Los mitos nunca mueren. Resuenan los ecos del pasado y el sonido de las voces en las salas, las habitaciones y los pasillos vacíos del Colegio Mayor San Juan Evangelista , clausurado hace 11 años. Nadie se ha interesado por rehabilitar el edificio y recuperar la actividad que comenzó en 1966 cuando una fundación de la extinta Caja de Ronda apadrinó la creación del centro.El ‘Johnny’, como era apodado en la comunidad universitaria, fue un reducto de la contestación al régimen de Franco. Pero también un lugar donde floreció la cultura : el jazz , el flamenco , el cine , el teatro . Durante varias décadas, especialmente en los años 70, fue un símbolo y un refugio para las nuevas generaciones que querían cambiar España.El San Juan, concebido por los arquitectos Luis Miguel Suárez-Inclán y Antonio Viloria, sigue siendo un ejemplo de la estética brutalista de los años 60. Situado en la Ciudad Universitaria de Madrid , con capacidad para alojar a 420 colegiales, las dos alas del edificio residencial parecen desplegarse como un gigantesco pájaro gris, anclado en el suelo.Hace unos años, fueron desalojados los okupas que habían tomado posesión del centro. El deterioro y el abandono provocaban la desolación de quienes, como el autor de este texto, habían residido en el ‘Johnny’. Pero ni Unicaja, propietaria del complejo, ni la Universidad Complutense, dueña del terreno , fueron capaces de ponerse de acuerdo para reflotar el colegio.Allí dio su último concierto Camarón de la Isla , allí tocaron todos los grandes del jazz en los 70, allí se proyectó el primer ciclo del cine expresionista en nuestro país, allí actuaron Els Joglars y Els Comediants , allí amenizaron las noches Mocedades y Jarcha , allí se dieron cita los opositores al régimen de Franco. Recuerdo el curso 1972-73 cuando los ‘grises’ entraron en dos o tres ocasiones a registrar el colegio y a detener a varios estudiantes, llevados a las dependencias de la Dirección General de Seguridad.En el curso de 1972, se realizó una votación entre los colegiales para decidir si se instalaba un televisor en una sala y salió que noNadie que pasó por el ‘Johnny’ salió igual que había entrado. Era un colegio mayor que, siguiendo el espíritu de Jesús Cobeta y sus fundadores, quería no sólo contribuir a la formación académica sino también inculcar valores a sus residentes. Desde el comienzo, fue un centro comprometido en las luchas políticas e implicado en el tejido social del país. En consecuencia, su estilo de vida era austero y sus tasas eran las más bajas. El comedor funcionaba en régimen de autoservicio, no había desayunos, las habitaciones eran espartanas y los residentes tenían que hacerse la cama, algo que hoy puede parecer anecdótico pero que entonces no lo era.En el curso de 1972, se realizó una votación entre los colegiales para decidir si se instalaba un televisor en una sala . El resultado fue negativo. Había un club que vendía los libros prohibidos a precio de saldo y se proyectaban películas de la ‘Nouvelle Vague’ que a algunos nos abrieron los ojos a otra forma de hacer cine. Por las noches, en el espacio común que unía las dos alas, permanecíamos discutiendo de política hasta altas horas de la madrugada.Fue el último curso en el que los padres salesianos gestionaron el colegio. No pudieron seguir por el rechazo de los colegiales que hicieron, o mejor hicimos, un boicot activo a su presencia. Nadie les pidió nunca perdón. Una de las personas que les sucedió en la dirección fue Gustavo Villapalos , posterior rector.El acceso al colegio era absolutamente libre, no había horarios y varias mujeres vivían con sus parejas en las habitaciones. Quien no encontraba donde dormir, ya sabía que el ‘Johnny’ mantenía siempre las puertas abiertas. Hoy nos queda la nostalgia por un tiempo del que fuimos testigos y que jamás volverá. Los mitos nunca mueren. Resuenan los ecos del pasado y el sonido de las voces en las salas, las habitaciones y los pasillos vacíos del Colegio Mayor San Juan Evangelista , clausurado hace 11 años. Nadie se ha interesado por rehabilitar el edificio y recuperar la actividad que comenzó en 1966 cuando una fundación de la extinta Caja de Ronda apadrinó la creación del centro.El ‘Johnny’, como era apodado en la comunidad universitaria, fue un reducto de la contestación al régimen de Franco. Pero también un lugar donde floreció la cultura : el jazz , el flamenco , el cine , el teatro . Durante varias décadas, especialmente en los años 70, fue un símbolo y un refugio para las nuevas generaciones que querían cambiar España.El San Juan, concebido por los arquitectos Luis Miguel Suárez-Inclán y Antonio Viloria, sigue siendo un ejemplo de la estética brutalista de los años 60. Situado en la Ciudad Universitaria de Madrid , con capacidad para alojar a 420 colegiales, las dos alas del edificio residencial parecen desplegarse como un gigantesco pájaro gris, anclado en el suelo.Hace unos años, fueron desalojados los okupas que habían tomado posesión del centro. El deterioro y el abandono provocaban la desolación de quienes, como el autor de este texto, habían residido en el ‘Johnny’. Pero ni Unicaja, propietaria del complejo, ni la Universidad Complutense, dueña del terreno , fueron capaces de ponerse de acuerdo para reflotar el colegio.Allí dio su último concierto Camarón de la Isla , allí tocaron todos los grandes del jazz en los 70, allí se proyectó el primer ciclo del cine expresionista en nuestro país, allí actuaron Els Joglars y Els Comediants , allí amenizaron las noches Mocedades y Jarcha , allí se dieron cita los opositores al régimen de Franco. Recuerdo el curso 1972-73 cuando los ‘grises’ entraron en dos o tres ocasiones a registrar el colegio y a detener a varios estudiantes, llevados a las dependencias de la Dirección General de Seguridad.En el curso de 1972, se realizó una votación entre los colegiales para decidir si se instalaba un televisor en una sala y salió que noNadie que pasó por el ‘Johnny’ salió igual que había entrado. Era un colegio mayor que, siguiendo el espíritu de Jesús Cobeta y sus fundadores, quería no sólo contribuir a la formación académica sino también inculcar valores a sus residentes. Desde el comienzo, fue un centro comprometido en las luchas políticas e implicado en el tejido social del país. En consecuencia, su estilo de vida era austero y sus tasas eran las más bajas. El comedor funcionaba en régimen de autoservicio, no había desayunos, las habitaciones eran espartanas y los residentes tenían que hacerse la cama, algo que hoy puede parecer anecdótico pero que entonces no lo era.En el curso de 1972, se realizó una votación entre los colegiales para decidir si se instalaba un televisor en una sala . El resultado fue negativo. Había un club que vendía los libros prohibidos a precio de saldo y se proyectaban películas de la ‘Nouvelle Vague’ que a algunos nos abrieron los ojos a otra forma de hacer cine. Por las noches, en el espacio común que unía las dos alas, permanecíamos discutiendo de política hasta altas horas de la madrugada.Fue el último curso en el que los padres salesianos gestionaron el colegio. No pudieron seguir por el rechazo de los colegiales que hicieron, o mejor hicimos, un boicot activo a su presencia. Nadie les pidió nunca perdón. Una de las personas que les sucedió en la dirección fue Gustavo Villapalos , posterior rector.El acceso al colegio era absolutamente libre, no había horarios y varias mujeres vivían con sus parejas en las habitaciones. Quien no encontraba donde dormir, ya sabía que el ‘Johnny’ mantenía siempre las puertas abiertas. Hoy nos queda la nostalgia por un tiempo del que fuimos testigos y que jamás volverá.
Los mitos nunca mueren. Resuenan los ecos del pasado y el sonido de las voces en las salas, las habitaciones y los pasillos vacíos del Colegio Mayor San Juan Evangelista, clausurado hace 11 años. Nadie se ha interesado por rehabilitar el edificio y recuperar la actividad … que comenzó en 1966 cuando una fundación de la extinta Caja de Ronda apadrinó la creación del centro.
El ‘Johnny’, como era apodado en la comunidad universitaria, fue un reducto de la contestación al régimen de Franco. Pero también un lugar donde floreció la cultura: el jazz, el flamenco, el cine, el teatro. Durante varias décadas, especialmente en los años 70, fue un símbolo y un refugio para las nuevas generaciones que querían cambiar España.
El San Juan, concebido por los arquitectos Luis Miguel Suárez-Inclán y Antonio Viloria, sigue siendo un ejemplo de la estética brutalista de los años 60. Situado en la Ciudad Universitaria de Madrid, con capacidad para alojar a 420 colegiales, las dos alas del edificio residencial parecen desplegarse como un gigantesco pájaro gris, anclado en el suelo.
Hace unos años, fueron desalojados los okupas que habían tomado posesión del centro. El deterioro y el abandono provocaban la desolación de quienes, como el autor de este texto, habían residido en el ‘Johnny’. Pero ni Unicaja, propietaria del complejo, ni la Universidad Complutense, dueña del terreno, fueron capaces de ponerse de acuerdo para reflotar el colegio.
Allí dio su último concierto Camarón de la Isla, allí tocaron todos los grandes del jazz en los 70, allí se proyectó el primer ciclo del cine expresionista en nuestro país, allí actuaron Els Joglars y Els Comediants, allí amenizaron las noches Mocedades y Jarcha, allí se dieron cita los opositores al régimen de Franco. Recuerdo el curso 1972-73 cuando los ‘grises’ entraron en dos o tres ocasiones a registrar el colegio y a detener a varios estudiantes, llevados a las dependencias de la Dirección General de Seguridad.
En el curso de 1972, se realizó una votación entre los colegiales para decidir si se instalaba un televisor en una sala y salió que no
Nadie que pasó por el ‘Johnny’ salió igual que había entrado. Era un colegio mayor que, siguiendo el espíritu de Jesús Cobeta y sus fundadores, quería no sólo contribuir a la formación académica sino también inculcar valores a sus residentes. Desde el comienzo, fue un centro comprometido en las luchas políticas e implicado en el tejido social del país. En consecuencia, su estilo de vida era austero y sus tasas eran las más bajas. El comedor funcionaba en régimen de autoservicio, no había desayunos, las habitaciones eran espartanas y los residentes tenían que hacerse la cama, algo que hoy puede parecer anecdótico pero que entonces no lo era.
En el curso de 1972, se realizó una votación entre los colegiales para decidir si se instalaba un televisor en una sala. El resultado fue negativo. Había un club que vendía los libros prohibidos a precio de saldo y se proyectaban películas de la ‘Nouvelle Vague’ que a algunos nos abrieron los ojos a otra forma de hacer cine. Por las noches, en el espacio común que unía las dos alas, permanecíamos discutiendo de política hasta altas horas de la madrugada.
Fue el último curso en el que los padres salesianos gestionaron el colegio. No pudieron seguir por el rechazo de los colegiales que hicieron, o mejor hicimos, un boicot activo a su presencia. Nadie les pidió nunca perdón. Una de las personas que les sucedió en la dirección fue Gustavo Villapalos, posterior rector.
El acceso al colegio era absolutamente libre, no había horarios y varias mujeres vivían con sus parejas en las habitaciones. Quien no encontraba donde dormir, ya sabía que el ‘Johnny’ mantenía siempre las puertas abiertas. Hoy nos queda la nostalgia por un tiempo del que fuimos testigos y que jamás volverá.
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