Este insólito y lúcido ensayo, Melodías del alma en cuatro estaciones, es un paseo por la historia de las emociones expresadas a través de grandes compositores escrito por Aina Vega i Rofés, doctora en filosofía de la música y especialista en música y ópera contemporáneas.
Estamos ante un tratado de los afectos y del poder del arte musical para definirlos que se lee escuchando las composiciones propuestas. Si la palabra griega enthousiasmós significaba en su origen tener a un dios dentro de sí y se usaba para describir el estado de exaltación que experimentaban poetas, profetas o místicos cuando creían estar inspirados por lo divino, la autora canaliza su conocimiento para brindarnos un elogio del entusiasmo que despierta la música en la razón humana.
A medio camino entre una historia de las pasiones y una historia de la música culta, la erudición de Aina Vega i Rofes sabe apoyarse también en el humor (cómo no recordar a Woody Allen afirmando que no puede excederse con Wagner porque si no le entran ganas de invadir Polonia).
Su ambiciosa propuesta consiste en un viaje sensorial y reflexivo por las emociones que expresa la música clásica dividido en las cuatro estaciones del año. A cada estación, su dosis de sentimientos. Empezamos con el otoño, estación en la que se incluye la serenidad (definida por Mozart en su Concierto para clarinete en la mayor K622, cuyo adagio se incluyó en banda sonora de Memorias de África), la melancolía (que fijó Chopin con sus Nocturnos), la preocupación —en este caso amorosa— a través de ese lied impresionante de Clara Schumann Warum wills du andere fragen? (¿Por qué quieres preguntar a otros?) basado en un poema de Friedrich Rückert, o la cobardía, representada en la ópera romántica La Boheme de Puccini: Mimi y Musseta frente a Rodolfo y Marcello. Al hilo de la cobardía de Rodolfo, nos recuerda la autora que nadie mejor que Shakespeare en Julio César definió ese sentimiento: “los cobardes mueren muchas veces antes de morir; el valiente nunca saborea la muerte sino una vez”.
Fusionando filosofía, música, historia y emoción, sigue el viaje sensorial y reflexivo por el invierno, donde se incuba la culpa (representada por Wagner en Parsifal), la desesperación de Schoenberg en Erwartung, o la tristeza ilustrada por el sobrecogedor Concierto para violonchelo del británico Edward Elgar. En la primavera, claro, estalla el amor, el sentimiento más poderoso y expansivo, desde la visión romántica (el Werther operístico de Jules Massenet) a la paternofilial (tratada a partir de Giuseppe Verdi en Luisa Miller), además de la esperanza (según Tales de Mileto, “el único bien común a todos los hombres; los que todo lo han perdido la poseen aún”) ilustrada por Chaikovski en su Obertura 1812. Y, además, la alegría espiritual del Rejoice de Gubaidúlina.
Siguiendo la propuesta inmersiva (es un libro interactivo y vibrante), llegamos al verano, donde coinciden sentimientos contrapuestos como la generosidad (de las Valkirias de Wagner), la vergüenza (de Leos Janacek en su Katia Kabanova) o la compasión de Lili Boulanger (tan vinculada a su relación con su hermana Nadia) en Pie Jesu. Sin embargo, nos quedamos con la amistad cantada por Shostakovich en su trío para piano compuesto expresamente tras la muerte de su amigo Ivan Ivanovich Sollerstinsky, su “amigo inteligente”, su mentor, cuyo vacío le llenó de desamparo.
Para definir el sentimiento de la admiración, Aina Vega echa mano de Cuadros de una exposición de Modest Musorgski, unos paseos virtuosos que aluden a la gran capacidad evocadora de la música y que arranca triunfal, optimista, luminosa… Tres adjetivos que sirven para definir el esfuerzo intelectual de Aina Vega al entregarnos estas Melodías del alma tan dignas de admiración, porque a fin de cuentas se trata de una insobornable defensa del creador, pues como decía Steiner a propósito de Shelley y de Víctor Hugo, “el artista es el guía de la humanidad, el mago de dones divinos”.
Este insólito y lúcido ensayo, Melodías del alma en cuatro estaciones, es un paseo por la historia de las emociones expresadas a través de grandes compositores escrito por Aina Vega i Rofés, doctora en filosofía de la música y especialista en música y ópera contemporáneas. Estamos ante un tratado de los afectos y del poder del arte musical para definirlos que se lee escuchando las composiciones propuestas. Si la palabra griega enthousiasmós significaba en su origen tener a un dios dentro de sí y se usaba para describir el estado de exaltación que experimentaban poetas, profetas o místicos cuando creían estar inspirados por lo divino, la autora canaliza su conocimiento para brindarnos un elogio del entusiasmo que despierta la música en la razón humana. A medio camino entre una historia de las pasiones y una historia de la música culta, la erudición de Aina Vega i Rofes sabe apoyarse también en el humor (cómo no recordar a Woody Allen afirmando que no puede excederse con Wagner porque si no le entran ganas de invadir Polonia).Su ambiciosa propuesta consiste en un viaje sensorial y reflexivo por las emociones que expresa la música clásica dividido en las cuatro estaciones del año. A cada estación, su dosis de sentimientos. Empezamos con el otoño, estación en la que se incluye la serenidad (definida por Mozart en su Concierto para clarinete en la mayor K622, cuyo adagio se incluyó en banda sonora de Memorias de África), la melancolía (que fijó Chopin con sus Nocturnos), la preocupación —en este caso amorosa— a través de ese lied impresionante de Clara Schumann Warum wills du andere fragen? (¿Por qué quieres preguntar a otros?) basado en un poema de Friedrich Rückert, o la cobardía, representada en la ópera romántica La Boheme de Puccini: Mimi y Musseta frente a Rodolfo y Marcello. Al hilo de la cobardía de Rodolfo, nos recuerda la autora que nadie mejor que Shakespeare en Julio César definió ese sentimiento: “los cobardes mueren muchas veces antes de morir; el valiente nunca saborea la muerte sino una vez”.Fusionando filosofía, música, historia y emoción, sigue el viaje sensorial y reflexivo por el invierno, donde se incuba la culpa (representada por Wagner en Parsifal), la desesperación de Schoenberg en Erwartung, o la tristeza ilustrada por el sobrecogedor Concierto para violonchelo del británico Edward Elgar. En la primavera, claro, estalla el amor, el sentimiento más poderoso y expansivo, desde la visión romántica (el Werther operístico de Jules Massenet) a la paternofilial (tratada a partir de Giuseppe Verdi en Luisa Miller), además de la esperanza (según Tales de Mileto, “el único bien común a todos los hombres; los que todo lo han perdido la poseen aún”) ilustrada por Chaikovski en su Obertura 1812. Y, además, la alegría espiritual del Rejoice de Gubaidúlina. Siguiendo la propuesta inmersiva (es un libro interactivo y vibrante), llegamos al verano, donde coinciden sentimientos contrapuestos como la generosidad (de las Valkirias de Wagner), la vergüenza (de Leos Janacek en su Katia Kabanova) o la compasión de Lili Boulanger (tan vinculada a su relación con su hermana Nadia) en Pie Jesu. Sin embargo, nos quedamos con la amistad cantada por Shostakovich en su trío para piano compuesto expresamente tras la muerte de su amigo Ivan Ivanovich Sollerstinsky, su “amigo inteligente”, su mentor, cuyo vacío le llenó de desamparo.Para definir el sentimiento de la admiración, Aina Vega echa mano de Cuadros de una exposición de Modest Musorgski, unos paseos virtuosos que aluden a la gran capacidad evocadora de la música y que arranca triunfal, optimista, luminosa… Tres adjetivos que sirven para definir el esfuerzo intelectual de Aina Vega al entregarnos estas Melodías del alma tan dignas de admiración, porque a fin de cuentas se trata de una insobornable defensa del creador, pues como decía Steiner a propósito de Shelley y de Víctor Hugo, “el artista es el guía de la humanidad, el mago de dones divinos”. Seguir leyendo
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia
El ensayo ‘Melodías del alma en cuatro estaciones’ de Aina Vega i Rofes en un viaje sensorial y reflexivo por las emociones que expresa la música clásica dividido en las cuatro estaciones del año
Este insólito y lúcido ensayo, Melodías del alma en cuatro estaciones, es un paseo por la historia de las emociones expresadas a través de grandes compositores escrito por Aina Vega i Rofés, doctora en filosofía de la música y especialista en música y ópera contemporáneas.
Estamos ante un tratado de los afectos y del poder del arte musical para definirlos que se lee escuchando las composiciones propuestas. Si la palabra griega enthousiasmós significaba en su origen tener a un dios dentro de sí y se usaba para describir el estado de exaltación que experimentaban poetas, profetas o místicos cuando creían estar inspirados por lo divino, la autora canaliza su conocimiento para brindarnos un elogio del entusiasmo que despierta la música en la razón humana.
A medio camino entre una historia de las pasiones y una historia de la música culta, la erudición de Aina Vega i Rofes sabe apoyarse también en el humor (cómo no recordar a Woody Allen afirmando que no puede excederse con Wagner porque si no le entran ganas de invadir Polonia).
Su ambiciosa propuesta consiste en un viaje sensorial y reflexivo por las emociones que expresa la música clásica dividido en las cuatro estaciones del año. A cada estación, su dosis de sentimientos. Empezamos con el otoño, estación en la que se incluye la serenidad (definida por Mozart en su Concierto para clarinete en la mayor K622, cuyo adagio se incluyó en banda sonora de Memorias de África), la melancolía (que fijó Chopin con sus Nocturnos), la preocupación —en este caso amorosa— a través de ese lied impresionante de Clara Schumann Warum wills du andere fragen? (¿Por qué quieres preguntar a otros?) basado en un poema de Friedrich Rückert, o la cobardía, representada en la ópera romántica La Boheme de Puccini: Mimi y Musseta frente a Rodolfo y Marcello. Al hilo de la cobardía de Rodolfo, nos recuerda la autora que nadie mejor que Shakespeare en Julio César definió ese sentimiento: “los cobardes mueren muchas veces antes de morir; el valiente nunca saborea la muerte sino una vez”.
Fusionando filosofía, música, historia y emoción, sigue el viaje sensorial y reflexivo por el invierno, donde se incuba la culpa (representada por Wagner en Parsifal), la desesperación de Schoenberg en Erwartung, o la tristeza ilustrada por el sobrecogedor Concierto para violonchelo del británico Edward Elgar. En la primavera, claro, estalla el amor, el sentimiento más poderoso y expansivo, desde la visión romántica (el Werther operístico de Jules Massenet) a la paternofilial (tratada a partir de Giuseppe Verdi en Luisa Miller), además de la esperanza (según Tales de Mileto, “el único bien común a todos los hombres; los que todo lo han perdido la poseen aún”) ilustrada por Chaikovski en su Obertura 1812. Y, además, la alegría espiritual del Rejoice de Gubaidúlina.
Siguiendo la propuesta inmersiva (es un libro interactivo y vibrante), llegamos al verano, donde coinciden sentimientos contrapuestos como la generosidad (de las Valkirias de Wagner), la vergüenza (de Leos Janacek en su Katia Kabanova) o la compasión de Lili Boulanger (tan vinculada a su relación con su hermana Nadia) en Pie Jesu. Sin embargo, nos quedamos con la amistad cantada por Shostakovich en su trío para piano compuesto expresamente tras la muerte de su amigo Ivan Ivanovich Sollerstinsky, su “amigo inteligente”, su mentor, cuyo vacío le llenó de desamparo.
Para definir el sentimiento de la admiración, Aina Vega echa mano de Cuadros de una exposición de Modest Musorgski, unos paseos virtuosos que aluden a la gran capacidad evocadora de la música y que arranca triunfal, optimista, luminosa… Tres adjetivos que sirven para definir el esfuerzo intelectual de Aina Vega al entregarnos estas Melodías del alma tan dignas de admiración, porque a fin de cuentas se trata de una insobornable defensa del creador, pues como decía Steiner a propósito de Shelley y de Víctor Hugo, “el artista es el guía de la humanidad, el mago de dones divinos”.
Ana Vega i Rofes
Traducción de Maria Rosich
Libros del Kultrum, 2025
336 páginas
20 euros
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Sobre la firma
Es autor de las novelas ‘Los Baldrich’, ‘La estación perdida’, ‘Los buenos amigos’ o ‘Jauja’ y del libro de viajes ‘París’. Su obra narrativa ha obtenido varios premios. Es profesor en la Universidad Sciences Po de París. Como periodista fue Premio Pica d´Estat 2011. Colabora en El Ojo Crítico de RNE y en EL PAÍS. ‘Verso suelto’ es su última novela
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