En abril de 2020, no hace falta recordar en qué andaba metido el mundo entero, los colaboradores de Rockdelux estaban encerrados en sus casas rematando los textos para el número de mayo sin saber que sería el último. La incertidumbre habitual en los medios musicales se disparó llegando a niveles inasumibles para la revista, y se decidió echar el cierre después de casi cuatrocientos meses en los kioscos. «Fue un momento emocionalmente fuerte, no nos vamos a engañar», recuerda su director desde 1987, Santi Carrillo , quien para despedirse ideó una selección de «ítems culturales para contrarrestar el aburrimiento del confinamiento» que fue muy agradecida por sus lectores. En cuanto aquel RDL#394 salió a la venta se difundió un comunicado dando la triste noticia y, tal como recuerda Carrillo, «todo el mundo se volcó con nosotros poniendo en valor nuestra labor, y el número se agotó obligándonos a volver a editar, cosa que nunca habíamos hecho».Afortunadamente, seis meses después de aquel abrupto final por culpa de la pandemia, el festival Primavera Sound hizo la luz convirtiéndose en su mecenas para devolverla a la vida. Y aunque haya sido en formato digital («con suscripción», subraya Carrillo, firme defensor del pago por contenidos de calidad), la Rockdelux en papel vuelve dos veces al año (el especial de verano y la lista anual con los mejores discos) y el pasado diciembre celebró su 40º aniversario con un número especial en el que se disecciona a los 200 personajes culturales pop más importantes desde 1984 . (aún disponible en kioskos). Ese fue el año en que arrancó la historia de la revista, que nació como heredera de Rock Espezial y, tras una escisión en la redacción que terminó con la creación de Ruta66, tomó las riendas de la prescripción musical más perspicaz, vanguardista y segura de sí misma de la prensa escrita española. Su mayor logro desde entonces es no haber cambiado, no haber caído en actitudes condescendientes ni automatismos corporativistas -o al menos consiguieron que se les notara menos que a otros- sin tener miedo a las posibles animadversiones que todo ello pudiera generar. «Es cierto, pero no quiero presumir de ello porque ya me llaman de todo», ríe Carrillo, un veterano rock-critic que de vez en cuando es pasto de las llamas tuiteras por hablar sin pelos en la lengua sobre los grupos que considera mediocres.Noticia Relacionada estandar Si Carolina Durante y Alcalá Norte: manual de instrucciones para sobrevivir al ‘hype’ Nacho Serrano ABC reúne a dos de los grupos de mayor éxito del circuito indie nacional¿Qué es lo que mejor ha hecho Rockdelux en todo este tiempo?Hablar de la música que nos gusta sin que importase si era poco conocida o muy conocida, y ser consecuentes con eso. Partiendo del rock como base, nos hemos abierto a todos los estilos que hemos considerado importantes y contemporáneos, sin prejuicios, abriendo bien las orejas. Nunca hemos hablado de artistas por el mero hecho de que fueran populares. Algunos de los que hemos sacado se han hecho populares, pero probablemente nosotros hablamos de ellos antes de que lo fueran. Si hemos hablado de algo comercial o mayoritario, es porque nos ha gustado.¿Qué hubiera estado bien hacer de una manera distinta?Volcarnos en lo digital antes de lo que lo hicimos. Nos pusimos a ello en 2011 y sin demasiado convencimiento, porque pretendíamos que el papel durase lo máximo posible. Cuando el papel se acabó, nos faltaba el bagaje que hubiéramos tenido si hubiéramos hecho la transición antes. Lo que sí tuvimos clarísimo desde el minuto uno de esa transición es que los contenidos en web serían de pago, porque el trabajo hay que pagarlo. Si todo es gratis se entorpece todo el engranaje cultural.«Si Robe dice que vender mucho no significa tener calidad porque la gente es idiota, ¿los que compran sus discos son tontos?»Las redes han hecho prescindible el papel intermediador de las revistas entre artista y fan, y las plataformas de streaming han hecho prescindible su papel prescriptor. ¿Hay que intentar recuperar esos papeles? ¿O es mejor intentar descubrir otros nuevos para las revistas?No tengo la solución a esos enigmas, ni creo que la tenga nadie. El problema de la prensa es cómo convencer a la gente para que pague por los contenidos que elaboran periodistas que trabajan duro para ofrecer lo mejor. Tendría que cambiar el paradigma de consumo cultural de la gente. Antes había kioscos, y la gente iba allí a pagar, no a llevarse las cosas gratis. Ahora que se han acostumbrado a hacer esto último, es difícil revertirlo.¿Una apuesta fuerte por el vídeo no sería una de las claves para conseguirlo?Sí, es algo que tenemos pendiente de resolver. Pero no tenemos tanta capacidad económica para hacerlo bien. Genera un gasto añadido si quieres hacerlo con equipos profesionales. Y aunque pueda parecer lo contrario con esto de que cumplimos cuarenta años, somos un medio bastante minoritario, con un equipo de redacción pequeño que no da abasto para todo lo que hay que hacer con la información diaria. Pero sí, es una asignatura pendiente que algún día tendremos que abordar.En cuanto a la crítica de discos, Rockdelux es de los pocos medios que prescinde de las puntuaciones. Es algo que muchos agradecemos, pero dada la tendencia hacia la inmediatez en el consumo cultural, ¿podría cambiar en el futuro?No. Recuerdo una época a finales de los ochenta en la que sí puntuábamos los discos, pero duró muy poco y se dejó de hacer y nunca más lo hemos hecho. Ahora, con la comunicación rápida y superficial, la gente busca el titular y con ver las puntuaciones dejaría de leer las críticas. Por eso prescindimos de ellas. Además, con las puntuaciones se tiende a valorar excesivamente bien los discos, como vemos en Mondosonoro, donde siete es casi lo mínimo que ponen y hay ochos y nueves a mansalva, ¡como si todo fuese maravilloso! O con las tontadas de Pitchfok, poniendo puntuaciones con decimales… es para darles de bofetadas.«Dani Martín nunca me ha gustado, pero reafirmar su viejunismo en contra de la norma tiene su gracia»El debate sobre la calidad de la música, ¿es algo necesario, o una trampa dialéctica? Unos dicen que si un artista le gusta a mucha gente, eso significa que tiene calidad; luego está la «teoría Robe», que dice que vender mucho no significa tener calidad porque la mayoría de la gente es idiota; y también hay una tercera vía que dice que hablar de calidad es prepotencia pura, una negación absurda y esnob de la subjetividad.Yo les daría palos a todos ellos. Robe vende bastante, así que ese discurso no se lo cree ni él. Evidentemente no vende como Coldplay, pero en España seguramente sea de los más vendedores, así que qué me estás diciendo, ¿que todos los que te compran discos son tontos? En el sentido contrario, ha habido grupos muy dignos que han tenido la chamba de gustar a mucha gente y no por eso tienen que ser malos. Y sobre la subjetividad, es verdad que en principio te puedes plantear la pregunta de quién tiene la potestad de decir si un disco tiene calidad o no. Pero los periodistas que supuestamente están informados, que tienen un background de escuchar toneladas de música, que contrastan y además saben escribir, deberían ser candidatos a tener esa potestad. Aunque la calidad de la música sea algo subjetivo, deberíamos poder afirmar esto tranquilamente y argumentarlo, porque hay argumentos. No es lo mismo la opinión de un catedrático que la de un youtuber, ni puede valer igual la opinión de un periodista informado que la de un tiktoker.Debía ser maravilloso vivir el periodismo musical sin la vorágine informativa actual. Echarle unos cuantos días a una crítica de disco, por ejemplo.Evidentemente. El mero hecho de buscar información tenía el encanto de tener que ir a determinadas tiendas, a pedirla por correo al extranjero… era románticamente artesanal. No digo que sea una forma mejor, pero sí era más elaborada y con más tiempo para la reflexión. Antes las críticas de discos se hacían así, tomándote tus días, pero ahora en cuanto sale el disco tiene que salir la crítica. Y así no hay un poso que te permita reflexionar tranquilamente sobre lo que vas a escribir. Más aún con la avalancha de novedades que sale cada viernes, que es una locura inabarcable para cualquier ser humano.MÁS INFORMACIÓN ‘Rockdelux’: muerte, resurrección y un archivo para la eternidadNo tenía pensado sacar el nombre de Dani Martín en esta entrevista, pero me lo ha dejado a huevo: ¿qué piensa de todo lo que se ha montado alrededor de su canción ‘Novedades viernes’?Nunca me ha gustado lo que hace, ni en solitario ni con su grupo El Canto del Loco, pero el tío ha ido contracorriente en el sentido de reafirmar su viejunismo en contra de la norma, y eso ya tiene su gracia. Ahora parece que tienes que darle el sí a todo lo que sea políticamente correcto… y yo estoy muy en contra de eso. Demos la nota diciendo que no algunas veces, que ya parece que esté prohibido llevar la contraria. En abril de 2020, no hace falta recordar en qué andaba metido el mundo entero, los colaboradores de Rockdelux estaban encerrados en sus casas rematando los textos para el número de mayo sin saber que sería el último. La incertidumbre habitual en los medios musicales se disparó llegando a niveles inasumibles para la revista, y se decidió echar el cierre después de casi cuatrocientos meses en los kioscos. «Fue un momento emocionalmente fuerte, no nos vamos a engañar», recuerda su director desde 1987, Santi Carrillo , quien para despedirse ideó una selección de «ítems culturales para contrarrestar el aburrimiento del confinamiento» que fue muy agradecida por sus lectores. En cuanto aquel RDL#394 salió a la venta se difundió un comunicado dando la triste noticia y, tal como recuerda Carrillo, «todo el mundo se volcó con nosotros poniendo en valor nuestra labor, y el número se agotó obligándonos a volver a editar, cosa que nunca habíamos hecho».Afortunadamente, seis meses después de aquel abrupto final por culpa de la pandemia, el festival Primavera Sound hizo la luz convirtiéndose en su mecenas para devolverla a la vida. Y aunque haya sido en formato digital («con suscripción», subraya Carrillo, firme defensor del pago por contenidos de calidad), la Rockdelux en papel vuelve dos veces al año (el especial de verano y la lista anual con los mejores discos) y el pasado diciembre celebró su 40º aniversario con un número especial en el que se disecciona a los 200 personajes culturales pop más importantes desde 1984 . (aún disponible en kioskos). Ese fue el año en que arrancó la historia de la revista, que nació como heredera de Rock Espezial y, tras una escisión en la redacción que terminó con la creación de Ruta66, tomó las riendas de la prescripción musical más perspicaz, vanguardista y segura de sí misma de la prensa escrita española. Su mayor logro desde entonces es no haber cambiado, no haber caído en actitudes condescendientes ni automatismos corporativistas -o al menos consiguieron que se les notara menos que a otros- sin tener miedo a las posibles animadversiones que todo ello pudiera generar. «Es cierto, pero no quiero presumir de ello porque ya me llaman de todo», ríe Carrillo, un veterano rock-critic que de vez en cuando es pasto de las llamas tuiteras por hablar sin pelos en la lengua sobre los grupos que considera mediocres.Noticia Relacionada estandar Si Carolina Durante y Alcalá Norte: manual de instrucciones para sobrevivir al ‘hype’ Nacho Serrano ABC reúne a dos de los grupos de mayor éxito del circuito indie nacional¿Qué es lo que mejor ha hecho Rockdelux en todo este tiempo?Hablar de la música que nos gusta sin que importase si era poco conocida o muy conocida, y ser consecuentes con eso. Partiendo del rock como base, nos hemos abierto a todos los estilos que hemos considerado importantes y contemporáneos, sin prejuicios, abriendo bien las orejas. Nunca hemos hablado de artistas por el mero hecho de que fueran populares. Algunos de los que hemos sacado se han hecho populares, pero probablemente nosotros hablamos de ellos antes de que lo fueran. Si hemos hablado de algo comercial o mayoritario, es porque nos ha gustado.¿Qué hubiera estado bien hacer de una manera distinta?Volcarnos en lo digital antes de lo que lo hicimos. Nos pusimos a ello en 2011 y sin demasiado convencimiento, porque pretendíamos que el papel durase lo máximo posible. Cuando el papel se acabó, nos faltaba el bagaje que hubiéramos tenido si hubiéramos hecho la transición antes. Lo que sí tuvimos clarísimo desde el minuto uno de esa transición es que los contenidos en web serían de pago, porque el trabajo hay que pagarlo. Si todo es gratis se entorpece todo el engranaje cultural.«Si Robe dice que vender mucho no significa tener calidad porque la gente es idiota, ¿los que compran sus discos son tontos?»Las redes han hecho prescindible el papel intermediador de las revistas entre artista y fan, y las plataformas de streaming han hecho prescindible su papel prescriptor. ¿Hay que intentar recuperar esos papeles? ¿O es mejor intentar descubrir otros nuevos para las revistas?No tengo la solución a esos enigmas, ni creo que la tenga nadie. El problema de la prensa es cómo convencer a la gente para que pague por los contenidos que elaboran periodistas que trabajan duro para ofrecer lo mejor. Tendría que cambiar el paradigma de consumo cultural de la gente. Antes había kioscos, y la gente iba allí a pagar, no a llevarse las cosas gratis. Ahora que se han acostumbrado a hacer esto último, es difícil revertirlo.¿Una apuesta fuerte por el vídeo no sería una de las claves para conseguirlo?Sí, es algo que tenemos pendiente de resolver. Pero no tenemos tanta capacidad económica para hacerlo bien. Genera un gasto añadido si quieres hacerlo con equipos profesionales. Y aunque pueda parecer lo contrario con esto de que cumplimos cuarenta años, somos un medio bastante minoritario, con un equipo de redacción pequeño que no da abasto para todo lo que hay que hacer con la información diaria. Pero sí, es una asignatura pendiente que algún día tendremos que abordar.En cuanto a la crítica de discos, Rockdelux es de los pocos medios que prescinde de las puntuaciones. Es algo que muchos agradecemos, pero dada la tendencia hacia la inmediatez en el consumo cultural, ¿podría cambiar en el futuro?No. Recuerdo una época a finales de los ochenta en la que sí puntuábamos los discos, pero duró muy poco y se dejó de hacer y nunca más lo hemos hecho. Ahora, con la comunicación rápida y superficial, la gente busca el titular y con ver las puntuaciones dejaría de leer las críticas. Por eso prescindimos de ellas. Además, con las puntuaciones se tiende a valorar excesivamente bien los discos, como vemos en Mondosonoro, donde siete es casi lo mínimo que ponen y hay ochos y nueves a mansalva, ¡como si todo fuese maravilloso! O con las tontadas de Pitchfok, poniendo puntuaciones con decimales… es para darles de bofetadas.«Dani Martín nunca me ha gustado, pero reafirmar su viejunismo en contra de la norma tiene su gracia»El debate sobre la calidad de la música, ¿es algo necesario, o una trampa dialéctica? Unos dicen que si un artista le gusta a mucha gente, eso significa que tiene calidad; luego está la «teoría Robe», que dice que vender mucho no significa tener calidad porque la mayoría de la gente es idiota; y también hay una tercera vía que dice que hablar de calidad es prepotencia pura, una negación absurda y esnob de la subjetividad.Yo les daría palos a todos ellos. Robe vende bastante, así que ese discurso no se lo cree ni él. Evidentemente no vende como Coldplay, pero en España seguramente sea de los más vendedores, así que qué me estás diciendo, ¿que todos los que te compran discos son tontos? En el sentido contrario, ha habido grupos muy dignos que han tenido la chamba de gustar a mucha gente y no por eso tienen que ser malos. Y sobre la subjetividad, es verdad que en principio te puedes plantear la pregunta de quién tiene la potestad de decir si un disco tiene calidad o no. Pero los periodistas que supuestamente están informados, que tienen un background de escuchar toneladas de música, que contrastan y además saben escribir, deberían ser candidatos a tener esa potestad. Aunque la calidad de la música sea algo subjetivo, deberíamos poder afirmar esto tranquilamente y argumentarlo, porque hay argumentos. No es lo mismo la opinión de un catedrático que la de un youtuber, ni puede valer igual la opinión de un periodista informado que la de un tiktoker.Debía ser maravilloso vivir el periodismo musical sin la vorágine informativa actual. Echarle unos cuantos días a una crítica de disco, por ejemplo.Evidentemente. El mero hecho de buscar información tenía el encanto de tener que ir a determinadas tiendas, a pedirla por correo al extranjero… era románticamente artesanal. No digo que sea una forma mejor, pero sí era más elaborada y con más tiempo para la reflexión. Antes las críticas de discos se hacían así, tomándote tus días, pero ahora en cuanto sale el disco tiene que salir la crítica. Y así no hay un poso que te permita reflexionar tranquilamente sobre lo que vas a escribir. Más aún con la avalancha de novedades que sale cada viernes, que es una locura inabarcable para cualquier ser humano.MÁS INFORMACIÓN ‘Rockdelux’: muerte, resurrección y un archivo para la eternidadNo tenía pensado sacar el nombre de Dani Martín en esta entrevista, pero me lo ha dejado a huevo: ¿qué piensa de todo lo que se ha montado alrededor de su canción ‘Novedades viernes’?Nunca me ha gustado lo que hace, ni en solitario ni con su grupo El Canto del Loco, pero el tío ha ido contracorriente en el sentido de reafirmar su viejunismo en contra de la norma, y eso ya tiene su gracia. Ahora parece que tienes que darle el sí a todo lo que sea políticamente correcto… y yo estoy muy en contra de eso. Demos la nota diciendo que no algunas veces, que ya parece que esté prohibido llevar la contraria.
En abril de 2020, no hace falta recordar en qué andaba metido el mundo entero, los colaboradores de Rockdelux estaban encerrados en sus casas rematando los textos para el número de mayo sin saber que sería el último. La incertidumbre habitual en los medios musicales se disparó llegando a niveles inasumibles para la revista, y se decidió echar el cierre después de casi cuatrocientos meses en los kioscos. «Fue un momento emocionalmente fuerte, no nos vamos a engañar», recuerda su director desde 1987, Santi Carrillo, quien para despedirse ideó una selección de «ítems culturales para contrarrestar el aburrimiento del confinamiento» que fue muy agradecida por sus lectores. En cuanto aquel RDL#394 salió a la venta se difundió un comunicado dando la triste noticia y, tal como recuerda Carrillo, «todo el mundo se volcó con nosotros poniendo en valor nuestra labor, y el número se agotó obligándonos a volver a editar, cosa que nunca habíamos hecho».
Afortunadamente, seis meses después de aquel abrupto final por culpa de la pandemia, el festival Primavera Sound hizo la luz convirtiéndose en su mecenas para devolverla a la vida. Y aunque haya sido en formato digital («con suscripción», subraya Carrillo, firme defensor del pago por contenidos de calidad), la Rockdelux en papel vuelve dos veces al año (el especial de verano y la lista anual con los mejores discos) y el pasado diciembre celebró su 40º aniversario con un número especial en el que se disecciona a los 200 personajes culturales pop más importantes desde 1984. (aún disponible en kioskos).
Ese fue el año en que arrancó la historia de la revista, que nació como heredera de Rock Espezial y, tras una escisión en la redacción que terminó con la creación de Ruta66, tomó las riendas de la prescripción musical más perspicaz, vanguardista y segura de sí misma de la prensa escrita española. Su mayor logro desde entonces es no haber cambiado, no haber caído en actitudes condescendientes ni automatismos corporativistas -o al menos consiguieron que se les notara menos que a otros- sin tener miedo a las posibles animadversiones que todo ello pudiera generar. «Es cierto, pero no quiero presumir de ello porque ya me llaman de todo», ríe Carrillo, un veterano rock-critic que de vez en cuando es pasto de las llamas tuiteras por hablar sin pelos en la lengua sobre los grupos que considera mediocres.
¿Qué es lo que mejor ha hecho Rockdelux en todo este tiempo?
Hablar de la música que nos gusta sin que importase si era poco conocida o muy conocida, y ser consecuentes con eso. Partiendo del rock como base, nos hemos abierto a todos los estilos que hemos considerado importantes y contemporáneos, sin prejuicios, abriendo bien las orejas. Nunca hemos hablado de artistas por el mero hecho de que fueran populares. Algunos de los que hemos sacado se han hecho populares, pero probablemente nosotros hablamos de ellos antes de que lo fueran. Si hemos hablado de algo comercial o mayoritario, es porque nos ha gustado.
¿Qué hubiera estado bien hacer de una manera distinta?
Volcarnos en lo digital antes de lo que lo hicimos. Nos pusimos a ello en 2011 y sin demasiado convencimiento, porque pretendíamos que el papel durase lo máximo posible. Cuando el papel se acabó, nos faltaba el bagaje que hubiéramos tenido si hubiéramos hecho la transición antes. Lo que sí tuvimos clarísimo desde el minuto uno de esa transición es que los contenidos en web serían de pago, porque el trabajo hay que pagarlo. Si todo es gratis se entorpece todo el engranaje cultural.
«Si Robe dice que vender mucho no significa tener calidad porque la gente es idiota, ¿los que compran sus discos son tontos?»
Las redes han hecho prescindible el papel intermediador de las revistas entre artista y fan, y las plataformas de streaming han hecho prescindible su papel prescriptor. ¿Hay que intentar recuperar esos papeles? ¿O es mejor intentar descubrir otros nuevos para las revistas?
No tengo la solución a esos enigmas, ni creo que la tenga nadie. El problema de la prensa es cómo convencer a la gente para que pague por los contenidos que elaboran periodistas que trabajan duro para ofrecer lo mejor. Tendría que cambiar el paradigma de consumo cultural de la gente. Antes había kioscos, y la gente iba allí a pagar, no a llevarse las cosas gratis. Ahora que se han acostumbrado a hacer esto último, es difícil revertirlo.
¿Una apuesta fuerte por el vídeo no sería una de las claves para conseguirlo?
Sí, es algo que tenemos pendiente de resolver. Pero no tenemos tanta capacidad económica para hacerlo bien. Genera un gasto añadido si quieres hacerlo con equipos profesionales. Y aunque pueda parecer lo contrario con esto de que cumplimos cuarenta años, somos un medio bastante minoritario, con un equipo de redacción pequeño que no da abasto para todo lo que hay que hacer con la información diaria. Pero sí, es una asignatura pendiente que algún día tendremos que abordar.
En cuanto a la crítica de discos, Rockdelux es de los pocos medios que prescinde de las puntuaciones. Es algo que muchos agradecemos, pero dada la tendencia hacia la inmediatez en el consumo cultural, ¿podría cambiar en el futuro?
No. Recuerdo una época a finales de los ochenta en la que sí puntuábamos los discos, pero duró muy poco y se dejó de hacer y nunca más lo hemos hecho. Ahora, con la comunicación rápida y superficial, la gente busca el titular y con ver las puntuaciones dejaría de leer las críticas. Por eso prescindimos de ellas. Además, con las puntuaciones se tiende a valorar excesivamente bien los discos, como vemos en Mondosonoro, donde siete es casi lo mínimo que ponen y hay ochos y nueves a mansalva, ¡como si todo fuese maravilloso! O con las tontadas de Pitchfok, poniendo puntuaciones con decimales… es para darles de bofetadas.
«Dani Martín nunca me ha gustado, pero reafirmar su viejunismo en contra de la norma tiene su gracia»
El debate sobre la calidad de la música, ¿es algo necesario, o una trampa dialéctica? Unos dicen que si un artista le gusta a mucha gente, eso significa que tiene calidad; luego está la «teoría Robe», que dice que vender mucho no significa tener calidad porque la mayoría de la gente es idiota; y también hay una tercera vía que dice que hablar de calidad es prepotencia pura, una negación absurda y esnob de la subjetividad.
Yo les daría palos a todos ellos. Robe vende bastante, así que ese discurso no se lo cree ni él. Evidentemente no vende como Coldplay, pero en España seguramente sea de los más vendedores, así que qué me estás diciendo, ¿que todos los que te compran discos son tontos? En el sentido contrario, ha habido grupos muy dignos que han tenido la chamba de gustar a mucha gente y no por eso tienen que ser malos. Y sobre la subjetividad, es verdad que en principio te puedes plantear la pregunta de quién tiene la potestad de decir si un disco tiene calidad o no. Pero los periodistas que supuestamente están informados, que tienen un background de escuchar toneladas de música, que contrastan y además saben escribir, deberían ser candidatos a tener esa potestad. Aunque la calidad de la música sea algo subjetivo, deberíamos poder afirmar esto tranquilamente y argumentarlo, porque hay argumentos. No es lo mismo la opinión de un catedrático que la de un youtuber, ni puede valer igual la opinión de un periodista informado que la de un tiktoker.
Debía ser maravilloso vivir el periodismo musical sin la vorágine informativa actual. Echarle unos cuantos días a una crítica de disco, por ejemplo.
Evidentemente. El mero hecho de buscar información tenía el encanto de tener que ir a determinadas tiendas, a pedirla por correo al extranjero… era románticamente artesanal. No digo que sea una forma mejor, pero sí era más elaborada y con más tiempo para la reflexión. Antes las críticas de discos se hacían así, tomándote tus días, pero ahora en cuanto sale el disco tiene que salir la crítica. Y así no hay un poso que te permita reflexionar tranquilamente sobre lo que vas a escribir. Más aún con la avalancha de novedades que sale cada viernes, que es una locura inabarcable para cualquier ser humano.
No tenía pensado sacar el nombre de Dani Martín en esta entrevista, pero me lo ha dejado a huevo: ¿qué piensa de todo lo que se ha montado alrededor de su canción ‘Novedades viernes’?
Nunca me ha gustado lo que hace, ni en solitario ni con su grupo El Canto del Loco, pero el tío ha ido contracorriente en el sentido de reafirmar su viejunismo en contra de la norma, y eso ya tiene su gracia. Ahora parece que tienes que darle el sí a todo lo que sea políticamente correcto… y yo estoy muy en contra de eso. Demos la nota diciendo que no algunas veces, que ya parece que esté prohibido llevar la contraria.
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