El historiador Raphael Samuel señalaba en sus memorias, con cierta desazón, que muchas de las fotos que admirábamos y comentábamos meticulosamente eran, en realidad, imposturas, tanto en su origen como en sus intenciones, aunque adoptaran una apariencia documental. La producción fotográfica de Pablo Genovés (Madrid, 1959) nace de este mismo conflicto, que él asume con lucidez para explorar aquellos intersticios donde lo real, lo fabulado, lo verosímil y lo verdadero se entrecruzan.Su cuerpo de trabajo más conocido, habitual tanto en ferias como en ámbitos institucionales, nace de una rigurosa metodología: primero, busca en mercadillos y anticuarios fotos antiguas, en su mayoría datadas a finales del siglo XIX y principios del XX, que capturan suntuosos interiores.Noticias relacionadas estandar Si Crítica de: ‘Un silbido al viento’, los cuarenta años de la galería Rafael Ortiz: exponer, reconocer, agradecer Iván de la Torre Amerighi estandar Si CRÍTICA DE: ‘The Wrong Garden’, de Carlos León en Albarrán Bourdais: para dejarse la piel Fernando Castro Flórez Luego, mediante el ‘collage’ digital, elimina su condición de testigos fiables del pasado. En este proceso , incorpora elementos naturales que él mismo ha fotografiado. Así, formula imágenes donde refinadas construcciones europeas del XVII y XVIII (catedrales, bibliotecas, palacios, museos, teatros e iglesias) se yuxtaponen con grandes masas de hielo, torrentes de agua o densas humaredas procedentes de incendios y cataclismos.En sus primeros trabajos, Genovés exploró la combinación de foto y pintura. En su madurez, ha dejado atrás los pinceles, pero explora una fotografía que, gracias al empleo de herramientas digitales, alcanza una visualidad paradójicamente pictórica. La lógica del pintorLos programas de edición no solo le permiten retocar, sino también construir imágenes mediante un sistema que reproduce, en esencia, la lógica del pintor: un ejercicio de superposición de capas que el madrileño domina con maestría. Sus composiciones, de hecho, trascienden las discusiones formales específicas de la foto para inscribirse en una tradición estética de carácter (neo)barroca. Esto se refleja en la reactualización de géneros como la ‘vanitas’ o el ‘memento mori’, pero sobre todo en la escenificación, el simulacro o la metamorfosis, recursos que desestabilizan las perspectivas simétricas y ordenadas propias del Clasicismo.Sus imágenes de interiores arrasados por las fuerzas de la naturaleza se desarrollaron en varios capítulos entre 2008 y 2019. Ahora, una selección de treinta piezas conforma su primera colaboración con la galería Fernández-Braso. Es innegable que la causa subyacente en estas representaciones de catástrofes se fundamenta en la creciente conciencia ecológica de nuestra época. No obstante, la interpretación planteada para esta cita, que propone una comparativa entre el tiempo transcurrido desde la elaboración de las imágenes y las catástrofes medioambientales recientes -incendios, inundaciones, sequías- puede limitar la riqueza de la serie.El texto del catálogo, firmado por José Manuel Sánchez Ron, catedrático de Historia de la Ciencia, titulado ‘¿Visiones del futuro?’, refuerza esta lectura al ver en el trabajo de Genovés una anticipación casi adivinatoria, como un viaje en el tiempo hacia un futuro donde se harían realidad los peores augurios del cambio climático. Catástrofe anunciada. De arriba abajo, ‘Chandelier’; ‘El olvido de los vencidos’; y ‘Das Gericht’, de Pablo Genovés Pablo GenovésAunque plausible, esta visión acaba eclipsando otras hipótesis interpretativas defendidas por el artista. Entre ellas, y como gran pórtico conceptual, destaca el longevo debate entre Cultura y Naturaleza. Desde ahí, las imágenes de Genovés se despliegan hacia múltiples narrativas y conceptualizaciones (la heterocronía, el fin de las utopías, la muerte de lo analógico o la invasión de lo digital, entre otras), que configuran sus fotos como un palimpsesto. Ambiguas y espectrales, las imágenes de Genovés tejen un relato sobre la decadencia y desaparición de escenarios científicos y culturales que, aunque creados para el encuentro humano, él siempre retrata despoblados. Su destrucción implica también el colapso de una concepción del arte y de la cultura sostenida precariamente por la modernidad occidental y esbozada, en sus inicios, por el filósofo Immanuel Kant. Este, en su ‘Crítica del juicio’, menciona precisamente al palacio como un primer ejemplo de belleza cuya apreciación estética surge independientemente de cualquier reflexión sobre su función o propósito; en otras palabras: un palacio sigue siendo bello a pesar de la aristocracia que lo mandó construir o de las narrativas de violencia y poder que se esconden tras sus paredes.También en las fotografías de la alemana Candida Höfer, el centro visual son palacios -aristocráticos, espirituales o de saber- que resultan objetivamente hermosos: los retrata con un meticuloso equilibrio compositivo y una iluminación diáfana que invita a los espectadores a sumergirse en los detalles de colores, formas y texturas. Las composiciones de Genovés, por su parte, también buscan retener nuestra mirada y permitirnos demorarnos, incluso perdernos, en los más nimios detalles, desde la espuma del mar embravecido hasta la exquisita voluta en un capitel. Pablo Genovés ‘Reforzar los diques (2008-2019)’. Galería Fernández-Braso. Madrid. C/ Villanueva, 30. Hasta el 22 de marzo. Cuatro estrellas.Sin embargo, su obra transita por un territorio completamente distinto al de Höfer y otros miembros de la Escuela de Düsseldorf: el fotógrafo madrileño propicia en nosotros un asombro que ya no surge de la magnificencia del edificio, sino de la catástrofe misma, donde una incómoda belleza nace de la irrupción del caos, tan sublime como devastador. El historiador Raphael Samuel señalaba en sus memorias, con cierta desazón, que muchas de las fotos que admirábamos y comentábamos meticulosamente eran, en realidad, imposturas, tanto en su origen como en sus intenciones, aunque adoptaran una apariencia documental. La producción fotográfica de Pablo Genovés (Madrid, 1959) nace de este mismo conflicto, que él asume con lucidez para explorar aquellos intersticios donde lo real, lo fabulado, lo verosímil y lo verdadero se entrecruzan.Su cuerpo de trabajo más conocido, habitual tanto en ferias como en ámbitos institucionales, nace de una rigurosa metodología: primero, busca en mercadillos y anticuarios fotos antiguas, en su mayoría datadas a finales del siglo XIX y principios del XX, que capturan suntuosos interiores.Noticias relacionadas estandar Si Crítica de: ‘Un silbido al viento’, los cuarenta años de la galería Rafael Ortiz: exponer, reconocer, agradecer Iván de la Torre Amerighi estandar Si CRÍTICA DE: ‘The Wrong Garden’, de Carlos León en Albarrán Bourdais: para dejarse la piel Fernando Castro Flórez Luego, mediante el ‘collage’ digital, elimina su condición de testigos fiables del pasado. En este proceso , incorpora elementos naturales que él mismo ha fotografiado. Así, formula imágenes donde refinadas construcciones europeas del XVII y XVIII (catedrales, bibliotecas, palacios, museos, teatros e iglesias) se yuxtaponen con grandes masas de hielo, torrentes de agua o densas humaredas procedentes de incendios y cataclismos.En sus primeros trabajos, Genovés exploró la combinación de foto y pintura. En su madurez, ha dejado atrás los pinceles, pero explora una fotografía que, gracias al empleo de herramientas digitales, alcanza una visualidad paradójicamente pictórica. La lógica del pintorLos programas de edición no solo le permiten retocar, sino también construir imágenes mediante un sistema que reproduce, en esencia, la lógica del pintor: un ejercicio de superposición de capas que el madrileño domina con maestría. Sus composiciones, de hecho, trascienden las discusiones formales específicas de la foto para inscribirse en una tradición estética de carácter (neo)barroca. Esto se refleja en la reactualización de géneros como la ‘vanitas’ o el ‘memento mori’, pero sobre todo en la escenificación, el simulacro o la metamorfosis, recursos que desestabilizan las perspectivas simétricas y ordenadas propias del Clasicismo.Sus imágenes de interiores arrasados por las fuerzas de la naturaleza se desarrollaron en varios capítulos entre 2008 y 2019. Ahora, una selección de treinta piezas conforma su primera colaboración con la galería Fernández-Braso. Es innegable que la causa subyacente en estas representaciones de catástrofes se fundamenta en la creciente conciencia ecológica de nuestra época. No obstante, la interpretación planteada para esta cita, que propone una comparativa entre el tiempo transcurrido desde la elaboración de las imágenes y las catástrofes medioambientales recientes -incendios, inundaciones, sequías- puede limitar la riqueza de la serie.El texto del catálogo, firmado por José Manuel Sánchez Ron, catedrático de Historia de la Ciencia, titulado ‘¿Visiones del futuro?’, refuerza esta lectura al ver en el trabajo de Genovés una anticipación casi adivinatoria, como un viaje en el tiempo hacia un futuro donde se harían realidad los peores augurios del cambio climático. Catástrofe anunciada. De arriba abajo, ‘Chandelier’; ‘El olvido de los vencidos’; y ‘Das Gericht’, de Pablo Genovés Pablo GenovésAunque plausible, esta visión acaba eclipsando otras hipótesis interpretativas defendidas por el artista. Entre ellas, y como gran pórtico conceptual, destaca el longevo debate entre Cultura y Naturaleza. Desde ahí, las imágenes de Genovés se despliegan hacia múltiples narrativas y conceptualizaciones (la heterocronía, el fin de las utopías, la muerte de lo analógico o la invasión de lo digital, entre otras), que configuran sus fotos como un palimpsesto. Ambiguas y espectrales, las imágenes de Genovés tejen un relato sobre la decadencia y desaparición de escenarios científicos y culturales que, aunque creados para el encuentro humano, él siempre retrata despoblados. Su destrucción implica también el colapso de una concepción del arte y de la cultura sostenida precariamente por la modernidad occidental y esbozada, en sus inicios, por el filósofo Immanuel Kant. Este, en su ‘Crítica del juicio’, menciona precisamente al palacio como un primer ejemplo de belleza cuya apreciación estética surge independientemente de cualquier reflexión sobre su función o propósito; en otras palabras: un palacio sigue siendo bello a pesar de la aristocracia que lo mandó construir o de las narrativas de violencia y poder que se esconden tras sus paredes.También en las fotografías de la alemana Candida Höfer, el centro visual son palacios -aristocráticos, espirituales o de saber- que resultan objetivamente hermosos: los retrata con un meticuloso equilibrio compositivo y una iluminación diáfana que invita a los espectadores a sumergirse en los detalles de colores, formas y texturas. Las composiciones de Genovés, por su parte, también buscan retener nuestra mirada y permitirnos demorarnos, incluso perdernos, en los más nimios detalles, desde la espuma del mar embravecido hasta la exquisita voluta en un capitel. Pablo Genovés ‘Reforzar los diques (2008-2019)’. Galería Fernández-Braso. Madrid. C/ Villanueva, 30. Hasta el 22 de marzo. Cuatro estrellas.Sin embargo, su obra transita por un territorio completamente distinto al de Höfer y otros miembros de la Escuela de Düsseldorf: el fotógrafo madrileño propicia en nosotros un asombro que ya no surge de la magnificencia del edificio, sino de la catástrofe misma, donde una incómoda belleza nace de la irrupción del caos, tan sublime como devastador.
El historiador Raphael Samuel señalaba en sus memorias, con cierta desazón, que muchas de las fotos que admirábamos y comentábamos meticulosamente eran, en realidad, imposturas, tanto en su origen como en sus intenciones, aunque adoptaran una apariencia documental. La producción fotográfica de Pablo Genovés … (Madrid, 1959) nace de este mismo conflicto, que él asume con lucidez para explorar aquellos intersticios donde lo real, lo fabulado, lo verosímil y lo verdadero se entrecruzan.
Su cuerpo de trabajo más conocido, habitual tanto en ferias como en ámbitos institucionales, nace de una rigurosa metodología: primero, busca en mercadillos y anticuarios fotos antiguas, en su mayoría datadas a finales del siglo XIX y principios del XX, que capturan suntuosos interiores.
Luego, mediante el ‘collage’ digital, elimina su condición de testigos fiables del pasado. En este proceso, incorpora elementos naturales que él mismo ha fotografiado. Así, formula imágenes donde refinadas construcciones europeas del XVII y XVIII (catedrales, bibliotecas, palacios, museos, teatros e iglesias) se yuxtaponen con grandes masas de hielo, torrentes de agua o densas humaredas procedentes de incendios y cataclismos.
En sus primeros trabajos, Genovés exploró la combinación de foto y pintura. En su madurez, ha dejado atrás los pinceles, pero explora una fotografía que, gracias al empleo de herramientas digitales, alcanza una visualidad paradójicamente pictórica.
La lógica del pintor
Los programas de edición no solo le permiten retocar, sino también construir imágenes mediante un sistema que reproduce, en esencia, la lógica del pintor: un ejercicio de superposición de capas que el madrileño domina con maestría. Sus composiciones, de hecho, trascienden las discusiones formales específicas de la foto para inscribirse en una tradición estética de carácter (neo)barroca. Esto se refleja en la reactualización de géneros como la ‘vanitas’ o el ‘memento mori’, pero sobre todo en la escenificación, el simulacro o la metamorfosis, recursos que desestabilizan las perspectivas simétricas y ordenadas propias del Clasicismo.
Sus imágenes de interiores arrasados por las fuerzas de la naturaleza se desarrollaron en varios capítulos entre 2008 y 2019. Ahora, una selección de treinta piezas conforma su primera colaboración con la galería Fernández-Braso. Es innegable que la causa subyacente en estas representaciones de catástrofes se fundamenta en la creciente conciencia ecológica de nuestra época. No obstante, la interpretación planteada para esta cita, que propone una comparativa entre el tiempo transcurrido desde la elaboración de las imágenes y las catástrofes medioambientales recientes -incendios, inundaciones, sequías- puede limitar la riqueza de la serie.
El texto del catálogo, firmado por José Manuel Sánchez Ron, catedrático de Historia de la Ciencia, titulado ‘¿Visiones del futuro?’, refuerza esta lectura al ver en el trabajo de Genovés una anticipación casi adivinatoria, como un viaje en el tiempo hacia un futuro donde se harían realidad los peores augurios del cambio climático.



De arriba abajo, ‘Chandelier’; ‘El olvido de los vencidos’; y ‘Das Gericht’, de Pablo Genovés
Pablo Genovés
Aunque plausible, esta visión acaba eclipsando otras hipótesis interpretativas defendidas por el artista. Entre ellas, y como gran pórtico conceptual, destaca el longevo debate entre Cultura y Naturaleza. Desde ahí, las imágenes de Genovés se despliegan hacia múltiples narrativas y conceptualizaciones (la heterocronía, el fin de las utopías, la muerte de lo analógico o la invasión de lo digital, entre otras), que configuran sus fotos como un palimpsesto.
Ambiguas y espectrales, las imágenes de Genovés tejen un relato sobre la decadencia y desaparición de escenarios científicos y culturales que, aunque creados para el encuentro humano, él siempre retrata despoblados. Su destrucción implica también el colapso de una concepción del arte y de la cultura sostenida precariamente por la modernidad occidental y esbozada, en sus inicios, por el filósofo Immanuel Kant.
Este, en su ‘Crítica del juicio’, menciona precisamente al palacio como un primer ejemplo de belleza cuya apreciación estética surge independientemente de cualquier reflexión sobre su función o propósito; en otras palabras: un palacio sigue siendo bello a pesar de la aristocracia que lo mandó construir o de las narrativas de violencia y poder que se esconden tras sus paredes.
También en las fotografías de la alemana Candida Höfer, el centro visual son palacios -aristocráticos, espirituales o de saber- que resultan objetivamente hermosos: los retrata con un meticuloso equilibrio compositivo y una iluminación diáfana que invita a los espectadores a sumergirse en los detalles de colores, formas y texturas.
Las composiciones de Genovés, por su parte, también buscan retener nuestra mirada y permitirnos demorarnos, incluso perdernos, en los más nimios detalles, desde la espuma del mar embravecido hasta la exquisita voluta en un capitel.
Pablo Genovés
‘Reforzar los diques (2008-2019)’. Galería Fernández-Braso. Madrid. C/ Villanueva, 30. Hasta el 22 de marzo. Cuatro estrellas.
Sin embargo, su obra transita por un territorio completamente distinto al de Höfer y otros miembros de la Escuela de Düsseldorf: el fotógrafo madrileño propicia en nosotros un asombro que ya no surge de la magnificencia del edificio, sino de la catástrofe misma, donde una incómoda belleza nace de la irrupción del caos, tan sublime como devastador.
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