demonios tienen en común. Solía pensar que el poder y la política es lo que los reúne, hasta que conocí a los amantes de la kiss cam, una pareja tan llena de matices y literatura como los mismísimos Daisy Buchanan y Jay Gatsby.
Ellos, igual que Noelia Núñez, vivieron buena parte de su historia de amor en sus cabezas. Por eso es tan absolutamente fascinante la pillada en el concierto de Coldplay, porque los dos amantes están allí, a la vista de todos, pero al mismo tiempo habitan únicamente en sus cabezas. Algo en su mente les hizo percibir la multitud como un lugar de refugio y privacidad. ¿Pero desde cuándo los amantes se ocultan donde más gente puede verlos? Podría parecer que la kiss cam robó privacidad a esta pareja, que ya no se puede engañar con la complicidad analógica de otros tiempos. Pero yo creo que el salto no es tecnológico sino neurológico. ¿Es que no sabían que existen los hoteles? ¿O la más cívica discreción? Lo que pasa es que estos dos amantes decidieron en su cabeza que las leyes de la fidelidad eran para los otros (para sus parejas, seguramente). La mayoría nos escondemos para engañar, pero ellos no. Los amantes de la kiss cam exhibieron su amor; porque los cuernos se ocultan pero los romances se celebran. Y ellos, en su imaginación, vivían un inocuo romance.
Noelia y los amantes de la kiss cam no son casos aislados. Todos alimentamos ideas que crecen en nuestra imaginación hasta devorarnos sin que la realidad pueda salvarnos de ellas. Nuestra mente nos exige de pronto que nuestro currículo crezca, o nuestros amantes, nuestra cuenta corriente o el contorno de nuestros labios. Habitamos una mente hambrienta que en ocasiones llega a devorarnos, como a Noelia o a los amantes. ¿Y de qué se alimenta ese lado oscuro de la imaginación? Juraría que de lo peor de nosotros: un cóctel de ambición, tristeza y cortisol. Por eso tenemos que descansar; yo tengo que hacerlo, ustedes también (en la medida en que cada uno pueda), o caeremos en el síndrome de Noelia. Me voy unas semanas a no pensar, por pura precaución. Y les deseo lo mismo para este verano. Nos leemos en septiembre.
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Sobre la firma

Es periodista y escritora. Ha trabajado en ‘El Mundo’, ‘Marie Clarie’ y el grupo Mediaset. Ha publicado ‘Cosas que brillan cuando están rotas’ (Círculo de Tiza), ‘La mejor madre del mundo’ y ‘El último hombre blanco’ (Literatura Random House). Con ‘Los borrachos de mi vida’ ganó el Premio de Narrativa de Caja Madrid en 2007.
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