El libro empieza así: «Esta es una historia real y, como tal, debe incluir una confesión. Entre 2016 y 2018 fui contactada por distintas mujeres para que las ayudara con una tarea muy específica: querían arruinarles la vida a ciertos hombres». Lo que sigue es una novela de hechos más o menos delirantes en las que la escritora Pola Oloixarac (Buenos Aires, 1977) acude al encuentro de esos hombres para contar sus casos: una tal Lola quiere cancelar a Tobías porque le contagió herpes , aunque la relación que tenía no era exclusiva y ella se estaba acostando a la vez con un prostituto y un economista; Mireya, una de las feministas más famosas de Argentina, decide encubrir las antiguas relaciones con una menor de su nueva pareja, Perro, un macho entre los machos, pero en cuanto su relación se acaba las saca a la luz; a Laurent lo cancelan en una universidad francesa después de una campaña por redes sociales que incluía cuentas falsas en la que lo acusaban de abusar de sus alumnas, coincidiendo, ya es casualidad, con el momento en que había salido una plaza en el departamento de Historia Antigua, casi un milagro. ‘ Bad hombre ‘ (Random House), dice su autora, es una exploración del poder actual para destruir a un hombre. «Cuando la sociedad, o cierta parte de ella, te da las herramientas para sacarte de encima a alguien, ¿lo vas a desaprovechar?, ¿te lo vas a perder?», se pregunta al otro lado de la pantalla. —¿Todas las historias son reales? ¿De verdad?—Sí, todas lo son. Me interesó trabajar como periodista en este caso, recopilando datos, trabajando con fuentes, y luego usar los métodos de la ficción para convertirlo en una experiencia. Son todos casos reales y todos, de alguna manera, me involucraron. Solo incluí los casos donde yo fui involucrada como partícipe, como un testigo necesario.—¿Cómo fueron esos encuentros?—En el momento, la verdad, es que fue bastante clandestino. Encontrarme con ellos, hablar, era una situación bastante tensa. Les daba muchísima impresión hablar. Fue bastante dramático, la verdad. Y para mí fue muy fuerte no ponerme en una posición de juzgarlos a ellos. Trataba de escuchar a todos y que mi juicio no enturbiara la percepción del lector.—Al principio del libro cuenta que una mujer la acusó de antisemita por no apoyarla en un linchamiento. Mandó cartas a las principales cabeceras de Alemania para que la cancelaran en un festival literario de Berlín.—Es muy violenta la forma en la que te empujan a tener que tomar partido sí o sí en estos casos. Te obligan a tomar partido en algo que para empezar no conoces, pero que sin embargo por principio deberías tomar partido en un sentido. Porque de un lado ponen al virtud, la defensa de la mujer, y del otro el mal. De repente hay muchísima presión social para tomar decisiones sobre las vidas de otras personas, y de alguna manera judicializar los casos pero sin las garantías judiciales. A mí interesaba examinar el poder que tenemos las mujeres ahora, porque yo me considero feminista, y me interesa terminar con la violencia de género y combatirla y entenderla. Y yo creo que la cancelación no es un buen instrumento para el feminismo, porque lo que hace precisamente es sacar el foco de la ley y la justicia, que tienen que ser tus verdaderos instrumentos, y el lugar donde tú tienes como que confiar, y ponerlo en otro espacio, y hacernos creer que la justicia tiene que ver con esa otra cosa que está fuera del mundo del derecho. A la vez, es interesante, y es legítimo también, entender que una mujer con el corazón roto es un dios vengador, y no la vas a parar con nada. —Le cito: «Lo que me interesaban eran estas mujeres que habían hecho de ser víctimas una forma personal de crueldad; yo quería escuchar a Circe, sentir la maldición como quien trepa un volcán».—Siempre amé las ‘femme fatale’. No me gustan los libros que me dicen lo que tengo que pensar, que parten del hecho de que la mujer es una especie amenazada. A mí me gusta investigar el poder que tenemos las mujeres. Porque se ha ido transformando y ha sido diferente a lo largo de los siglos. Y me parece mucho más interesante mirar a las mujeres en términos de sus poderes. Y no tanto como víctimas. A veces puedes elegir entre si quieres empoderarte o no. Y a mí me parece que la posición de la víctima es desempoderante. Porque lo que justamente hace es volver cada vez más grande y más opulento al poder machista. Y no me parece que esa sea la mejor manera de combatirlo, agrandarlo, volverlo ominoso. Lo interesante es estudiarnos a nosotras, el poder que tenemos.—El libro se da la libertad de cuestionar los relatos de las mujeres, ponerlos en duda.—Precisamente porque tenemos que proteger a las mujeres y porque la violencia de género es algo súper grave que tenemos que combatir, es interesante prestar atención a cuando la idea de violencia se vuelve un chicle que de pronto es aplicable a cualquier cosa. No a cualquier cosa: a cualquier cosa que no te gusta. Si te llevaste mal con un tipo, si no te gustó, ‘bye’, no sé, lo bloqueas, no lo ves más. O bueno, dices: no sé, vamos a la casa igual, como le pasó a Elisa Mouliaá . Dijo ella: no me gustó nada, pero me voy a su casa; era horrible, pero me voy a la casa igual, aunque tengo una excusa perfecta que es que mi hija tiene fiebre y mi papá me está llamando, y tiene un año, o sea, que muy probablemente está en periodo de lactancia. ¿Pero quién era el lactante importante? ¡Era Íñigo! Con la cara de lactante que tiene [a carcajadas].— [Risas] .—A mí lo que me parece fascinante es que esta cancelación ocurra en torno a uno de los hombres más feos de España. Porque estamos hablando del ‘bad hombre’, el hombre que te seduce, la sangre caliente, pero de pronto nos damos de bruces con la realidad de Íñigo. Es fascinante: no poder resistirse a estar con el hombre más feo de España. Qué historia.—El libro ha coincidido con el caso Errejón y con la victoria de Trump, del que toma el concepto ‘bad hombre’ para aplicarlo a las cancelaciones del feminismo.—Y cuando estaba en Buenos Aires coincidió con el escándalo de Alberto Fernández, que es nuestro último presidente, que le pegaba a Fabiola Yañez. Y él era el gran abanderado del feminismo. Llegó a decir: «Yo terminé con el patriarcado, conmigo se terminó el patriarcado» [y subraya con la voz el patriarcado]. La condena pública de Errejón tiene algo de justicia poética , porque Íñigo fue el que diseñó el cadalso español para los micromachismos. Que sea precisamente él quien caiga por ser un gran cultor de estos micro y macromachismos, me parece que tiene algo muy hermoso. Una de las cosas que a mí me pareció más interesante cuando escribí el libro es preguntarme: ¿a quién le sirve la cancelación?, ¿beneficia a las mujeres? Y una de las cosas que se revelan en el libro es que a veces se benefician otros hombres. Por ejemplo: detrás de esta terrible caída hay alguien que está muy feliz, y es Pablo Iglesias.— …—Eso es justamente lo complicado. Cuando el feminismo sirve para enmascarar el gatopardismo total del machismo. Tú tienes un machismo cada vez más fuerte precisamente porque ha instrumentalizado los discursos feministas. Es como una especie de colmo total donde lo que está en último lugar son los problemas de las mujeres. Si no podemos pensar cuáles son los mejores instrumentos para defender a las mujeres de la violencia, no podemos pensar absolutamente nada y lo único que nos queda es callarnos y observar cómo la violencia se desenvuelve de otras maneras a nuestro alrededor. La violencia o la injusticia. Así que la pregunta es: ¿nos conviene hacer del castigo nuestra prerrogativa o vale la pena que el castigo vuelva a la justicia?Noticia Relacionada estandar No Una psicóloga explica los rasgos que esconde la personalidad de Errejón: «Esto nos lleva a pensar…» ALEXIA Columba Jerez Lara Ferreiro señala que con la información que tenemos, podemos hablar presuntamente de una retrato del exportavoz de Sumar—¿Ha dudado a la hora de escribir el libro?—Siempre me pareció que lo tenía que escribir, pero claro, se lo contaba gente y me miraban un poco azorados: ¿por qué te estás metiendo ahí? A mí me parecía justamente que había algo muy fascinante en esto justamente porque se jugaba el secreto: era algo de lo que todo el mundo hablaba en privado, pero nadie podía hablar en voz alta, nadie publicaba nada, ni siquiera en notas. Me pareció especialmente interesante hacer una novela que te permite justamente explorar los grises, meterte más profundo en las relaciones de las personas, investigarlo. ¿Cómo puede ser que todos estemos hablando de algo durante años y a la vez no se pueda decir nada públicamente? Es una locura.—Uno de los temas que propone ‘Bad hombre’ es la hipocresía: hay una moral pública muy estricta, pero la vida sucede por debajo. Hay un ejemplo extremo, y es el personaje de Mireya, una de las feministas más famosas de Argentina, que disfruta escenificando violaciones. Es su fantasía sexual.—Son cosas muy humanas y muy reales. Así funcionan las pasiones humanas: no siempre lo que te dice tu ideología es lo que tú sientes o lo que te apasiona. A Mireya le gusta el Perro, que es el clásico macho argentino, y eso colisiona con su ideología. Y sin embargo tienen un ‘affaire’ y ella disfruta haciendo una puesta en escena de una violación. ¿Por qué no le va a gustar?—Hay algo victoriano en la doble moral que retrata el libro, más allá de ese caso, ¿no?—Claro. Pero es que han vuelto a estar de moda los zapatos de los puritanos norteamericanos, que tienen como una gran hebilla delante, y están muy de moda también la camisa alta con bolardos, hipervictoriana. Lo victoriano ya está hasta en la manera de vestirnos. Lo usamos, nos lo ponemos. Zara te vende ese puritanismo. Es interesante. —Si no fueran reales, esos casos parecerían inventados por un cómico. Tienen un punto de disparate, casi de comedia de Woody Allen. ¿Necesitaba la distancia del humor?—Supongo que cuando las cosas son dramáticas lo mejor que puedes hacer al respecto es hacer una comedia. Además, para mí era una gran tentación como escritora: la comedia de relaciones sociales es algo que me encanta. Lo siento en Jane Austen, en Oscar Wilde, y sé que te estoy diciendo gente bastante victoriana [y vuelve a reír]. El libro tiene algo de eso también: hay muchos diálogos, situaciones con sobreentendidos… Habla de un momento muy extraño y muy interesante de nuestra cultura contemporánea en el que hay una erosión del significado: cualquier cosa puede significar algo terrible siempre y cuando me condecore en tanto víctima. Y está esa idea de que ser víctima también es un lugar buscado, un lugar especial en el que situarse, un lugar que sirve. Me parece que tiene que ver un poco con el culto mariano, quizás pueda ser una secularización de eso. Por eso pienso en el culto mariano. —¿Cree que un hombre podría haber escrito este libro?—No, y otra mujer tampoco [y ríe]. Tampoco ChatGPT: eso solamente sirve para decir lugares comunes y cosas tediosas. El libro empieza así: «Esta es una historia real y, como tal, debe incluir una confesión. Entre 2016 y 2018 fui contactada por distintas mujeres para que las ayudara con una tarea muy específica: querían arruinarles la vida a ciertos hombres». Lo que sigue es una novela de hechos más o menos delirantes en las que la escritora Pola Oloixarac (Buenos Aires, 1977) acude al encuentro de esos hombres para contar sus casos: una tal Lola quiere cancelar a Tobías porque le contagió herpes , aunque la relación que tenía no era exclusiva y ella se estaba acostando a la vez con un prostituto y un economista; Mireya, una de las feministas más famosas de Argentina, decide encubrir las antiguas relaciones con una menor de su nueva pareja, Perro, un macho entre los machos, pero en cuanto su relación se acaba las saca a la luz; a Laurent lo cancelan en una universidad francesa después de una campaña por redes sociales que incluía cuentas falsas en la que lo acusaban de abusar de sus alumnas, coincidiendo, ya es casualidad, con el momento en que había salido una plaza en el departamento de Historia Antigua, casi un milagro. ‘ Bad hombre ‘ (Random House), dice su autora, es una exploración del poder actual para destruir a un hombre. «Cuando la sociedad, o cierta parte de ella, te da las herramientas para sacarte de encima a alguien, ¿lo vas a desaprovechar?, ¿te lo vas a perder?», se pregunta al otro lado de la pantalla. —¿Todas las historias son reales? ¿De verdad?—Sí, todas lo son. Me interesó trabajar como periodista en este caso, recopilando datos, trabajando con fuentes, y luego usar los métodos de la ficción para convertirlo en una experiencia. Son todos casos reales y todos, de alguna manera, me involucraron. Solo incluí los casos donde yo fui involucrada como partícipe, como un testigo necesario.—¿Cómo fueron esos encuentros?—En el momento, la verdad, es que fue bastante clandestino. Encontrarme con ellos, hablar, era una situación bastante tensa. Les daba muchísima impresión hablar. Fue bastante dramático, la verdad. Y para mí fue muy fuerte no ponerme en una posición de juzgarlos a ellos. Trataba de escuchar a todos y que mi juicio no enturbiara la percepción del lector.—Al principio del libro cuenta que una mujer la acusó de antisemita por no apoyarla en un linchamiento. Mandó cartas a las principales cabeceras de Alemania para que la cancelaran en un festival literario de Berlín.—Es muy violenta la forma en la que te empujan a tener que tomar partido sí o sí en estos casos. Te obligan a tomar partido en algo que para empezar no conoces, pero que sin embargo por principio deberías tomar partido en un sentido. Porque de un lado ponen al virtud, la defensa de la mujer, y del otro el mal. De repente hay muchísima presión social para tomar decisiones sobre las vidas de otras personas, y de alguna manera judicializar los casos pero sin las garantías judiciales. A mí interesaba examinar el poder que tenemos las mujeres ahora, porque yo me considero feminista, y me interesa terminar con la violencia de género y combatirla y entenderla. Y yo creo que la cancelación no es un buen instrumento para el feminismo, porque lo que hace precisamente es sacar el foco de la ley y la justicia, que tienen que ser tus verdaderos instrumentos, y el lugar donde tú tienes como que confiar, y ponerlo en otro espacio, y hacernos creer que la justicia tiene que ver con esa otra cosa que está fuera del mundo del derecho. A la vez, es interesante, y es legítimo también, entender que una mujer con el corazón roto es un dios vengador, y no la vas a parar con nada. —Le cito: «Lo que me interesaban eran estas mujeres que habían hecho de ser víctimas una forma personal de crueldad; yo quería escuchar a Circe, sentir la maldición como quien trepa un volcán».—Siempre amé las ‘femme fatale’. No me gustan los libros que me dicen lo que tengo que pensar, que parten del hecho de que la mujer es una especie amenazada. A mí me gusta investigar el poder que tenemos las mujeres. Porque se ha ido transformando y ha sido diferente a lo largo de los siglos. Y me parece mucho más interesante mirar a las mujeres en términos de sus poderes. Y no tanto como víctimas. A veces puedes elegir entre si quieres empoderarte o no. Y a mí me parece que la posición de la víctima es desempoderante. Porque lo que justamente hace es volver cada vez más grande y más opulento al poder machista. Y no me parece que esa sea la mejor manera de combatirlo, agrandarlo, volverlo ominoso. Lo interesante es estudiarnos a nosotras, el poder que tenemos.—El libro se da la libertad de cuestionar los relatos de las mujeres, ponerlos en duda.—Precisamente porque tenemos que proteger a las mujeres y porque la violencia de género es algo súper grave que tenemos que combatir, es interesante prestar atención a cuando la idea de violencia se vuelve un chicle que de pronto es aplicable a cualquier cosa. No a cualquier cosa: a cualquier cosa que no te gusta. Si te llevaste mal con un tipo, si no te gustó, ‘bye’, no sé, lo bloqueas, no lo ves más. O bueno, dices: no sé, vamos a la casa igual, como le pasó a Elisa Mouliaá . Dijo ella: no me gustó nada, pero me voy a su casa; era horrible, pero me voy a la casa igual, aunque tengo una excusa perfecta que es que mi hija tiene fiebre y mi papá me está llamando, y tiene un año, o sea, que muy probablemente está en periodo de lactancia. ¿Pero quién era el lactante importante? ¡Era Íñigo! Con la cara de lactante que tiene [a carcajadas].— [Risas] .—A mí lo que me parece fascinante es que esta cancelación ocurra en torno a uno de los hombres más feos de España. Porque estamos hablando del ‘bad hombre’, el hombre que te seduce, la sangre caliente, pero de pronto nos damos de bruces con la realidad de Íñigo. Es fascinante: no poder resistirse a estar con el hombre más feo de España. Qué historia.—El libro ha coincidido con el caso Errejón y con la victoria de Trump, del que toma el concepto ‘bad hombre’ para aplicarlo a las cancelaciones del feminismo.—Y cuando estaba en Buenos Aires coincidió con el escándalo de Alberto Fernández, que es nuestro último presidente, que le pegaba a Fabiola Yañez. Y él era el gran abanderado del feminismo. Llegó a decir: «Yo terminé con el patriarcado, conmigo se terminó el patriarcado» [y subraya con la voz el patriarcado]. La condena pública de Errejón tiene algo de justicia poética , porque Íñigo fue el que diseñó el cadalso español para los micromachismos. Que sea precisamente él quien caiga por ser un gran cultor de estos micro y macromachismos, me parece que tiene algo muy hermoso. Una de las cosas que a mí me pareció más interesante cuando escribí el libro es preguntarme: ¿a quién le sirve la cancelación?, ¿beneficia a las mujeres? Y una de las cosas que se revelan en el libro es que a veces se benefician otros hombres. Por ejemplo: detrás de esta terrible caída hay alguien que está muy feliz, y es Pablo Iglesias.— …—Eso es justamente lo complicado. Cuando el feminismo sirve para enmascarar el gatopardismo total del machismo. Tú tienes un machismo cada vez más fuerte precisamente porque ha instrumentalizado los discursos feministas. Es como una especie de colmo total donde lo que está en último lugar son los problemas de las mujeres. Si no podemos pensar cuáles son los mejores instrumentos para defender a las mujeres de la violencia, no podemos pensar absolutamente nada y lo único que nos queda es callarnos y observar cómo la violencia se desenvuelve de otras maneras a nuestro alrededor. La violencia o la injusticia. Así que la pregunta es: ¿nos conviene hacer del castigo nuestra prerrogativa o vale la pena que el castigo vuelva a la justicia?Noticia Relacionada estandar No Una psicóloga explica los rasgos que esconde la personalidad de Errejón: «Esto nos lleva a pensar…» ALEXIA Columba Jerez Lara Ferreiro señala que con la información que tenemos, podemos hablar presuntamente de una retrato del exportavoz de Sumar—¿Ha dudado a la hora de escribir el libro?—Siempre me pareció que lo tenía que escribir, pero claro, se lo contaba gente y me miraban un poco azorados: ¿por qué te estás metiendo ahí? A mí me parecía justamente que había algo muy fascinante en esto justamente porque se jugaba el secreto: era algo de lo que todo el mundo hablaba en privado, pero nadie podía hablar en voz alta, nadie publicaba nada, ni siquiera en notas. Me pareció especialmente interesante hacer una novela que te permite justamente explorar los grises, meterte más profundo en las relaciones de las personas, investigarlo. ¿Cómo puede ser que todos estemos hablando de algo durante años y a la vez no se pueda decir nada públicamente? Es una locura.—Uno de los temas que propone ‘Bad hombre’ es la hipocresía: hay una moral pública muy estricta, pero la vida sucede por debajo. Hay un ejemplo extremo, y es el personaje de Mireya, una de las feministas más famosas de Argentina, que disfruta escenificando violaciones. Es su fantasía sexual.—Son cosas muy humanas y muy reales. Así funcionan las pasiones humanas: no siempre lo que te dice tu ideología es lo que tú sientes o lo que te apasiona. A Mireya le gusta el Perro, que es el clásico macho argentino, y eso colisiona con su ideología. Y sin embargo tienen un ‘affaire’ y ella disfruta haciendo una puesta en escena de una violación. ¿Por qué no le va a gustar?—Hay algo victoriano en la doble moral que retrata el libro, más allá de ese caso, ¿no?—Claro. Pero es que han vuelto a estar de moda los zapatos de los puritanos norteamericanos, que tienen como una gran hebilla delante, y están muy de moda también la camisa alta con bolardos, hipervictoriana. Lo victoriano ya está hasta en la manera de vestirnos. Lo usamos, nos lo ponemos. Zara te vende ese puritanismo. Es interesante. —Si no fueran reales, esos casos parecerían inventados por un cómico. Tienen un punto de disparate, casi de comedia de Woody Allen. ¿Necesitaba la distancia del humor?—Supongo que cuando las cosas son dramáticas lo mejor que puedes hacer al respecto es hacer una comedia. Además, para mí era una gran tentación como escritora: la comedia de relaciones sociales es algo que me encanta. Lo siento en Jane Austen, en Oscar Wilde, y sé que te estoy diciendo gente bastante victoriana [y vuelve a reír]. El libro tiene algo de eso también: hay muchos diálogos, situaciones con sobreentendidos… Habla de un momento muy extraño y muy interesante de nuestra cultura contemporánea en el que hay una erosión del significado: cualquier cosa puede significar algo terrible siempre y cuando me condecore en tanto víctima. Y está esa idea de que ser víctima también es un lugar buscado, un lugar especial en el que situarse, un lugar que sirve. Me parece que tiene que ver un poco con el culto mariano, quizás pueda ser una secularización de eso. Por eso pienso en el culto mariano. —¿Cree que un hombre podría haber escrito este libro?—No, y otra mujer tampoco [y ríe]. Tampoco ChatGPT: eso solamente sirve para decir lugares comunes y cosas tediosas.
La escritora argentina publica ‘Bad hombre’ (Random House), una novela en la que explora las zonas grises del feminismo contemporáneo
El libro empieza así: «Esta es una historia real y, como tal, debe incluir una confesión. Entre 2016 y 2018 fui contactada por distintas mujeres para que las ayudara con una tarea muy específica: querían arruinarles la vida a ciertos hombres». Lo que sigue es …
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