«Las cosas no terminan bien, en general, por eso en mis novelas no siempre se resuelven los casos. Yo busco la verosimilitud». Esto dice Reynaldo Sietecase mientras acomete un humeante plato de ‘penne allá Norma’ en una ‘trattoria’ de Chamberí. En Madrid ha presentado su última novela, ‘ La Rey ‘ (Alfaguara, 2025). «En mi anterior novela publicada en España, había dos policías infiltrados en las favelas. Uno de ellos (la chica) muere, y muchos lectores me reclamaron esa muerte, porque se habían identificado con ella hasta el punto de no entender la injusticia de que la protagonista pudiera desaparecer; morir. Pero la verosimilitud exige estas dosis de verdad».«En la Argentina -añade- no podemos hacer un policial norteamericano donde todo, más o menos, termina bien. Sólo el 1% de los casos terminan en sentencia en la Argentina. Es un desastre. Y esta es la madre de casi todos los problemas en mi país; lo mal que funciona la justicia». En España está pasando algo así.Las estructuras se van volviendo permeables. Hay grupos económicos que son tan poderosos como los gobiernos. Precisamente ahora se ve claramente con Elon Musk y Trump. Empieza a haber un maridaje extraño ahí: de pronto jueces… En Argentina hubo un escándalo grande porque se descubrió que cinco jueces habían ido a un enclave turístico inglés a una reunión pagado todo por un grupo económico. Parece caricaturesco. Se hizo una causa judicial porque había un delito de dádivas. ¿Puedes creer que en dos semanas todo terminó? Todos los vicios formales valieron y adiós a la causa. Los cinco jueces siguen siendo jueces. Es todo muy complejo, por eso yo me resisto al blanco o negro. Ojalá fuera tan fácil.En tu nueva novela, ‘La Rey’: ¿dónde están los grises?Uf. Está llena de grises. La protagonista es una chica paraguaya que es abusada y llega a la Argentina, a la Villa 31, que es la chabola más grande de Buenos Aires, en la Estación de Retiro. Es como si Madrid tuviera al lado de Atocha una villa miseria de treinta o cuarenta mil personas… Y encima la de Buenos Aires tiene una particularidad: no es horizontal; es vertical, porque acoge fundamentalmente a inmigración paraguaya, que es la mano de obra de la construcción. Ellos han crecido para arriba; es una villa muy singular. «Quería hablar del abuso, la trata de blancas, el narco y de algunos temas violentos que yo quería iluminar usando para ello a una mujer a la que pasara de todo, pero que también en algún momento ella tuviera un proceso como de resurrección y que empezara a devolver golpe por golpe»¿Cuál era el desafío de esta novela?Construir un personaje femenino potente. Me dije que después de cuatro novelas tenía que ser capaz de hacerlo. Se me ocurrió que fuese paraguaya y me metí en un lío bárbaro con el habla. Viajé a Paraguay, estudié guaraní… Hice todas las locuras que permite la literatura. Quería hablar del abuso, la trata de blancas, el narco y de algunos temas violentos que yo quería iluminar usando para ello a una mujer a la que pasara de todo, pero que también en algún momento ella tuviera un proceso como de resurrección y que empezara a devolver golpe por golpe. Esa trama dura de novela negra se mezcla con un objeto mágico, extraño, único…Si. En medio de todo eso, y esa es la particularidad que tiene el libro, yo vengo a España y contacto con un amigo español, Américo, que trabaja en el Museo de Ciencias Naturales y él me muestra un objeto extraño de la sala de geología y me enseña una vitrina con un espejo negro enmarcado en una madera rústica. Me cuenta que es un espejo azteca de obsidiana usado en rituales. Entonces me obsesioné con la historia de aquel espejo negro y durante meses le di vueltas al asunto. Así que finalmente, lo incluí en la novela.¿Cómo hiciste esa mezcla?Pues en un tiempo yo estuve en Chiapas trabajando y me había traído piedras de allí que luego había olvidado. Me puse a buscar y encontré por casa, guardada, una piedra de obsidiana. Así que me dije que mi personaje, Blanca Rosa, a la que llaman la Rey, tendría también una piedrita de obsidiana como la mía heredada de su familia. Y ya tenía el conector literario Buenos Aires-España. En Madrid supe que el mito del espejo es que puedes, a través de él, comunicarte con el inframundo, así que mi aventura narrativa tomó una nueva forma: unir las dos piedras; las dos obsidianas. Se me ocurrieron dos tramas y en medio de una historia de narcos muy violenta, trencé la increíble historia de ese espejo y por supuesto, metí a Américo como personaje. Con su nombre real, que me parecía más que perfecto. Agregué también un profesor, un antropólogo llamado Salvador Merino, que ve cosas en el espejo, igual que La Rey, que ve cosas en su piedrita.«Lo que me gustó es que en esta, que es una novela crudísima, muy dura, pueda haber dosis de magia. Para mí fue muy divertido armar esas tramas y además sentí que seguía con una especie de tradición de literatura latinoamericana»Pero eso es casi, realismo mágico.Claro. Lo que me gustó es que en esta, que es una novela crudísima, muy dura, pueda haber dosis de magia. Para mí fue muy divertido armar esas tramas y además sentí que seguía con una especie de tradición de literatura latinoamericana. Ya en la anterior novela había hecho un pequeño experimento con la creación de una chamana, un personaje fantástico que rozaba lo espiritual. Lo hice con prudencia y un poco de temor, pero ningún lector me dijo nada. Yo creo que porque esa realidad mágica es también parte del verosímil latinoamericano. Mira, yo uso mucho una frase de Tomás Eloy Martínez, para mí un tipo que es una referencia periodística y literaria: «La novela es como una salchicha, que vos le podés agregar lo que querás; el espejo y la violencia, pero cuando el lector la muerde, tiene que ser sabrosa». Yo ya hice mi trabajo; ahora el lector tiene la última palabra.La Rey es un personaje potente. En España la han relacionado con la Reina del sur.Gran novela de Arturo; una de las mejores, pero no tiene nada que ver con Teresa Mendoza. Para mí nada; solamente que son las dos latinoamericanas y que están en el mundo del narco. La diferencia es que Teresa es una jefa y esta es una chica que entra por amor en un sistema de menudeo peruano-paraguayo, con peleas y violencia; pero ella es todo el tiempo una víctima. Eso sí: va respondiendo; no se amilana. Hace suyo eso de que «en una selva, si no mordés, te muerden». «Las cosas no terminan bien, en general, por eso en mis novelas no siempre se resuelven los casos. Yo busco la verosimilitud». Esto dice Reynaldo Sietecase mientras acomete un humeante plato de ‘penne allá Norma’ en una ‘trattoria’ de Chamberí. En Madrid ha presentado su última novela, ‘ La Rey ‘ (Alfaguara, 2025). «En mi anterior novela publicada en España, había dos policías infiltrados en las favelas. Uno de ellos (la chica) muere, y muchos lectores me reclamaron esa muerte, porque se habían identificado con ella hasta el punto de no entender la injusticia de que la protagonista pudiera desaparecer; morir. Pero la verosimilitud exige estas dosis de verdad».«En la Argentina -añade- no podemos hacer un policial norteamericano donde todo, más o menos, termina bien. Sólo el 1% de los casos terminan en sentencia en la Argentina. Es un desastre. Y esta es la madre de casi todos los problemas en mi país; lo mal que funciona la justicia». En España está pasando algo así.Las estructuras se van volviendo permeables. Hay grupos económicos que son tan poderosos como los gobiernos. Precisamente ahora se ve claramente con Elon Musk y Trump. Empieza a haber un maridaje extraño ahí: de pronto jueces… En Argentina hubo un escándalo grande porque se descubrió que cinco jueces habían ido a un enclave turístico inglés a una reunión pagado todo por un grupo económico. Parece caricaturesco. Se hizo una causa judicial porque había un delito de dádivas. ¿Puedes creer que en dos semanas todo terminó? Todos los vicios formales valieron y adiós a la causa. Los cinco jueces siguen siendo jueces. Es todo muy complejo, por eso yo me resisto al blanco o negro. Ojalá fuera tan fácil.En tu nueva novela, ‘La Rey’: ¿dónde están los grises?Uf. Está llena de grises. La protagonista es una chica paraguaya que es abusada y llega a la Argentina, a la Villa 31, que es la chabola más grande de Buenos Aires, en la Estación de Retiro. Es como si Madrid tuviera al lado de Atocha una villa miseria de treinta o cuarenta mil personas… Y encima la de Buenos Aires tiene una particularidad: no es horizontal; es vertical, porque acoge fundamentalmente a inmigración paraguaya, que es la mano de obra de la construcción. Ellos han crecido para arriba; es una villa muy singular. «Quería hablar del abuso, la trata de blancas, el narco y de algunos temas violentos que yo quería iluminar usando para ello a una mujer a la que pasara de todo, pero que también en algún momento ella tuviera un proceso como de resurrección y que empezara a devolver golpe por golpe»¿Cuál era el desafío de esta novela?Construir un personaje femenino potente. Me dije que después de cuatro novelas tenía que ser capaz de hacerlo. Se me ocurrió que fuese paraguaya y me metí en un lío bárbaro con el habla. Viajé a Paraguay, estudié guaraní… Hice todas las locuras que permite la literatura. Quería hablar del abuso, la trata de blancas, el narco y de algunos temas violentos que yo quería iluminar usando para ello a una mujer a la que pasara de todo, pero que también en algún momento ella tuviera un proceso como de resurrección y que empezara a devolver golpe por golpe. Esa trama dura de novela negra se mezcla con un objeto mágico, extraño, único…Si. En medio de todo eso, y esa es la particularidad que tiene el libro, yo vengo a España y contacto con un amigo español, Américo, que trabaja en el Museo de Ciencias Naturales y él me muestra un objeto extraño de la sala de geología y me enseña una vitrina con un espejo negro enmarcado en una madera rústica. Me cuenta que es un espejo azteca de obsidiana usado en rituales. Entonces me obsesioné con la historia de aquel espejo negro y durante meses le di vueltas al asunto. Así que finalmente, lo incluí en la novela.¿Cómo hiciste esa mezcla?Pues en un tiempo yo estuve en Chiapas trabajando y me había traído piedras de allí que luego había olvidado. Me puse a buscar y encontré por casa, guardada, una piedra de obsidiana. Así que me dije que mi personaje, Blanca Rosa, a la que llaman la Rey, tendría también una piedrita de obsidiana como la mía heredada de su familia. Y ya tenía el conector literario Buenos Aires-España. En Madrid supe que el mito del espejo es que puedes, a través de él, comunicarte con el inframundo, así que mi aventura narrativa tomó una nueva forma: unir las dos piedras; las dos obsidianas. Se me ocurrieron dos tramas y en medio de una historia de narcos muy violenta, trencé la increíble historia de ese espejo y por supuesto, metí a Américo como personaje. Con su nombre real, que me parecía más que perfecto. Agregué también un profesor, un antropólogo llamado Salvador Merino, que ve cosas en el espejo, igual que La Rey, que ve cosas en su piedrita.«Lo que me gustó es que en esta, que es una novela crudísima, muy dura, pueda haber dosis de magia. Para mí fue muy divertido armar esas tramas y además sentí que seguía con una especie de tradición de literatura latinoamericana»Pero eso es casi, realismo mágico.Claro. Lo que me gustó es que en esta, que es una novela crudísima, muy dura, pueda haber dosis de magia. Para mí fue muy divertido armar esas tramas y además sentí que seguía con una especie de tradición de literatura latinoamericana. Ya en la anterior novela había hecho un pequeño experimento con la creación de una chamana, un personaje fantástico que rozaba lo espiritual. Lo hice con prudencia y un poco de temor, pero ningún lector me dijo nada. Yo creo que porque esa realidad mágica es también parte del verosímil latinoamericano. Mira, yo uso mucho una frase de Tomás Eloy Martínez, para mí un tipo que es una referencia periodística y literaria: «La novela es como una salchicha, que vos le podés agregar lo que querás; el espejo y la violencia, pero cuando el lector la muerde, tiene que ser sabrosa». Yo ya hice mi trabajo; ahora el lector tiene la última palabra.La Rey es un personaje potente. En España la han relacionado con la Reina del sur.Gran novela de Arturo; una de las mejores, pero no tiene nada que ver con Teresa Mendoza. Para mí nada; solamente que son las dos latinoamericanas y que están en el mundo del narco. La diferencia es que Teresa es una jefa y esta es una chica que entra por amor en un sistema de menudeo peruano-paraguayo, con peleas y violencia; pero ella es todo el tiempo una víctima. Eso sí: va respondiendo; no se amilana. Hace suyo eso de que «en una selva, si no mordés, te muerden».
«Las cosas no terminan bien, en general, por eso en mis novelas no siempre se resuelven los casos. Yo busco la verosimilitud». Esto dice Reynaldo Sietecase mientras acomete un humeante plato de ‘penne allá Norma’ en una ‘trattoria’ de Chamberí. En Madrid ha … presentado su última novela, ‘La Rey‘ (Alfaguara, 2025). «En mi anterior novela publicada en España, había dos policías infiltrados en las favelas. Uno de ellos (la chica) muere, y muchos lectores me reclamaron esa muerte, porque se habían identificado con ella hasta el punto de no entender la injusticia de que la protagonista pudiera desaparecer; morir. Pero la verosimilitud exige estas dosis de verdad».
«En la Argentina -añade- no podemos hacer un policial norteamericano donde todo, más o menos, termina bien. Sólo el 1% de los casos terminan en sentencia en la Argentina. Es un desastre. Y esta es la madre de casi todos los problemas en mi país; lo mal que funciona la justicia».
En España está pasando algo así.
Las estructuras se van volviendo permeables. Hay grupos económicos que son tan poderosos como los gobiernos. Precisamente ahora se ve claramente con Elon Musk y Trump. Empieza a haber un maridaje extraño ahí: de pronto jueces… En Argentina hubo un escándalo grande porque se descubrió que cinco jueces habían ido a un enclave turístico inglés a una reunión pagado todo por un grupo económico. Parece caricaturesco. Se hizo una causa judicial porque había un delito de dádivas. ¿Puedes creer que en dos semanas todo terminó? Todos los vicios formales valieron y adiós a la causa. Los cinco jueces siguen siendo jueces. Es todo muy complejo, por eso yo me resisto al blanco o negro. Ojalá fuera tan fácil.
En tu nueva novela, ‘La Rey’: ¿dónde están los grises?
Uf. Está llena de grises. La protagonista es una chica paraguaya que es abusada y llega a la Argentina, a la Villa 31, que es la chabola más grande de Buenos Aires, en la Estación de Retiro. Es como si Madrid tuviera al lado de Atocha una villa miseria de treinta o cuarenta mil personas… Y encima la de Buenos Aires tiene una particularidad: no es horizontal; es vertical, porque acoge fundamentalmente a inmigración paraguaya, que es la mano de obra de la construcción. Ellos han crecido para arriba; es una villa muy singular.
«Quería hablar del abuso, la trata de blancas, el narco y de algunos temas violentos que yo quería iluminar usando para ello a una mujer a la que pasara de todo, pero que también en algún momento ella tuviera un proceso como de resurrección y que empezara a devolver golpe por golpe»
¿Cuál era el desafío de esta novela?
Construir un personaje femenino potente. Me dije que después de cuatro novelas tenía que ser capaz de hacerlo. Se me ocurrió que fuese paraguaya y me metí en un lío bárbaro con el habla. Viajé a Paraguay, estudié guaraní… Hice todas las locuras que permite la literatura. Quería hablar del abuso, la trata de blancas, el narco y de algunos temas violentos que yo quería iluminar usando para ello a una mujer a la que pasara de todo, pero que también en algún momento ella tuviera un proceso como de resurrección y que empezara a devolver golpe por golpe.
Esa trama dura de novela negra se mezcla con un objeto mágico, extraño, único…
Si. En medio de todo eso, y esa es la particularidad que tiene el libro, yo vengo a España y contacto con un amigo español, Américo, que trabaja en el Museo de Ciencias Naturales y él me muestra un objeto extraño de la sala de geología y me enseña una vitrina con un espejo negro enmarcado en una madera rústica. Me cuenta que es un espejo azteca de obsidiana usado en rituales. Entonces me obsesioné con la historia de aquel espejo negro y durante meses le di vueltas al asunto. Así que finalmente, lo incluí en la novela.
¿Cómo hiciste esa mezcla?
Pues en un tiempo yo estuve en Chiapas trabajando y me había traído piedras de allí que luego había olvidado. Me puse a buscar y encontré por casa, guardada, una piedra de obsidiana. Así que me dije que mi personaje, Blanca Rosa, a la que llaman la Rey, tendría también una piedrita de obsidiana como la mía heredada de su familia. Y ya tenía el conector literario Buenos Aires-España. En Madrid supe que el mito del espejo es que puedes, a través de él, comunicarte con el inframundo, así que mi aventura narrativa tomó una nueva forma: unir las dos piedras; las dos obsidianas. Se me ocurrieron dos tramas y en medio de una historia de narcos muy violenta, trencé la increíble historia de ese espejo y por supuesto, metí a Américo como personaje. Con su nombre real, que me parecía más que perfecto. Agregué también un profesor, un antropólogo llamado Salvador Merino, que ve cosas en el espejo, igual que La Rey, que ve cosas en su piedrita.
«Lo que me gustó es que en esta, que es una novela crudísima, muy dura, pueda haber dosis de magia. Para mí fue muy divertido armar esas tramas y además sentí que seguía con una especie de tradición de literatura latinoamericana»
Pero eso es casi, realismo mágico.
Claro. Lo que me gustó es que en esta, que es una novela crudísima, muy dura, pueda haber dosis de magia. Para mí fue muy divertido armar esas tramas y además sentí que seguía con una especie de tradición de literatura latinoamericana. Ya en la anterior novela había hecho un pequeño experimento con la creación de una chamana, un personaje fantástico que rozaba lo espiritual. Lo hice con prudencia y un poco de temor, pero ningún lector me dijo nada. Yo creo que porque esa realidad mágica es también parte del verosímil latinoamericano. Mira, yo uso mucho una frase de Tomás Eloy Martínez, para mí un tipo que es una referencia periodística y literaria: «La novela es como una salchicha, que vos le podés agregar lo que querás; el espejo y la violencia, pero cuando el lector la muerde, tiene que ser sabrosa». Yo ya hice mi trabajo; ahora el lector tiene la última palabra.
La Rey es un personaje potente. En España la han relacionado con la Reina del sur.
Gran novela de Arturo; una de las mejores, pero no tiene nada que ver con Teresa Mendoza. Para mí nada; solamente que son las dos latinoamericanas y que están en el mundo del narco. La diferencia es que Teresa es una jefa y esta es una chica que entra por amor en un sistema de menudeo peruano-paraguayo, con peleas y violencia; pero ella es todo el tiempo una víctima. Eso sí: va respondiendo; no se amilana. Hace suyo eso de que «en una selva, si no mordés, te muerden».
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