El Royal Albert Hall , con su fachada circular de ladrillo rojo y piedra blanca que domina el barrio londinense de South Kensington, y con la cúpula dorada que refleja la luz cambiante del cielo londinense , se convierte cada verano en algo más que un auditorio. Es un santuario secular de la música donde generaciones enteras de británicos han vivido la emoción de los Proms, esa serie de conciertos que desde 1895 han transformado lo que podía ser una cita elitista en una celebración colectiva, abierta y diversa, en la que miles de personas se agolpan noche tras noche en sus gradas y pasillos para escuchar, a veces por un precio simbólico, a las orquestas y solistas más célebres del mundo. En este 2025, ese mismo espacio cargado de memoria se dispone a acoger una de las veladas más significativas de su larga historia: la ‘Last Night of the Proms’, la última noche tras 86 conciertos en ocho semanas , que el próximo 13 de septiembre será conducida por primera vez de principio a fin por mujeres, con la directora hongkonesa Elim Chan al frente de la orquesta, acompañada por la trompetista Alison Balsom y la soprano Louise Alder, en lo que constituye un gesto de justicia simbólica, y el reflejo visible de una temporada entera en la que las mujeres han ocupado un lugar central en la programación, con un número récord de 15 directoras en el podio .Noticia Relacionada estandar Si Quentin Tarantino anuncia su nuevo proyecto: una obra de teatro en el West End de Londres Ivannia Salazar El cineasta confirma que ya está escrita y que empezará su producción en enero del 2026Quienes conocen el ambiente del Royal Albert Hall durante los Proms saben que no se trata únicamente de música, sino de un ritual en el que cada elemento, desde las colas que se forman con horas de antelación en los accesos, hasta las banderas británicas, europeas y de los países de origen de los asistentes que ondean desde los asientos de gallinero, contribuye a crear una atmósfera única, en la que la solemnidad de un auditorio victoriano convive con la efervescencia popular de una fiesta multitudinaria. En este contexto, la imagen de Chan alzando la batuta en la última noche, frente a una multitud que cantará como cada año ‘Rule, Britannia!’o ‘Land of Hope and Glory’, adquirirá un valor especial, con tres mujeres que representan, cada una desde su trayectoria, el cambio lento pero firme que atraviesa la música clásica en el Reino Unido y más allá de sus fronteras.Hasta llegar a ese desenlace, la temporada ya ha dejado una huella profunda, con conciertos que han mostrado la capacidad del festival para reinventarse sin traicionar su esencia. En las primeras semanas se escucharon grandes sinfonías de repertorio, pero también se vivieron propuestas arriesgadas que desbordaron las expectativas . La Aurora Orchestra ofreció una interpretación de la ‘Quinta Sinfonía de Shostakovich’ completamente de memoria, algo ya característico en sus presentaciones, pero esta vez reforzado por una dramaturgia en la que un actor evocaba al propio compositor bajo la opresión del régimen soviético, creando una experiencia que no se limitó a la escucha musical, sino que incorporó el peso histórico y la emoción del contexto político en que fue concebida la obra. Del mismo modo, el debut de Joe Hisaishi, el compositor japonés asociado a las películas de Studio Ghibli , convirtió la sala en un espacio de ensoñación cinematográfica, con la suite sinfónica de ‘The Boy and the Heron’ resonando bajo la cúpula como si el universo animado de Miyazaki hubiese encontrado en el Royal Albert Hall su equivalente en piedra, metal y sonido. En otra velada, Anoushka Shankar regresó con su sitar en lo que ya es una relación íntima con los Proms, y, acompañada por la London Contemporary Orchestra , tendió puentes entre la tradición india y la orquestación occidental, demostrando así que el festival no solo preserva el canon sino que lo expande con cada temporada.La recuperación de ‘A Mass of Life’ de Frederick Delius, apenas interpretada en contadas ocasiones desde finales del siglo XX, añadió otra capa de significado, ya que bajo la batuta de Mark Elder, la obra se desplegó con una fuerza casi mística, recordando al público que los Proms son también un espacio de redescubrimiento , donde se rescatan partituras que, por su complejidad y dimensiones, rara vez encuentran hueco en las temporadas habituales de las orquestas. A esa amplitud de repertorio se sumó la voluntad de experimentar con formatos distintos, como en el ‘ Traitors Prom’ , inspirado en el programa televisivo, que vistió la música con una atmósfera dramática y gótica, y que mostró hasta qué punto el festival se atreve a incorporar narrativas escénicas inesperadas en un espacio que, durante décadas, fue sinónimo de solemnidad académica.Más allá del icónico recinto, conciertos en Bristol, Gateshead, Bradford y Belfast han permitido que los Proms se extiendan una vez más por el país , demostrando que no se trata solo de un festival de Londres, sino de un patrimonio cultural compartido. A la vez, la cobertura mediática ha alcanzado una dimensión inédita, con decenas de conciertos televisados, en paralelo a la cobertura completa en BBC Radio 3 y BBC Sounds, lo que ha garantizado que una audiencia nacional e internacional pueda participar del ambiente, incluso a distancia.Queda aún por delante el tramo final de la temporada con citas de gran relieve. Las sinfonías de Beethoven, Mahler, Sibelius, Bruckner y Shostakovich siguen marcando el pulso de las grandes noches, mientras que programas como el que combina ‘The Planets’ de Holst con la música de ‘Star Wars’ de John Williams prometen atraer a públicos intergeneracionales que encontrarán en esa conjunción un ejemplo perfecto de cómo los Proms cruzan las fronteras entre lo académico y lo popular. La presencia de la cantautora St. Vincent junto a la orquesta de Jules Buckley será otro de los momentos singulares, con la introducción de la voz de la música alternativa en un espacio tradicionalmente reservado al sinfonismo. Y en la clausura, además de los himnos habituales, se escucharán los estrenos de Camille Pépin y Rachel Portman , compositoras contemporáneas que añadirán un matiz de actualidad y de futuro al instante más emblemático del festival. El Royal Albert Hall , con su fachada circular de ladrillo rojo y piedra blanca que domina el barrio londinense de South Kensington, y con la cúpula dorada que refleja la luz cambiante del cielo londinense , se convierte cada verano en algo más que un auditorio. Es un santuario secular de la música donde generaciones enteras de británicos han vivido la emoción de los Proms, esa serie de conciertos que desde 1895 han transformado lo que podía ser una cita elitista en una celebración colectiva, abierta y diversa, en la que miles de personas se agolpan noche tras noche en sus gradas y pasillos para escuchar, a veces por un precio simbólico, a las orquestas y solistas más célebres del mundo. En este 2025, ese mismo espacio cargado de memoria se dispone a acoger una de las veladas más significativas de su larga historia: la ‘Last Night of the Proms’, la última noche tras 86 conciertos en ocho semanas , que el próximo 13 de septiembre será conducida por primera vez de principio a fin por mujeres, con la directora hongkonesa Elim Chan al frente de la orquesta, acompañada por la trompetista Alison Balsom y la soprano Louise Alder, en lo que constituye un gesto de justicia simbólica, y el reflejo visible de una temporada entera en la que las mujeres han ocupado un lugar central en la programación, con un número récord de 15 directoras en el podio .Noticia Relacionada estandar Si Quentin Tarantino anuncia su nuevo proyecto: una obra de teatro en el West End de Londres Ivannia Salazar El cineasta confirma que ya está escrita y que empezará su producción en enero del 2026Quienes conocen el ambiente del Royal Albert Hall durante los Proms saben que no se trata únicamente de música, sino de un ritual en el que cada elemento, desde las colas que se forman con horas de antelación en los accesos, hasta las banderas británicas, europeas y de los países de origen de los asistentes que ondean desde los asientos de gallinero, contribuye a crear una atmósfera única, en la que la solemnidad de un auditorio victoriano convive con la efervescencia popular de una fiesta multitudinaria. En este contexto, la imagen de Chan alzando la batuta en la última noche, frente a una multitud que cantará como cada año ‘Rule, Britannia!’o ‘Land of Hope and Glory’, adquirirá un valor especial, con tres mujeres que representan, cada una desde su trayectoria, el cambio lento pero firme que atraviesa la música clásica en el Reino Unido y más allá de sus fronteras.Hasta llegar a ese desenlace, la temporada ya ha dejado una huella profunda, con conciertos que han mostrado la capacidad del festival para reinventarse sin traicionar su esencia. En las primeras semanas se escucharon grandes sinfonías de repertorio, pero también se vivieron propuestas arriesgadas que desbordaron las expectativas . La Aurora Orchestra ofreció una interpretación de la ‘Quinta Sinfonía de Shostakovich’ completamente de memoria, algo ya característico en sus presentaciones, pero esta vez reforzado por una dramaturgia en la que un actor evocaba al propio compositor bajo la opresión del régimen soviético, creando una experiencia que no se limitó a la escucha musical, sino que incorporó el peso histórico y la emoción del contexto político en que fue concebida la obra. Del mismo modo, el debut de Joe Hisaishi, el compositor japonés asociado a las películas de Studio Ghibli , convirtió la sala en un espacio de ensoñación cinematográfica, con la suite sinfónica de ‘The Boy and the Heron’ resonando bajo la cúpula como si el universo animado de Miyazaki hubiese encontrado en el Royal Albert Hall su equivalente en piedra, metal y sonido. En otra velada, Anoushka Shankar regresó con su sitar en lo que ya es una relación íntima con los Proms, y, acompañada por la London Contemporary Orchestra , tendió puentes entre la tradición india y la orquestación occidental, demostrando así que el festival no solo preserva el canon sino que lo expande con cada temporada.La recuperación de ‘A Mass of Life’ de Frederick Delius, apenas interpretada en contadas ocasiones desde finales del siglo XX, añadió otra capa de significado, ya que bajo la batuta de Mark Elder, la obra se desplegó con una fuerza casi mística, recordando al público que los Proms son también un espacio de redescubrimiento , donde se rescatan partituras que, por su complejidad y dimensiones, rara vez encuentran hueco en las temporadas habituales de las orquestas. A esa amplitud de repertorio se sumó la voluntad de experimentar con formatos distintos, como en el ‘ Traitors Prom’ , inspirado en el programa televisivo, que vistió la música con una atmósfera dramática y gótica, y que mostró hasta qué punto el festival se atreve a incorporar narrativas escénicas inesperadas en un espacio que, durante décadas, fue sinónimo de solemnidad académica.Más allá del icónico recinto, conciertos en Bristol, Gateshead, Bradford y Belfast han permitido que los Proms se extiendan una vez más por el país , demostrando que no se trata solo de un festival de Londres, sino de un patrimonio cultural compartido. A la vez, la cobertura mediática ha alcanzado una dimensión inédita, con decenas de conciertos televisados, en paralelo a la cobertura completa en BBC Radio 3 y BBC Sounds, lo que ha garantizado que una audiencia nacional e internacional pueda participar del ambiente, incluso a distancia.Queda aún por delante el tramo final de la temporada con citas de gran relieve. Las sinfonías de Beethoven, Mahler, Sibelius, Bruckner y Shostakovich siguen marcando el pulso de las grandes noches, mientras que programas como el que combina ‘The Planets’ de Holst con la música de ‘Star Wars’ de John Williams prometen atraer a públicos intergeneracionales que encontrarán en esa conjunción un ejemplo perfecto de cómo los Proms cruzan las fronteras entre lo académico y lo popular. La presencia de la cantautora St. Vincent junto a la orquesta de Jules Buckley será otro de los momentos singulares, con la introducción de la voz de la música alternativa en un espacio tradicionalmente reservado al sinfonismo. Y en la clausura, además de los himnos habituales, se escucharán los estrenos de Camille Pépin y Rachel Portman , compositoras contemporáneas que añadirán un matiz de actualidad y de futuro al instante más emblemático del festival.
El Royal Albert Hall, con su fachada circular de ladrillo rojo y piedra blanca que domina el barrio londinense de South Kensington, y con la cúpula dorada que refleja la luz cambiante del cielo londinense, se convierte cada verano en algo más que … un auditorio. Es un santuario secular de la música donde generaciones enteras de británicos han vivido la emoción de los Proms, esa serie de conciertos que desde 1895 han transformado lo que podía ser una cita elitista en una celebración colectiva, abierta y diversa, en la que miles de personas se agolpan noche tras noche en sus gradas y pasillos para escuchar, a veces por un precio simbólico, a las orquestas y solistas más célebres del mundo.
En este 2025, ese mismo espacio cargado de memoria se dispone a acoger una de las veladas más significativas de su larga historia: la ‘Last Night of the Proms’, la última noche tras 86 conciertos en ocho semanas, que el próximo 13 de septiembre será conducida por primera vez de principio a fin por mujeres, con la directora hongkonesa Elim Chan al frente de la orquesta, acompañada por la trompetista Alison Balsom y la soprano Louise Alder, en lo que constituye un gesto de justicia simbólica, y el reflejo visible de una temporada entera en la que las mujeres han ocupado un lugar central en la programación, con un número récord de 15 directoras en el podio.
Quienes conocen el ambiente del Royal Albert Hall durante los Proms saben que no se trata únicamente de música, sino de un ritual en el que cada elemento, desde las colas que se forman con horas de antelación en los accesos, hasta las banderas británicas, europeas y de los países de origen de los asistentes que ondean desde los asientos de gallinero, contribuye a crear una atmósfera única, en la que la solemnidad de un auditorio victoriano convive con la efervescencia popular de una fiesta multitudinaria. En este contexto, la imagen de Chan alzando la batuta en la última noche, frente a una multitud que cantará como cada año ‘Rule, Britannia!’o ‘Land of Hope and Glory’, adquirirá un valor especial, con tres mujeres que representan, cada una desde su trayectoria, el cambio lento pero firme que atraviesa la música clásica en el Reino Unido y más allá de sus fronteras.
Hasta llegar a ese desenlace, la temporada ya ha dejado una huella profunda, con conciertos que han mostrado la capacidad del festival para reinventarse sin traicionar su esencia. En las primeras semanas se escucharon grandes sinfonías de repertorio, pero también se vivieron propuestas arriesgadas que desbordaron las expectativas. La Aurora Orchestra ofreció una interpretación de la ‘Quinta Sinfonía de Shostakovich’ completamente de memoria, algo ya característico en sus presentaciones, pero esta vez reforzado por una dramaturgia en la que un actor evocaba al propio compositor bajo la opresión del régimen soviético, creando una experiencia que no se limitó a la escucha musical, sino que incorporó el peso histórico y la emoción del contexto político en que fue concebida la obra.
Del mismo modo, el debut de Joe Hisaishi, el compositor japonés asociado a las películas de Studio Ghibli, convirtió la sala en un espacio de ensoñación cinematográfica, con la suite sinfónica de ‘The Boy and the Heron’ resonando bajo la cúpula como si el universo animado de Miyazaki hubiese encontrado en el Royal Albert Hall su equivalente en piedra, metal y sonido. En otra velada, Anoushka Shankar regresó con su sitar en lo que ya es una relación íntima con los Proms, y, acompañada por la London Contemporary Orchestra, tendió puentes entre la tradición india y la orquestación occidental, demostrando así que el festival no solo preserva el canon sino que lo expande con cada temporada.
La recuperación de ‘A Mass of Life’ de Frederick Delius, apenas interpretada en contadas ocasiones desde finales del siglo XX, añadió otra capa de significado, ya que bajo la batuta de Mark Elder, la obra se desplegó con una fuerza casi mística, recordando al público que los Proms son también un espacio de redescubrimiento, donde se rescatan partituras que, por su complejidad y dimensiones, rara vez encuentran hueco en las temporadas habituales de las orquestas. A esa amplitud de repertorio se sumó la voluntad de experimentar con formatos distintos, como en el ‘Traitors Prom’, inspirado en el programa televisivo, que vistió la música con una atmósfera dramática y gótica, y que mostró hasta qué punto el festival se atreve a incorporar narrativas escénicas inesperadas en un espacio que, durante décadas, fue sinónimo de solemnidad académica.
Más allá del icónico recinto, conciertos en Bristol, Gateshead, Bradford y Belfast han permitido que los Proms se extiendan una vez más por el país, demostrando que no se trata solo de un festival de Londres, sino de un patrimonio cultural compartido. A la vez, la cobertura mediática ha alcanzado una dimensión inédita, con decenas de conciertos televisados, en paralelo a la cobertura completa en BBC Radio 3 y BBC Sounds, lo que ha garantizado que una audiencia nacional e internacional pueda participar del ambiente, incluso a distancia.
Queda aún por delante el tramo final de la temporada con citas de gran relieve. Las sinfonías de Beethoven, Mahler, Sibelius, Bruckner y Shostakovich siguen marcando el pulso de las grandes noches, mientras que programas como el que combina ‘The Planets’ de Holst con la música de ‘Star Wars’ de John Williams prometen atraer a públicos intergeneracionales que encontrarán en esa conjunción un ejemplo perfecto de cómo los Proms cruzan las fronteras entre lo académico y lo popular. La presencia de la cantautora St. Vincent junto a la orquesta de Jules Buckley será otro de los momentos singulares, con la introducción de la voz de la música alternativa en un espacio tradicionalmente reservado al sinfonismo. Y en la clausura, además de los himnos habituales, se escucharán los estrenos de Camille Pépin y Rachel Portman, compositoras contemporáneas que añadirán un matiz de actualidad y de futuro al instante más emblemático del festival.
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