A Serrat le dan en esta semana el premio Princesa de Asturias de las Artes , en Oviedo, pero él lleva ya décadas de rey de lo suyo, que es lo nuestro. O sea, la canción medida y emocionante. Mediterráneo es Mediterráneo, y Serrat es Serrat. A ver quién va y se pone y se anima y lo supera. Por ahí ha repetido Sabina que, «de joven, quisiera ser como él», y a nosotros nos ocurre lo mismo, porque Serrat tiene ochenta años de media sonrisa de ir a inaugurar la verbena, todavía. Naturalmente, glosar a Serrat es concretar nuestra propia biografía. Resulta que sus canciones nos miran a los ojos, y a menudo escucharle es llorar como si riéramos. Ahí en lo alto del verano de la vida, suena Serrat, ahí en las fiestas de pueblo, en las bodas de algarabía, en el ocaso perfumante de los puertos. De modo que le llevamos en el corazón. Se echó al oficio de juglar por lograrse un embeleso ante las chavalas líricas, y ahora vive en un retranqueo de jubilado que no para, después de recumplir más de seis décadas de ser el éxito. Y decir jubilado, a propósito de Serrat, es mentir, porque una eternidad, como él, no se jubila nunca. Su carrera es un atletismo de la sensibilidad. De aquí a cuatro tardes le van a dar un premio de oro, y así descubrimos lo que ya sabíamos: que Serrat es un cabal que propone la benéfica locura. Estamos ante un distinguido de ir en mangas de camisa por la vida. Le ha dado a las calles una anchura de verso cantado, superó el cáncer sin ruido, dice cosas suaves y sólidas que se parecen a la felicidad. Es un tipo entero y querido. Ahora le van dando mucho premio, pero hace muchos años que tiene majestad en la cultura seriamente popular, donde aúpa canciones memorables de voz propia y única, aunque a veces ha usado métricas de otros, de Machado a Hernández. Lo malo de los premios es que al año siguiente se los dan a otro. La frase es de Fernán Gómez , un lúcido embrujado. Nos sirve para Serrat. Aunque en él se da el tópico: resulta un premio en sí mismo. Que nos dan a todos. Igual le aplauden las musas de bolero que las diablas del reguetón. A Serrat le dan en esta semana el premio Princesa de Asturias de las Artes , en Oviedo, pero él lleva ya décadas de rey de lo suyo, que es lo nuestro. O sea, la canción medida y emocionante. Mediterráneo es Mediterráneo, y Serrat es Serrat. A ver quién va y se pone y se anima y lo supera. Por ahí ha repetido Sabina que, «de joven, quisiera ser como él», y a nosotros nos ocurre lo mismo, porque Serrat tiene ochenta años de media sonrisa de ir a inaugurar la verbena, todavía. Naturalmente, glosar a Serrat es concretar nuestra propia biografía. Resulta que sus canciones nos miran a los ojos, y a menudo escucharle es llorar como si riéramos. Ahí en lo alto del verano de la vida, suena Serrat, ahí en las fiestas de pueblo, en las bodas de algarabía, en el ocaso perfumante de los puertos. De modo que le llevamos en el corazón. Se echó al oficio de juglar por lograrse un embeleso ante las chavalas líricas, y ahora vive en un retranqueo de jubilado que no para, después de recumplir más de seis décadas de ser el éxito. Y decir jubilado, a propósito de Serrat, es mentir, porque una eternidad, como él, no se jubila nunca. Su carrera es un atletismo de la sensibilidad. De aquí a cuatro tardes le van a dar un premio de oro, y así descubrimos lo que ya sabíamos: que Serrat es un cabal que propone la benéfica locura. Estamos ante un distinguido de ir en mangas de camisa por la vida. Le ha dado a las calles una anchura de verso cantado, superó el cáncer sin ruido, dice cosas suaves y sólidas que se parecen a la felicidad. Es un tipo entero y querido. Ahora le van dando mucho premio, pero hace muchos años que tiene majestad en la cultura seriamente popular, donde aúpa canciones memorables de voz propia y única, aunque a veces ha usado métricas de otros, de Machado a Hernández. Lo malo de los premios es que al año siguiente se los dan a otro. La frase es de Fernán Gómez , un lúcido embrujado. Nos sirve para Serrat. Aunque en él se da el tópico: resulta un premio en sí mismo. Que nos dan a todos. Igual le aplauden las musas de bolero que las diablas del reguetón.
ladrón de fuego
«Una eternidad como él no se jubila nunca. Su carrera es un atletismo de la sensibilidad». Este viernes recibirá el Princesa de Asturias de las Artes
Joan Manuel Serrat EP
A Serrat le dan en esta semana el premio Princesa de Asturias de las Artes, en Oviedo, pero él lleva ya décadas de rey de lo suyo, que es lo nuestro. O sea, la canción medida y emocionante. Mediterráneo es Mediterráneo, y Serrat es …
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