No llevamos muchos minutos de entrevista cuando Marc Gili comenta: «En aquella época salíamos todos los días llorando del estudio… ¿No te acuerdas?». Belly Hernández, sentada a su lado, reacciona al instante: «¡Claro que me acuerdo!». Hemos quedado en la cafetería del Teatro Pavón, en el madrileño barrio de Lavapiés. Antes de sentarnos los tres, confieso que no tenía ni idea de que ya no son pareja sentimental, que me he enterado mientras preparaba el cuestionario. Preguntó si tienen algún problema en hablar sobre cómo esa ruptura afectó a Dorian . «Ninguno, puedes hablar de lo que quieras con toda tranquilidad», responde Gili. En ese momento empieza a llover y el compositor principal del grupo desaparece. Ha cruzado la calle y entrado en Liquidator Music, una tienda de discos especializada en la música de los años 60 y 70, sobre todo, jamaicana. A los cinco minutos regresa con un álbum de Aretha Franklin que contiene los primeros éxitos de la reina del soul: ‘I Surrender, Dear’, ‘Rough Lover’… Parece contento. Gili y Hernández se conocieron hace veinte años en Barcelona y comenzaron a salir, poco antes de convertirse en uno de los referentes del ‘indie’ español y latinoamericano. Él pegaba carteles por la calle para una inmobiliaria «que odiaba» y ella era traductora. Bart Sanz, el bajista, instalaba sistemas de seguridad en el Corte Inglés. Todos ellos coincidían en el Nitsa, el club que centralizó la explosión de la electrónica y el pop independiente de la Ciudad Condal a finales de los 90. Por allí andaban también los miembros de Sidonie y Love Of Lesbian .Noticia Relacionada estandar Si Raimundo Amador: «Antes de morir, Camarón me dijo que quería hacer un disco más arriesgado que ‘La leyenda del tiempo’» Israel Viana El músico sevillano es uno de los cabezas de cartel de Flamenco On Fire, el festival de Pamplona que esta edición estará también en Tudela y VianaEn 2004 decidieron montar un grupo que mezclara la ‘new wave’ de los 80 con toda esa música. Se llamaron Dorian por la novela de Oscar Wilde, ‘El retrato de Dorian Gray’, y reclutaron a su primer batería, Jordi Gorro, planchista de Citroën, que luego fue sustituido por Lisandro Montes. Siempre tuvieron claro que no iba a ser un ‘hobby’, querían dedicarse a ello a tiempo completo y, desde entonces, no han tenido un plan b. «Estamos orgullosos de cómo hemos llevado nuestra carrera más allá de las modas y las depresiones comerciales de la industria en estos veinte años, que se dice pronto. Y de haber mantenido la amistad, porque ha habido muchas tensiones que casi acaban con todo, pero hemos aprendido a querernos y a pedir perdón», reconoce Gili. El saltoEn estas dos décadas han publicado nueve discos. El décimo, ‘Futuros imposibles’, ve la luz el viernes con colaboraciones de Viva Suecia , Él Mató a un Policía Motorizado y Daniela Spalla. También inician gira por España. «Para mí este álbum tiene parentesco con ‘La ciudad subterránea’ (2009) y ‘Justicia universal’ (2018), como si los tres formaran una trilogía que recupera el sonido clásico de Dorian, con esa mezcla de sintetizadores y guitarras que te llevan de la melancolía a las pistas de baile», explica Gili, compositor principal del grupo. Todo cambió en 2007, cuando publicaron su segundo disco: ‘El futuro no es de nadie’. Hernández recuerda cómo, por arte de magia, empezaron a llenar salas de mil personas y la gente les pedía ‘merchandising’ y autógrafos. El culpable fue ‘A cualquier otra parte’, un tema que, nada más salir a la calle, empezó a sonar en los bares y en la radio «sin meter dinero ni cosas raras». También les abrió las puertas de Latinoamérica, donde hoy cuentan con más seguidores que en España y llenan recintos enormes, gracias igualmente a ‘La tormenta de arena’, un tema que se ha convertido en un himno con más de 105 millones de reproducciones en Spotify.Las cosas iban bien y hasta rechazaron ofertas de varias multinacionales. «Las estudiamos, pero nunca nos encajaron. Nos pusieron cantidades de dinero muy abultadas sobre la mesa, pero Belly las analizó en el tiempo y cómo pensaban recuperarlas con las ventas. Ya no cuadró tanto. Nos dimos cuenta de que nos estaban proponiendo un régimen de esclavitud», asevera Gili. «Además, los contratos eran muy negativos. Todas las cláusulas eran ‘por si pasa esto, por si pasa lo otro, por si…’», añade Belly. «Tampoco nos ofrecían nada que no pudiéramos conseguir solos –insiste el cantante–. A lo largo de los años, Dorian ha creado una estructura internacional desde la independencia y ya tenemos una pata en Estados Unidos, México, Colombia, Perú, Chile, Argentina, Uruguay… Tienen que ofrecernos algo muy fuerte para que renunciemos a eso». En 2022, sin embargo, la vida de ambos sufrió una sacudida cuando pusieron fin a su relación de dos décadas, alrededor de la cuál habían construido Dorian. Más allá de las cuestiones personales, aquello colocó a la banda en una encrucijada que nunca habían vivido. «Para nosotros el grupo es como haber tenido un hijo, algo que está por encima de nosotros y a lo que no íbamos a renunciar a pesar de nuestra ruptura. Ni siquiera recuerdo que tuviéramos esa conversación, Marc», apunta la teclista y arreglista dirigiéndose a su compañero. «Fue muy duro»«Bueno, sí hubo un momento de alto voltaje, de mucha tensión –interrumpe él–, en la composición de ‘Ritual’, un álbum que empezamos a grabar como pareja y lo terminamos separados. No tuvo nada que ver el Covid ni terceras personas. Trabajamos en él mientras atravesábamos el duelo. Y, efectivamente, salíamos llorando del estudio de grabación para, en vez de ir a nuestra casa juntos, marcharnos cada uno por su lado. Fue muy duro».La escena resulta llamativa e insistimos en la idea de cómo se prepara uno para una ruptura y sigue yendo a componer un disco con su expareja, al mismo tiempo que deja la casa que han compartido juntos. «A ver… fue una catástrofe. La tensión se podía cortar con el cuchillo. No podíamos hablar de ello, como hemos hecho en algunas canciones de ‘Futuros imposibles’. ¿Cómo íbamos a hacerlo si estaba pasando? Luego tuvimos la suerte de que se abrió el confinamiento en Estados Unidos y nuestra banda mexicana hermana, Zoé, nos llevó de gira por allí. Aquello nos dio la vida y vimos lo que nos perderíamos si Dorian se acababa por culpa de la ruptura. Esa gira fue providencial», recuerda el cantante. Durante esa época, además, investigó acerca de otras bandas en la historia del rock y del pop que dos de sus miembros fueran pareja y se divorciaran. Pensó en Sonic Youth . «¡Anda, no había caído en lo que les pasó a Kim Gordon y Thurston Moore, que nunca volvieron!», se sorprende Hernández. «A mí eso me acojonó –añade Gili–, pero luego descubrí que Blondie y Fleetwood Mac superaron sus respectivas rupturas e hicieron después sus mejores álbumes, como ‘Tango in the Night’. ¡Vaya discazo!». ¿Y una vez superado el duelo? «Empezamos a hacer las canciones de ‘Futuros Imposibles’ este verano y me di cuenta de que Belly era la persona del mundo con la que más disfruto haciendo música», suelta. «Eso no cambiará nunca», subraya Hernández. No llevamos muchos minutos de entrevista cuando Marc Gili comenta: «En aquella época salíamos todos los días llorando del estudio… ¿No te acuerdas?». Belly Hernández, sentada a su lado, reacciona al instante: «¡Claro que me acuerdo!». Hemos quedado en la cafetería del Teatro Pavón, en el madrileño barrio de Lavapiés. Antes de sentarnos los tres, confieso que no tenía ni idea de que ya no son pareja sentimental, que me he enterado mientras preparaba el cuestionario. Preguntó si tienen algún problema en hablar sobre cómo esa ruptura afectó a Dorian . «Ninguno, puedes hablar de lo que quieras con toda tranquilidad», responde Gili. En ese momento empieza a llover y el compositor principal del grupo desaparece. Ha cruzado la calle y entrado en Liquidator Music, una tienda de discos especializada en la música de los años 60 y 70, sobre todo, jamaicana. A los cinco minutos regresa con un álbum de Aretha Franklin que contiene los primeros éxitos de la reina del soul: ‘I Surrender, Dear’, ‘Rough Lover’… Parece contento. Gili y Hernández se conocieron hace veinte años en Barcelona y comenzaron a salir, poco antes de convertirse en uno de los referentes del ‘indie’ español y latinoamericano. Él pegaba carteles por la calle para una inmobiliaria «que odiaba» y ella era traductora. Bart Sanz, el bajista, instalaba sistemas de seguridad en el Corte Inglés. Todos ellos coincidían en el Nitsa, el club que centralizó la explosión de la electrónica y el pop independiente de la Ciudad Condal a finales de los 90. Por allí andaban también los miembros de Sidonie y Love Of Lesbian .Noticia Relacionada estandar Si Raimundo Amador: «Antes de morir, Camarón me dijo que quería hacer un disco más arriesgado que ‘La leyenda del tiempo’» Israel Viana El músico sevillano es uno de los cabezas de cartel de Flamenco On Fire, el festival de Pamplona que esta edición estará también en Tudela y VianaEn 2004 decidieron montar un grupo que mezclara la ‘new wave’ de los 80 con toda esa música. Se llamaron Dorian por la novela de Oscar Wilde, ‘El retrato de Dorian Gray’, y reclutaron a su primer batería, Jordi Gorro, planchista de Citroën, que luego fue sustituido por Lisandro Montes. Siempre tuvieron claro que no iba a ser un ‘hobby’, querían dedicarse a ello a tiempo completo y, desde entonces, no han tenido un plan b. «Estamos orgullosos de cómo hemos llevado nuestra carrera más allá de las modas y las depresiones comerciales de la industria en estos veinte años, que se dice pronto. Y de haber mantenido la amistad, porque ha habido muchas tensiones que casi acaban con todo, pero hemos aprendido a querernos y a pedir perdón», reconoce Gili. El saltoEn estas dos décadas han publicado nueve discos. El décimo, ‘Futuros imposibles’, ve la luz el viernes con colaboraciones de Viva Suecia , Él Mató a un Policía Motorizado y Daniela Spalla. También inician gira por España. «Para mí este álbum tiene parentesco con ‘La ciudad subterránea’ (2009) y ‘Justicia universal’ (2018), como si los tres formaran una trilogía que recupera el sonido clásico de Dorian, con esa mezcla de sintetizadores y guitarras que te llevan de la melancolía a las pistas de baile», explica Gili, compositor principal del grupo. Todo cambió en 2007, cuando publicaron su segundo disco: ‘El futuro no es de nadie’. Hernández recuerda cómo, por arte de magia, empezaron a llenar salas de mil personas y la gente les pedía ‘merchandising’ y autógrafos. El culpable fue ‘A cualquier otra parte’, un tema que, nada más salir a la calle, empezó a sonar en los bares y en la radio «sin meter dinero ni cosas raras». También les abrió las puertas de Latinoamérica, donde hoy cuentan con más seguidores que en España y llenan recintos enormes, gracias igualmente a ‘La tormenta de arena’, un tema que se ha convertido en un himno con más de 105 millones de reproducciones en Spotify.Las cosas iban bien y hasta rechazaron ofertas de varias multinacionales. «Las estudiamos, pero nunca nos encajaron. Nos pusieron cantidades de dinero muy abultadas sobre la mesa, pero Belly las analizó en el tiempo y cómo pensaban recuperarlas con las ventas. Ya no cuadró tanto. Nos dimos cuenta de que nos estaban proponiendo un régimen de esclavitud», asevera Gili. «Además, los contratos eran muy negativos. Todas las cláusulas eran ‘por si pasa esto, por si pasa lo otro, por si…’», añade Belly. «Tampoco nos ofrecían nada que no pudiéramos conseguir solos –insiste el cantante–. A lo largo de los años, Dorian ha creado una estructura internacional desde la independencia y ya tenemos una pata en Estados Unidos, México, Colombia, Perú, Chile, Argentina, Uruguay… Tienen que ofrecernos algo muy fuerte para que renunciemos a eso». En 2022, sin embargo, la vida de ambos sufrió una sacudida cuando pusieron fin a su relación de dos décadas, alrededor de la cuál habían construido Dorian. Más allá de las cuestiones personales, aquello colocó a la banda en una encrucijada que nunca habían vivido. «Para nosotros el grupo es como haber tenido un hijo, algo que está por encima de nosotros y a lo que no íbamos a renunciar a pesar de nuestra ruptura. Ni siquiera recuerdo que tuviéramos esa conversación, Marc», apunta la teclista y arreglista dirigiéndose a su compañero. «Fue muy duro»«Bueno, sí hubo un momento de alto voltaje, de mucha tensión –interrumpe él–, en la composición de ‘Ritual’, un álbum que empezamos a grabar como pareja y lo terminamos separados. No tuvo nada que ver el Covid ni terceras personas. Trabajamos en él mientras atravesábamos el duelo. Y, efectivamente, salíamos llorando del estudio de grabación para, en vez de ir a nuestra casa juntos, marcharnos cada uno por su lado. Fue muy duro».La escena resulta llamativa e insistimos en la idea de cómo se prepara uno para una ruptura y sigue yendo a componer un disco con su expareja, al mismo tiempo que deja la casa que han compartido juntos. «A ver… fue una catástrofe. La tensión se podía cortar con el cuchillo. No podíamos hablar de ello, como hemos hecho en algunas canciones de ‘Futuros imposibles’. ¿Cómo íbamos a hacerlo si estaba pasando? Luego tuvimos la suerte de que se abrió el confinamiento en Estados Unidos y nuestra banda mexicana hermana, Zoé, nos llevó de gira por allí. Aquello nos dio la vida y vimos lo que nos perderíamos si Dorian se acababa por culpa de la ruptura. Esa gira fue providencial», recuerda el cantante. Durante esa época, además, investigó acerca de otras bandas en la historia del rock y del pop que dos de sus miembros fueran pareja y se divorciaran. Pensó en Sonic Youth . «¡Anda, no había caído en lo que les pasó a Kim Gordon y Thurston Moore, que nunca volvieron!», se sorprende Hernández. «A mí eso me acojonó –añade Gili–, pero luego descubrí que Blondie y Fleetwood Mac superaron sus respectivas rupturas e hicieron después sus mejores álbumes, como ‘Tango in the Night’. ¡Vaya discazo!». ¿Y una vez superado el duelo? «Empezamos a hacer las canciones de ‘Futuros Imposibles’ este verano y me di cuenta de que Belly era la persona del mundo con la que más disfruto haciendo música», suelta. «Eso no cambiará nunca», subraya Hernández.
La banda pública ‘Futuros imposibles’, su décimo disco, en el que hablan sin tapujos sobre la crisis que atravesaron en su anterior trabajo
Marc Gili y Belly Hernández, en el Teatro Pavón de Madrid José Ramón Ladra
No llevamos muchos minutos de entrevista cuando Marc Gili comenta: «En aquella época salíamos todos los días llorando del estudio… ¿No te acuerdas?». Belly Hernández, sentada a su lado, reacciona al instante: «¡Claro que me acuerdo!». Hemos quedado en la cafetería del Teatro Pavón, en …
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