Se queda uno más tranquilo al comprobar que la edición estadounidense del nuevo álbum de Rosalía lleva impresa en su portada la etiqueta con que la RIAA alerta a esos padres que se la cogen con papel de fumar del riesgo que para el desarrollo y la formación de los menores representan las letras de determinadas canciones. ‘Parental Advisory: Explicit Content’, se puede leer en la carátula de un disco cuyo lanzamiento comercial ha reabierto la vía de la especulación, tan abandonada en un tiempo definido por el dogma, la obediencia debida y el pastoreo borreguero. Cómo será la cosa que ayer, durante la presentación de un fragmento del primer vídeo de este ‘Lux’, un locutor matinal de TVE se dirigió a su distinguida audiencia con un desafiante «escuchen y teoricen». Teorizar, como suena. Nos van a poner a estas alturas a teorizar, pero sobre Rosalía, vestida de sor Citröen e iluminada por el Espíritu, hecha una Santa Teresa de Bernini. Nada te turbe, nada te espante. Se queda uno mucho más tranquilo, dónde va a parar, al ver la etiqueta de la RIAA sobre la estampita monjil de Rosalía, señal ya indiscutible de que en ‘Lux’ –como en ‘Motomami’, a la altura de ‘Hentai’– la cantante le pone una vela a Dios y otra a la extremidad con que el demonio mata moscas cuando se aburre. Ahora que algunos acaban de descubrir los resortes promocionales de la industria del ocio –cultura, dicen–, vamos a dejarlos que disfruten de aquí a que termine la campaña publicitaria, aquella que empezó a mediados de mes con la proyección de una partitura –lo que hizo Beck en 2012 con su ‘Song Reader’, obra que dos años más tarde interpretó una veintena de artistas–, siguió con el numerito de Callao –lo que hizo Yung Beef hace dos años, repartiendo billetes de 10 y 20 euros– y de momento va por un videoclip, la canción es lo de menos, con el que TVE nos invita a teorizar, actividad que no sabemos bien en qué consiste, pero que apunta maneras en un modelo comunicativo que precisamente no da que pensar y en el que a través de la ‘payola’ de progreso solo suenan los discos de His Master’s Voice.Mientras crítica y público, ya remezclados, experimentan el éxtasis teresiano de la revelación secuenciada del marketing , aprovechemos el revuelo para apartarnos del siglo, recluirnos en la clausura del pensamiento y ponernos, como dice y recomienda TVE, a teorizar. Pero sobre Rosalía. Sin pasarse. Se queda uno más tranquilo al comprobar que la edición estadounidense del nuevo álbum de Rosalía lleva impresa en su portada la etiqueta con que la RIAA alerta a esos padres que se la cogen con papel de fumar del riesgo que para el desarrollo y la formación de los menores representan las letras de determinadas canciones. ‘Parental Advisory: Explicit Content’, se puede leer en la carátula de un disco cuyo lanzamiento comercial ha reabierto la vía de la especulación, tan abandonada en un tiempo definido por el dogma, la obediencia debida y el pastoreo borreguero. Cómo será la cosa que ayer, durante la presentación de un fragmento del primer vídeo de este ‘Lux’, un locutor matinal de TVE se dirigió a su distinguida audiencia con un desafiante «escuchen y teoricen». Teorizar, como suena. Nos van a poner a estas alturas a teorizar, pero sobre Rosalía, vestida de sor Citröen e iluminada por el Espíritu, hecha una Santa Teresa de Bernini. Nada te turbe, nada te espante. Se queda uno mucho más tranquilo, dónde va a parar, al ver la etiqueta de la RIAA sobre la estampita monjil de Rosalía, señal ya indiscutible de que en ‘Lux’ –como en ‘Motomami’, a la altura de ‘Hentai’– la cantante le pone una vela a Dios y otra a la extremidad con que el demonio mata moscas cuando se aburre. Ahora que algunos acaban de descubrir los resortes promocionales de la industria del ocio –cultura, dicen–, vamos a dejarlos que disfruten de aquí a que termine la campaña publicitaria, aquella que empezó a mediados de mes con la proyección de una partitura –lo que hizo Beck en 2012 con su ‘Song Reader’, obra que dos años más tarde interpretó una veintena de artistas–, siguió con el numerito de Callao –lo que hizo Yung Beef hace dos años, repartiendo billetes de 10 y 20 euros– y de momento va por un videoclip, la canción es lo de menos, con el que TVE nos invita a teorizar, actividad que no sabemos bien en qué consiste, pero que apunta maneras en un modelo comunicativo que precisamente no da que pensar y en el que a través de la ‘payola’ de progreso solo suenan los discos de His Master’s Voice.Mientras crítica y público, ya remezclados, experimentan el éxtasis teresiano de la revelación secuenciada del marketing , aprovechemos el revuelo para apartarnos del siglo, recluirnos en la clausura del pensamiento y ponernos, como dice y recomienda TVE, a teorizar. Pero sobre Rosalía. Sin pasarse. Se queda uno más tranquilo al comprobar que la edición estadounidense del nuevo álbum de Rosalía lleva impresa en su portada la etiqueta con que la RIAA alerta a esos padres que se la cogen con papel de fumar del riesgo que para el desarrollo y la formación de los menores representan las letras de determinadas canciones. ‘Parental Advisory: Explicit Content’, se puede leer en la carátula de un disco cuyo lanzamiento comercial ha reabierto la vía de la especulación, tan abandonada en un tiempo definido por el dogma, la obediencia debida y el pastoreo borreguero. Cómo será la cosa que ayer, durante la presentación de un fragmento del primer vídeo de este ‘Lux’, un locutor matinal de TVE se dirigió a su distinguida audiencia con un desafiante «escuchen y teoricen». Teorizar, como suena. Nos van a poner a estas alturas a teorizar, pero sobre Rosalía, vestida de sor Citröen e iluminada por el Espíritu, hecha una Santa Teresa de Bernini. Nada te turbe, nada te espante. Se queda uno mucho más tranquilo, dónde va a parar, al ver la etiqueta de la RIAA sobre la estampita monjil de Rosalía, señal ya indiscutible de que en ‘Lux’ –como en ‘Motomami’, a la altura de ‘Hentai’– la cantante le pone una vela a Dios y otra a la extremidad con que el demonio mata moscas cuando se aburre. Ahora que algunos acaban de descubrir los resortes promocionales de la industria del ocio –cultura, dicen–, vamos a dejarlos que disfruten de aquí a que termine la campaña publicitaria, aquella que empezó a mediados de mes con la proyección de una partitura –lo que hizo Beck en 2012 con su ‘Song Reader’, obra que dos años más tarde interpretó una veintena de artistas–, siguió con el numerito de Callao –lo que hizo Yung Beef hace dos años, repartiendo billetes de 10 y 20 euros– y de momento va por un videoclip, la canción es lo de menos, con el que TVE nos invita a teorizar, actividad que no sabemos bien en qué consiste, pero que apunta maneras en un modelo comunicativo que precisamente no da que pensar y en el que a través de la ‘payola’ de progreso solo suenan los discos de His Master’s Voice.Mientras crítica y público, ya remezclados, experimentan el éxtasis teresiano de la revelación secuenciada del marketing , aprovechemos el revuelo para apartarnos del siglo, recluirnos en la clausura del pensamiento y ponernos, como dice y recomienda TVE, a teorizar. Pero sobre Rosalía. Sin pasarse. RSS de noticias de cultura
