La primera persona normal se lee un tebeo normal, tan contenta, en un banco normal de una calle normal, junto a una marquesina bastante normal en la que ya no paran los autobuses (ahora lo hacen cincuenta metros más arriba, en una zona más despejada, lo que es normal, si se piensa). La segunda persona normal se sienta a su lado, sin saludar siquiera.—Buenísimo.—¿Cómo que buenísimo? —pregunta la primera persona normal, levantando apenas la mirada.—Ese tebeo. Buenísimo.—Pero ¿lo has leído?—¿Yo? No, claro. Pero me encantan los tebeos. ¿De qué es ese?—Es de un periodista francés que por la noche es criminal y por el día es policía.—Y, entonces, ¿cuándo es periodista?—Ah, claro. Es verdad. Igual no lo estoy entendiendo bien. Como es en francés…La segunda persona normal se pone las gafas de cerca.—Pero si está en español…—Ya. Pero el periodista es francés.—Pero si no es periodista, dices…—Ya. Pero el tebeo sí es francés.—Entonces es un cómic.—¿Cómo?—Si es francés, es un cómic.—¿Seguro?—Seguro no, pero casi seguro. Si está en francés, claro.—Este está en francés.—Está en español, lo estoy viendo desde aquí.—Eso dices tú. Y yo creo que los franceses no dirán cómic, ¿no?—Si sale Tintín, es un cómic. Si sale Mortadelo, es tebeo.—Y ¿si sale Astérix?—Ahí me pillas. Pero no importa, porque en ese no sale, sea francés o no. El tebeo, digo.—El periodista es francés, eso seguro. Igual el tebeo es español…—Pues doble motivo para que esté en español todo, ¿no? ¿Lo admites ya?—No. Porque el periodista es de París y los periodistas de París hablan un francés buenísimo. Aunque el tebeo sea español. Que no digo que lo sea.—¿Sale Mortadelo?—No.—A ver si es un caso especial… —Se estira el labio inferior—. Hay que meditarlo bien; hay muchas contradicciones. ¿Seguro que el periodista es periodista?—¿No dices tú que es imposible?, ¿no dices que no le da tiempo?—Se nos abren muchas puertas…—No te entiendo…—Si no es periodista, no es Tintín. Y, si no es Tintín, igual es novela gráfica. ¿Salen señores que vuelan?—Todavía no.—Compruébalo. ¡Vamos! ¡De prisa!La primera persona normal hace pasar las páginas con el pulgar, como si fueran naipes. (Si tuviera algo más de pelo, se le movería un poco).—Aquí no vuela nadie —dice.La segunda persona normal sigue estirándose el labio. Sopesa con gran cuidado los más pertinentes argumentos.—Pues dices tú —concluye—, pero, si no vuela nadie, al final va a ser historieta.Un niño pasa corriendo, persiguiendo un balón a la desesperada. Se oye un frenazo seco. El niño vuelve a la carrera, esta vez con la pelota y en dirección contraria.—¿Y si es arquitecto?—¿Quién?—¿Y si el periodista es arquitecto?—¿Por qué va a ser arquitecto el periodista?—Porque sí.—Esa no es una razón.—Pero es la mejor de todas.—¿No habíamos quedado en que el periodista no era periodista porque no podía? ¿Por qué le iba a dar tiempo a ser, porque a ti te dé la gana, arquitecto?—Porque a los arquitectos se lo hacen todo.—¿Cómo que se lo hacen todo?—El trabajo. Se lo hacen.—¿En los tebeos también?—En los tebeos más, seguro. Y en los cómics. Un arquitecto, si quiere, puede ser policía de día y criminal de noche. Y, por las tardes, pensar.—¿Pensar en qué?—En edificios.—Y ¿por qué?—Porque es arquitecto. Y luego le pasaría los dibujos a un chaval, que llevaría un jersey sin mangas, y el chaval le haría los cálculos, para que no se le desplomaran las cosas.—¿Eso funciona así?—En Francia sí. Te lo explico… En Francia, los arquitectos…—Y las arquitectas…—Y las arquitectas, se ponen a pensar en un cine. Y piensan en dónde va la pantalla y en dónde van las sillas. Y luego se acuerdan de que tienen que poner un baño, y el bar de las palomitas, y de que hay que colgar los carteles en las paredes y todo, y los extintores. Y lo dibujan todo en una libreta. Y luego se lo dan al chaval…—O a la chavala…—O a la chavala. Y la chavala se lo pasa todo a limpio, con regla y todo, y borra con goma lo que sobre. Y calcula bien los kilos que pesan todas las cosas, como, por ejemplo, el techo, para que no se monte una buena, porque hay que poner un gimnasio encima, por ejemplo, y hay que hacer que no se oigan los saltos cuando saltan los de arriba. Es muy difícil todo… —No sabía que era así…—Pues ya lo sabes.—Y ¿por qué iba a querer ser criminal un arquitecto?—Porque igual ahorra en materiales y no lo dice. Echa más arena, por ejemplo, y al final se le cae todo. Pero, como se ha forrado, pues claro, pues le compensa.—Y ¿por qué quiere ser policía de día?—Porque, si se arrepiente, así puede confesar.—Qué complicado todo, ¿no?—Sí. Pero es un mundo apasionante. —Cuánto giro inesperado… —Y cuántas emociones a la vez.—La verdad es que el tebeo es buenísimo.—La verdad es que sí. Lo que no sé es si es tebeo. La primera persona normal se lee un tebeo normal, tan contenta, en un banco normal de una calle normal, junto a una marquesina bastante normal en la que ya no paran los autobuses (ahora lo hacen cincuenta metros más arriba, en una zona más despejada, lo que es normal, si se piensa). La segunda persona normal se sienta a su lado, sin saludar siquiera.—Buenísimo.—¿Cómo que buenísimo? —pregunta la primera persona normal, levantando apenas la mirada.—Ese tebeo. Buenísimo.—Pero ¿lo has leído?—¿Yo? No, claro. Pero me encantan los tebeos. ¿De qué es ese?—Es de un periodista francés que por la noche es criminal y por el día es policía.—Y, entonces, ¿cuándo es periodista?—Ah, claro. Es verdad. Igual no lo estoy entendiendo bien. Como es en francés…La segunda persona normal se pone las gafas de cerca.—Pero si está en español…—Ya. Pero el periodista es francés.—Pero si no es periodista, dices…—Ya. Pero el tebeo sí es francés.—Entonces es un cómic.—¿Cómo?—Si es francés, es un cómic.—¿Seguro?—Seguro no, pero casi seguro. Si está en francés, claro.—Este está en francés.—Está en español, lo estoy viendo desde aquí.—Eso dices tú. Y yo creo que los franceses no dirán cómic, ¿no?—Si sale Tintín, es un cómic. Si sale Mortadelo, es tebeo.—Y ¿si sale Astérix?—Ahí me pillas. Pero no importa, porque en ese no sale, sea francés o no. El tebeo, digo.—El periodista es francés, eso seguro. Igual el tebeo es español…—Pues doble motivo para que esté en español todo, ¿no? ¿Lo admites ya?—No. Porque el periodista es de París y los periodistas de París hablan un francés buenísimo. Aunque el tebeo sea español. Que no digo que lo sea.—¿Sale Mortadelo?—No.—A ver si es un caso especial… —Se estira el labio inferior—. Hay que meditarlo bien; hay muchas contradicciones. ¿Seguro que el periodista es periodista?—¿No dices tú que es imposible?, ¿no dices que no le da tiempo?—Se nos abren muchas puertas…—No te entiendo…—Si no es periodista, no es Tintín. Y, si no es Tintín, igual es novela gráfica. ¿Salen señores que vuelan?—Todavía no.—Compruébalo. ¡Vamos! ¡De prisa!La primera persona normal hace pasar las páginas con el pulgar, como si fueran naipes. (Si tuviera algo más de pelo, se le movería un poco).—Aquí no vuela nadie —dice.La segunda persona normal sigue estirándose el labio. Sopesa con gran cuidado los más pertinentes argumentos.—Pues dices tú —concluye—, pero, si no vuela nadie, al final va a ser historieta.Un niño pasa corriendo, persiguiendo un balón a la desesperada. Se oye un frenazo seco. El niño vuelve a la carrera, esta vez con la pelota y en dirección contraria.—¿Y si es arquitecto?—¿Quién?—¿Y si el periodista es arquitecto?—¿Por qué va a ser arquitecto el periodista?—Porque sí.—Esa no es una razón.—Pero es la mejor de todas.—¿No habíamos quedado en que el periodista no era periodista porque no podía? ¿Por qué le iba a dar tiempo a ser, porque a ti te dé la gana, arquitecto?—Porque a los arquitectos se lo hacen todo.—¿Cómo que se lo hacen todo?—El trabajo. Se lo hacen.—¿En los tebeos también?—En los tebeos más, seguro. Y en los cómics. Un arquitecto, si quiere, puede ser policía de día y criminal de noche. Y, por las tardes, pensar.—¿Pensar en qué?—En edificios.—Y ¿por qué?—Porque es arquitecto. Y luego le pasaría los dibujos a un chaval, que llevaría un jersey sin mangas, y el chaval le haría los cálculos, para que no se le desplomaran las cosas.—¿Eso funciona así?—En Francia sí. Te lo explico… En Francia, los arquitectos…—Y las arquitectas…—Y las arquitectas, se ponen a pensar en un cine. Y piensan en dónde va la pantalla y en dónde van las sillas. Y luego se acuerdan de que tienen que poner un baño, y el bar de las palomitas, y de que hay que colgar los carteles en las paredes y todo, y los extintores. Y lo dibujan todo en una libreta. Y luego se lo dan al chaval…—O a la chavala…—O a la chavala. Y la chavala se lo pasa todo a limpio, con regla y todo, y borra con goma lo que sobre. Y calcula bien los kilos que pesan todas las cosas, como, por ejemplo, el techo, para que no se monte una buena, porque hay que poner un gimnasio encima, por ejemplo, y hay que hacer que no se oigan los saltos cuando saltan los de arriba. Es muy difícil todo… —No sabía que era así…—Pues ya lo sabes.—Y ¿por qué iba a querer ser criminal un arquitecto?—Porque igual ahorra en materiales y no lo dice. Echa más arena, por ejemplo, y al final se le cae todo. Pero, como se ha forrado, pues claro, pues le compensa.—Y ¿por qué quiere ser policía de día?—Porque, si se arrepiente, así puede confesar.—Qué complicado todo, ¿no?—Sí. Pero es un mundo apasionante. —Cuánto giro inesperado… —Y cuántas emociones a la vez.—La verdad es que el tebeo es buenísimo.—La verdad es que sí. Lo que no sé es si es tebeo.
La primera persona normal se lee un tebeo normal, tan contenta, en un banco normal de una calle normal, junto a una marquesina bastante normal en la que ya no paran los autobuses (ahora lo hacen cincuenta metros más arriba, en una zona más despejada, … lo que es normal, si se piensa). La segunda persona normal se sienta a su lado, sin saludar siquiera.
—Buenísimo.
—¿Cómo que buenísimo? —pregunta la primera persona normal, levantando apenas la mirada.
—Ese tebeo. Buenísimo.
—Pero ¿lo has leído?
—¿Yo? No, claro. Pero me encantan los tebeos. ¿De qué es ese?
—Es de un periodista francés que por la noche es criminal y por el día es policía.
—Y, entonces, ¿cuándo es periodista?
—Ah, claro. Es verdad. Igual no lo estoy entendiendo bien. Como es en francés…
La segunda persona normal se pone las gafas de cerca.
—Pero si está en español…
—Ya. Pero el periodista es francés.
—Pero si no es periodista, dices…
—Ya. Pero el tebeo sí es francés.
—Entonces es un cómic.
—¿Cómo?
—Si es francés, es un cómic.
—¿Seguro?
—Seguro no, pero casi seguro. Si está en francés, claro.
—Este está en francés.
—Está en español, lo estoy viendo desde aquí.
—Eso dices tú. Y yo creo que los franceses no dirán cómic, ¿no?
—Si sale Tintín, es un cómic. Si sale Mortadelo, es tebeo.
—Y ¿si sale Astérix?
—Ahí me pillas. Pero no importa, porque en ese no sale, sea francés o no. El tebeo, digo.
—El periodista es francés, eso seguro. Igual el tebeo es español…
—Pues doble motivo para que esté en español todo, ¿no? ¿Lo admites ya?
—No. Porque el periodista es de París y los periodistas de París hablan un francés buenísimo. Aunque el tebeo sea español. Que no digo que lo sea.
—¿Sale Mortadelo?
—No.
—A ver si es un caso especial… —Se estira el labio inferior—. Hay que meditarlo bien; hay muchas contradicciones. ¿Seguro que el periodista es periodista?
—¿No dices tú que es imposible?, ¿no dices que no le da tiempo?
—Se nos abren muchas puertas…
—No te entiendo…
—Si no es periodista, no es Tintín. Y, si no es Tintín, igual es novela gráfica. ¿Salen señores que vuelan?
—Todavía no.
—Compruébalo. ¡Vamos! ¡De prisa!
La primera persona normal hace pasar las páginas con el pulgar, como si fueran naipes. (Si tuviera algo más de pelo, se le movería un poco).
—Aquí no vuela nadie —dice.
La segunda persona normal sigue estirándose el labio. Sopesa con gran cuidado los más pertinentes argumentos.
—Pues dices tú —concluye—, pero, si no vuela nadie, al final va a ser historieta.
Un niño pasa corriendo, persiguiendo un balón a la desesperada. Se oye un frenazo seco. El niño vuelve a la carrera, esta vez con la pelota y en dirección contraria.
—¿Y si es arquitecto?
—¿Quién?
—¿Y si el periodista es arquitecto?
—¿Por qué va a ser arquitecto el periodista?
—Porque sí.
—Esa no es una razón.
—Pero es la mejor de todas.
—¿No habíamos quedado en que el periodista no era periodista porque no podía? ¿Por qué le iba a dar tiempo a ser, porque a ti te dé la gana, arquitecto?
—Porque a los arquitectos se lo hacen todo.
—¿Cómo que se lo hacen todo?
—El trabajo. Se lo hacen.
—¿En los tebeos también?
—En los tebeos más, seguro. Y en los cómics. Un arquitecto, si quiere, puede ser policía de día y criminal de noche. Y, por las tardes, pensar.
—¿Pensar en qué?
—En edificios.
—Y ¿por qué?
—Porque es arquitecto. Y luego le pasaría los dibujos a un chaval, que llevaría un jersey sin mangas, y el chaval le haría los cálculos, para que no se le desplomaran las cosas.
—¿Eso funciona así?
—En Francia sí. Te lo explico… En Francia, los arquitectos…
—Y las arquitectas…
—Y las arquitectas, se ponen a pensar en un cine. Y piensan en dónde va la pantalla y en dónde van las sillas. Y luego se acuerdan de que tienen que poner un baño, y el bar de las palomitas, y de que hay que colgar los carteles en las paredes y todo, y los extintores. Y lo dibujan todo en una libreta. Y luego se lo dan al chaval…
—O a la chavala…
—O a la chavala. Y la chavala se lo pasa todo a limpio, con regla y todo, y borra con goma lo que sobre. Y calcula bien los kilos que pesan todas las cosas, como, por ejemplo, el techo, para que no se monte una buena, porque hay que poner un gimnasio encima, por ejemplo, y hay que hacer que no se oigan los saltos cuando saltan los de arriba. Es muy difícil todo…
—No sabía que era así…
—Pues ya lo sabes.
—Y ¿por qué iba a querer ser criminal un arquitecto?
—Porque igual ahorra en materiales y no lo dice. Echa más arena, por ejemplo, y al final se le cae todo. Pero, como se ha forrado, pues claro, pues le compensa.
—Y ¿por qué quiere ser policía de día?
—Porque, si se arrepiente, así puede confesar.
—Qué complicado todo, ¿no?
—Sí. Pero es un mundo apasionante.
—Cuánto giro inesperado…
—Y cuántas emociones a la vez.
—La verdad es que el tebeo es buenísimo.
—La verdad es que sí. Lo que no sé es si es tebeo.
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