Hubo un tiempo en el que entrar en Operación Triunfo suponía enfrentarse a una serie de compartimentos estancos que elegir para que unos expertos en fabricar estrellas decidiesen cuál iba a salir de allí (la baladista, el cantante latino o la diva de baile). Pero algo empezó a cambiar con la edición de 2017, la de Amaia, y ahora, se diría, las estrellas llegan hechas de casa y esperan que, una vez allí, el resto del mundo descubra que lo son. Paul Thin (nacido como Pablo Suárez en Armilla en 2002) demostró en su paso por el programa moverse en un espectro musical y creativo que desbordaba las etiquetas. Ahora acaba de publicar su álbum debut, Reboot, un disco conceptual envuelto en estética ciberpunk lleno de reflexiones sobre la tecnología, la trascendencia y con subtextos sobre cerebros que están a punto de resetearse.
Paul Thin empezó siendo el nombre de un canal de YouTube que Pablo se hizo con 16 años. Con 18 años pasó a ser “casi un mote”, según explica, y luego pasó a nombre artístico. Paul es uno de esos artistas que ha crecido en un mundo digital. “Antes de tener una Nintendo siempre jugaba con la Game Boy de una prima, y estaba rota, así que tenía que empezar todos los juegos a diario desde cero. He jugado en modo difícil desde pequeño. Me gusta mucho el mundo digital, incluso decía que quería hacer videojuegos, luego me di cuenta de que las matemáticas y la parte de informática no la llevaba tan bien así que pasé a otras cosas a nivel artístico. Empecé a ver YouTube a los 8 años, y me abrí mi primer canal a los 11. Cada año creaba uno en el que subía contenido distinto”.
Aún así, Paul Thin no es un apologeta de las bondades de la tecnología. “Las redes sociales son un campo de minas. Al mismo tiempo han ayudado mucho a democratizar el arte, el entretenimiento u oficios idealizados por ser algo casi imposible de alcanzar, y han logrado que mucha gente se sienta menos sola, que pueda socializar de una manera en la que antes no podía. Ahora bien, la comunicación, cuando se abre, abre también las partes dolorosas y malas. Ahí está el cyberbullying, por ejemplo”.
¿Sufrió en su adolescencia ese tipo de acoso? En su momento lo viví un poco. Hacerte un canal de YouTube y se veía como una frikada histórica. Era algo de persona rara, pero el acoso escolar generalmente no salía más de las escuelas, de las clases. Ahora esa gente que se mete contigo en clase tiene Instagram, TikTok o lo que sea, y se sigue metiendo contigo. Sé que por trabajo tengo que hacerlo, pero no me gusta estar demasiado en las redes sociales, igual por llevar tanto tiempo, desde niño, utilizándolas. También es cierto que al ser una persona que lleva tanto tiempo estudiando la cibercultura, todo lo que hago tiene mucho que ver con mi punto de vista sobre el mundo digital y la comunicación online.
Paul Thin estudió música, ha tenido piano en casa y ha compuesto desde niño. Y cuando se anunció una nueva edición de Operación Triunfo pensó que sería una plataforma en la que enseñar al mundo todo eso que había aprendido. “Aún existen prejuicios con Operación Triunfo, pero yo desde niño fui muy fan del formato. Sabía que quería hacer mi propia música, pero también tenía el sueño de disfrutar ese escaparate para poder cantar canciones de otra gente en grandes escenarios. Es verdad que durante muchos años he tenido el ojo muy puesto en Pablo López, Manuel Carrasco, Natalia Lacunza, Amaia… Pero no entré con la aspiración de ser como ninguno de ellos, sino que tenía mis referentes externos. Mi idea era ser ese artista que tenía en mi cabeza pero saliendo de ahí con el sueño cumplido que tenía desde chiquitín”.
¿Y lo consiguió? Al final todo tiene sus limitaciones, ¿no? Sucedió que a veces yo pedía unas canciones concretas a las que no se podía acceder más que por una cuestión de derechos de autor, de derechos de uso. Pero creo que de alguna manera sí lo pude conseguir.
Del paso por la Academia de Operación Triunfo se ha dicho de todo, pero Paul Thin es tal vez el primer concursante que, para describirlo, alude a las temperaturas. “El efecto es muy raro porque entras en una burbuja. Tienes tu propio clima: nosotros entramos en invierno y hacía calor. Parece que estás en un mundo paralelo y esos tres meses se te pasan casi como un día, pero al salir tu vida y el mundo son otros.
¿Qué le diría a los concursantes que entrarán en la próxima edición? Que no olviden que aunque el mundo sea distinto al salir, ellos son mismas personas que entraron. Las misma personas que eran cuando la gente no les decía: “¡Qué bien lo haces todo!”.
Hay un momento en la canción El diablo se viste de mí, la que más alude en este disco a tu paso por el programa y tu salto a la fama, en el que canta “vendo al mercado mi alma”. ¿Así lo ha sentido? Creo que no es tanto una afirmación, sino una duda. Esa es una canción en la que estoy todo el rato preguntando a la gente: ¿me estoy vendiendo? ¿Estoy haciendo todas estas cosas que no quería hacer? Y poniéndome en un punto fatalista de: ¿y si lo estoy haciendo? Más que he “he firmado con el diablo”, es “¿he firmado con el diablo?”. Dímelo, por favor, avísame si me estoy descarrilando. Tiene más que ver con cómo me estáis viendo desde fuera para ver si es cómo me gustaría verme a mí mismo.
El concepto de Reboot está, según Paul Thin, bien explicado en la intro del álbum, en el que “una persona está a punto de morir y se traspasan los órganos a los mecánicos y la información de un su cerebro a un chip. ¿Hasta qué punto se mantiene esa humanidad? Igual que hasta qué punto se mantiene la persona que eras cuando pasas a ser un personaje. Primero nació el concepto de pasar de Pablo a Paul, de la madurez, el cambio de vida. A partir de ahí surgió toda la idea de tecnología y del reinicio y empezaron las canciones. Pronto pensamos en no basarnos tanto en la parte tecnológica, sino que sea casi como un contexto y centrarnos en recuerdos, en ese traspaso de memoria”.
Hay una canción en la que afirma “no soy vanidoso, soy valioso”. En las letras de este disco se combina el ser muy autocrítico e inseguro con una conciencia de la propia valía y talento. ¿Cómo pueden convivir dos cosas tan antitéticas? Conviven porque son tan contrarias, porque cuando te metes en este mundo intentas siempre ser la mejor versión de ti mismo. Y ahí entran los miedos, pero cuando el miedo es tan grande, tú intentas animarte diciéndote: esto es lo mejor de la historia de la música. Y al día siguiente sientes que esto es lo peor que se ha hecho jamás en la historia, no de la música, sino del arte. Habla de saltar de la inseguridad a la seguridad e incluso de tener demasiada seguridad, de una cosa como medio fatalista, y del personaje público y del artisteo, de la farándula. Justo llegamos al final del clímax y las inseguridades del principio del disco ya no están, se está incluso seguro de más porque se está completando el procedimiento.
Menciona en varias ocasiones el miedo a perder la voz. ¿Es algo que le ocurrió? Sí, de hecho fue como llegué al rap. Pillé un virus, perdí la voz y me tocó pasar tres, cuatro meses sin cantar. A la vez estaba pasando por una crisis de identidad artística; no me encontraba en el pop, no me encontraba en el flamenco, no me encontraba del todo en ningún sitio. Fue gracias al rap, al hip hop americano tanto de los noventa como de finales de los 2000, con esta cosa mucho más experimental y vanguardista, que dije: ¿Se pueden hacer estas cosas con la música? Y a partir de ahí me abrí. Todas estas cosas de perder la voz creo que vienen ya no sólo del miedo a perderla, sino de qué posibilidades hay si ocurre. ¿Me voy a hacer otras cosas? ¿La música se termina aquí? También existe el caso de Sabina. Sabina pierde su voz y de repente empieza a cantar con una voz nueva. Siempre preguntando al aire a ver si me llega alguna respuesta.
Le habrán dicho que es un disco arriesgado. Mucho, lo que pasa es que como yo tenía ideas mucho más arriesgadas al principio… (ríe). Sé que he creado un álbum arriesgado en cuanto a que habrá gente a la que le guste mucho, habrá gente que no entienda las decisiones, otra a las que no les gusten las decisiones… pero estoy contento de habérnosla jugado.
Si le hicieran un reboot como el de su disco, ¿qué recuerdos tendrían que estar? El primer beso, la primera vez que me emocioné viendo una película en el cine, la primera vez que lloré en un concierto rodeado de gente que cantaba a todo volumen… Pero también cómo me sentí cuando por primera vez murió una persona cercana a mí, mi abuelo. No todo tiene que ser perfecto, no todo tiene que ser bonito, todos los momentos te marcan, te construyen.
Ahora que le toca una temporada de mucha gira y promoción intensa, ¿cómo hace para conservar tiempo de calma y cuidado? Intento siempre en mis ratos libres, por pocos que sean, tener algo que me llene. Si puedo ir al cine voy al cine, siempre estoy con una serie puesta de fondo, intento jugar a juegos que me llenen emocionalmente, leer todas las noches… Por ejemplo, me estoy leyendo un cómic que se llama Saga, antes de ayer vi A Complete Unknown, ayer vi Whiplash, estoy viendo el anime Fullmetal Alchemist… Tengo la suerte de que mis amigos de Granada están aquí ahora estudiando un máster, y mi hermana también vive aquí en Madrid, puedo mantener cosas de mi vida previa, cosas que sé que no quiero que se vayan.
Da la sensación de que ahora está en un nivel de fama relativamente cómodo. Sí, cien por cien.
Pero el éxito masivo puede acarrear una pérdida de esa comodidad. Total. Es interesante porque en el caso de Operación Triunfo hay una fama masiva al salir del programa y te conviertes en alguien que es más famoso como persona que como artista. Hay mucha gente que te conoce pero no sabe de qué. Dentro de 10 años, ya sea haciendo música, cine o escribiendo, quiero seguir dedicándome al arte. Para mí es lo más importante. Sobre todo ahora, que estamos en un punto en el que arte está perdiendo su valor, igual que le pasó a la filosofía en su momento. Me gustaría mantenerme firme en que lo más importante para mí es contar cosas desde un punto de vista, contar cosas desde la creación.
Hubo un tiempo en el que entrar en Operación Triunfo suponía enfrentarse a una serie de compartimentos estancos que elegir para que unos expertos en fabricar estrellas decidiesen cuál iba a salir de allí (la baladista, el cantante latino o la diva de baile). Pero algo empezó a cambiar con la edición de 2017, la de Amaia, y ahora, se diría, las estrellas llegan hechas de casa y esperan que, una vez allí, el resto del mundo descubra que lo son. Paul Thin (nacido como Pablo Suárez en Armilla en 2002) demostró en su paso por el programa moverse en un espectro musical y creativo que desbordaba las etiquetas. Ahora acaba de publicar su álbum debut, Reboot, un disco conceptual envuelto en estética ciberpunk lleno de reflexiones sobre la tecnología, la trascendencia y con subtextos sobre cerebros que están a punto de resetearse.Paul Thin empezó siendo el nombre de un canal de YouTube que Pablo se hizo con 16 años. Con 18 años pasó a ser “casi un mote”, según explica, y luego pasó a nombre artístico. Paul es uno de esos artistas que ha crecido en un mundo digital. “Antes de tener una Nintendo siempre jugaba con la Game Boy de una prima, y estaba rota, así que tenía que empezar todos los juegos a diario desde cero. He jugado en modo difícil desde pequeño. Me gusta mucho el mundo digital, incluso decía que quería hacer videojuegos, luego me di cuenta de que las matemáticas y la parte de informática no la llevaba tan bien así que pasé a otras cosas a nivel artístico. Empecé a ver YouTube a los 8 años, y me abrí mi primer canal a los 11. Cada año creaba uno en el que subía contenido distinto”.Aún así, Paul Thin no es un apologeta de las bondades de la tecnología. “Las redes sociales son un campo de minas. Al mismo tiempo han ayudado mucho a democratizar el arte, el entretenimiento u oficios idealizados por ser algo casi imposible de alcanzar, y han logrado que mucha gente se sienta menos sola, que pueda socializar de una manera en la que antes no podía. Ahora bien, la comunicación, cuando se abre, abre también las partes dolorosas y malas. Ahí está el cyberbullying, por ejemplo”.¿Sufrió en su adolescencia ese tipo de acoso? En su momento lo viví un poco. Hacerte un canal de YouTube y se veía como una frikada histórica. Era algo de persona rara, pero el acoso escolar generalmente no salía más de las escuelas, de las clases. Ahora esa gente que se mete contigo en clase tiene Instagram, TikTok o lo que sea, y se sigue metiendo contigo. Sé que por trabajo tengo que hacerlo, pero no me gusta estar demasiado en las redes sociales, igual por llevar tanto tiempo, desde niño, utilizándolas. También es cierto que al ser una persona que lleva tanto tiempo estudiando la cibercultura, todo lo que hago tiene mucho que ver con mi punto de vista sobre el mundo digital y la comunicación online.Paul Thin estudió música, ha tenido piano en casa y ha compuesto desde niño. Y cuando se anunció una nueva edición de Operación Triunfo pensó que sería una plataforma en la que enseñar al mundo todo eso que había aprendido. “Aún existen prejuicios con Operación Triunfo, pero yo desde niño fui muy fan del formato. Sabía que quería hacer mi propia música, pero también tenía el sueño de disfrutar ese escaparate para poder cantar canciones de otra gente en grandes escenarios. Es verdad que durante muchos años he tenido el ojo muy puesto en Pablo López, Manuel Carrasco, Natalia Lacunza, Amaia… Pero no entré con la aspiración de ser como ninguno de ellos, sino que tenía mis referentes externos. Mi idea era ser ese artista que tenía en mi cabeza pero saliendo de ahí con el sueño cumplido que tenía desde chiquitín”.¿Y lo consiguió? Al final todo tiene sus limitaciones, ¿no? Sucedió que a veces yo pedía unas canciones concretas a las que no se podía acceder más que por una cuestión de derechos de autor, de derechos de uso. Pero creo que de alguna manera sí lo pude conseguir.Del paso por la Academia de Operación Triunfo se ha dicho de todo, pero Paul Thin es tal vez el primer concursante que, para describirlo, alude a las temperaturas. “El efecto es muy raro porque entras en una burbuja. Tienes tu propio clima: nosotros entramos en invierno y hacía calor. Parece que estás en un mundo paralelo y esos tres meses se te pasan casi como un día, pero al salir tu vida y el mundo son otros.¿Qué le diría a los concursantes que entrarán en la próxima edición? Que no olviden que aunque el mundo sea distinto al salir, ellos son mismas personas que entraron. Las misma personas que eran cuando la gente no les decía: “¡Qué bien lo haces todo!”.Hay un momento en la canción El diablo se viste de mí, la que más alude en este disco a tu paso por el programa y tu salto a la fama, en el que canta “vendo al mercado mi alma”. ¿Así lo ha sentido? Creo que no es tanto una afirmación, sino una duda. Esa es una canción en la que estoy todo el rato preguntando a la gente: ¿me estoy vendiendo? ¿Estoy haciendo todas estas cosas que no quería hacer? Y poniéndome en un punto fatalista de: ¿y si lo estoy haciendo? Más que he “he firmado con el diablo”, es “¿he firmado con el diablo?”. Dímelo, por favor, avísame si me estoy descarrilando. Tiene más que ver con cómo me estáis viendo desde fuera para ver si es cómo me gustaría verme a mí mismo.El concepto de Reboot está, según Paul Thin, bien explicado en la intro del álbum, en el que “una persona está a punto de morir y se traspasan los órganos a los mecánicos y la información de un su cerebro a un chip. ¿Hasta qué punto se mantiene esa humanidad? Igual que hasta qué punto se mantiene la persona que eras cuando pasas a ser un personaje. Primero nació el concepto de pasar de Pablo a Paul, de la madurez, el cambio de vida. A partir de ahí surgió toda la idea de tecnología y del reinicio y empezaron las canciones. Pronto pensamos en no basarnos tanto en la parte tecnológica, sino que sea casi como un contexto y centrarnos en recuerdos, en ese traspaso de memoria”.Hay una canción en la que afirma “no soy vanidoso, soy valioso”. En las letras de este disco se combina el ser muy autocrítico e inseguro con una conciencia de la propia valía y talento. ¿Cómo pueden convivir dos cosas tan antitéticas? Conviven porque son tan contrarias, porque cuando te metes en este mundo intentas siempre ser la mejor versión de ti mismo. Y ahí entran los miedos, pero cuando el miedo es tan grande, tú intentas animarte diciéndote: esto es lo mejor de la historia de la música. Y al día siguiente sientes que esto es lo peor que se ha hecho jamás en la historia, no de la música, sino del arte. Habla de saltar de la inseguridad a la seguridad e incluso de tener demasiada seguridad, de una cosa como medio fatalista, y del personaje público y del artisteo, de la farándula. Justo llegamos al final del clímax y las inseguridades del principio del disco ya no están, se está incluso seguro de más porque se está completando el procedimiento.Menciona en varias ocasiones el miedo a perder la voz. ¿Es algo que le ocurrió? Sí, de hecho fue como llegué al rap. Pillé un virus, perdí la voz y me tocó pasar tres, cuatro meses sin cantar. A la vez estaba pasando por una crisis de identidad artística; no me encontraba en el pop, no me encontraba en el flamenco, no me encontraba del todo en ningún sitio. Fue gracias al rap, al hip hop americano tanto de los noventa como de finales de los 2000, con esta cosa mucho más experimental y vanguardista, que dije: ¿Se pueden hacer estas cosas con la música? Y a partir de ahí me abrí. Todas estas cosas de perder la voz creo que vienen ya no sólo del miedo a perderla, sino de qué posibilidades hay si ocurre. ¿Me voy a hacer otras cosas? ¿La música se termina aquí? También existe el caso de Sabina. Sabina pierde su voz y de repente empieza a cantar con una voz nueva. Siempre preguntando al aire a ver si me llega alguna respuesta.Le habrán dicho que es un disco arriesgado. Mucho, lo que pasa es que como yo tenía ideas mucho más arriesgadas al principio… (ríe). Sé que he creado un álbum arriesgado en cuanto a que habrá gente a la que le guste mucho, habrá gente que no entienda las decisiones, otra a las que no les gusten las decisiones… pero estoy contento de habérnosla jugado.Si le hicieran un reboot como el de su disco, ¿qué recuerdos tendrían que estar? El primer beso, la primera vez que me emocioné viendo una película en el cine, la primera vez que lloré en un concierto rodeado de gente que cantaba a todo volumen… Pero también cómo me sentí cuando por primera vez murió una persona cercana a mí, mi abuelo. No todo tiene que ser perfecto, no todo tiene que ser bonito, todos los momentos te marcan, te construyen.Ahora que le toca una temporada de mucha gira y promoción intensa, ¿cómo hace para conservar tiempo de calma y cuidado? Intento siempre en mis ratos libres, por pocos que sean, tener algo que me llene. Si puedo ir al cine voy al cine, siempre estoy con una serie puesta de fondo, intento jugar a juegos que me llenen emocionalmente, leer todas las noches… Por ejemplo, me estoy leyendo un cómic que se llama Saga, antes de ayer vi A Complete Unknown, ayer vi Whiplash, estoy viendo el anime Fullmetal Alchemist… Tengo la suerte de que mis amigos de Granada están aquí ahora estudiando un máster, y mi hermana también vive aquí en Madrid, puedo mantener cosas de mi vida previa, cosas que sé que no quiero que se vayan.Da la sensación de que ahora está en un nivel de fama relativamente cómodo. Sí, cien por cien.Pero el éxito masivo puede acarrear una pérdida de esa comodidad. Total. Es interesante porque en el caso de Operación Triunfo hay una fama masiva al salir del programa y te conviertes en alguien que es más famoso como persona que como artista. Hay mucha gente que te conoce pero no sabe de qué. Dentro de 10 años, ya sea haciendo música, cine o escribiendo, quiero seguir dedicándome al arte. Para mí es lo más importante. Sobre todo ahora, que estamos en un punto en el que arte está perdiendo su valor, igual que le pasó a la filosofía en su momento. Me gustaría mantenerme firme en que lo más importante para mí es contar cosas desde un punto de vista, contar cosas desde la creación. Seguir leyendo
Hubo un tiempo en el que entrar en Operación Triunfo suponía enfrentarse a una serie de compartimentos estancos que elegir para que unos expertos en fabricar estrellas decidiesen cuál iba a salir de allí (la baladista, el cantante latino o la diva de baile). Pero algo empezó a cambiar con la edición de 2017, la de Amaia, y ahora, se diría, las estrellas llegan hechas de casa y esperan que, una vez allí, el resto del mundo descubra que lo son. Paul Thin (nacido como Pablo Suárez en Armilla en 2002) demostró en su paso por el programa moverse en un espectro musical y creativo que desbordaba las etiquetas. Ahora acaba de publicar su álbum debut, Reboot, un disco conceptual envuelto en estética ciberpunk lleno de reflexiones sobre la tecnología, la trascendencia y con subtextos sobre cerebros que están a punto de resetearse.
Paul Thin empezó siendo el nombre de un canal de YouTube que Pablo se hizo con 16 años. Con 18 años pasó a ser “casi un mote”, según explica, y luego pasó a nombre artístico. Paul es uno de esos artistas que ha crecido en un mundo digital. “Antes de tener una Nintendo siempre jugaba con la Game Boy de una prima, y estaba rota, así que tenía que empezar todos los juegos a diario desde cero. He jugado en modo difícil desde pequeño. Me gusta mucho el mundo digital, incluso decía que quería hacer videojuegos, luego me di cuenta de que las matemáticas y la parte de informática no la llevaba tan bien así que pasé a otras cosas a nivel artístico. Empecé a ver YouTube a los 8 años, y me abrí mi primer canal a los 11. Cada año creaba uno en el que subía contenido distinto”.
Aún así, Paul Thin no es un apologeta de las bondades de la tecnología. “Las redes sociales son un campo de minas. Al mismo tiempo han ayudado mucho a democratizar el arte, el entretenimiento u oficios idealizados por ser algo casi imposible de alcanzar, y han logrado que mucha gente se sienta menos sola, que pueda socializar de una manera en la que antes no podía. Ahora bien, la comunicación, cuando se abre, abre también las partes dolorosas y malas. Ahí está el cyberbullying, por ejemplo”.
¿Sufrió en su adolescencia ese tipo de acoso? En su momento lo viví un poco. Hacerte un canal de YouTube y se veía como una frikada histórica. Era algo de persona rara, pero el acoso escolar generalmente no salía más de las escuelas, de las clases. Ahora esa gente que se mete contigo en clase tiene Instagram, TikTok o lo que sea, y se sigue metiendo contigo. Sé que por trabajo tengo que hacerlo, pero no me gusta estar demasiado en las redes sociales, igual por llevar tanto tiempo, desde niño, utilizándolas. También es cierto que al ser una persona que lleva tanto tiempo estudiando la cibercultura, todo lo que hago tiene mucho que ver con mi punto de vista sobre el mundo digital y la comunicación online.

Paul Thin estudió música, ha tenido piano en casa y ha compuesto desde niño. Y cuando se anunció una nueva edición de Operación Triunfo pensó que sería una plataforma en la que enseñar al mundo todo eso que había aprendido. “Aún existen prejuicios con Operación Triunfo, pero yo desde niño fui muy fan del formato. Sabía que quería hacer mi propia música, pero también tenía el sueño de disfrutar ese escaparate para poder cantar canciones de otra gente en grandes escenarios. Es verdad que durante muchos años he tenido el ojo muy puesto en Pablo López, Manuel Carrasco, Natalia Lacunza, Amaia… Pero no entré con la aspiración de ser como ninguno de ellos, sino que tenía mis referentes externos. Mi idea era ser ese artista que tenía en mi cabeza pero saliendo de ahí con el sueño cumplido que tenía desde chiquitín”.
¿Y lo consiguió? Al final todo tiene sus limitaciones, ¿no? Sucedió que a veces yo pedía unas canciones concretas a las que no se podía acceder más que por una cuestión de derechos de autor, de derechos de uso. Pero creo que de alguna manera sí lo pude conseguir.
Del paso por la Academia de Operación Triunfo se ha dicho de todo, pero Paul Thin es tal vez el primer concursante que, para describirlo, alude a las temperaturas. “El efecto es muy raro porque entras en una burbuja. Tienes tu propio clima: nosotros entramos en invierno y hacía calor. Parece que estás en un mundo paralelo y esos tres meses se te pasan casi como un día, pero al salir tu vida y el mundo son otros.
¿Qué le diría a los concursantes que entrarán en la próxima edición? Que no olviden que aunque el mundo sea distinto al salir, ellos son mismas personas que entraron. Las misma personas que eran cuando la gente no les decía: “¡Qué bien lo haces todo!”.
Hay un momento en la canción El diablo se viste de mí, la que más alude en este disco a tu paso por el programa y tu salto a la fama, en el que canta “vendo al mercado mi alma”. ¿Así lo ha sentido? Creo que no es tanto una afirmación, sino una duda. Esa es una canción en la que estoy todo el rato preguntando a la gente: ¿me estoy vendiendo? ¿Estoy haciendo todas estas cosas que no quería hacer? Y poniéndome en un punto fatalista de: ¿y si lo estoy haciendo? Más que he “he firmado con el diablo”, es “¿he firmado con el diablo?”. Dímelo, por favor, avísame si me estoy descarrilando. Tiene más que ver con cómo me estáis viendo desde fuera para ver si es cómo me gustaría verme a mí mismo.

El concepto de Reboot está, según Paul Thin, bien explicado en la intro del álbum, en el que “una persona está a punto de morir y se traspasan los órganos a los mecánicos y la información de un su cerebro a un chip. ¿Hasta qué punto se mantiene esa humanidad? Igual que hasta qué punto se mantiene la persona que eras cuando pasas a ser un personaje. Primero nació el concepto de pasar de Pablo a Paul, de la madurez, el cambio de vida. A partir de ahí surgió toda la idea de tecnología y del reinicio y empezaron las canciones. Pronto pensamos en no basarnos tanto en la parte tecnológica, sino que sea casi como un contexto y centrarnos en recuerdos, en ese traspaso de memoria”.
Hay una canción en la que afirma “no soy vanidoso, soy valioso”. En las letras de este disco se combina el ser muy autocrítico e inseguro con una conciencia de la propia valía y talento. ¿Cómo pueden convivir dos cosas tan antitéticas? Conviven porque son tan contrarias, porque cuando te metes en este mundo intentas siempre ser la mejor versión de ti mismo. Y ahí entran los miedos, pero cuando el miedo es tan grande, tú intentas animarte diciéndote: esto es lo mejor de la historia de la música. Y al día siguiente sientes que esto es lo peor que se ha hecho jamás en la historia, no de la música, sino del arte. Habla de saltar de la inseguridad a la seguridad e incluso de tener demasiada seguridad, de una cosa como medio fatalista, y del personaje público y del artisteo, de la farándula. Justo llegamos al final del clímax y las inseguridades del principio del disco ya no están, se está incluso seguro de más porque se está completando el procedimiento.
Menciona en varias ocasiones el miedo a perder la voz. ¿Es algo que le ocurrió? Sí, de hecho fue como llegué al rap. Pillé un virus, perdí la voz y me tocó pasar tres, cuatro meses sin cantar. A la vez estaba pasando por una crisis de identidad artística; no me encontraba en el pop, no me encontraba en el flamenco, no me encontraba del todo en ningún sitio. Fue gracias al rap, al hip hop americano tanto de los noventa como de finales de los 2000, con esta cosa mucho más experimental y vanguardista, que dije: ¿Se pueden hacer estas cosas con la música? Y a partir de ahí me abrí. Todas estas cosas de perder la voz creo que vienen ya no sólo del miedo a perderla, sino de qué posibilidades hay si ocurre. ¿Me voy a hacer otras cosas? ¿La música se termina aquí? También existe el caso de Sabina. Sabina pierde su voz y de repente empieza a cantar con una voz nueva. Siempre preguntando al aire a ver si me llega alguna respuesta.
Le habrán dicho que es un disco arriesgado. Mucho, lo que pasa es que como yo tenía ideas mucho más arriesgadas al principio… (ríe). Sé que he creado un álbum arriesgado en cuanto a que habrá gente a la que le guste mucho, habrá gente que no entienda las decisiones, otra a las que no les gusten las decisiones… pero estoy contento de habérnosla jugado.
Si le hicieran un reboot como el de su disco, ¿qué recuerdos tendrían que estar? El primer beso, la primera vez que me emocioné viendo una película en el cine, la primera vez que lloré en un concierto rodeado de gente que cantaba a todo volumen… Pero también cómo me sentí cuando por primera vez murió una persona cercana a mí, mi abuelo. No todo tiene que ser perfecto, no todo tiene que ser bonito, todos los momentos te marcan, te construyen.
Ahora que le toca una temporada de mucha gira y promoción intensa, ¿cómo hace para conservar tiempo de calma y cuidado? Intento siempre en mis ratos libres, por pocos que sean, tener algo que me llene. Si puedo ir al cine voy al cine, siempre estoy con una serie puesta de fondo, intento jugar a juegos que me llenen emocionalmente, leer todas las noches… Por ejemplo, me estoy leyendo un cómic que se llama Saga, antes de ayer vi A Complete Unknown, ayer vi Whiplash, estoy viendo el anime Fullmetal Alchemist… Tengo la suerte de que mis amigos de Granada están aquí ahora estudiando un máster, y mi hermana también vive aquí en Madrid, puedo mantener cosas de mi vida previa, cosas que sé que no quiero que se vayan.
Da la sensación de que ahora está en un nivel de fama relativamente cómodo. Sí, cien por cien.
Pero el éxito masivo puede acarrear una pérdida de esa comodidad. Total. Es interesante porque en el caso de Operación Triunfo hay una fama masiva al salir del programa y te conviertes en alguien que es más famoso como persona que como artista. Hay mucha gente que te conoce pero no sabe de qué. Dentro de 10 años, ya sea haciendo música, cine o escribiendo, quiero seguir dedicándome al arte. Para mí es lo más importante. Sobre todo ahora, que estamos en un punto en el que arte está perdiendo su valor, igual que le pasó a la filosofía en su momento. Me gustaría mantenerme firme en que lo más importante para mí es contar cosas desde un punto de vista, contar cosas desde la creación.
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