Gioconda Belli iluminó con palabras una era de gran simbolismo para la izquierda española y latinoamericana —la revolución sandinista— como iluminó después la decepción, el aprendizaje y la marcha de Nicaragua hasta un presente de exilio por la persecución a la que los dictadores Daniel Ortega y Rosario Murillo han sometido a numerosos intelectuales. Desde aquel Línea de fuego de 1978, puro furor revolucionario, a Apogeo, de 1998, con desencanto incluido, El país bajo mi piel (2001) o sus poemas más recientes, Belli ha sabido hacerlo siempre con la sonrisa física y literaria en la cara.
Es imprescindible tener esto en cuenta para afrontar su nueva novela, Un silencio lleno de murmullos (Seix Barral) y hacerlo desde la trayectoria de esta autora premiada con el Reina Sofía de Poesía o el Sor Juana Inés de la Cruz, entre muchos otros galardones. Gioconda Belli, de 75 años y ahora afincada en Madrid, ha trasladado a los personajes y la trama de esta obra una especie de biografía oculta de su vida y otra menos oculta de la historia del último medio siglo de Nicaragua. Y no lo hace con la habitual mirada torturada del creador que ha sufrido penalidades y dolor, no, sino con las herramientas de la esperanza, de las lecciones para seguir adelante. Siempre adelante.
Pero esta no es solo una novela política, o de trasfondo político. La feminidad, el cuerpo y la sexualidad acompañan con fuerza. Veamos el argumento: una mujer nicaragüense de 45 años viaja a España para hacerse cargo de los restos de su madre, recién fallecida. Se instala en su casa para desmantelarla, con tan mala suerte que coincide con el confinamiento por la pandemia. Y ahí se ve encerrada, entre los recuerdos y objetos de su madre, desde marzo hasta el verano. Llevará tiempo, vinos, soledad, reflexiones, sesiones de vibrador y mucha añoranza de lo que ha quedado en Nicaragua averiguar un gran secreto. Y, sobre todo: lo que nos interesa de ella y de Nicaragua también quedará al descubierto.
Ahí, a través del juego de espejos que se establece entre la protagonista y las huellas de su madre fallecida, encontraremos todas las Giocondas Belli que han poblado también su poesía: la Belli revolucionaria y soñadora que iba a cambiar el mundo; la desencantada; la madre devota de sus hijas y la madre culpabilizada por dedicar más energía a cambiar el país que a las tareas; la mujer que lo ha perdido todo y la que ha vuelto a salir adelante; la enemiga de la dictadura convertida en “distopía apocalíptica”; la que apoya a los estudiantes represaliados en 2018; la exiliada, la que ha perdido su patria; el ser sexual que encuentra en el placer un sentido de la vida; la feminista que celebra la diferencia a partir de la igualdad; la disfrutona; la mujer acechada por la vejez; la lectora que aprende de Meditaciones de Marco Aurelio o Metamorfosis de Ovidio, de Marcel Proust, Poe, Cortázar o Virginia Woolf.
Todas las temáticas de Belli que han marcado sus obras, desde La mujer habitada hasta De la costilla de Eva están en Un silencio entre murmullos para convertir este libro en testimonio de medio siglo de historia. La persistencia y lealtad a esa biografía oculta es acaso el gran valor de una novela guiada por la mítica obra de Calderón (”y los sueños, sueños son…”) y su propio consejo final ante la desazón que acecha a las penélopes que tejen y destejen o los sísifos que cargan cuesta arriba las rocas que van a volver a caer: “Los animo a no dejar de soñar. Esas rocas seguirán desplomándose, pero no por eso es menos válido el esfuerzo por seguir intentando llegar a la cima”. Este libro aporta otra roca en busca de su cima, en conexión con la tradición de un país, Nicaragua, que es el paraíso de la poesía por antonomasia.
Suele decir Gioconda Belli que, gracias a Rubén Darío, todos los nicaragüenses son poetas, escritores. País de Ernesto Cardenal y Claribel Alegría, de Sergio Ramírez y la propia Belli, también recibió las corrientes que llegaron de Estados Unidos, desde Walt Whitman a Ezra Pound o William Carlos Williams, a los que ella suele citar como sus referentes. De todo ello surgió una bomba narrativa, un humus de creatividad e inspiración que ha convertido a Nicaragua en una potencia literaria que alumbra al mundo y que merece, por esto y por todo, un futuro mejor.
Gioconda Belli iluminó con palabras una era de gran simbolismo para la izquierda española y latinoamericana —la revolución sandinista— como iluminó después la decepción, el aprendizaje y la marcha de Nicaragua hasta un presente de exilio por la persecución a la que los dictadores Daniel Ortega y Rosario Murillo han sometido a numerosos intelectuales. Desde aquel Línea de fuego de 1978, puro furor revolucionario, a Apogeo, de 1998, con desencanto incluido, El país bajo mi piel (2001) o sus poemas más recientes, Belli ha sabido hacerlo siempre con la sonrisa física y literaria en la cara.Es imprescindible tener esto en cuenta para afrontar su nueva novela, Un silencio lleno de murmullos (Seix Barral) y hacerlo desde la trayectoria de esta autora premiada con el Reina Sofía de Poesía o el Sor Juana Inés de la Cruz, entre muchos otros galardones. Gioconda Belli, de 75 años y ahora afincada en Madrid, ha trasladado a los personajes y la trama de esta obra una especie de biografía oculta de su vida y otra menos oculta de la historia del último medio siglo de Nicaragua. Y no lo hace con la habitual mirada torturada del creador que ha sufrido penalidades y dolor, no, sino con las herramientas de la esperanza, de las lecciones para seguir adelante. Siempre adelante.Pero esta no es solo una novela política, o de trasfondo político. La feminidad, el cuerpo y la sexualidad acompañan con fuerza. Veamos el argumento: una mujer nicaragüense de 45 años viaja a España para hacerse cargo de los restos de su madre, recién fallecida. Se instala en su casa para desmantelarla, con tan mala suerte que coincide con el confinamiento por la pandemia. Y ahí se ve encerrada, entre los recuerdos y objetos de su madre, desde marzo hasta el verano. Llevará tiempo, vinos, soledad, reflexiones, sesiones de vibrador y mucha añoranza de lo que ha quedado en Nicaragua averiguar un gran secreto. Y, sobre todo: lo que nos interesa de ella y de Nicaragua también quedará al descubierto.Ahí, a través del juego de espejos que se establece entre la protagonista y las huellas de su madre fallecida, encontraremos todas las Giocondas Belli que han poblado también su poesía: la Belli revolucionaria y soñadora que iba a cambiar el mundo; la desencantada; la madre devota de sus hijas y la madre culpabilizada por dedicar más energía a cambiar el país que a las tareas; la mujer que lo ha perdido todo y la que ha vuelto a salir adelante; la enemiga de la dictadura convertida en “distopía apocalíptica”; la que apoya a los estudiantes represaliados en 2018; la exiliada, la que ha perdido su patria; el ser sexual que encuentra en el placer un sentido de la vida; la feminista que celebra la diferencia a partir de la igualdad; la disfrutona; la mujer acechada por la vejez; la lectora que aprende de Meditaciones de Marco Aurelio o Metamorfosis de Ovidio, de Marcel Proust, Poe, Cortázar o Virginia Woolf.Todas las temáticas de Belli que han marcado sus obras, desde La mujer habitada hasta De la costilla de Eva están en Un silencio entre murmullos para convertir este libro en testimonio de medio siglo de historia. La persistencia y lealtad a esa biografía oculta es acaso el gran valor de una novela guiada por la mítica obra de Calderón (”y los sueños, sueños son…”) y su propio consejo final ante la desazón que acecha a las penélopes que tejen y destejen o los sísifos que cargan cuesta arriba las rocas que van a volver a caer: “Los animo a no dejar de soñar. Esas rocas seguirán desplomándose, pero no por eso es menos válido el esfuerzo por seguir intentando llegar a la cima”. Este libro aporta otra roca en busca de su cima, en conexión con la tradición de un país, Nicaragua, que es el paraíso de la poesía por antonomasia.Suele decir Gioconda Belli que, gracias a Rubén Darío, todos los nicaragüenses son poetas, escritores. País de Ernesto Cardenal y Claribel Alegría, de Sergio Ramírez y la propia Belli, también recibió las corrientes que llegaron de Estados Unidos, desde Walt Whitman a Ezra Pound o William Carlos Williams, a los que ella suele citar como sus referentes. De todo ello surgió una bomba narrativa, un humus de creatividad e inspiración que ha convertido a Nicaragua en una potencia literaria que alumbra al mundo y que merece, por esto y por todo, un futuro mejor. Seguir leyendo
Gioconda Belli iluminó con palabras una era de gran simbolismo para la izquierda española y latinoamericana —la revolución sandinista— como iluminó después la decepción, el aprendizaje y la marcha de Nicaragua hasta un presente de exilio por la persecución a la que los dictadores Daniel Ortega y Rosario Murillo han sometido a numerosos intelectuales. Desde aquel Línea de fuego de 1978, puro furor revolucionario, a Apogeo, de 1998, con desencanto incluido, El país bajo mi piel (2001) o sus poemas más recientes, Belli ha sabido hacerlo siempre con la sonrisa física y literaria en la cara.
Es imprescindible tener esto en cuenta para afrontar su nueva novela, Un silencio lleno de murmullos (Seix Barral) y hacerlo desde la trayectoria de esta autora premiada con el Reina Sofía de Poesía o el Sor Juana Inés de la Cruz, entre muchos otros galardones. Gioconda Belli, de 75 años y ahora afincada en Madrid, ha trasladado a los personajes y la trama de esta obra una especie de biografía oculta de su vida y otra menos oculta de la historia del último medio siglo de Nicaragua. Y no lo hace con la habitual mirada torturada del creador que ha sufrido penalidades y dolor, no, sino con las herramientas de la esperanza, de las lecciones para seguir adelante. Siempre adelante.
Pero esta no es solo una novela política, o de trasfondo político. La feminidad, el cuerpo y la sexualidad acompañan con fuerza. Veamos el argumento: una mujer nicaragüense de 45 años viaja a España para hacerse cargo de los restos de su madre, recién fallecida. Se instala en su casa para desmantelarla, con tan mala suerte que coincide con el confinamiento por la pandemia. Y ahí se ve encerrada, entre los recuerdos y objetos de su madre, desde marzo hasta el verano. Llevará tiempo, vinos, soledad, reflexiones, sesiones de vibrador y mucha añoranza de lo que ha quedado en Nicaragua averiguar un gran secreto. Y, sobre todo: lo que nos interesa de ella y de Nicaragua también quedará al descubierto.
La escritora nicaragüense Gioconda Belli, fotografiada en el Jardín del Príncipe de Anglona de Madrid, en agosto de 2022.
Claudio Alvarez
Ahí, a través del juego de espejos que se establece entre la protagonista y las huellas de su madre fallecida, encontraremos todas las Giocondas Belli que han poblado también su poesía: la Belli revolucionaria y soñadora que iba a cambiar el mundo; la desencantada; la madre devota de sus hijas y la madre culpabilizada por dedicar más energía a cambiar el país que a las tareas; la mujer que lo ha perdido todo y la que ha vuelto a salir adelante; la enemiga de la dictadura convertida en “distopía apocalíptica”; la que apoya a los estudiantes represaliados en 2018; la exiliada, la que ha perdido su patria; el ser sexual que encuentra en el placer un sentido de la vida; la feminista que celebra la diferencia a partir de la igualdad; la disfrutona; la mujer acechada por la vejez; la lectora que aprende de Meditaciones de Marco Aurelio o Metamorfosis de Ovidio, de Marcel Proust, Poe, Cortázar o Virginia Woolf.
Todas las temáticas de Belli que han marcado sus obras, desde La mujer habitada hasta De la costilla de Eva están en Un silencio entre murmullos para convertir este libro en testimonio de medio siglo de historia. La persistencia y lealtad a esa biografía oculta es acaso el gran valor de una novela guiada por la mítica obra de Calderón (”y los sueños, sueños son…”) y su propio consejo final ante la desazón que acecha a las penélopes que tejen y destejen o los sísifos que cargan cuesta arriba las rocas que van a volver a caer: “Los animo a no dejar de soñar. Esas rocas seguirán desplomándose, pero no por eso es menos válido el esfuerzo por seguir intentando llegar a la cima”. Este libro aporta otra roca en busca de su cima, en conexión con la tradición de un país, Nicaragua, que es el paraíso de la poesía por antonomasia.
Suele decir Gioconda Belli que, gracias a Rubén Darío, todos los nicaragüenses son poetas, escritores. País de Ernesto Cardenal y Claribel Alegría, de Sergio Ramírez y la propia Belli, también recibió las corrientes que llegaron de Estados Unidos, desde Walt Whitman a Ezra Pound o William Carlos Williams, a los que ella suele citar como sus referentes. De todo ello surgió una bomba narrativa, un humus de creatividad e inspiración que ha convertido a Nicaragua en una potencia literaria que alumbra al mundo y que merece, por esto y por todo, un futuro mejor.
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