Es posible que Toni Acosta (San Cristóbal de La Laguna, Tenerife, 1972), se cayera, como Obélix, en una marmita de poción mágica. Solo que en ella, en lugar de fuerza descomunal, se transforma en una energía permanente, que rubrica con una perseverante sonrisa. Tendrá, como todos, sus momentos de tranquilidad e incluso de tristeza, pero parece como si se avergonzara de ellos. Cuesta creer que, con tanta actividad como tiene, padezca el ‘síndrome del nido vacío’, pero parece ser que sí, y éste fue el tema que le planteó al dramaturgo Juan Carlos Rubio cuando el productor Jesús Cimarro le preguntó a la actriz qué le apetecía hacer en su siguiente proyecto teatral. El resultado es ‘Una mujer de película’, un monólogo -el primero que hace Toni Acosta- escrito a medida para ella y dirigido por el propio Juan Carlos Rubio, y que acaba de subir el telón en el Teatro Bellas Artes , donde estará hasta el 9 de febrero antes de empezar la gira. -Es su primer monólogo. ¿Asusta?-Tengo muchas ganas de ponerme a prueba delante del público. Pero bueno, tengo mis momentos de susto, sí.-Es un personaje que tiene que ver con usted, que se ha creado a partir de usted, pero que no es usted. ¿Cómo se come eso?-Me conecto a través de la emoción; las emociones son mías y conforme hablo del personaje voy descubriendo nuevos rincones. Por ejemplo, que hemos dotado a Eva María, mi personaje, de una ‘ceguera’: ella dice que su hija le ha abandonado, y no es así. Su hijo se ha ido de casa. Pero es una de las frases de la función que más me gustan. «Mi hijo me ha abandonado».-¿Y en algún momento lo ha llegado a pensar?-¡No, yo no! Reconocí esa situación. No hablo de mi vida normalmente, pero esto no me importa contarlo. Mi hijo se fue a estudiar fuera y mi hija se marchó un cuatrimestre a Irlanda. Y eso fue lo que a mí me dio un bofetón, porque ella tenía 14 años. Ahí fue cuando yo dije: de esto hay que hablar. Con humor, con su sentimiento, pero hay que hablar. Hice una charla con una psiquiatra especialista en cosas que le pasan a las mujeres y relacionaba el síndrome del nido vacío con los cuidados; llega una etapa en que ya no tienes que cuidarlos, si me apuras te cuidan ellos a ti.-Le he escuchado decir que la función, más que con sus hijos, le ha conectado con su madre…-Muchísimo. Me ha llevado al momento en que me fui de casa; había cosas, actitudes, que yo no entendía. Ahora está todo en su lugar. El teatro es terapéutico, es ‘karmático’. Estás haciendo la función y de repente hay algo ahí que te hacer ver claro por qué querías hablar de este tema. Yo quería entender eso, y lo trajo Juan Carlos. Fíjese: yo tenía muy claro que no quería a otra mujer trabajando el texto, porque nos hubiésemos puesto quizás muy ñoñas. Y él trajo el punto de vista del hijo que se va… Yo pongo muy en valor a esa generación que… ¡madre mía! Tan currantes, con mucho menos medios que nosotros. Creo que con esta función le hago un regalo a mi madre.-Vendrá al estreno…-Sí, viene al estreno oficial, pero quiero que la vea un día antes, porque necesito que luego lo hablemos y lo procesemos. No quiero hacer ‘spoiler’, pero hay un homenaje clarísimo a ella; digamos que en un momento determinada mi madre va a estar en el escenario.-Pero no sé si el orgullo le podrá dejarla ver con claridad como para hacerle una ‘crítica’…-No [ríe], seguro que no puede. Pero el teatro tiene la magia de sacarte temas de conversación, recuerdos… Y creo que ella se va a reconocer ahí y se va a valorar. Esa generación no se valora lo suficiente: cómo hicieron las cosas… Les estamos negando todo el rato. Creo que la función va a servir para que ella y todas las mujeres de esa generación que vengan a verla se valoren.-Es la tercera vez que trabaja con Juan Carlos Rubio, parece que hay mucha complicidad con él…-Él me echa piropos a mí, pero es que yo no puedo parar de echar piropos a él. Tenemos un mismo nivel de compromiso y eso nos vuelve exigentes. Ha sido un trabajo muy difícil hasta llegar al texto final, porque queríamos ir a la esencia, y el texto se iba conformando solo: la esencia.-Es un traje a medida.-Y un verdadero regalo.-Volviendo a lo que decía antes de que quería un punto de vista masculino, ¿los hombres podremos entender a Eva María igual que las mujeres?-Un padre va a entender igual lo que siente. Yo conozco padres que padecen el nido vacío. Me encanta el momento que estamos viviendo, esta revolución, y que las mujeres estemos cogiendo más presencia real en determinados puestos, pero a mí me interesaba escuchar a Juan Carlos.. Aparte de que le admiro profundamente.-¿Es la obra donde más se ha sentido barro en manos de un escultor?-¡Huy, sí! Yo siempre me dejo llevar por los directores, y suelen llevarme a lugares que yo no esperaba… Pero sí, aquí soy más barro… Y en todos los sentidos, porque me he enfangado mucho en el trabajo. Es posible que Toni Acosta (San Cristóbal de La Laguna, Tenerife, 1972), se cayera, como Obélix, en una marmita de poción mágica. Solo que en ella, en lugar de fuerza descomunal, se transforma en una energía permanente, que rubrica con una perseverante sonrisa. Tendrá, como todos, sus momentos de tranquilidad e incluso de tristeza, pero parece como si se avergonzara de ellos. Cuesta creer que, con tanta actividad como tiene, padezca el ‘síndrome del nido vacío’, pero parece ser que sí, y éste fue el tema que le planteó al dramaturgo Juan Carlos Rubio cuando el productor Jesús Cimarro le preguntó a la actriz qué le apetecía hacer en su siguiente proyecto teatral. El resultado es ‘Una mujer de película’, un monólogo -el primero que hace Toni Acosta- escrito a medida para ella y dirigido por el propio Juan Carlos Rubio, y que acaba de subir el telón en el Teatro Bellas Artes , donde estará hasta el 9 de febrero antes de empezar la gira. -Es su primer monólogo. ¿Asusta?-Tengo muchas ganas de ponerme a prueba delante del público. Pero bueno, tengo mis momentos de susto, sí.-Es un personaje que tiene que ver con usted, que se ha creado a partir de usted, pero que no es usted. ¿Cómo se come eso?-Me conecto a través de la emoción; las emociones son mías y conforme hablo del personaje voy descubriendo nuevos rincones. Por ejemplo, que hemos dotado a Eva María, mi personaje, de una ‘ceguera’: ella dice que su hija le ha abandonado, y no es así. Su hijo se ha ido de casa. Pero es una de las frases de la función que más me gustan. «Mi hijo me ha abandonado».-¿Y en algún momento lo ha llegado a pensar?-¡No, yo no! Reconocí esa situación. No hablo de mi vida normalmente, pero esto no me importa contarlo. Mi hijo se fue a estudiar fuera y mi hija se marchó un cuatrimestre a Irlanda. Y eso fue lo que a mí me dio un bofetón, porque ella tenía 14 años. Ahí fue cuando yo dije: de esto hay que hablar. Con humor, con su sentimiento, pero hay que hablar. Hice una charla con una psiquiatra especialista en cosas que le pasan a las mujeres y relacionaba el síndrome del nido vacío con los cuidados; llega una etapa en que ya no tienes que cuidarlos, si me apuras te cuidan ellos a ti.-Le he escuchado decir que la función, más que con sus hijos, le ha conectado con su madre…-Muchísimo. Me ha llevado al momento en que me fui de casa; había cosas, actitudes, que yo no entendía. Ahora está todo en su lugar. El teatro es terapéutico, es ‘karmático’. Estás haciendo la función y de repente hay algo ahí que te hacer ver claro por qué querías hablar de este tema. Yo quería entender eso, y lo trajo Juan Carlos. Fíjese: yo tenía muy claro que no quería a otra mujer trabajando el texto, porque nos hubiésemos puesto quizás muy ñoñas. Y él trajo el punto de vista del hijo que se va… Yo pongo muy en valor a esa generación que… ¡madre mía! Tan currantes, con mucho menos medios que nosotros. Creo que con esta función le hago un regalo a mi madre.-Vendrá al estreno…-Sí, viene al estreno oficial, pero quiero que la vea un día antes, porque necesito que luego lo hablemos y lo procesemos. No quiero hacer ‘spoiler’, pero hay un homenaje clarísimo a ella; digamos que en un momento determinada mi madre va a estar en el escenario.-Pero no sé si el orgullo le podrá dejarla ver con claridad como para hacerle una ‘crítica’…-No [ríe], seguro que no puede. Pero el teatro tiene la magia de sacarte temas de conversación, recuerdos… Y creo que ella se va a reconocer ahí y se va a valorar. Esa generación no se valora lo suficiente: cómo hicieron las cosas… Les estamos negando todo el rato. Creo que la función va a servir para que ella y todas las mujeres de esa generación que vengan a verla se valoren.-Es la tercera vez que trabaja con Juan Carlos Rubio, parece que hay mucha complicidad con él…-Él me echa piropos a mí, pero es que yo no puedo parar de echar piropos a él. Tenemos un mismo nivel de compromiso y eso nos vuelve exigentes. Ha sido un trabajo muy difícil hasta llegar al texto final, porque queríamos ir a la esencia, y el texto se iba conformando solo: la esencia.-Es un traje a medida.-Y un verdadero regalo.-Volviendo a lo que decía antes de que quería un punto de vista masculino, ¿los hombres podremos entender a Eva María igual que las mujeres?-Un padre va a entender igual lo que siente. Yo conozco padres que padecen el nido vacío. Me encanta el momento que estamos viviendo, esta revolución, y que las mujeres estemos cogiendo más presencia real en determinados puestos, pero a mí me interesaba escuchar a Juan Carlos.. Aparte de que le admiro profundamente.-¿Es la obra donde más se ha sentido barro en manos de un escultor?-¡Huy, sí! Yo siempre me dejo llevar por los directores, y suelen llevarme a lugares que yo no esperaba… Pero sí, aquí soy más barro… Y en todos los sentidos, porque me he enfangado mucho en el trabajo.
La actriz estrena su primer monólogo: ‘Una madre de película’, escrito y dirigido por Juan Carlos Rubio
Es posible que Toni Acosta (San Cristóbal de La Laguna, Tenerife, 1972), se cayera, como Obélix, en una marmita de poción mágica. Solo que en ella, en lugar de fuerza descomunal, se transforma en una energía permanente, que rubrica con una perseverante sonrisa. Tendrá, …
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