La han llamado de todo: caja tonta, 625 líneas, electrodoméstico… pero finalmente se ha impuesto a todo y a todos. Hablamos de la televisión, naturalmente, un aparato que ya resulta indispensable y no se puede concebir la vida cotidiana de la ciudadanía sin él. ¿Hay algo más verosímil que contemplar los desmanes israelíes en Gaza mientras tomamos la sopa de fideos?, ¿o escuchar a Cuca Gamarra hablar de la corrupción del Gobierno de Sánchez desde su puesto de secretaria general del PP? Conviene recordar que al partido de Gamarra en 2024 le quedaban al menos 30 sumarios con la instrucción finalizada en los casos Gürtel, Lezo, Púnica, Erial, Taula, Tandem y otros con varias decenas de exdirigentes populares procesados. Como filmó Claude Sautet y cantó Carlos Vives son “las cosas de la vida”. Claro que si se prefiere citar a un poeta y político español del XIX, el tiempo en el que más o menos vive Gamarra, siempre está a mano Ramón de Campoamor y su “Y es que en el mundo traidor / nada hay verdad ni mentira: / todo es según el color / del cristal con que se mira”. Y no hay duda de que el susodicho miró por varios cristales, pues durante el periodo de la Restauración salió elegido diputado 10 veces por distritos de siete provincias diferentes. Las ventajas del eclecticismo.
La televisión ya resulta indispensable y no se puede concebir la vida cotidiana de la ciudadanía sin ella
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La televisión ya resulta indispensable y no se puede concebir la vida cotidiana de la ciudadanía sin ella
La han llamado de todo: caja tonta, 625 líneas, electrodoméstico… pero finalmente se ha impuesto a todo y a todos. Hablamos de la televisión, naturalmente, un aparato que ya resulta indispensable y no se puede concebir la vida cotidiana de la ciudadanía sin él. ¿Hay algo más verosímil que contemplar los desmanes israelíes en Gaza mientras tomamos la sopa de fideos?, ¿o escuchar a Cuca Gamarra hablar de la corrupción del Gobierno de Sánchez desde su puesto de secretaria general del PP? Conviene recordar que al partido de Gamarra en 2024 le quedaban al menos 30 sumarios con la instrucción finalizada en los casos Gürtel, Lezo, Púnica, Erial, Taula, Tandem y otros con varias decenas de exdirigentes populares procesados. Como filmó Claude Sautet y cantó Carlos Vives son “las cosas de la vida”. Claro que si se prefiere citar a un poeta y político español del XIX, el tiempo en el que más o menos vive Gamarra, siempre está a mano Ramón de Campoamor y su “Y es que en el mundo traidor / nada hay verdad ni mentira: / todo es según el color / del cristal con que se mira”. Y no hay duda de que el susodicho miró por varios cristales, pues durante el periodo de la Restauración salió elegido diputado 10 veces por distritos de siete provincias diferentes. Las ventajas del eclecticismo.
Y algo así ocurre en la trama de la entretenida Palomas Negras, que en su primera temporada en Netflix nos narra la historia de una perfecta ama de casa, interpretada por la estupenda Keira Knightley, casada con el Secretario de Estado de Defensa del Gobierno británico que, por supuesto, ignora que su dulce mujer tiene un amante y es una consolidada espía de una organización privada, las Palomas Negras, cuyo principal objetivo es vender informaciones confidenciales del Gobierno al mejor postor. La organización está encabezada por el personaje que interpreta una excelente Sarah Lancashire, la protagonista de la añorada Happy Valley, quien no duda en enviar al asesino a sueldo al que da vida Ben Whishaw para proteger a la protagonista que, presumiblemente, corre peligro de muerte tras el asesinato de su amante. Whishaw declaró en su día sobre su papel en la serie: “Supongo que me gustó que fuera un tío guay que se gana la vida matando gente”. No se tenía constancia de su condición ficticia como asesino profesional, aunque sí de gay en Un escándalo muy inglés.
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