Aquel ‘malestar cultural’ que Freud diagnosticara en 1930 continúa afectándonos un siglo después, en un mundo en el que la pulsión de muerte parece haberse viralizado. Si el psicoanalista habló del «sentimiento oceánico» como una sensación de ser uno con «el mundo externo como un todo» en el que hay un resto de conciencia infantil o rastro de lo indiferenciado, el océano, para una creadora como Grada Kilomba (Lisboa, 1968), es el espacio geo-bio-político de conflictos y sufrimientos que van desde el esclavismo y el colonialismo hasta las migraciones que convierten ese ámbito de diversas ‘navegaciones’ en inmenso cementerio.Noticias relacionadas estandar Si El Pompidou cerrará durante cinco años y habrá un relevo histórico al frente de dos grandes museos Natividad Pulido estandar Si El Reina Sofía dice que las peticiones del Tribunal de Cuentas están «subsanadas» ABCLa pregunta que plantea –¿qué nos diría mañana el fondo del océano si hoy se vaciara de agua?– sirve como dispositivo de ‘fluidificación’ de las narrativas, pero sobre todo impulsa a poner el cuerpo para que las historia puedan ser contadas de otras maneras.En el MNCARS, visionamos el esfuerzo por conseguir, a la manera del filósofo Austin, generar enunciados performativos que vayan más allá de la retórica de las consignas. Kilomba teatraliza esquemáticamente ciertos sedimentos mitológicos, o monta una coreografía –un tanto patética– de la condición pretendidamente ‘oracular’ de una venus negra en la vídeo-instalación que ha producido con la colaboración de este museo y de la Staatliche Kunsthalle de Baden-Baden . Lo que tendría que adquirir el tono de un lamento o trabajo del duelo deriva hacia una morosidad un tanto grandilocuente que avanza hacia los ojos aburridos del espectador.Montañas de aburrimiento. De arriba abajo, ‘Words of illusions’; ‘Table of Goods’; y otra de las piezas de ‘Opera to a Black Venus’, de Gtada Kilomba Grada Kilomba Las instalaciones de esta portuguesa afincada en Berlín son menos interesantes todavía que los vídeos. De la experiencia de ‘bucear bajo las olas’ rescata maderas quemadas con textos que aluden al naufragio. ‘Compressed Time’ (2024), según declara, invita a «contemplar la intersección de las injusticias del pasado y las posibilidades del futuro». Tal vez yo sea demasiado obtuso para descifrar tales reflexiones en configuraciones artísticas tremendamente obvias, aunque también puede ser que no se encuentre ninguna intensidad crítica o estética, por ejemplo, en su simplón ‘laberinto’ de telas negras o en la instalación ‘Table of Goods’ (2017), una montaña de tierra con azúcar, café, cacao y chocolate, con unas velas completando un bodrio que pretende funcionar como memoria «de la hipnótica explotación cíclica».A ‘Word of Illusions’ (2017-19) es, en mi opinión, su vídeo-instalación más interesante, que afronta el reto de revisar los mitos de Narciso y Eco, de Edipo y Antígona, que pone, respectivamente, en relación con las políticas de distorsión e invisibilidad, la violencia y el genocidio, el recuerdo y el duelo. La hermosa voz de esta artista sostiene unos ‘poemas escenificados’ en los que menciona los fantasmas del pasado, sin derivar hacia el pantano nostálgico prototípico de la globalización. Se ha calificado la estética de Kilomba como «minimalismo postcolonial», si bien no plantea una ‘reducción fenomenológica’ y su actitud es decididamente anticanónica. Intenta escapar del mantra de ‘lo que ves es lo que ves’, narrando los procesos de ‘sujeción’ que han impedido que los otros tengan agencia. Grada Kilomba ‘Opera to a Black Venus. ¿Qué nos diría mañana el fondo del océano si hoy se vaciara de agua?’. Museo Reina Sofía. Madrid. C/ Santa Isabel, 52. Comisario: Manuel Borja-Villel. Hasta el 31 de marzo. Una estrella.La intencionalidad crítico-política de esta creadora y su tonalidad poética podría sintetizarse en un momento de su revisión de los mitos en el que dos mujeres danzan exultantes de alegría y reparan las heridas sufridas en un abrazo fraterno. Gestos mínimos para grandes intenciones que intentan evitar el naufragio. Aquel ‘malestar cultural’ que Freud diagnosticara en 1930 continúa afectándonos un siglo después, en un mundo en el que la pulsión de muerte parece haberse viralizado. Si el psicoanalista habló del «sentimiento oceánico» como una sensación de ser uno con «el mundo externo como un todo» en el que hay un resto de conciencia infantil o rastro de lo indiferenciado, el océano, para una creadora como Grada Kilomba (Lisboa, 1968), es el espacio geo-bio-político de conflictos y sufrimientos que van desde el esclavismo y el colonialismo hasta las migraciones que convierten ese ámbito de diversas ‘navegaciones’ en inmenso cementerio.Noticias relacionadas estandar Si El Pompidou cerrará durante cinco años y habrá un relevo histórico al frente de dos grandes museos Natividad Pulido estandar Si El Reina Sofía dice que las peticiones del Tribunal de Cuentas están «subsanadas» ABCLa pregunta que plantea –¿qué nos diría mañana el fondo del océano si hoy se vaciara de agua?– sirve como dispositivo de ‘fluidificación’ de las narrativas, pero sobre todo impulsa a poner el cuerpo para que las historia puedan ser contadas de otras maneras.En el MNCARS, visionamos el esfuerzo por conseguir, a la manera del filósofo Austin, generar enunciados performativos que vayan más allá de la retórica de las consignas. Kilomba teatraliza esquemáticamente ciertos sedimentos mitológicos, o monta una coreografía –un tanto patética– de la condición pretendidamente ‘oracular’ de una venus negra en la vídeo-instalación que ha producido con la colaboración de este museo y de la Staatliche Kunsthalle de Baden-Baden . Lo que tendría que adquirir el tono de un lamento o trabajo del duelo deriva hacia una morosidad un tanto grandilocuente que avanza hacia los ojos aburridos del espectador.Montañas de aburrimiento. De arriba abajo, ‘Words of illusions’; ‘Table of Goods’; y otra de las piezas de ‘Opera to a Black Venus’, de Gtada Kilomba Grada Kilomba Las instalaciones de esta portuguesa afincada en Berlín son menos interesantes todavía que los vídeos. De la experiencia de ‘bucear bajo las olas’ rescata maderas quemadas con textos que aluden al naufragio. ‘Compressed Time’ (2024), según declara, invita a «contemplar la intersección de las injusticias del pasado y las posibilidades del futuro». Tal vez yo sea demasiado obtuso para descifrar tales reflexiones en configuraciones artísticas tremendamente obvias, aunque también puede ser que no se encuentre ninguna intensidad crítica o estética, por ejemplo, en su simplón ‘laberinto’ de telas negras o en la instalación ‘Table of Goods’ (2017), una montaña de tierra con azúcar, café, cacao y chocolate, con unas velas completando un bodrio que pretende funcionar como memoria «de la hipnótica explotación cíclica».A ‘Word of Illusions’ (2017-19) es, en mi opinión, su vídeo-instalación más interesante, que afronta el reto de revisar los mitos de Narciso y Eco, de Edipo y Antígona, que pone, respectivamente, en relación con las políticas de distorsión e invisibilidad, la violencia y el genocidio, el recuerdo y el duelo. La hermosa voz de esta artista sostiene unos ‘poemas escenificados’ en los que menciona los fantasmas del pasado, sin derivar hacia el pantano nostálgico prototípico de la globalización. Se ha calificado la estética de Kilomba como «minimalismo postcolonial», si bien no plantea una ‘reducción fenomenológica’ y su actitud es decididamente anticanónica. Intenta escapar del mantra de ‘lo que ves es lo que ves’, narrando los procesos de ‘sujeción’ que han impedido que los otros tengan agencia. Grada Kilomba ‘Opera to a Black Venus. ¿Qué nos diría mañana el fondo del océano si hoy se vaciara de agua?’. Museo Reina Sofía. Madrid. C/ Santa Isabel, 52. Comisario: Manuel Borja-Villel. Hasta el 31 de marzo. Una estrella.La intencionalidad crítico-política de esta creadora y su tonalidad poética podría sintetizarse en un momento de su revisión de los mitos en el que dos mujeres danzan exultantes de alegría y reparan las heridas sufridas en un abrazo fraterno. Gestos mínimos para grandes intenciones que intentan evitar el naufragio.
Crítica de:
Madrid
La crítica postcolonial –grandilocuente y vacía– de la creadora portuguesa hace aguas por todos lados en las salas del MNCARS
Aquel ‘malestar cultural’ que Freud diagnosticara en 1930 continúa afectándonos un siglo después, en un mundo en el que la pulsión de muerte parece haberse viralizado. Si el psicoanalista habló del «sentimiento oceánico» como una sensación de ser uno con «el mundo externo …
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