“Algo huele a podrido en Dinamarca” decía el clásico, y algo, efectivamente, huele a podrido al menos para Kim Fupz Aakeson, creador de la serie Prisoner (Movistar Plus+ y Filmin), una mirada lúcida sobre las cárceles de uno de los países más desarrollados del mundo, con una población de menos de seis millones de habitantes y una renta per cápita de casi 68.000 euros al año. Un paraíso según las estadísticas, y un purgatorio para algunas minorías.
En esta serie hay, sobre todo, una extraordinaria interpretación de la protagonista Sofie Gråbøll, sobria, impertérrita y con una trayectoria excelente catapultada internacionalmente por su papel de la detective Sarah Lund en la excelente ‘The Killing’
“Algo huele a podrido en Dinamarca” decía el clásico, y algo, efectivamente, huele a podrido al menos para Kim Fupz Aakeson, creador de la serie Prisoner(Movistar Plus+ y Filmin), una mirada lúcida sobre las cárceles de uno de los países más desarrollados del mundo, con una población de menos de seis millones de habitantes y una renta per cápita de casi 68.000 euros al año. Un paraíso según las estadísticas, y un purgatorio para algunas minorías.
La acción de sus seis capítulos transcurre mayoritariamente en una antigua cárcel conocida como “La Casa” en la que abundan los presos de origen árabe, por más que las estadísticas afirmen que solo un 9% proceden de algún país de Oriente Medio. Y de lo general a lo particular: el Gobierno ha decidido investigar la situación de tres prisiones para cerrar una de ellas, una decisión que pone en riesgo los puestos de trabajo de los funcionarios, lo que a su vez supondrá estimular el control sobre los encarcelados para evitar la clausura del penal. A más control, más descontrol y mayor tensión en la prisión danesa. Parafraseando al poeta Carlos Oroza, alojado ese día en el madrileño Hotel Nacional, y ante el vocerío de una manifestación en la plaza de Atocha, contestó a su dama que no se preocupara, que era “cosa de obreros”, podría decirse que las manifestaciones de los encarcelados eran “cosa de presos”.
Claro que en una serie siempre debe de haber algo más que “cosas de presos”, y en el caso de Prisoner las hay. Hay, por ejemplo, enamoramientos homosexuales de un funcionario que no acaba de reconocer sus inclinaciones del bajo vientre con uno de los encarcelados, hay un muerto por malos tratos para aplacar su rebeldía y hay, sobre todo, una extraordinaria interpretación de la protagonista Sofie Gråbøll, sobria, impertérrita ante los sucesos y con una trayectoria excelente catapultada internacionalmente por su papel de la detective Sarah Lund en la excelente serie The Killing. Y sí, algo huele a podrido en Dinamarca cuando su ministro de Justicia, Peter Hummelgaard, viajó recientemente a Kosovo para negociar el traslado de 300 presos extranjeros a “celdas de alquiler” del pequeño país de la península balcánica. Por una parte, cierran un presidio y, por otra, negocian la exportación de presos ante la saturación de las prisiones nacionales. Las contradicciones de un paraíso con el árbol del bien y del mal.
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