‘¿Una rayita?’ es un estudio breve y necesario de David López Canales publicado en Anagrama. Cuenta, abriendo el debate del que huyen los políticos, que el consumo de cocaína se ha triplicado en España en dos décadas, siendo uno de los mayores consumidores del planeta, añadiendo los problemas de salud pública y violencia que arrastra. Defiende el estudio que se ha pasado de la condena a la normalización, lo que a la postre redunda en la victoria de los criminales. En Portugal, país aledaño, el enganche es mucho menor. En uno de sus capítulos se lee: Ciudad. Marquesina de autobús . Anuncio de la nueva temporada del Corte Inglés: «Rayas ya» Madrid. Puerta del Sol. Se ve una lona gigantesca de Netflix: « Blanca Navidad », y el rostro del actor que interpreta a Escobar. Carretera. Valla publicitaria. « Lo mejor de Colombia pasa por aquí ». Una campaña sobre café en Galicia. Madrid. Cártel de un bar. « Pillamos un pollo ». Un pollo en el argot de la coca es un gramo y aquí un vermut y pollo al carbón. Son solo algunos ejemplos. Los hay a patadas. La coca, la farla, la farina, la nieve, cuenta con infinidad de seguidores que ayudan sin pretenderlo al imperio gansteril. La droga de moda desde hace demasiados años , es el centro del narco, que en total representa del ocho al doce por ciento del producto interior bruto del planeta, que se dice pronto. En las series de televisión, en todas y en las españolas, tomarse unas rayitas resulta algo cotidiano, propio de un entretenimiento inocente, algo muy cool, muy de nuestros días, a lo que uno está obligado si no quiere aislarse socialmente, pero también es un hecho que hay que realizar a escondidas, por eso de simular el aire mentiroso de peligro. En nuestra legislación llevar hasta siete gramos está permitido y se supone que es para consumo propio. Así que el colega más enrollado, el que todos desean tener, es el que lleva la bolsa. Incluso el machismo más feroz se ve en este mundo, esa es una come bolsas y se merendará tu nabo con tal de ponerse. Pero claro, del hombre adicto no se habla. En general, ponerse coca no es de drogadictos ni crea rechazo social . Al contrario, fomenta la amistad y el aplauso. ‘¿Una rayita?’ es un estudio breve y necesario de David López Canales publicado en Anagrama. Cuenta, abriendo el debate del que huyen los políticos, que el consumo de cocaína se ha triplicado en España en dos décadas, siendo uno de los mayores consumidores del planeta, añadiendo los problemas de salud pública y violencia que arrastra. Defiende el estudio que se ha pasado de la condena a la normalización, lo que a la postre redunda en la victoria de los criminales. En Portugal, país aledaño, el enganche es mucho menor. En uno de sus capítulos se lee: Ciudad. Marquesina de autobús . Anuncio de la nueva temporada del Corte Inglés: «Rayas ya» Madrid. Puerta del Sol. Se ve una lona gigantesca de Netflix: « Blanca Navidad », y el rostro del actor que interpreta a Escobar. Carretera. Valla publicitaria. « Lo mejor de Colombia pasa por aquí ». Una campaña sobre café en Galicia. Madrid. Cártel de un bar. « Pillamos un pollo ». Un pollo en el argot de la coca es un gramo y aquí un vermut y pollo al carbón. Son solo algunos ejemplos. Los hay a patadas. La coca, la farla, la farina, la nieve, cuenta con infinidad de seguidores que ayudan sin pretenderlo al imperio gansteril. La droga de moda desde hace demasiados años , es el centro del narco, que en total representa del ocho al doce por ciento del producto interior bruto del planeta, que se dice pronto. En las series de televisión, en todas y en las españolas, tomarse unas rayitas resulta algo cotidiano, propio de un entretenimiento inocente, algo muy cool, muy de nuestros días, a lo que uno está obligado si no quiere aislarse socialmente, pero también es un hecho que hay que realizar a escondidas, por eso de simular el aire mentiroso de peligro. En nuestra legislación llevar hasta siete gramos está permitido y se supone que es para consumo propio. Así que el colega más enrollado, el que todos desean tener, es el que lleva la bolsa. Incluso el machismo más feroz se ve en este mundo, esa es una come bolsas y se merendará tu nabo con tal de ponerse. Pero claro, del hombre adicto no se habla. En general, ponerse coca no es de drogadictos ni crea rechazo social . Al contrario, fomenta la amistad y el aplauso.
El Dardo
«En las series de televisión, en todas y en las españolas, tomarse unas rayitas resulta algo cotidiano»
‘¿Una rayita?’ es un estudio breve y necesario de David López Canales publicado en Anagrama. Cuenta, abriendo el debate del que huyen los políticos, que el consumo de cocaína se ha triplicado en España en dos décadas, siendo uno de los mayores consumidores … del planeta, añadiendo los problemas de salud pública y violencia que arrastra. Defiende el estudio que se ha pasado de la condena a la normalización, lo que a la postre redunda en la victoria de los criminales. En Portugal, país aledaño, el enganche es mucho menor. En uno de sus capítulos se lee:
Ciudad. Marquesina de autobús. Anuncio de la nueva temporada del Corte Inglés: «Rayas ya»
Madrid. Puerta del Sol. Se ve una lona gigantesca de Netflix: «Blanca Navidad», y el rostro del actor que interpreta a Escobar.
Carretera. Valla publicitaria. «Lo mejor de Colombia pasa por aquí». Una campaña sobre café en Galicia.
Madrid. Cártel de un bar. «Pillamos un pollo». Un pollo en el argot de la coca es un gramo y aquí un vermut y pollo al carbón.
Son solo algunos ejemplos. Los hay a patadas. La coca, la farla, la farina, la nieve, cuenta con infinidad de seguidores que ayudan sin pretenderlo al imperio gansteril. La droga de moda desde hace demasiados años, es el centro del narco, que en total representa del ocho al doce por ciento del producto interior bruto del planeta, que se dice pronto.
En las series de televisión, en todas y en las españolas, tomarse unas rayitas resulta algo cotidiano, propio de un entretenimiento inocente, algo muy cool, muy de nuestros días, a lo que uno está obligado si no quiere aislarse socialmente, pero también es un hecho que hay que realizar a escondidas, por eso de simular el aire mentiroso de peligro. En nuestra legislación llevar hasta siete gramos está permitido y se supone que es para consumo propio. Así que el colega más enrollado, el que todos desean tener, es el que lleva la bolsa. Incluso el machismo más feroz se ve en este mundo, esa es una come bolsas y se merendará tu nabo con tal de ponerse. Pero claro, del hombre adicto no se habla. En general, ponerse coca no es de drogadictos ni crea rechazo social. Al contrario, fomenta la amistad y el aplauso.
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