Les propongo una experiencia multisensorial: elijan una fotografía, a ser posible un retrato –son sin duda sus grandes obras maestras– de Pierre Gonnord. Acérquense. Sentirán, tal vez, lo primero de todo, cómo sus ojos viajan por su superficie en lo que es una práctica visual única. Pero, enseguida, notarán igualmente que un aroma de verdad, empatía, respeto y dignidad inunda sus pituitarias. Y, a continuación, las yemas de sus dedos se convertirán en las de sus pupilas para sentir el tacto de los personajes representados, sus luces y sus sombras. Pero no acaba ahí todo. Estoy seguro de que podrán también escuchar, aunque sea quedamente, las innumerables historias de vida que cada uno de ellos nos desea contar. ¿Que falta el gusto? En absoluto. El gusto es el de disfrutar este espléndido proyecto expositivo. Acompáñenos.Noticias relacionadas estandar Si HOMENAJE A PIERRE GONNORD La ilusionante historia de Pedro ‘el francés’ Javier Díaz-Guardiola estandar No ARTE ARCO presenta los contenidos de ‘la edición tranquila’ de 2025, previa a la de su 45 aniversario Javier Díaz-GuardiolaPartamos de un hecho ampliamente consensuado: Pierre Gonnord (Cholet, Francia, 28 de junio de 1963 – Madrid, 21 de abril de 2024), es una de las figuras más relevantes y reconocidas de la fotografía contemporánea, fundamentalmente dentro del género del retrato artístico, tanto a nivel nacional como internacional. Nacido en Francia, se traslada a España en 1988, instalándose en Madrid, donde fijará ya su residencia definitiva. De formación fotográfica autodidacta, inicialmente trabajó en el ámbito empresarial y de la comunicación, pero unos años más tarde, en 1996, tras la pérdida inesperada de su hermano, encontraría en la cámara un instrumento material y espiritual perfecto para poder comunicarse con la gente y explorar la condición del ser humano mediante el retrato. Lo que empezó como un simple ‘hobby’ terminará siendo un absoluto modelo de vida y de conocimiento.De esta forma, a través de sus retratos, ha desarrollado una intensa exploración emocional y sensorial de la identidad humana, un concepto totalmente ligado a su práctica creativa. Como comentaba al principio, al acercarnos a cualquiera de estas obras, nos impregnamos de la esencia de los modelos que ha captado, y somos invitados-incitados a conocer no solo sus rostros, sino igualmente sus historias personales. Porque Pierre, como todo auténtico creador, no se limita únicamente a mostrar, no, sino que nos impele a dar un paso adelante e implicarnos emocional e imaginariamente en las narraciones vitales, la mayoría de ellas de una humanidad extraordinaria, que habitan tras la imagen superficial. Un objetivo más amplioSiempre se ha dicho –quizás de una manera demasiado simple, en mi opinión– que sus intereses eran los de representar a determinadas clases y grupos sociales minoritarios y olvidados, como los gitanos, los inmigrantes, los mendigos, los campesinos, los mineros o los presos y otras personas excluidas de la sociedad contemporánea, lo que sin dejar de ser cierto, no era su único objetivo. Su auténtico foco, donde centró literal y profesionalmente el propio foco de su cámara, y vertió toda la maestría y belleza de su mirada, fue en el de conseguir hacer un soberbio mapa de la dignidad humana. Escuchemos su reflexión: «Me interesa la dignidad humana como constante, como patrimonio de la humanidad. Creo que mis retratos la celebran con evidencia. Mis retratos son de ‘aristócratas’ independientes y con fuerza espiritual, sea cual sea su procedencia. Al mismo tiempo, como compromiso social, he elegido dar visibilidad a esos colectivos que, en los tiempos que corren, merecen una atención muy especial».El propio Pierre consideraba el retrato como el encuentro entre dos personas: el retratado y el fotógrafo con el fin de crear una tercera, la foto del representado, imagen que a su vez terminará siendo interpretada por una cuarta persona, el espectador. Toda una creación a cuatro voces y ocho ojos. Un auténtico tesoro. De arriba abajo, José Luis Maroto repasa las obras no enmarcadas de Gonnord, con un retrato de García-Alix en primer plano; detalle de sus cámaras y de sus hojas de contacto T. S.Sus retratos no son, pues, meras representaciones estéticas: buscan humanizar al sujeto y encontrar un espacio de diálogo entre el espectador y el retratado. Al dotar de monumentalidad ciertas figuras marginales, cuestiona los estereotipos y visibiliza realidades invisibilizadas. Su obra explora análogamente la noción de identidad y pertenencia, subrayando la riqueza cultural y humana de los colectivos que retrata.Su compromiso ético, unido a una incuestionable calidad estética, es evidente al dar visibilidad a quienes rara vez son representados en el arte contemporáneo. No hay en su obra un enfoque de explotación o sensacionalismo. Sus retratos jamás han buscado la espectacularidad, sino la verdad íntima de cada individuo, mostrando sus historias, cicatrices y dignidad. Por ello, se percibe una gran generosidad en la manera en que dota a sus modelos de una fuerte presencia simbólica. La mirada directa de sus retratados interpela al espectador, rompiendo la distancia y creando un diálogo que trasciende el tiempo y el espacio.Merece también la pena detenernos brevemente en sus influencias artísticas y en sus personales procesos de creación. Su estilo está claramente influido por la pintura clásica, sobre todo por los grandes retratistas barrocos como Caravaggio, Velázquez y Rembrandt. Disfrutar de los maestrosEn este sentido conviene escuchar sus palabras: «Aunque mi trabajo es fotográfico, he aprendido y disfrutado de todos los grandes maestros del retrato, sean fotógrafos como Avedon, Penn , Arbus, Sander o pintores como Goya, Zurbarán, Caravagio, Van Gogh, Memmling.. . La lista podría ser demasiado larga. Un maestro, sea pintor, fotógrafo, cineasta o escritor, es una clase magistral siempre presente. La literatura me ha influido tal vez más que la pintura, porque un retrato es una pieza silenciosa que se debe leer más que mirar, como un relato de Dostoievski o Faulkner ». Sus imágenes presentan un claroscuro dramático que otorga volumen y profundidad a los rostros, destacando los rasgos físicos con una fuerza expresiva notable. Utiliza fondos neutros y oscuros que centran toda la atención en el sujeto retratado, eliminando distracciones y creando un ambiente atemporal.En cuanto a su procedimiento creativo, Gonnord es bien conocido por su respeto hacia los procesos lentos y pausados. Ha dedicado tiempo, todo el necesario, a conocer a las personas que fotografía, comprendiendo sus vidas y creando una atmósfera de confianza. De hecho , nunca ha llevado sus cámaras la primera vez que viajaba a un nuevo lugar de interés o conocía a una nueva persona. Factores como el respeto, la empatía y la comprensión le han servido a la hora de establecer una profunda relación con el retratado, que no siempre resulta ni fácil ni rápida. Dejémosle de nuevo hablar: «Mis fotos no se apoyan en un ‘instante decisivo’ como diría Cartier Bresson. Tal vez todo lo contrario, pues proceden, como radiografías, de un ritual largo y silencioso de encuentro en la intimidad. El tiempo parece abolido, como si viviésemos hace mil años o dentro de otro milenio».Todos los detalles. De arriba abajo, Maroto ante la maqueta del estand de ABC Cultural en ARCO; detalle de las obras almacenadas en el estudio; un fragmento de la biblioteca del artista T. S. Por otro lado, prefiere los retratos en primer plano o medio plano, capturando con gran detalle las texturas de la piel, las miradas y los gestos sutiles. La luz juega un papel fundamental en su obra, ya que modela los rostros y resalta la expresividad de cada sujeto. Se trata de una luz lateralizada, que nos puede recordar a Rembrandt o, en cierto modo, también a Diane Arbus, por esa mirada tan directa y fija que el propio retratado arroja. Sus fotos se presentan generalmente en gran formato, lo que potencia su impacto visual y emocional, y le permite obtener una calidad de imagen excepcional y capturar cualquier detalle. La postproducción es mínima, centrada en ajustes de luz y contraste para reforzar el dramatismo sin alterar la esencia del retrato.El primer paso comienza con la búsqueda de sus modelos, quienes, como ya hemos señalado, provienen en su mayoría de comunidades marginadas o minoritarias. Gonnord se interesa por individuos cuya fisonomía y biografía poseen una fuerza narrativa intrínseca. Antes de realizar las sesiones fotográficas, el artista establecía un vínculo con sus modelos, dedicando tiempo a conocer sus historias y creando un ambiente de confianza. Este enfoque le permite captar retratos cargados de autenticidad y profundidad emocional. Sus palabras revelan este lento y complejo proceso: «De entrada, los fotógrafos no siempre somos bienvenidos –dijo Gonnord–. Tienes que tomarte tu tiempo. Tienes que ser paciente. Yo nunca tengo prisa. Tengo que conectar con 100 personas para convencer a una. Vivo con la gente. Intento transmitir por qué estoy fascinado con ellos. Y finalmente dicen: «Pierre, hagámoslo»».Dentro de esta 44 edición de ARCO, el diario ABC dedicará su estand enteramente a la figura de este gran artista. Comisariado por Javier Díaz-Guardiola, con el apoyo emocional y profesional de José Maroto, viudo y albacea universal de Pierre Gonnord, y con el título de ‘Retrato(s) de Pierre Gonnord’, presenta un proyecto ciertamente completo de su obra y de su personal estilo creador. Selecta panorámica La propuesta se centra, con toda lógica, en su fundamental labor fotográfica como retratista, y ofrece una amplia y al mismo tiempo muy selecta panorámica de lo que ha sido su trayectoria artística, desgraciadamente truncada tras su muerte el pasado año. Estructurada de una manera flexible, sin centrarse en planteamientos cronológicos, sino más bien en intereses muy personales de su autor, nos invita a recorrerla con calma y emoción.Las fotografías se desplegarán en breves ciclos temáticos que recogen la gran mayoría de esos intereses. Empezaré por ‘Regards’, una imagen muy icónica de 2000 que nos muestra a dos jovencísimos Bimba Bosé y David Delfín, personajes muy próximos a su propia experiencia vital e igualmente ligados a la movida ochentera. Me interesa sobre todo el penetrante horizonte de miradas que ejercen ambos sobre el espectador. ‘Utópicos’ es un emotivo alegato a algunos de esos seres desposeídos por la sociedad, aparentemente invisibles, pero a los que Pierre consiguió dotar de una elevada temperatura de dignidad humana. De los tres que se muestran no puedo evitar decantarme por ‘Antonio’, un personaje importante en su vida, y que pese a un evidente aspecto de pobreza, me recuerda a un filósofo griego o a un personaje literario del XIX. Impresionante. ‘Gitanos’ y ‘Portraits’ suponen otras dos series temáticas muy queridas para nuestro artista. La primera, versa sobre una etnia a la que Pierre Gonnord, sin ninguna alharaca paternalista o pseudo exótica, siempre se sintió muy próximo. Con los retratos que realizó de estos hombres y mujeres, como los que aquí se exponen, Manuel y María, no solo nos legó un testamento visual espléndido sino que le sirvió a él mismo como una soberbia herramienta emocional de conocimiento. La segunda serie muestra de nuevo dos magníficos ejemplos de su maestría a la hora de retratar el paisaje humano, en cualquiera de sus estaciones vitales. ‘Charlotte’ bien puede representar el florecimiento de una primavera en la que cualquier sueño, cualquier deseo, aún son brotes de esperanza. Por contraste, ‘Friedrich’, sería el reflejo de un otoño calmado y sereno, cuajado de hojas de sabiduría que se resisten a ser barridas por el soplo del tiempo. Una imagen que nos impele al respeto y al amor.Maroto, con dos de las monumentales piezas de Pierre Gonnord T. S.’Alentejo’, una hermosa e intensa región del sur de Portugal, da título también a otra breve suite de tres hermosas e intensas fotografías. La plasmación de ‘Rogiero II’ me lleva inevitablemente a esos pilluelos inmortalizados por Velázquez o Caravaggio, ‘ragazzi’ desbordantes de vida. Un niño al que Pierre trató personalmente con mucho cariño. Junto a él, María, Joao, Isaac y Aníbal componen un fresco humano excepcional como parte de otro clan también gitano. La imagen de María, con sus dos pequeños, pendiendo de sus senos, como una doble Madonna, es sencillamente bellísima y sobrecogedora.He dejado conscientemente para el final la serie ‘Dípticos’, por varias razones. En primer lugar, por el propio formato, desplegadas las dos obras presentadas en cuatro imágenes fotográficas formando, tal como indica el título, un par de dípticos en lugar de imágenes únicas. Del mismo modo, porque pertenecen a un ciclo bastante más atípico en el que establece una sugerente e inquietante dialéctica de miradas y sensaciones entre hombres y aves a los que parece lograr unir en una mítica y ancestral zoología común. No se trata en absoluto de limitarse a urdir diálogos más o menos felices y ‘originales’, sino que ahonda y bucea con mucha más profundidad en determinados pliegues de la Naturaleza, espacios imbricados en pulsiones atávicas , logrando establecer relaciones fieramente humanas y fraternales. Por favor, no se pierdan este proyecto expositivo. Les estare(mos) vigilando… Les propongo una experiencia multisensorial: elijan una fotografía, a ser posible un retrato –son sin duda sus grandes obras maestras– de Pierre Gonnord. Acérquense. Sentirán, tal vez, lo primero de todo, cómo sus ojos viajan por su superficie en lo que es una práctica visual única. Pero, enseguida, notarán igualmente que un aroma de verdad, empatía, respeto y dignidad inunda sus pituitarias. Y, a continuación, las yemas de sus dedos se convertirán en las de sus pupilas para sentir el tacto de los personajes representados, sus luces y sus sombras. Pero no acaba ahí todo. Estoy seguro de que podrán también escuchar, aunque sea quedamente, las innumerables historias de vida que cada uno de ellos nos desea contar. ¿Que falta el gusto? En absoluto. El gusto es el de disfrutar este espléndido proyecto expositivo. Acompáñenos.Noticias relacionadas estandar Si HOMENAJE A PIERRE GONNORD La ilusionante historia de Pedro ‘el francés’ Javier Díaz-Guardiola estandar No ARTE ARCO presenta los contenidos de ‘la edición tranquila’ de 2025, previa a la de su 45 aniversario Javier Díaz-GuardiolaPartamos de un hecho ampliamente consensuado: Pierre Gonnord (Cholet, Francia, 28 de junio de 1963 – Madrid, 21 de abril de 2024), es una de las figuras más relevantes y reconocidas de la fotografía contemporánea, fundamentalmente dentro del género del retrato artístico, tanto a nivel nacional como internacional. Nacido en Francia, se traslada a España en 1988, instalándose en Madrid, donde fijará ya su residencia definitiva. De formación fotográfica autodidacta, inicialmente trabajó en el ámbito empresarial y de la comunicación, pero unos años más tarde, en 1996, tras la pérdida inesperada de su hermano, encontraría en la cámara un instrumento material y espiritual perfecto para poder comunicarse con la gente y explorar la condición del ser humano mediante el retrato. Lo que empezó como un simple ‘hobby’ terminará siendo un absoluto modelo de vida y de conocimiento.De esta forma, a través de sus retratos, ha desarrollado una intensa exploración emocional y sensorial de la identidad humana, un concepto totalmente ligado a su práctica creativa. Como comentaba al principio, al acercarnos a cualquiera de estas obras, nos impregnamos de la esencia de los modelos que ha captado, y somos invitados-incitados a conocer no solo sus rostros, sino igualmente sus historias personales. Porque Pierre, como todo auténtico creador, no se limita únicamente a mostrar, no, sino que nos impele a dar un paso adelante e implicarnos emocional e imaginariamente en las narraciones vitales, la mayoría de ellas de una humanidad extraordinaria, que habitan tras la imagen superficial. Un objetivo más amplioSiempre se ha dicho –quizás de una manera demasiado simple, en mi opinión– que sus intereses eran los de representar a determinadas clases y grupos sociales minoritarios y olvidados, como los gitanos, los inmigrantes, los mendigos, los campesinos, los mineros o los presos y otras personas excluidas de la sociedad contemporánea, lo que sin dejar de ser cierto, no era su único objetivo. Su auténtico foco, donde centró literal y profesionalmente el propio foco de su cámara, y vertió toda la maestría y belleza de su mirada, fue en el de conseguir hacer un soberbio mapa de la dignidad humana. Escuchemos su reflexión: «Me interesa la dignidad humana como constante, como patrimonio de la humanidad. Creo que mis retratos la celebran con evidencia. Mis retratos son de ‘aristócratas’ independientes y con fuerza espiritual, sea cual sea su procedencia. Al mismo tiempo, como compromiso social, he elegido dar visibilidad a esos colectivos que, en los tiempos que corren, merecen una atención muy especial».El propio Pierre consideraba el retrato como el encuentro entre dos personas: el retratado y el fotógrafo con el fin de crear una tercera, la foto del representado, imagen que a su vez terminará siendo interpretada por una cuarta persona, el espectador. Toda una creación a cuatro voces y ocho ojos. Un auténtico tesoro. De arriba abajo, José Luis Maroto repasa las obras no enmarcadas de Gonnord, con un retrato de García-Alix en primer plano; detalle de sus cámaras y de sus hojas de contacto T. S.Sus retratos no son, pues, meras representaciones estéticas: buscan humanizar al sujeto y encontrar un espacio de diálogo entre el espectador y el retratado. Al dotar de monumentalidad ciertas figuras marginales, cuestiona los estereotipos y visibiliza realidades invisibilizadas. Su obra explora análogamente la noción de identidad y pertenencia, subrayando la riqueza cultural y humana de los colectivos que retrata.Su compromiso ético, unido a una incuestionable calidad estética, es evidente al dar visibilidad a quienes rara vez son representados en el arte contemporáneo. No hay en su obra un enfoque de explotación o sensacionalismo. Sus retratos jamás han buscado la espectacularidad, sino la verdad íntima de cada individuo, mostrando sus historias, cicatrices y dignidad. Por ello, se percibe una gran generosidad en la manera en que dota a sus modelos de una fuerte presencia simbólica. La mirada directa de sus retratados interpela al espectador, rompiendo la distancia y creando un diálogo que trasciende el tiempo y el espacio.Merece también la pena detenernos brevemente en sus influencias artísticas y en sus personales procesos de creación. Su estilo está claramente influido por la pintura clásica, sobre todo por los grandes retratistas barrocos como Caravaggio, Velázquez y Rembrandt. Disfrutar de los maestrosEn este sentido conviene escuchar sus palabras: «Aunque mi trabajo es fotográfico, he aprendido y disfrutado de todos los grandes maestros del retrato, sean fotógrafos como Avedon, Penn , Arbus, Sander o pintores como Goya, Zurbarán, Caravagio, Van Gogh, Memmling.. . La lista podría ser demasiado larga. Un maestro, sea pintor, fotógrafo, cineasta o escritor, es una clase magistral siempre presente. La literatura me ha influido tal vez más que la pintura, porque un retrato es una pieza silenciosa que se debe leer más que mirar, como un relato de Dostoievski o Faulkner ». Sus imágenes presentan un claroscuro dramático que otorga volumen y profundidad a los rostros, destacando los rasgos físicos con una fuerza expresiva notable. Utiliza fondos neutros y oscuros que centran toda la atención en el sujeto retratado, eliminando distracciones y creando un ambiente atemporal.En cuanto a su procedimiento creativo, Gonnord es bien conocido por su respeto hacia los procesos lentos y pausados. Ha dedicado tiempo, todo el necesario, a conocer a las personas que fotografía, comprendiendo sus vidas y creando una atmósfera de confianza. De hecho , nunca ha llevado sus cámaras la primera vez que viajaba a un nuevo lugar de interés o conocía a una nueva persona. Factores como el respeto, la empatía y la comprensión le han servido a la hora de establecer una profunda relación con el retratado, que no siempre resulta ni fácil ni rápida. Dejémosle de nuevo hablar: «Mis fotos no se apoyan en un ‘instante decisivo’ como diría Cartier Bresson. Tal vez todo lo contrario, pues proceden, como radiografías, de un ritual largo y silencioso de encuentro en la intimidad. El tiempo parece abolido, como si viviésemos hace mil años o dentro de otro milenio».Todos los detalles. De arriba abajo, Maroto ante la maqueta del estand de ABC Cultural en ARCO; detalle de las obras almacenadas en el estudio; un fragmento de la biblioteca del artista T. S. Por otro lado, prefiere los retratos en primer plano o medio plano, capturando con gran detalle las texturas de la piel, las miradas y los gestos sutiles. La luz juega un papel fundamental en su obra, ya que modela los rostros y resalta la expresividad de cada sujeto. Se trata de una luz lateralizada, que nos puede recordar a Rembrandt o, en cierto modo, también a Diane Arbus, por esa mirada tan directa y fija que el propio retratado arroja. Sus fotos se presentan generalmente en gran formato, lo que potencia su impacto visual y emocional, y le permite obtener una calidad de imagen excepcional y capturar cualquier detalle. La postproducción es mínima, centrada en ajustes de luz y contraste para reforzar el dramatismo sin alterar la esencia del retrato.El primer paso comienza con la búsqueda de sus modelos, quienes, como ya hemos señalado, provienen en su mayoría de comunidades marginadas o minoritarias. Gonnord se interesa por individuos cuya fisonomía y biografía poseen una fuerza narrativa intrínseca. Antes de realizar las sesiones fotográficas, el artista establecía un vínculo con sus modelos, dedicando tiempo a conocer sus historias y creando un ambiente de confianza. Este enfoque le permite captar retratos cargados de autenticidad y profundidad emocional. Sus palabras revelan este lento y complejo proceso: «De entrada, los fotógrafos no siempre somos bienvenidos –dijo Gonnord–. Tienes que tomarte tu tiempo. Tienes que ser paciente. Yo nunca tengo prisa. Tengo que conectar con 100 personas para convencer a una. Vivo con la gente. Intento transmitir por qué estoy fascinado con ellos. Y finalmente dicen: «Pierre, hagámoslo»».Dentro de esta 44 edición de ARCO, el diario ABC dedicará su estand enteramente a la figura de este gran artista. Comisariado por Javier Díaz-Guardiola, con el apoyo emocional y profesional de José Maroto, viudo y albacea universal de Pierre Gonnord, y con el título de ‘Retrato(s) de Pierre Gonnord’, presenta un proyecto ciertamente completo de su obra y de su personal estilo creador. Selecta panorámica La propuesta se centra, con toda lógica, en su fundamental labor fotográfica como retratista, y ofrece una amplia y al mismo tiempo muy selecta panorámica de lo que ha sido su trayectoria artística, desgraciadamente truncada tras su muerte el pasado año. Estructurada de una manera flexible, sin centrarse en planteamientos cronológicos, sino más bien en intereses muy personales de su autor, nos invita a recorrerla con calma y emoción.Las fotografías se desplegarán en breves ciclos temáticos que recogen la gran mayoría de esos intereses. Empezaré por ‘Regards’, una imagen muy icónica de 2000 que nos muestra a dos jovencísimos Bimba Bosé y David Delfín, personajes muy próximos a su propia experiencia vital e igualmente ligados a la movida ochentera. Me interesa sobre todo el penetrante horizonte de miradas que ejercen ambos sobre el espectador. ‘Utópicos’ es un emotivo alegato a algunos de esos seres desposeídos por la sociedad, aparentemente invisibles, pero a los que Pierre consiguió dotar de una elevada temperatura de dignidad humana. De los tres que se muestran no puedo evitar decantarme por ‘Antonio’, un personaje importante en su vida, y que pese a un evidente aspecto de pobreza, me recuerda a un filósofo griego o a un personaje literario del XIX. Impresionante. ‘Gitanos’ y ‘Portraits’ suponen otras dos series temáticas muy queridas para nuestro artista. La primera, versa sobre una etnia a la que Pierre Gonnord, sin ninguna alharaca paternalista o pseudo exótica, siempre se sintió muy próximo. Con los retratos que realizó de estos hombres y mujeres, como los que aquí se exponen, Manuel y María, no solo nos legó un testamento visual espléndido sino que le sirvió a él mismo como una soberbia herramienta emocional de conocimiento. La segunda serie muestra de nuevo dos magníficos ejemplos de su maestría a la hora de retratar el paisaje humano, en cualquiera de sus estaciones vitales. ‘Charlotte’ bien puede representar el florecimiento de una primavera en la que cualquier sueño, cualquier deseo, aún son brotes de esperanza. Por contraste, ‘Friedrich’, sería el reflejo de un otoño calmado y sereno, cuajado de hojas de sabiduría que se resisten a ser barridas por el soplo del tiempo. Una imagen que nos impele al respeto y al amor.Maroto, con dos de las monumentales piezas de Pierre Gonnord T. S.’Alentejo’, una hermosa e intensa región del sur de Portugal, da título también a otra breve suite de tres hermosas e intensas fotografías. La plasmación de ‘Rogiero II’ me lleva inevitablemente a esos pilluelos inmortalizados por Velázquez o Caravaggio, ‘ragazzi’ desbordantes de vida. Un niño al que Pierre trató personalmente con mucho cariño. Junto a él, María, Joao, Isaac y Aníbal componen un fresco humano excepcional como parte de otro clan también gitano. La imagen de María, con sus dos pequeños, pendiendo de sus senos, como una doble Madonna, es sencillamente bellísima y sobrecogedora.He dejado conscientemente para el final la serie ‘Dípticos’, por varias razones. En primer lugar, por el propio formato, desplegadas las dos obras presentadas en cuatro imágenes fotográficas formando, tal como indica el título, un par de dípticos en lugar de imágenes únicas. Del mismo modo, porque pertenecen a un ciclo bastante más atípico en el que establece una sugerente e inquietante dialéctica de miradas y sensaciones entre hombres y aves a los que parece lograr unir en una mítica y ancestral zoología común. No se trata en absoluto de limitarse a urdir diálogos más o menos felices y ‘originales’, sino que ahonda y bucea con mucha más profundidad en determinados pliegues de la Naturaleza, espacios imbricados en pulsiones atávicas , logrando establecer relaciones fieramente humanas y fraternales. Por favor, no se pierdan este proyecto expositivo. Les estare(mos) vigilando…
Les propongo una experiencia multisensorial: elijan una fotografía, a ser posible un retrato –son sin duda sus grandes obras maestras– de Pierre Gonnord. Acérquense. Sentirán, tal vez, lo primero de todo, cómo sus ojos viajan por su superficie en lo que es una práctica visual única. Pero, enseguida, notarán igualmente que un aroma de verdad, empatía, respeto y dignidad inunda sus pituitarias.
Y, a continuación, las yemas de sus dedos se convertirán en las de sus pupilas para sentir el tacto de los personajes representados, sus luces y sus sombras. Pero no acaba ahí todo. Estoy seguro de que podrán también escuchar, aunque sea quedamente, las innumerables historias de vida que cada uno de ellos nos desea contar. ¿Que falta el gusto? En absoluto. El gusto es el de disfrutar este espléndido proyecto expositivo. Acompáñenos.
Partamos de un hecho ampliamente consensuado: Pierre Gonnord (Cholet, Francia, 28 de junio de 1963 – Madrid, 21 de abril de 2024), es una de las figuras más relevantes y reconocidas de la fotografía contemporánea, fundamentalmente dentro del género del retrato artístico, tanto a nivel nacional como internacional. Nacido en Francia, se traslada a España en 1988, instalándose en Madrid, donde fijará ya su residencia definitiva. De formación fotográfica autodidacta, inicialmente trabajó en el ámbito empresarial y de la comunicación, pero unos años más tarde, en 1996, tras la pérdida inesperada de su hermano, encontraría en la cámara un instrumento material y espiritual perfecto para poder comunicarse con la gente y explorar la condición del ser humano mediante el retrato. Lo que empezó como un simple ‘hobby’ terminará siendo un absoluto modelo de vida y de conocimiento.
De esta forma, a través de sus retratos, ha desarrollado una intensa exploración emocional y sensorial de la identidad humana, un concepto totalmente ligado a su práctica creativa. Como comentaba al principio, al acercarnos a cualquiera de estas obras, nos impregnamos de la esencia de los modelos que ha captado, y somos invitados-incitados a conocer no solo sus rostros, sino igualmente sus historias personales. Porque Pierre, como todo auténtico creador, no se limita únicamente a mostrar, no, sino que nos impele a dar un paso adelante e implicarnos emocional e imaginariamente en las narraciones vitales, la mayoría de ellas de una humanidad extraordinaria, que habitan tras la imagen superficial.
Un objetivo más amplio
Siempre se ha dicho –quizás de una manera demasiado simple, en mi opinión– que sus intereses eran los de representar a determinadas clases y grupos sociales minoritarios y olvidados, como los gitanos, los inmigrantes, los mendigos, los campesinos, los mineros o los presos y otras personas excluidas de la sociedad contemporánea, lo que sin dejar de ser cierto, no era su único objetivo. Su auténtico foco, donde centró literal y profesionalmente el propio foco de su cámara, y vertió toda la maestría y belleza de su mirada, fue en el de conseguir hacer un soberbio mapa de la dignidad humana. Escuchemos su reflexión: «Me interesa la dignidad humana como constante, como patrimonio de la humanidad. Creo que mis retratos la celebran con evidencia. Mis retratos son de ‘aristócratas’ independientes y con fuerza espiritual, sea cual sea su procedencia. Al mismo tiempo, como compromiso social, he elegido dar visibilidad a esos colectivos que, en los tiempos que corren, merecen una atención muy especial».
El propio Pierre consideraba el retrato como el encuentro entre dos personas: el retratado y el fotógrafo con el fin de crear una tercera, la foto del representado, imagen que a su vez terminará siendo interpretada por una cuarta persona, el espectador. Toda una creación a cuatro voces y ocho ojos.



De arriba abajo, José Luis Maroto repasa las obras no enmarcadas de Gonnord, con un retrato de García-Alix en primer plano; detalle de sus cámaras y de sus hojas de contacto
T. S.
Sus retratos no son, pues, meras representaciones estéticas: buscan humanizar al sujeto y encontrar un espacio de diálogo entre el espectador y el retratado. Al dotar de monumentalidad ciertas figuras marginales, cuestiona los estereotipos y visibiliza realidades invisibilizadas. Su obra explora análogamente la noción de identidad y pertenencia, subrayando la riqueza cultural y humana de los colectivos que retrata.
Su compromiso ético, unido a una incuestionable calidad estética, es evidente al dar visibilidad a quienes rara vez son representados en el arte contemporáneo. No hay en su obra un enfoque de explotación o sensacionalismo. Sus retratos jamás han buscado la espectacularidad, sino la verdad íntima de cada individuo, mostrando sus historias, cicatrices y dignidad. Por ello, se percibe una gran generosidad en la manera en que dota a sus modelos de una fuerte presencia simbólica. La mirada directa de sus retratados interpela al espectador, rompiendo la distancia y creando un diálogo que trasciende el tiempo y el espacio.
Merece también la pena detenernos brevemente en sus influencias artísticas y en sus personales procesos de creación. Su estilo está claramente influido por la pintura clásica, sobre todo por los grandes retratistas barrocos como Caravaggio, Velázquez y Rembrandt.
Disfrutar de los maestros
En este sentido conviene escuchar sus palabras: «Aunque mi trabajo es fotográfico, he aprendido y disfrutado de todos los grandes maestros del retrato, sean fotógrafos como Avedon, Penn, Arbus, Sander o pintores como Goya, Zurbarán, Caravagio, Van Gogh, Memmling... La lista podría ser demasiado larga. Un maestro, sea pintor, fotógrafo, cineasta o escritor, es una clase magistral siempre presente. La literatura me ha influido tal vez más que la pintura, porque un retrato es una pieza silenciosa que se debe leer más que mirar, como un relato de Dostoievski o Faulkner».
Sus imágenes presentan un claroscuro dramático que otorga volumen y profundidad a los rostros, destacando los rasgos físicos con una fuerza expresiva notable. Utiliza fondos neutros y oscuros que centran toda la atención en el sujeto retratado, eliminando distracciones y creando un ambiente atemporal.
En cuanto a su procedimiento creativo, Gonnord es bien conocido por su respeto hacia los procesos lentos y pausados. Ha dedicado tiempo, todo el necesario, a conocer a las personas que fotografía, comprendiendo sus vidas y creando una atmósfera de confianza.
De hecho, nunca ha llevado sus cámaras la primera vez que viajaba a un nuevo lugar de interés o conocía a una nueva persona. Factores como el respeto, la empatía y la comprensión le han servido a la hora de establecer una profunda relación con el retratado, que no siempre resulta ni fácil ni rápida. Dejémosle de nuevo hablar: «Mis fotos no se apoyan en un ‘instante decisivo’ como diría Cartier Bresson. Tal vez todo lo contrario, pues proceden, como radiografías, de un ritual largo y silencioso de encuentro en la intimidad. El tiempo parece abolido, como si viviésemos hace mil años o dentro de otro milenio».



De arriba abajo, Maroto ante la maqueta del estand de ABC Cultural en ARCO; detalle de las obras almacenadas en el estudio; un fragmento de la biblioteca del artista
T. S.
Por otro lado, prefiere los retratos en primer plano o medio plano, capturando con gran detalle las texturas de la piel, las miradas y los gestos sutiles. La luz juega un papel fundamental en su obra, ya que modela los rostros y resalta la expresividad de cada sujeto. Se trata de una luz lateralizada, que nos puede recordar a Rembrandt o, en cierto modo, también a Diane Arbus, por esa mirada tan directa y fija que el propio retratado arroja. Sus fotos se presentan generalmente en gran formato, lo que potencia su impacto visual y emocional, y le permite obtener una calidad de imagen excepcional y capturar cualquier detalle. La postproducción es mínima, centrada en ajustes de luz y contraste para reforzar el dramatismo sin alterar la esencia del retrato.
El primer paso comienza con la búsqueda de sus modelos, quienes, como ya hemos señalado, provienen en su mayoría de comunidades marginadas o minoritarias. Gonnord se interesa por individuos cuya fisonomía y biografía poseen una fuerza narrativa intrínseca. Antes de realizar las sesiones fotográficas, el artista establecía un vínculo con sus modelos, dedicando tiempo a conocer sus historias y creando un ambiente de confianza. Este enfoque le permite captar retratos cargados de autenticidad y profundidad emocional. Sus palabras revelan este lento y complejo proceso: «De entrada, los fotógrafos no siempre somos bienvenidos –dijo Gonnord–. Tienes que tomarte tu tiempo. Tienes que ser paciente. Yo nunca tengo prisa. Tengo que conectar con 100 personas para convencer a una. Vivo con la gente. Intento transmitir por qué estoy fascinado con ellos. Y finalmente dicen: «Pierre, hagámoslo»».
Dentro de esta 44 edición de ARCO, el diario ABC dedicará su estand enteramente a la figura de este gran artista. Comisariado por Javier Díaz-Guardiola, con el apoyo emocional y profesional de José Maroto, viudo y albacea universal de Pierre Gonnord, y con el título de ‘Retrato(s) de Pierre Gonnord’, presenta un proyecto ciertamente completo de su obra y de su personal estilo creador.
Selecta panorámica
La propuesta se centra, con toda lógica, en su fundamental labor fotográfica como retratista, y ofrece una amplia y al mismo tiempo muy selecta panorámica de lo que ha sido su trayectoria artística, desgraciadamente truncada tras su muerte el pasado año. Estructurada de una manera flexible, sin centrarse en planteamientos cronológicos, sino más bien en intereses muy personales de su autor, nos invita a recorrerla con calma y emoción.
Las fotografías se desplegarán en breves ciclos temáticos que recogen la gran mayoría de esos intereses. Empezaré por ‘Regards’, una imagen muy icónica de 2000 que nos muestra a dos jovencísimos Bimba Bosé y David Delfín, personajes muy próximos a su propia experiencia vital e igualmente ligados a la movida ochentera. Me interesa sobre todo el penetrante horizonte de miradas que ejercen ambos sobre el espectador.
‘Utópicos’ es un emotivo alegato a algunos de esos seres desposeídos por la sociedad, aparentemente invisibles, pero a los que Pierre consiguió dotar de una elevada temperatura de dignidad humana. De los tres que se muestran no puedo evitar decantarme por ‘Antonio’, un personaje importante en su vida, y que pese a un evidente aspecto de pobreza, me recuerda a un filósofo griego o a un personaje literario del XIX. Impresionante.
‘Gitanos’ y ‘Portraits’ suponen otras dos series temáticas muy queridas para nuestro artista. La primera, versa sobre una etnia a la que Pierre Gonnord, sin ninguna alharaca paternalista o pseudo exótica, siempre se sintió muy próximo. Con los retratos que realizó de estos hombres y mujeres, como los que aquí se exponen, Manuel y María, no solo nos legó un testamento visual espléndido sino que le sirvió a él mismo como una soberbia herramienta emocional de conocimiento.
La segunda serie muestra de nuevo dos magníficos ejemplos de su maestría a la hora de retratar el paisaje humano, en cualquiera de sus estaciones vitales. ‘Charlotte’ bien puede representar el florecimiento de una primavera en la que cualquier sueño, cualquier deseo, aún son brotes de esperanza. Por contraste, ‘Friedrich’, sería el reflejo de un otoño calmado y sereno, cuajado de hojas de sabiduría que se resisten a ser barridas por el soplo del tiempo. Una imagen que nos impele al respeto y al amor.
T. S.
‘Alentejo’, una hermosa e intensa región del sur de Portugal, da título también a otra breve suite de tres hermosas e intensas fotografías. La plasmación de ‘Rogiero II’ me lleva inevitablemente a esos pilluelos inmortalizados por Velázquez o Caravaggio, ‘ragazzi’ desbordantes de vida. Un niño al que Pierre trató personalmente con mucho cariño. Junto a él, María, Joao, Isaac y Aníbal componen un fresco humano excepcional como parte de otro clan también gitano. La imagen de María, con sus dos pequeños, pendiendo de sus senos, como una doble Madonna, es sencillamente bellísima y sobrecogedora.
He dejado conscientemente para el final la serie ‘Dípticos’, por varias razones. En primer lugar, por el propio formato, desplegadas las dos obras presentadas en cuatro imágenes fotográficas formando, tal como indica el título, un par de dípticos en lugar de imágenes únicas. Del mismo modo, porque pertenecen a un ciclo bastante más atípico en el que establece una sugerente e inquietante dialéctica de miradas y sensaciones entre hombres y aves a los que parece lograr unir en una mítica y ancestral zoología común.
No se trata en absoluto de limitarse a urdir diálogos más o menos felices y ‘originales’, sino que ahonda y bucea con mucha más profundidad en determinados pliegues de la Naturaleza, espacios imbricados en pulsiones atávicas, logrando establecer relaciones fieramente humanas y fraternales.
Por favor, no se pierdan este proyecto expositivo. Les estare(mos) vigilando…
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