¿De qué hablamos cuando hablamos de empleo cultural? Del escritor que escribe encerrado en su cuarto un libro, pero también del editor que lo publica, del corrector que lo corrige, del ilustrador que le hace una portada que capta miradas desde la mesa de la librería; de la biblioteca, del bibliotecario que organiza un club de lectura con los vecinos del barrio; del pintor que pinta un cuadro, pero también del galerista que lo expone, del comisario que redacta un catálogo o da conferencias sobre la obra, del mediador que lleva a cabo ante esos cuadros una actividad pedagógica con una treintena de escolares… Se trata de un sector diverso, que aglutina a creadores y gestores, artistas y expertos en cuestiones como financiación o comunicación; en el que conviven cineastas, compositores o intérpretes con programadores o animadores socioculturales. Un sector que aporta el 2,2% del PIB (datos del anuario del Ministerio de Cultura referidos a 2022) y que, en su disparidad, tiene unas características comunes que observaremos en la radiografía que sigue, realizada a partir del informe de la empresa cultural Una más una.
Intermitencia, precariedad y falta de una regulación adecuada: esa es la realidad que se encuentran estos trabajadores.
Las empresas culturales y el mal endémico del “entusiasmo”
La otra cara de la moneda no es muy distinta: el que trabaja por cuenta ajena lo hace casi siempre en empresas de entre uno y cinco asalariados. Y está muy extendida entre todos los trabajadores culturales una noción que, defiende Susana Gómez, gestora cultural y directora de Estrategia en Fundación Banco Santander, va a ser muy difícil de erradicar: la naturaleza casi siempre vocacional de los trabajos culturales sirve como justificación para que se trabaje gratis o por muy poco y durante jornadas más largas de lo convenido, en contra de cualquier regulación. “El entusiasmo”, lo llama Gómez, citando el título de Remedios Zafra que le sirvió para alzarse con el 45º premio Anagrama de Ensayo en 2017 precisamente por su análisis de este fenómeno de la precariedad del trabajo creativo en la era digital.
La pulsión creativa se impone, la voluntad de hacer; pero artistas, gestores y todo el resto de trabajadores culturales han de poder firmar contratos por el convenio que corresponda y tener salarios acordes. Porque solo por ese camino se llega a la profesionalización, la sostenibilidad y la dignidad laboral.
Susana Gómez, directora de Estrategia de la Fundación Banco Santander
Para apoyar al sector cultural español, la Fundación Banco Santander puso en marcha hace ahora 10 años un programa de ayudas con una característica distintiva: frente al resto de ayudas públicas y privadas, que en su mayoría financian proyectos u obras concretas sin permitir que el creador, el gestor o la empresa puedan imputar entre los gastos justificables los de salario, Fundación Santander propuso lo contrario, ofrecer la financiación parcial de un puesto de trabajo durante un año para que la entidad solicitante pudiera crecer, profesionalizarse y hacerse sostenible, para después caminar sola.
“Los financiadores tenemos la fuerza y la responsabilidad para instaurar valores y cambiar las cosas”, afirma Gómez. ¿A qué se refiere? El programa Emplea Cultura ha tratado de corregir algunos de los peores efectos de esa mal entendida “particularidad” del sector cultural, inclinaciones a las que es propenso y que no producen buenos resultados. Por ejemplo, los procesos selectivos. Si en cultura es habitual encontrar “amiguismo o nepotismo”, en este programa los procesos selectivos los llevan a cabo consultoras de recursos humanos que eligen a los candidatos por mérito. También se solicita a las empresas cuestiones organizativas esenciales: un organigrama, un plan de negocios, y se les exige que sus contrataciones cumplan escrupulosamente lo que estipule el convenio. Puede parecer poca cosa, sin embargo, ni tan siquiera ese mínimo era la tónica del sector. “Defender la cultura pasa por defender el empleo cultural”, concluye Susana Gómez.
Ahora, cumplida la simbólica fecha del décimo aniversario del programa, Susana y su compañera, coordinadora de Emplea Cultura, Blanca Gómez —comparten apellido—, hacen balance de por qué siguen siendo necesarias actuaciones como esta y qué más pueden tratar de hacer: “Una de las cosas que hemos fomentado últimamente son los talleres y encuentros; al charlar antiguos beneficiarios con empresas más jóvenes estamos facilitando un aprendizaje continuo”, expresa Blanca Gómez.
¿Cuáles son algunas de las tendencias que quieren seguir corrigiendo?
El empleo cultural debería dejar de ser solo urbano
Más del 40% de las empresas culturales españolas se radican en Madrid y Cataluña. Los oficios culturales tienden a aglutinarse en grandes núcleos urbanos: allí están los teatros, los cines, las galerías y salas de concierto, y el público potencial más amplio. Por eso Emplea Cultura trata de dar prioridad a aquellas entidades que sean capaces de generar un tejido alternativo en la periferia, aquellas que, desde otras regiones, consiguen también grandes resultados.
La galería T20, un premio Velázquez logrado desde Murcia
Francesc Torres (Barcelona, 1976) acaba de ganar el premio Velázquez 2024, galardón anual entregado por el Ministerio de Cultura de un artista plástico español o iberoamericano en reconocimiento a toda la carrera. Torres es uno de los artistas representados por T20, una galería murciana que, sin renunciar al arraigo, ha recorrido más de 60 ferias nacionales e internacionales exhibiendo a algunos de los más originales artistas contemporáneos españoles. “Estamos en un país tan centralista como Francia o Inglaterra en cuanto a su ecosistema cultural, y situarse en la periferia puede relegarte a un tipo de mercado”, explica Nacho Ruiz, director de la galería; ganar movilidad, sin embargo, les “libera” –así lo define Ruiz–, les da capacidad de elección: enseñan a los artistas a los que deciden apoyar por todo el mundo. ¿Cómo fue posible? “Emplea Cultura nos hizo crecer hasta lo que somos hoy. En ese momento estábamos empezando con la empresa T20 Proyectos, ideada para programar exposiciones en museos e instituciones; teníamos entre manos una exhibición enorme en Caravaca de la Cruz [Murcia], que reuniría obra desde El Greco hasta Tàpies; este programa nos permitió contar con un empleado de una altísima cualificación que se encargó de todo, mientras nosotros generábamos otros proyectos”, resume con este elocuente ejemplo Ruiz. De eso se trata. Esa es la manera de adaptarte al contexto, profesionalizarte y lograr “vivir y comer de las industrias culturales”.
Esta es una de las líneas por la que desea seguir avanzando el programa. Uno de los últimos beneficiarios, sin ir más lejos, fue el proyecto que el músico Rodrigo Cuevas lleva a cabo en el pueblo asturiano de Piloña (unos 6.000 habitantes), La Benéfica.
El empleo cultural no es solo cosa de artistas
En las primeras convocatorias, Susana y Blanca cuentan que las peticiones más usuales procedían de galerías y de entidades dedicadas a las artes plásticas. “Pero desde el instante en que redactábamos las bases, queríamos que quedara claro que aquí entraba todo: escénicas, artes vivas, gestión cultural: todo”.
Por eso han ido impulsando proyectos tan heterogéneos como el de Jenny Vila y La Mecànica, en Palma de Mallorca, una compañía de teatro físico y del movimiento que trabaja también como productora con artistas internacionales; o como el de investigación artística de su vecina insular Alelí Mirelman, que en el centro de creación e interpretación que dirige, Casa Planas, busca, a través del arte, alcanzar relecturas de algunas de las problemáticas contemporáneas que nos atañen a todos, como el turismo.
El arte también sirve para enseñar
Pedagogías Invisibles nació como un grupo de investigación en 2009, estudiantes lidiando juntas con sus tesis doctorales. “Pero sucedió que poco a poco, de manera orgánica, nos fueron saliendo un taller por aquí, un curso por allá, y encontramos un nicho laboral para desarrollarnos”, cuenta Carmen Oviedo, coordinadora de proyectos de la entidad. ¿A qué se dedican? Hacen visibles los aprendizajes que suelen suceder de modo invisible, los conocimientos que incorporamos de manera inconsciente, con un gran aliado: el arte. Se valen del arte y sus herramientas para insuflar de hálito creativo a la educación y los procesos pedagógicos. Una práctica muy valiosa en la que colaboran con instituciones de mucho prestigio, como la Red Española de Teatros o con el CCCC de Valencia (Centro del Carmen de Cultura Contemporánea), por citar un par de ejemplos.
Oviedo, de hecho, encarna lo que significó para ellas Emplea Cultura: ella fue la profesional contratada mediante esta ayuda de la Fundación Santander. Su perfil encajaba como anillo al dedo: licenciada en Magisterio e Historia del Arte con un máster en Arte Contemporáneo. Y con su desembarco en Pedagogías Invisibles, en 2014, llegó también el punto de inflexión: “Nos profesionalizamos, hubo una opción de real de encontrar solvencia laboral, de que esto no fuera algo secundario y limitado a la experimentación o la investigación. La organización nunca habría podido asumir ese crecimiento sin lo que generamos durante ese año en que fuimos beneficiarias de Emplea Cultura”.
El empleo cultural, también minado por la desigualdad
De los 99 contratos firmados gracias a Emplea Cultura, 89 fueron a parar a mujeres. Podría parecer una anomalía si no fuera porque en los grados y posgrados dedicados a formarse para los trabajos creativos ellas son aplastante mayoría, y si no fuera porque lo anómalo es lo que la empecinada realidad demuestra: poquísimas consiguen llegar a puestos de gestión o dirección dentro de instituciones culturales. Es otro de los aspectos primordiales a corregir para Blanca y Susana Gómez, otra de las cuestiones a las que prestan atención. Para el 50% de los participantes, esta oportunidad supuso su primer contrato laboral en el sector de la cultura. Una puerta de entrada que también se estrecha y se resiste a abrirse para quienes provienen de orígenes diversos. Por eso tratan de premiar a quienes, como Afroconciencia, llevan tantos años dedicándose a reivindicar y difundir las realidades y el conocimiento de la comunidad negra y afrodescendiente en España. Han editado una guía antirracista, organizan talleres o incluso impulsan proyectos audiovisuales como Afromayores, en los que las entrevistas a ancianos negros que llevan años viviendo en España revelan sus particulares visiones y necesidades.
Cuando financian una empresa o institución cultural, explican, se parece a plantar una semilla; que después germine y dé frutos seguramente no esté en sus manos. Pero ¿y si con sus acciones desde la fundación Santander siguieran favoreciendo la aparición de nuevos premios Velázquez? En esa esperanza reside su razón de ser.
¿De qué hablamos cuando hablamos de empleo cultural? Del escritor que escribe encerrado en su cuarto un libro, pero también del editor que lo publica, del corrector que lo corrige, del ilustrador que le hace una portada que capta miradas desde la mesa de la librería; de la biblioteca, del bibliotecario que organiza un club de lectura con los vecinos del barrio; del pintor que pinta un cuadro, pero también del galerista que lo expone, del comisario que redacta un catálogo o da conferencias sobre la obra, del mediador que lleva a cabo ante esos cuadros una actividad pedagógica con una treintena de escolares… Se trata de un sector diverso, que aglutina a creadores y gestores, artistas y expertos en cuestiones como financiación o comunicación; en el que conviven cineastas, compositores o intérpretes con programadores o animadores socioculturales. Un sector que aporta el 2,2% del PIB (datos del anuario del Ministerio de Cultura referidos a 2022) y que, en su disparidad, tiene unas características comunes que observaremos en la radiografía que sigue, realizada a partir del informe de la empresa cultural Una más una.Intermitencia, precariedad y falta de una regulación adecuada: esa es la realidad que se encuentran estos trabajadores.Las empresas culturales y el mal endémico del “entusiasmo”La otra cara de la moneda no es muy distinta: el que trabaja por cuenta ajena lo hace casi siempre en empresas de entre uno y cinco asalariados. Y está muy extendida entre todos los trabajadores culturales una noción que, defiende Susana Gómez, gestora cultural y directora de Estrategia en Fundación Banco Santander, va a ser muy difícil de erradicar: la naturaleza casi siempre vocacional de los trabajos culturales sirve como justificación para que se trabaje gratis o por muy poco y durante jornadas más largas de lo convenido, en contra de cualquier regulación. “El entusiasmo”, lo llama Gómez, citando el título de Remedios Zafra que le sirvió para alzarse con el 45º premio Anagrama de Ensayo en 2017 precisamente por su análisis de este fenómeno de la precariedad del trabajo creativo en la era digital.La pulsión creativa se impone, la voluntad de hacer; pero artistas, gestores y todo el resto de trabajadores culturales han de poder firmar contratos por el convenio que corresponda y tener salarios acordes. Porque solo por ese camino se llega a la profesionalización, la sostenibilidad y la dignidad laboral.Susana Gómez, directora de Estrategia de la Fundación Banco SantanderPara apoyar al sector cultural español, la Fundación Banco Santander puso en marcha hace ahora 10 años un programa de ayudas con una característica distintiva: frente al resto de ayudas públicas y privadas, que en su mayoría financian proyectos u obras concretas sin permitir que el creador, el gestor o la empresa puedan imputar entre los gastos justificables los de salario, Fundación Santander propuso lo contrario, ofrecer la financiación parcial de un puesto de trabajo durante un año para que la entidad solicitante pudiera crecer, profesionalizarse y hacerse sostenible, para después caminar sola.“Los financiadores tenemos la fuerza y la responsabilidad para instaurar valores y cambiar las cosas”, afirma Gómez. ¿A qué se refiere? El programa Emplea Cultura ha tratado de corregir algunos de los peores efectos de esa mal entendida “particularidad” del sector cultural, inclinaciones a las que es propenso y que no producen buenos resultados. Por ejemplo, los procesos selectivos. Si en cultura es habitual encontrar “amiguismo o nepotismo”, en este programa los procesos selectivos los llevan a cabo consultoras de recursos humanos que eligen a los candidatos por mérito. También se solicita a las empresas cuestiones organizativas esenciales: un organigrama, un plan de negocios, y se les exige que sus contrataciones cumplan escrupulosamente lo que estipule el convenio. Puede parecer poca cosa, sin embargo, ni tan siquiera ese mínimo era la tónica del sector. “Defender la cultura pasa por defender el empleo cultural”, concluye Susana Gómez.Ahora, cumplida la simbólica fecha del décimo aniversario del programa, Susana y su compañera, coordinadora de Emplea Cultura, Blanca Gómez —comparten apellido—, hacen balance de por qué siguen siendo necesarias actuaciones como esta y qué más pueden tratar de hacer: “Una de las cosas que hemos fomentado últimamente son los talleres y encuentros; al charlar antiguos beneficiarios con empresas más jóvenes estamos facilitando un aprendizaje continuo”, expresa Blanca Gómez.¿Cuáles son algunas de las tendencias que quieren seguir corrigiendo?El empleo cultural debería dejar de ser solo urbanoMás del 40% de las empresas culturales españolas se radican en Madrid y Cataluña. Los oficios culturales tienden a aglutinarse en grandes núcleos urbanos: allí están los teatros, los cines, las galerías y salas de concierto, y el público potencial más amplio. Por eso Emplea Cultura trata de dar prioridad a aquellas entidades que sean capaces de generar un tejido alternativo en la periferia, aquellas que, desde otras regiones, consiguen también grandes resultados.La galería T20, un premio Velázquez logrado desde MurciaFrancesc Torres (Barcelona, 1976) acaba de ganar el premio Velázquez 2024, galardón anual entregado por el Ministerio de Cultura de un artista plástico español o iberoamericano en reconocimiento a toda la carrera. Torres es uno de los artistas representados por T20, una galería murciana que, sin renunciar al arraigo, ha recorrido más de 60 ferias nacionales e internacionales exhibiendo a algunos de los más originales artistas contemporáneos españoles. “Estamos en un país tan centralista como Francia o Inglaterra en cuanto a su ecosistema cultural, y situarse en la periferia puede relegarte a un tipo de mercado”, explica Nacho Ruiz, director de la galería; ganar movilidad, sin embargo, les “libera” –así lo define Ruiz–, les da capacidad de elección: enseñan a los artistas a los que deciden apoyar por todo el mundo. ¿Cómo fue posible? “Emplea Cultura nos hizo crecer hasta lo que somos hoy. En ese momento estábamos empezando con la empresa T20 Proyectos, ideada para programar exposiciones en museos e instituciones; teníamos entre manos una exhibición enorme en Caravaca de la Cruz [Murcia], que reuniría obra desde El Greco hasta Tàpies; este programa nos permitió contar con un empleado de una altísima cualificación que se encargó de todo, mientras nosotros generábamos otros proyectos”, resume con este elocuente ejemplo Ruiz. De eso se trata. Esa es la manera de adaptarte al contexto, profesionalizarte y lograr “vivir y comer de las industrias culturales”.Esta es una de las líneas por la que desea seguir avanzando el programa. Uno de los últimos beneficiarios, sin ir más lejos, fue el proyecto que el músico Rodrigo Cuevas lleva a cabo en el pueblo asturiano de Piloña (unos 6.000 habitantes), La Benéfica.El empleo cultural no es solo cosa de artistasEn las primeras convocatorias, Susana y Blanca cuentan que las peticiones más usuales procedían de galerías y de entidades dedicadas a las artes plásticas. “Pero desde el instante en que redactábamos las bases, queríamos que quedara claro que aquí entraba todo: escénicas, artes vivas, gestión cultural: todo”.Por eso han ido impulsando proyectos tan heterogéneos como el de Jenny Vila y La Mecànica, en Palma de Mallorca, una compañía de teatro físico y del movimiento que trabaja también como productora con artistas internacionales; o como el de investigación artística de su vecina insular Alelí Mirelman, que en el centro de creación e interpretación que dirige, Casa Planas, busca, a través del arte, alcanzar relecturas de algunas de las problemáticas contemporáneas que nos atañen a todos, como el turismo.El arte también sirve para enseñarPedagogías Invisibles nació como un grupo de investigación en 2009, estudiantes lidiando juntas con sus tesis doctorales. “Pero sucedió que poco a poco, de manera orgánica, nos fueron saliendo un taller por aquí, un curso por allá, y encontramos un nicho laboral para desarrollarnos”, cuenta Carmen Oviedo, coordinadora de proyectos de la entidad. ¿A qué se dedican? Hacen visibles los aprendizajes que suelen suceder de modo invisible, los conocimientos que incorporamos de manera inconsciente, con un gran aliado: el arte. Se valen del arte y sus herramientas para insuflar de hálito creativo a la educación y los procesos pedagógicos. Una práctica muy valiosa en la que colaboran con instituciones de mucho prestigio, como la Red Española de Teatros o con el CCCC de Valencia (Centro del Carmen de Cultura Contemporánea), por citar un par de ejemplos.Oviedo, de hecho, encarna lo que significó para ellas Emplea Cultura: ella fue la profesional contratada mediante esta ayuda de la Fundación Santander. Su perfil encajaba como anillo al dedo: licenciada en Magisterio e Historia del Arte con un máster en Arte Contemporáneo. Y con su desembarco en Pedagogías Invisibles, en 2014, llegó también el punto de inflexión: “Nos profesionalizamos, hubo una opción de real de encontrar solvencia laboral, de que esto no fuera algo secundario y limitado a la experimentación o la investigación. La organización nunca habría podido asumir ese crecimiento sin lo que generamos durante ese año en que fuimos beneficiarias de Emplea Cultura”.El empleo cultural, también minado por la desigualdadDe los 99 contratos firmados gracias a Emplea Cultura, 89 fueron a parar a mujeres. Podría parecer una anomalía si no fuera porque en los grados y posgrados dedicados a formarse para los trabajos creativos ellas son aplastante mayoría, y si no fuera porque lo anómalo es lo que la empecinada realidad demuestra: poquísimas consiguen llegar a puestos de gestión o dirección dentro de instituciones culturales. Es otro de los aspectos primordiales a corregir para Blanca y Susana Gómez, otra de las cuestiones a las que prestan atención. Para el 50% de los participantes, esta oportunidad supuso su primer contrato laboral en el sector de la cultura. Una puerta de entrada que también se estrecha y se resiste a abrirse para quienes provienen de orígenes diversos. Por eso tratan de premiar a quienes, como Afroconciencia, llevan tantos años dedicándose a reivindicar y difundir las realidades y el conocimiento de la comunidad negra y afrodescendiente en España. Han editado una guía antirracista, organizan talleres o incluso impulsan proyectos audiovisuales como Afromayores, en los que las entrevistas a ancianos negros que llevan años viviendo en España revelan sus particulares visiones y necesidades.Cuando financian una empresa o institución cultural, explican, se parece a plantar una semilla; que después germine y dé frutos seguramente no esté en sus manos. Pero ¿y si con sus acciones desde la fundación Santander siguieran favoreciendo la aparición de nuevos premios Velázquez? En esa esperanza reside su razón de ser. Seguir leyendo
¿De qué hablamos cuando hablamos de empleo cultural? Del escritor que escribe encerrado en su cuarto un libro, pero también del editor que lo publica, del corrector que lo corrige, del ilustrador que le hace una portada que capta miradas desde la mesa de la librería; de la biblioteca, del bibliotecario que organiza un club de lectura con los vecinos del barrio; del pintor que pinta un cuadro, pero también del galerista que lo expone, del comisario que redacta un catálogo o da conferencias sobre la obra, del mediador que lleva a cabo ante esos cuadros una actividad pedagógica con una treintena de escolares… Se trata de un sector diverso, que aglutina a creadores y gestores, artistas y expertos en cuestiones como financiación o comunicación; en el que conviven cineastas, compositores o intérpretes con programadores o animadores socioculturales. Un sector que aporta el 2,2% del PIB (datos del anuario del Ministerio de Cultura referidos a 2022) y que, en su disparidad, tiene unas características comunes que observaremos en la radiografía que sigue, realizada a partir del informe de la empresa cultural Una más una.
Intermitencia, precariedad y falta de una regulación adecuada: esa es la realidad que se encuentran estos trabajadores.
Las empresas culturales y el mal endémico del “entusiasmo”
La otra cara de la moneda no es muy distinta: el que trabaja por cuenta ajena lo hace casi siempre en empresas de entre uno y cinco asalariados. Y está muy extendida entre todos los trabajadores culturales una noción que, defiende Susana Gómez, gestora cultural y directora de Estrategia en Fundación Banco Santander, va a ser muy difícil de erradicar: la naturaleza casi siempre vocacional de los trabajos culturales sirve como justificación para que se trabaje gratis o por muy poco y durante jornadas más largas de lo convenido, en contra de cualquier regulación. “El entusiasmo”, lo llama Gómez, citando el título de Remedios Zafra que le sirvió para alzarse con el 45º premio Anagrama de Ensayo en 2017 precisamente por su análisis de este fenómeno de la precariedad del trabajo creativo en la era digital.
La pulsión creativa se impone, la voluntad de hacer; pero artistas, gestores y todo el resto de trabajadores culturales han de poder firmar contratos por el convenio que corresponda y tener salarios acordes. Porque solo por ese camino se llega a la profesionalización, la sostenibilidad y la dignidad laboral.
Para apoyar al sector cultural español, la Fundación Banco Santander puso en marcha hace ahora 10 años un programa de ayudas con una característica distintiva: frente al resto de ayudas públicas y privadas, que en su mayoría financian proyectos u obras concretas sin permitir que el creador, el gestor o la empresa puedan imputar entre los gastos justificables los de salario, Fundación Santander propuso lo contrario, ofrecer la financiación parcial de un puesto de trabajo durante un año para que la entidad solicitante pudiera crecer, profesionalizarse y hacerse sostenible, para después caminar sola.
10 años de Emplea Cultura en datos
1.014 organizaciones presentadas
9.699 candidatos
98 beneficiarios
El 86,5% de las organizaciones mantuvieron ese puesto de trabajo tras la ayuda.
Dos tercios de las empresas se han consolidado o crecido desde que recibieron la ayuda.
El 74% de los trabajadores participantes continúan trabajando en el sector cultural.
Fuente: Informe de la empresa de gestión cultural Una más una
“Los financiadores tenemos la fuerza y la responsabilidad para instaurar valores y cambiar las cosas”, afirma Gómez. ¿A qué se refiere? El programa Emplea Cultura ha tratado de corregir algunos de los peores efectos de esa mal entendida “particularidad” del sector cultural, inclinaciones a las que es propenso y que no producen buenos resultados. Por ejemplo, los procesos selectivos. Si en cultura es habitual encontrar “amiguismo o nepotismo”, en este programa los procesos selectivos los llevan a cabo consultoras de recursos humanos que eligen a los candidatos por mérito. También se solicita a las empresas cuestiones organizativas esenciales: un organigrama, un plan de negocios, y se les exige que sus contrataciones cumplan escrupulosamente lo que estipule el convenio. Puede parecer poca cosa, sin embargo, ni tan siquiera ese mínimo era la tónica del sector. “Defender la cultura pasa por defender el empleo cultural”, concluye Susana Gómez.
Ahora, cumplida la simbólica fecha del décimo aniversario del programa, Susana y su compañera, coordinadora de Emplea Cultura, Blanca Gómez —comparten apellido—, hacen balance de por qué siguen siendo necesarias actuaciones como esta y qué más pueden tratar de hacer: “Una de las cosas que hemos fomentado últimamente son los talleres y encuentros; al charlar antiguos beneficiarios con empresas más jóvenes estamos facilitando un aprendizaje continuo”, expresa Blanca Gómez.
¿Cuáles son algunas de las tendencias que quieren seguir corrigiendo?
El empleo cultural debería dejar de ser solo urbano
Más del 40% de las empresas culturales españolas se radican en Madrid y Cataluña. Los oficios culturales tienden a aglutinarse en grandes núcleos urbanos: allí están los teatros, los cines, las galerías y salas de concierto, y el público potencial más amplio. Por eso Emplea Cultura trata de dar prioridad a aquellas entidades que sean capaces de generar un tejido alternativo en la periferia, aquellas que, desde otras regiones, consiguen también grandes resultados.
20,8% Cataluña
12,7% Andalucía
4,8% País Vasco
Estas cuatro CC AA concentran más del 60% de las empresas culturales en España.
Fuente: Anuario del Ministerio de Cultura de 2023
La galería T20, un premio Velázquez logrado desde Murcia
Francesc Torres (Barcelona, 1976) acaba de ganar el premio Velázquez 2024, galardón anual entregado por el Ministerio de Cultura de un artista plástico español o iberoamericano en reconocimiento a toda la carrera. Torres es uno de los artistas representados por T20, una galería murciana que, sin renunciar al arraigo, ha recorrido más de 60 ferias nacionales e internacionales exhibiendo a algunos de los más originales artistas contemporáneos españoles. “Estamos en un país tan centralista como Francia o Inglaterra en cuanto a su ecosistema cultural, y situarse en la periferia puede relegarte a un tipo de mercado”, explica Nacho Ruiz, director de la galería; ganar movilidad, sin embargo, les “libera” –así lo define Ruiz–, les da capacidad de elección: enseñan a los artistas a los que deciden apoyar por todo el mundo. ¿Cómo fue posible? “Emplea Cultura nos hizo crecer hasta lo que somos hoy. En ese momento estábamos empezando con la empresa T20 Proyectos, ideada para programar exposiciones en museos e instituciones; teníamos entre manos una exhibición enorme en Caravaca de la Cruz [Murcia], que reuniría obra desde El Greco hasta Tàpies; este programa nos permitió contar con un empleado de una altísima cualificación que se encargó de todo, mientras nosotros generábamos otros proyectos”, resume con este elocuente ejemplo Ruiz. De eso se trata. Esa es la manera de adaptarte al contexto, profesionalizarte y lograr “vivir y comer de las industrias culturales”.
Imagen de la instalación del artista Francesc Torres en el MNAC (Museo Nacional de Arte de Cataluña) en 2021.
Esta es una de las líneas por la que desea seguir avanzando el programa. Uno de los últimos beneficiarios, sin ir más lejos, fue el proyecto que el músico Rodrigo Cuevas lleva a cabo en el pueblo asturiano de Piloña (unos 6.000 habitantes), La Benéfica.
El empleo cultural no es solo cosa de artistas
En las primeras convocatorias, Susana y Blanca cuentan que las peticiones más usuales procedían de galerías y de entidades dedicadas a las artes plásticas. “Pero desde el instante en que redactábamos las bases, queríamos que quedara claro que aquí entraba todo: escénicas, artes vivas, gestión cultural: todo”.
Por eso han ido impulsando proyectos tan heterogéneos como el de Jenny Vila y La Mecànica, en Palma de Mallorca, una compañía de teatro físico y del movimiento que trabaja también como productora con artistas internacionales; o como el de investigación artística de su vecina insular Alelí Mirelman, que en el centro de creación e interpretación que dirige, Casa Planas, busca, a través del arte, alcanzar relecturas de algunas de las problemáticas contemporáneas que nos atañen a todos, como el turismo.
El arte también sirve para enseñar
Instante de una mediación de Pedagogías Invisibles, con Antonio Venegas, uno de sus miembros, en el centro.ivan castelllano
Pedagogías Invisibles nació como un grupo de investigación en 2009, estudiantes lidiando juntas con sus tesis doctorales. “Pero sucedió que poco a poco, de manera orgánica, nos fueron saliendo un taller por aquí, un curso por allá, y encontramos un nicho laboral para desarrollarnos”, cuenta Carmen Oviedo, coordinadora de proyectos de la entidad. ¿A qué se dedican? Hacen visibles los aprendizajes que suelen suceder de modo invisible, los conocimientos que incorporamos de manera inconsciente, con un gran aliado: el arte. Se valen del arte y sus herramientas para insuflar de hálito creativo a la educación y los procesos pedagógicos. Una práctica muy valiosa en la que colaboran con instituciones de mucho prestigio, como la Red Española de Teatros o con el CCCC de Valencia (Centro del Carmen de Cultura Contemporánea), por citar un par de ejemplos.
Oviedo, de hecho, encarna lo que significó para ellas Emplea Cultura: ella fue la profesional contratada mediante esta ayuda de la Fundación Santander. Su perfil encajaba como anillo al dedo: licenciada en Magisterio e Historia del Arte con un máster en Arte Contemporáneo. Y con su desembarco en Pedagogías Invisibles, en 2014, llegó también el punto de inflexión: “Nos profesionalizamos, hubo una opción de real de encontrar solvencia laboral, de que esto no fuera algo secundario y limitado a la experimentación o la investigación. La organización nunca habría podido asumir ese crecimiento sin lo que generamos durante ese año en que fuimos beneficiarias de Emplea Cultura”.
El empleo cultural, también minado por la desigualdad
De los 99 contratos firmados gracias a Emplea Cultura, 89 fueron a parar a mujeres. Podría parecer una anomalía si no fuera porque en los grados y posgrados dedicados a formarse para los trabajos creativos ellas son aplastante mayoría, y si no fuera porque lo anómalo es lo que la empecinada realidad demuestra: poquísimas consiguen llegar a puestos de gestión o dirección dentro de instituciones culturales. Es otro de los aspectos primordiales a corregir para Blanca y Susana Gómez, otra de las cuestiones a las que prestan atención. Para el 50% de los participantes, esta oportunidad supuso su primer contrato laboral en el sector de la cultura. Una puerta de entrada que también se estrecha y se resiste a abrirse para quienes provienen de orígenes diversos. Por eso tratan de premiar a quienes, como Afroconciencia, llevan tantos años dedicándose a reivindicar y difundir las realidades y el conocimiento de la comunidad negra y afrodescendiente en España. Han editado una guía antirracista, organizan talleres o incluso impulsan proyectos audiovisuales como Afromayores, en los que las entrevistas a ancianos negros que llevan años viviendo en España revelan sus particulares visiones y necesidades.
Cuando financian una empresa o institución cultural, explican, se parece a plantar una semilla; que después germine y dé frutos seguramente no esté en sus manos. Pero ¿y si con sus acciones desde la fundación Santander siguieran favoreciendo la aparición de nuevos premios Velázquez? En esa esperanza reside su razón de ser.
«Diez personas empleadas cada año que pueden cambiar de arriba abajo una industria entera»
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Redacción: Alejandro Martín Rodríguez
Coordinación editorial: Francis Pachá y Juan Antonio Carbajo
Diseño: María José Durán
Desarrollo: Rodolfo Mata
Coordinación de diseño: Adolfo Domenech
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