Herrado a fuego con la N, el círculo y la corona, ‘Dolores Aguirre, pasión por el toro’ vio la luz el pasado fin de semana en los cines del Palacio de Hielo, en un estreno que despertó gran expectación al reclamo de una ganadera de leyenda. No era ciencia ficción, era un documental tallado en la verdad de Dehesa de Frías , donde pastan los de Dolores, donde la llamada dama de hierro del campo bravo encontró el latido de su vida. Las imágenes rebosaban la emoción de aquellos que quisieron y admiraron a la ganadera bilbaína; el canto épico de los que se pusieron delante de sus toros, de los que sintieron el ardor de sus pitones y las complicaciones de su casta. Un largo aplauso estalló en los extensos créditos de una película dirigida por José Pardo Ventura. Sonrisas y lágrimas de nostalgia al compás de las palmas. El propio miedo despertaba de su letargo en toreros como José Antonio Campuzano, que la quería «como a una madre»; El Califa, en ese recuerdo de la Puerta Grande, en esa faena en el nombre del padre; Damián Castaño, que firmó bajo la tormenta y sobre el barrizal una heroica tarde en Vista Alegre; Cayetano, que conoció de cerca a Dolores en sus estancias en Dehesa de Frías. Precisamente su abuelo, Antonio Ordóñez, puso la semilla para que doña Dolores adquiriese la ganadería que pasta en Constantina, esa sangre Atanasio que tanto gustaba a las figuras de antaño. Posteriormente, adquiriría dos sementales de Conde de la Corte, los famosos Tamaric y Alí. Arquitecta de su bravuraEn medio de esta epopeya palpita ‘Palabra de ganadera’, el libro de Eneko Andueza, un político por cierto decisivo para la abstención del PSOE en la ILP antitaurina. Si en sus páginas late el corazón indómito de Dolores Aguirre, la mujer que decía lo que sentía, que no tenía pelos en la lengua aunque escociese la verdad, en el documental ese latido incluso se acrecienta con poderosas imágenes, con el verbo de quienes más la conocieron. Y algo queda claro: Dolores no era una mera espectadora, era la arquitecta de la bravura que buscaba, de la integridad que abanderaba y por la que no le temblaba el pulso ni para mandar de guardián de la caza a su viejo mayoral después de que arreglase un pitón a un toro –cuando la ganadera se enteró, se llevó a su casa al animal y no permitió que se lidiara– o cuando le engatusaron con carnales pecados para arreglar una corrida. Noticia Relacionada estandar No Damián Castaño matará en solitario la corrida de Dolores en la feria de 3 puyazos ABC El Club Taurino 3 Puyazos ha presentado los carteles de la Feria del AficionadoDolores no pasaba ni una. En su casa había una norma que se cumplía a rajatabla: no se tocaba un pitón. Y esa sigue siendo la ley de su heredera, Isabel Lipperheide. «Intento seguir los pasos de mi madre; y ahí voy, tirando», dijo la ganadera. Reconoció que la ganadería le genera «muchos dolores de cabeza» y que mantendrá su línea de lidiar cuatro o cinco corridas y una o dos novilladas. Se emocionó al sentir de nuevo la palabra de su madre en la gran pantalla: «Parece que estaba aquí con nosotros al escucharla hablar. A mi madre no le costaba nada hablar; a mí, sí. Ella era como aparece en la entrevista, decía lo que pensaba y no le importaba nada si quedaba bien o mal». Sentir y decir, sin medias tintas. Dos orejas del tirónCada testimonio sangra verdad mientras se teje un tapiz de memoria contra el olvido, una obra de arte de un apasionante mundo que Pardo e ImpulsaTV esperan que llegue lejos. Sin concesiones a lo banal, revela la esencia de quien cría el toro bravo. Para Matías González, el presidente de Vista Alegre, es «de dos orejas del tirón». De puerta grande en Madrid y Bilbao, donde Lipperheide se emociona aún al recordar la vuelta de su divisa después de dos décadas, con un sentido discurso de Andueza en el apartado. «En un momento bastante delicado de la plaza de Bilbao, hizo que se pusiera en el centro otra vez el toro. Mostró cuál era el toro de Bilbao, le dio su sitio al verdadero protagonista de las Corridas Generales», comentó en el posterior coloquio el político vasco. «Como una madre fue Dolores» para Campuzano. «Lo que hizo fue una obra. Lo que ella compró era muy bueno, pero le faltaba fuerza, transmisión. Consiguió que respetásemos al toro y en Andalucía nos sentimos muy orgullosos de tener una ganadería de tanto prestigio». Y se refirió al «fabuloso binomio entre Dolores y Federico, un hombre muy positivo, que estaba detrás, sabiendo de lo que hablaba. «Y ahora –continuó– Isabel y Jorge hacen una pareja fabulosa en los tentaderos; me quito el sombrero ante ellos». «¡Un abrazo al cielo!», exclamó en un emotivo brindis.Eran las cinco…Eran las cinco de la tarde, las lorquianas cinco, cuando Gonzalo Gómez Guadalupe, con los ojos nublados en su rememoranza la amiga y ganadera –«ejemplo de integridad»–, conoció la muerte de Dolores Aguirre. «Fue la escena más emotiva, la de mayor magia, con Gonzalo en el ruedo mientras parecía recitar los versos de García Lorca». Sonaba la Séptima de Beethoven y el eco de Dolores: «¡En mi casa no se toca un toro!». Una palabra de ganadera que no apaga ni la muerte. La pasión por el toro no es un fin, sino el principio de todas las glorias. Herrado a fuego con la N, el círculo y la corona, ‘Dolores Aguirre, pasión por el toro’ vio la luz el pasado fin de semana en los cines del Palacio de Hielo, en un estreno que despertó gran expectación al reclamo de una ganadera de leyenda. No era ciencia ficción, era un documental tallado en la verdad de Dehesa de Frías , donde pastan los de Dolores, donde la llamada dama de hierro del campo bravo encontró el latido de su vida. Las imágenes rebosaban la emoción de aquellos que quisieron y admiraron a la ganadera bilbaína; el canto épico de los que se pusieron delante de sus toros, de los que sintieron el ardor de sus pitones y las complicaciones de su casta. Un largo aplauso estalló en los extensos créditos de una película dirigida por José Pardo Ventura. Sonrisas y lágrimas de nostalgia al compás de las palmas. El propio miedo despertaba de su letargo en toreros como José Antonio Campuzano, que la quería «como a una madre»; El Califa, en ese recuerdo de la Puerta Grande, en esa faena en el nombre del padre; Damián Castaño, que firmó bajo la tormenta y sobre el barrizal una heroica tarde en Vista Alegre; Cayetano, que conoció de cerca a Dolores en sus estancias en Dehesa de Frías. Precisamente su abuelo, Antonio Ordóñez, puso la semilla para que doña Dolores adquiriese la ganadería que pasta en Constantina, esa sangre Atanasio que tanto gustaba a las figuras de antaño. Posteriormente, adquiriría dos sementales de Conde de la Corte, los famosos Tamaric y Alí. Arquitecta de su bravuraEn medio de esta epopeya palpita ‘Palabra de ganadera’, el libro de Eneko Andueza, un político por cierto decisivo para la abstención del PSOE en la ILP antitaurina. Si en sus páginas late el corazón indómito de Dolores Aguirre, la mujer que decía lo que sentía, que no tenía pelos en la lengua aunque escociese la verdad, en el documental ese latido incluso se acrecienta con poderosas imágenes, con el verbo de quienes más la conocieron. Y algo queda claro: Dolores no era una mera espectadora, era la arquitecta de la bravura que buscaba, de la integridad que abanderaba y por la que no le temblaba el pulso ni para mandar de guardián de la caza a su viejo mayoral después de que arreglase un pitón a un toro –cuando la ganadera se enteró, se llevó a su casa al animal y no permitió que se lidiara– o cuando le engatusaron con carnales pecados para arreglar una corrida. Noticia Relacionada estandar No Damián Castaño matará en solitario la corrida de Dolores en la feria de 3 puyazos ABC El Club Taurino 3 Puyazos ha presentado los carteles de la Feria del AficionadoDolores no pasaba ni una. En su casa había una norma que se cumplía a rajatabla: no se tocaba un pitón. Y esa sigue siendo la ley de su heredera, Isabel Lipperheide. «Intento seguir los pasos de mi madre; y ahí voy, tirando», dijo la ganadera. Reconoció que la ganadería le genera «muchos dolores de cabeza» y que mantendrá su línea de lidiar cuatro o cinco corridas y una o dos novilladas. Se emocionó al sentir de nuevo la palabra de su madre en la gran pantalla: «Parece que estaba aquí con nosotros al escucharla hablar. A mi madre no le costaba nada hablar; a mí, sí. Ella era como aparece en la entrevista, decía lo que pensaba y no le importaba nada si quedaba bien o mal». Sentir y decir, sin medias tintas. Dos orejas del tirónCada testimonio sangra verdad mientras se teje un tapiz de memoria contra el olvido, una obra de arte de un apasionante mundo que Pardo e ImpulsaTV esperan que llegue lejos. Sin concesiones a lo banal, revela la esencia de quien cría el toro bravo. Para Matías González, el presidente de Vista Alegre, es «de dos orejas del tirón». De puerta grande en Madrid y Bilbao, donde Lipperheide se emociona aún al recordar la vuelta de su divisa después de dos décadas, con un sentido discurso de Andueza en el apartado. «En un momento bastante delicado de la plaza de Bilbao, hizo que se pusiera en el centro otra vez el toro. Mostró cuál era el toro de Bilbao, le dio su sitio al verdadero protagonista de las Corridas Generales», comentó en el posterior coloquio el político vasco. «Como una madre fue Dolores» para Campuzano. «Lo que hizo fue una obra. Lo que ella compró era muy bueno, pero le faltaba fuerza, transmisión. Consiguió que respetásemos al toro y en Andalucía nos sentimos muy orgullosos de tener una ganadería de tanto prestigio». Y se refirió al «fabuloso binomio entre Dolores y Federico, un hombre muy positivo, que estaba detrás, sabiendo de lo que hablaba. «Y ahora –continuó– Isabel y Jorge hacen una pareja fabulosa en los tentaderos; me quito el sombrero ante ellos». «¡Un abrazo al cielo!», exclamó en un emotivo brindis.Eran las cinco…Eran las cinco de la tarde, las lorquianas cinco, cuando Gonzalo Gómez Guadalupe, con los ojos nublados en su rememoranza la amiga y ganadera –«ejemplo de integridad»–, conoció la muerte de Dolores Aguirre. «Fue la escena más emotiva, la de mayor magia, con Gonzalo en el ruedo mientras parecía recitar los versos de García Lorca». Sonaba la Séptima de Beethoven y el eco de Dolores: «¡En mi casa no se toca un toro!». Una palabra de ganadera que no apaga ni la muerte. La pasión por el toro no es un fin, sino el principio de todas las glorias.
Herrado a fuego con la N, el círculo y la corona, ‘Dolores Aguirre, pasión por el toro’ vio la luz el pasado fin de semana en los cines del Palacio de Hielo, en un estreno que despertó gran expectación al reclamo de una ganadera … de leyenda. No era ciencia ficción, era un documental tallado en la verdad de Dehesa de Frías, donde pastan los de Dolores, donde la llamada dama de hierro del campo bravo encontró el latido de su vida.
Las imágenes rebosaban la emoción de aquellos que quisieron y admiraron a la ganadera bilbaína; el canto épico de los que se pusieron delante de sus toros, de los que sintieron el ardor de sus pitones y las complicaciones de su casta. Un largo aplauso estalló en los extensos créditos de una película dirigida por José Pardo Ventura. Sonrisas y lágrimas de nostalgia al compás de las palmas. El propio miedo despertaba de su letargo en toreros como José Antonio Campuzano, que la quería «como a una madre»; El Califa, en ese recuerdo de la Puerta Grande, en esa faena en el nombre del padre; Damián Castaño, que firmó bajo la tormenta y sobre el barrizal una heroica tarde en Vista Alegre; Cayetano, que conoció de cerca a Dolores en sus estancias en Dehesa de Frías. Precisamente su abuelo, Antonio Ordóñez, puso la semilla para que doña Dolores adquiriese la ganadería que pasta en Constantina, esa sangre Atanasio que tanto gustaba a las figuras de antaño. Posteriormente, adquiriría dos sementales de Conde de la Corte, los famosos Tamaric y Alí.
Arquitecta de su bravura
En medio de esta epopeya palpita ‘Palabra de ganadera’, el libro de Eneko Andueza, un político por cierto decisivo para la abstención del PSOE en la ILP antitaurina. Si en sus páginas late el corazón indómito de Dolores Aguirre, la mujer que decía lo que sentía, que no tenía pelos en la lengua aunque escociese la verdad, en el documental ese latido incluso se acrecienta con poderosas imágenes, con el verbo de quienes más la conocieron. Y algo queda claro: Dolores no era una mera espectadora, era la arquitecta de la bravura que buscaba, de la integridad que abanderaba y por la que no le temblaba el pulso ni para mandar de guardián de la caza a su viejo mayoral después de que arreglase un pitón a un toro –cuando la ganadera se enteró, se llevó a su casa al animal y no permitió que se lidiara– o cuando le engatusaron con carnales pecados para arreglar una corrida.
Dolores no pasaba ni una. En su casa había una norma que se cumplía a rajatabla: no se tocaba un pitón. Y esa sigue siendo la ley de su heredera, Isabel Lipperheide. «Intento seguir los pasos de mi madre; y ahí voy, tirando», dijo la ganadera. Reconoció que la ganadería le genera «muchos dolores de cabeza» y que mantendrá su línea de lidiar cuatro o cinco corridas y una o dos novilladas. Se emocionó al sentir de nuevo la palabra de su madre en la gran pantalla: «Parece que estaba aquí con nosotros al escucharla hablar. A mi madre no le costaba nada hablar; a mí, sí. Ella era como aparece en la entrevista, decía lo que pensaba y no le importaba nada si quedaba bien o mal». Sentir y decir, sin medias tintas.
Dos orejas del tirón
Cada testimonio sangra verdad mientras se teje un tapiz de memoria contra el olvido, una obra de arte de un apasionante mundo que Pardo e ImpulsaTV esperan que llegue lejos. Sin concesiones a lo banal, revela la esencia de quien cría el toro bravo. Para Matías González, el presidente de Vista Alegre, es «de dos orejas del tirón». De puerta grande en Madrid y Bilbao, donde Lipperheide se emociona aún al recordar la vuelta de su divisa después de dos décadas, con un sentido discurso de Andueza en el apartado. «En un momento bastante delicado de la plaza de Bilbao, hizo que se pusiera en el centro otra vez el toro. Mostró cuál era el toro de Bilbao, le dio su sitio al verdadero protagonista de las Corridas Generales», comentó en el posterior coloquio el político vasco.
«Como una madre fue Dolores» para Campuzano. «Lo que hizo fue una obra. Lo que ella compró era muy bueno, pero le faltaba fuerza, transmisión. Consiguió que respetásemos al toro y en Andalucía nos sentimos muy orgullosos de tener una ganadería de tanto prestigio». Y se refirió al «fabuloso binomio entre Dolores y Federico, un hombre muy positivo, que estaba detrás, sabiendo de lo que hablaba. «Y ahora –continuó– Isabel y Jorge hacen una pareja fabulosa en los tentaderos; me quito el sombrero ante ellos». «¡Un abrazo al cielo!», exclamó en un emotivo brindis.
Eran las cinco…
Eran las cinco de la tarde, las lorquianas cinco, cuando Gonzalo Gómez Guadalupe, con los ojos nublados en su rememoranza la amiga y ganadera –«ejemplo de integridad»–, conoció la muerte de Dolores Aguirre. «Fue la escena más emotiva, la de mayor magia, con Gonzalo en el ruedo mientras parecía recitar los versos de García Lorca». Sonaba la Séptima de Beethoven y el eco de Dolores: «¡En mi casa no se toca un toro!». Una palabra de ganadera que no apaga ni la muerte. La pasión por el toro no es un fin, sino el principio de todas las glorias.
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