Al Pacino ocupa un lugar primordial en el grupo de actores —Hoffman, Robert de Niro o Jack Nicholson— que conformaron una revolución en el cine norteamericano de los setenta. Como documenta Peter Biskind en el clásico ‘Moteros tranquilos, toros salvajes’ (Anagrama), su importancia fue clave en el estallido de Coppola, Scorsese o Polanski. Esas filmografías, además, estuvieron muy apegadas a las rutinas de su tiempo de esplendor: sus vidas y su éxito en los setenta se vieron marcadas por la intensidad y los excesos propios de la década. Quizá esas páginas sean las de mayor interés de la autobiografía de Al Pacino ‘Sonny Boy’, por los agradecimientos pareciera que escrita en colaboración con David Itzkoff, periodista cultural de ‘The New York Times’ y autor de sus propias memorias ‘Cocaine son’ y del interesantísimo ‘Mad as hell’ sobre el proceso de creación de ‘Network. Un mundo implacable’ de Sidney Lumet.MEMORIAS ‘Sony Boy. Memorias’ Autor Al Pacino Editorial Cúpula Año 2024 Páginas 376 Precio 24,95 euros 2En ese tramo del libro, donde revela que rodó ‘El padrino I’ (1972) de resacas alcohólicas continuadas, Pacino se eleva. Su trabajo y su vida de entonces rozaban la perfección: desde ‘Pánico en Needle Park’ (1971), ‘El Padrino’ (1972), ‘Serpico’ (1973), ‘El Padrino II’ (1974) o ‘Tarde de perros’ (1975) hasta el final de ese primer fulgor con las extraordinarias ‘A la caza’ (1980) y ‘El precio del poder’ (1983). Ese túrmix profesional y vital procede de una infancia —lo mejor de estas memorias— de pobreza y de barrio neoyorquino. En las cien primeras páginas del volumen Pacino demuestra inteligencia, sensibilidad y talento al recordar a sus padres, sus compañeros y aquellos chavales de su misma manzana que acabaron como debería haber acabado él. Mal o muy mal. «La gente del teatro son vagabundos, gitanos errantes. Somos personas en constante movimiento. Esto, también, es nuestro legado»: conocer su oficio y reconocerlo —al estilo de lo que Fernán-Gómez consiguió con su ‘El viaje a ninguna parte’ (1986)— constituye una de las pruebas de la inteligencia de Pacino.Ocurre mucho con las autobiografías: a medida que llegan al presente se suavizan las críticas, se olvidan detalles Las dificultades de ‘Sonny Boy’ comienzan cuando el actor se despega de su propia vida y se dedica a despacharla. Lo que al principio era pasión se convierte en rutina y los hechos, especialmente a partir de ‘El precio del poder’, se acumulan sin más interés que esperar a si más adelante el autor regresa con algo valioso. Ocurre mucho con las autobiografías, entiendo que para no enfadar a nadie cercano: a medida que llegan al presente se suavizan las críticas, se olvidan detalles que podrían ser jugosos y se estandariza todo. De hecho, películas tan importantes como ‘Glengarry glen ross’ (1992) o la obra maestra ‘Atrapado por su pasado’ (1993) de De Palma quedan reducidas a dos o tres anécdotas y unas cuantas bienaventuranzas sobre el reparto o el director. Al igual, varias etapas personales de esos años —su matrimonio con Beverly D’Angelo, por ejemplo— aparecen citadas sin más. Que unas memorias así de, en principio, suculentas acaben en semejante cúmulo de automatismos decepciona mucho. Se hace imposible identificarse con el Pacino arruinado o con ese pequeño retorno que, al final del libro, hace a su infancia. Una pena: ahí, sin embargo, permanecerá su abrumadora obra. Al Pacino ocupa un lugar primordial en el grupo de actores —Hoffman, Robert de Niro o Jack Nicholson— que conformaron una revolución en el cine norteamericano de los setenta. Como documenta Peter Biskind en el clásico ‘Moteros tranquilos, toros salvajes’ (Anagrama), su importancia fue clave en el estallido de Coppola, Scorsese o Polanski. Esas filmografías, además, estuvieron muy apegadas a las rutinas de su tiempo de esplendor: sus vidas y su éxito en los setenta se vieron marcadas por la intensidad y los excesos propios de la década. Quizá esas páginas sean las de mayor interés de la autobiografía de Al Pacino ‘Sonny Boy’, por los agradecimientos pareciera que escrita en colaboración con David Itzkoff, periodista cultural de ‘The New York Times’ y autor de sus propias memorias ‘Cocaine son’ y del interesantísimo ‘Mad as hell’ sobre el proceso de creación de ‘Network. Un mundo implacable’ de Sidney Lumet.MEMORIAS ‘Sony Boy. Memorias’ Autor Al Pacino Editorial Cúpula Año 2024 Páginas 376 Precio 24,95 euros 2En ese tramo del libro, donde revela que rodó ‘El padrino I’ (1972) de resacas alcohólicas continuadas, Pacino se eleva. Su trabajo y su vida de entonces rozaban la perfección: desde ‘Pánico en Needle Park’ (1971), ‘El Padrino’ (1972), ‘Serpico’ (1973), ‘El Padrino II’ (1974) o ‘Tarde de perros’ (1975) hasta el final de ese primer fulgor con las extraordinarias ‘A la caza’ (1980) y ‘El precio del poder’ (1983). Ese túrmix profesional y vital procede de una infancia —lo mejor de estas memorias— de pobreza y de barrio neoyorquino. En las cien primeras páginas del volumen Pacino demuestra inteligencia, sensibilidad y talento al recordar a sus padres, sus compañeros y aquellos chavales de su misma manzana que acabaron como debería haber acabado él. Mal o muy mal. «La gente del teatro son vagabundos, gitanos errantes. Somos personas en constante movimiento. Esto, también, es nuestro legado»: conocer su oficio y reconocerlo —al estilo de lo que Fernán-Gómez consiguió con su ‘El viaje a ninguna parte’ (1986)— constituye una de las pruebas de la inteligencia de Pacino.Ocurre mucho con las autobiografías: a medida que llegan al presente se suavizan las críticas, se olvidan detalles Las dificultades de ‘Sonny Boy’ comienzan cuando el actor se despega de su propia vida y se dedica a despacharla. Lo que al principio era pasión se convierte en rutina y los hechos, especialmente a partir de ‘El precio del poder’, se acumulan sin más interés que esperar a si más adelante el autor regresa con algo valioso. Ocurre mucho con las autobiografías, entiendo que para no enfadar a nadie cercano: a medida que llegan al presente se suavizan las críticas, se olvidan detalles que podrían ser jugosos y se estandariza todo. De hecho, películas tan importantes como ‘Glengarry glen ross’ (1992) o la obra maestra ‘Atrapado por su pasado’ (1993) de De Palma quedan reducidas a dos o tres anécdotas y unas cuantas bienaventuranzas sobre el reparto o el director. Al igual, varias etapas personales de esos años —su matrimonio con Beverly D’Angelo, por ejemplo— aparecen citadas sin más. Que unas memorias así de, en principio, suculentas acaben en semejante cúmulo de automatismos decepciona mucho. Se hace imposible identificarse con el Pacino arruinado o con ese pequeño retorno que, al final del libro, hace a su infancia. Una pena: ahí, sin embargo, permanecerá su abrumadora obra.
CrÍTICA DE:
Memorias
Que unas memorias así, en principio, suculentas acaben en semejante cúmulo de automatismos decepciona
Al Pacino ocupa un lugar primordial en el grupo de actores —Hoffman, Robert de Niro o Jack Nicholson— que conformaron una revolución en el cine norteamericano de los setenta. Como documenta Peter Biskind en el clásico ‘Moteros tranquilos, toros salvajes’ (Anagrama), su importancia fue …
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