Esta Navidad he leído ‘La banda que escribía torcido’, de Marc Weingarten, uno de los primeros lanzamientos de la editorial Libros del KO, una historia del llamado Nuevo Periodismo, esto es Tom Wolfe, Joan Didion, Jimmy Breslin, Gay Talese, Hunter S. Thompson y demás pléyade de ahora estrellas pero que también gozaron de incomprensión y ruina. Me acuerdo de ellos, además, por la ‘rave’ de Ciudad Real . El Segundo Verano del Amor brotó en Inglaterra a finales de los 80, con la llegada del acid house y sus ‘raves’ tecno en casas okupas, pubs abandonados y naves dejadas de la mano de Dios en medio de la nada al abrigo de las nuevas drogas sintéticas. A no mucho tardar, el Gobierno conservador gritó ‘order’ para parar estos eventos anarcomísticos que pasaban de los empresarios discotequeros y sus precios en fiestas sin alma y con horario. «Si el dinero es vuestro Dios, nosotros somos el Anticristo», decía un célebre ‘ravero’.La ‘rave’ de Ciudad Real era gratis, el Mad Cool cuesta 200 euros. ‘Rave’ ilegal, pero, ¿cuántos detenidos hay entre sus instigadores? Muy bien organizados en secreto, levantaron una macrofiesta con varios escenarios durante seis días. Y como buenos hippies, con su lado oscuro. Nuestro Rodrigo Alonso se largó por precaución o un periodista de la Sexta zarandeado. Paz y amor, salvo para periodistas, los nuevos parias, Cristo nos acogería junto a los leprosos. Incluso hubieron los asistentes de reducir a un tarado con arma blanca y llamar al 091, en virtuosa unión ‘ravero-policial’. Y no seré yo quien recomiende estar bajo cero en un aeropuerto de La Mancha en comunión de baile con miles de personas de buen rollo (¿o sí?), pero dense un paseo por una zona de bares un sábado cualquiera, qué edificante e inspirador es el ambiente según avanza la noche y el legalísimo alcohol anima los corazones. Contaba el ‘observador participante’ Simon Reynolds, en ‘Energy Flash’, que cuando surgió este movimiento fiestero que intentó aplastar John Major con aquella Ley de justicia penal y orden público (con sanciones de tres meses de cárcel y 2.500 libras) antes ocurrió algo hermoso. En Tierra Hooligan, estos se convirtieron en «hooligans del cariño», la clase obrera futbolera empezó a desfogarse con abrazos en vez de a piñazos (el mdma, mano de santo). En fin, que ojalá haber estado en Ciudad Real a hacer el viejo Nuevo Periodismo… o en la Cabalgata de Reyes de Sevilla, aunque esto ya da más yuyu. Esta Navidad he leído ‘La banda que escribía torcido’, de Marc Weingarten, uno de los primeros lanzamientos de la editorial Libros del KO, una historia del llamado Nuevo Periodismo, esto es Tom Wolfe, Joan Didion, Jimmy Breslin, Gay Talese, Hunter S. Thompson y demás pléyade de ahora estrellas pero que también gozaron de incomprensión y ruina. Me acuerdo de ellos, además, por la ‘rave’ de Ciudad Real . El Segundo Verano del Amor brotó en Inglaterra a finales de los 80, con la llegada del acid house y sus ‘raves’ tecno en casas okupas, pubs abandonados y naves dejadas de la mano de Dios en medio de la nada al abrigo de las nuevas drogas sintéticas. A no mucho tardar, el Gobierno conservador gritó ‘order’ para parar estos eventos anarcomísticos que pasaban de los empresarios discotequeros y sus precios en fiestas sin alma y con horario. «Si el dinero es vuestro Dios, nosotros somos el Anticristo», decía un célebre ‘ravero’.La ‘rave’ de Ciudad Real era gratis, el Mad Cool cuesta 200 euros. ‘Rave’ ilegal, pero, ¿cuántos detenidos hay entre sus instigadores? Muy bien organizados en secreto, levantaron una macrofiesta con varios escenarios durante seis días. Y como buenos hippies, con su lado oscuro. Nuestro Rodrigo Alonso se largó por precaución o un periodista de la Sexta zarandeado. Paz y amor, salvo para periodistas, los nuevos parias, Cristo nos acogería junto a los leprosos. Incluso hubieron los asistentes de reducir a un tarado con arma blanca y llamar al 091, en virtuosa unión ‘ravero-policial’. Y no seré yo quien recomiende estar bajo cero en un aeropuerto de La Mancha en comunión de baile con miles de personas de buen rollo (¿o sí?), pero dense un paseo por una zona de bares un sábado cualquiera, qué edificante e inspirador es el ambiente según avanza la noche y el legalísimo alcohol anima los corazones. Contaba el ‘observador participante’ Simon Reynolds, en ‘Energy Flash’, que cuando surgió este movimiento fiestero que intentó aplastar John Major con aquella Ley de justicia penal y orden público (con sanciones de tres meses de cárcel y 2.500 libras) antes ocurrió algo hermoso. En Tierra Hooligan, estos se convirtieron en «hooligans del cariño», la clase obrera futbolera empezó a desfogarse con abrazos en vez de a piñazos (el mdma, mano de santo). En fin, que ojalá haber estado en Ciudad Real a hacer el viejo Nuevo Periodismo… o en la Cabalgata de Reyes de Sevilla, aunque esto ya da más yuyu.
Anticasitodo
Detrás de la macrofiesta bajo cero de Ciudad Real caldea el espíritu del Segundo Verano del Amor
Esta Navidad he leído ‘La banda que escribía torcido’, de Marc Weingarten, uno de los primeros lanzamientos de la editorial Libros del KO, una historia del llamado Nuevo Periodismo, esto es Tom Wolfe, Joan Didion, Jimmy Breslin, Gay Talese, Hunter S. Thompson y demás pléyade …
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