Sentencia Edward Hutton en ‘The cities of Spain’ (1906): «El padre del Prado es Tiziano». Y, por extensión, la pintura veneciana («se ha dicho del Museo del Prado que es una pequeña Venecia por su extraordinaria colección de pintura veneciana del Renacimiento», recuerdan los comisarios), que es la piedra angular de la antigua Colección Real. Así que su director, Miguel Falomir, estaba exultante: completa con esta impresionante exposición, ‘Paolo Veronese (1528-1588)’, el ciclo dedicado a los maestros venecianos del Prado, que se inició en 2001 con ‘Los Bassano en la España del Siglo de Oro’ y prosiguió con ‘Tiziano’ (2003), ‘ Tintoretto’ (2007) y ‘Lorenzo Lotto. Retratos’ (2018). Un largo ciclo durante el cual se han restaurado un centenar de pinturas, se han organizado congresos y se han realizado nuevos estudios sobre los artistas y su época.Noticias relacionadas reportaje Si Veronés seduce en el Prado Natividad Pulido estandar No La «espiritualidad» de Chillida dialoga en el Museo de Escultura con las ‘joyas’ del barroco Henar Díazomo muestra, dos botones: el catalogo definitivo dedicado al Veronés, de 450 páginas, que ha editado el museo y que contiene doce ensayos de diversos expertos, la mayoría italianos, y el concepto mismo de la exposición, en la que se han incluido obras de otros artistas, tanto contemporáneos de Veronés como deudores o admiradores confesos de su obra, como El Greco –cuya exposición aún permanece abierta en el Prado–, Carracci, Rubens, Alonso Cano o Delacroix, e incluso un vídeo maravilloso en el que un copista explica paso a paso el proceso seguido por el maestro.Tiziano es también el padre de Paolo Caliari, il Veronese. Este provenía de una familia de canteros de origen suizo y aprendió el oficio de pintor en el taller de Antonio Badile. Conoció en Verona las pinturas de Pisanello o Mantegna, pero Dal Pozzolo opina que, dada la admiración que sentía Badile por Tiziano, le influyó especialmente ‘La Asunción’ (h. 1530) de la catedral de Santa María Assunta; y también ‘La Perla’ (h. 1518), una obra maestra de Rafael hoy perteneciente al Prado que se encontraba en el palacio Canossa y de la que hizo una copia. Un viaje imprescindibleA los veinte años probablemente había hecho ya su imprescindible viaje a Roma, era ya un autor maduro, «conceptualmente libre» (del Pozzolo), con un estilo definido y decidido a realizar una síntesis de los estilos de Tiziano y Rafael. Su consagración definitiva tiene lugar en Venecia hacia 1513, cuando pinta los techos de la Sala del Consejo de los Diez en el Palacio Ducal, luego todo el palacio, y se convierte inmediatamente en el pintor del Estado Veneciano (y luego en el pintor de referencia de Carlos V).«No es pintura, es magia», titulan los comisarios su ensayo. Veronés, me dice el subdirector del Museo del Prado Alfonso Palacio, pinta arquetipos, formas ideales; lo cual es característico del arte clásico y del Renacimiento, que vuelve a él tras el siempre oscuro y misterioso paréntesis medieval. Por eso su pintura tiene éxito desde el principio: los personajes están perfectamente caracterizados y posan en la actitud correcta; las composiciones son complejas e impecables, a menudo llenas de figuras, como en una de sus obras más tempranas y celebradas, ‘Las bodas de Caná’ (1562), que tiene una sala propia en el Louvre. En los cuadros se cuentan múltiples historias en escenarios grandiosos (en la muestra hay numerosa documentación referida a Palladio y la arquitectura, que le interesó mucho); los lienzos son enormes –y pintó además numerosos murales– y en muchos de los que aquí vemos las figuras aparecen a tamaño natural y aún superior…Tamaños XXL. De arriba abajo, ‘La disputa con los doctores en el tempo’; ‘La conversion de Maria Magdalena’; y ‘Marte y Venus unidos por el Amor’ ABCEn Veronés, las luces y las sombras son suaves; es también una luz ideal; no tanto como la del Quattrocento, pero totalmente distinta de la que vendrá poco después, con el Barroco. Por eso, porque fue libre y apreciado y su vida fue insulsa, ajena al morbo y la tragedia, tras haber sido considerado un «pintor para pintores» hasta Cézanne y Otto Dix, a finales del siglo XX, en la era del espectáculo, es marginado.Para el Prado este era, señaló Falomir, un proyecto muy complicado debido al tamaño de los cuadros más emblemáticos y a la reticencia de los museos a prestarlos. Incluso pensaron en hacer una exposición de pequeños formatos (los retratos de Veronés son maravillosos). Finalmente , se optó por una exposición ambiciosa, la mejor que se le ha dedicado a Veronés, además de la primera en España: el prestigio del Prado es enorme y lo posibilita todo. Aquí hay piezas del Louvre, el Metropolitan, la National Gallery, la Galleria degli Ufizzi o el Kunsthistorisches de Viena. La han dividido en seis secciones: ‘De Verona a Venecia’, dedicada a sus años de formación y consagración; »Maestroso teatro’. Arquitectura y escenografía’, donde se confrontan su concepciones espaciales y narrativas con las de Palladio y Tintoretto y se presta especial atención a sus famosas ‘Cenas’, que evidencian el gusto de los patricios por el refinamiento y el goce sensual; ‘Proceso creativo. Invención y repetición’, que ahonda en la inteligencia pictórica de Veronese y en la eficacia con que dirigió su taller.’Paolo Veronese (1528-1588)’ Museo del Prado. Madrid. Paseo del Prado, s/n. Comisarios: Miguel Falomir y Enrico Maria dal Pozzolo. Patrocinio: Fundación AXA. Hasta el 21 de septiembre. Cinco estrellas.En ‘Alegoría y mitología’ se analiza su aportación fundamental a la pintura de temática religiosa y mitológica, que abordó con libertad y desenfado, lo cual le granjeó el gusto del público; en ‘El último Veronese’ se pone de relieve el cambio que se produce en su obra tras la epidemia de peste de 1576 y la muerte de Tiziano; y »Haeredes Pauli’ y los admiradores de Veronese’, dedicada a la deriva de su taller tras su muerte y a su influjo en El Greco, los Carracci, Rubens, Velázquez, Tiépolo y otros. Sentencia Edward Hutton en ‘The cities of Spain’ (1906): «El padre del Prado es Tiziano». Y, por extensión, la pintura veneciana («se ha dicho del Museo del Prado que es una pequeña Venecia por su extraordinaria colección de pintura veneciana del Renacimiento», recuerdan los comisarios), que es la piedra angular de la antigua Colección Real. Así que su director, Miguel Falomir, estaba exultante: completa con esta impresionante exposición, ‘Paolo Veronese (1528-1588)’, el ciclo dedicado a los maestros venecianos del Prado, que se inició en 2001 con ‘Los Bassano en la España del Siglo de Oro’ y prosiguió con ‘Tiziano’ (2003), ‘ Tintoretto’ (2007) y ‘Lorenzo Lotto. Retratos’ (2018). Un largo ciclo durante el cual se han restaurado un centenar de pinturas, se han organizado congresos y se han realizado nuevos estudios sobre los artistas y su época.Noticias relacionadas reportaje Si Veronés seduce en el Prado Natividad Pulido estandar No La «espiritualidad» de Chillida dialoga en el Museo de Escultura con las ‘joyas’ del barroco Henar Díazomo muestra, dos botones: el catalogo definitivo dedicado al Veronés, de 450 páginas, que ha editado el museo y que contiene doce ensayos de diversos expertos, la mayoría italianos, y el concepto mismo de la exposición, en la que se han incluido obras de otros artistas, tanto contemporáneos de Veronés como deudores o admiradores confesos de su obra, como El Greco –cuya exposición aún permanece abierta en el Prado–, Carracci, Rubens, Alonso Cano o Delacroix, e incluso un vídeo maravilloso en el que un copista explica paso a paso el proceso seguido por el maestro.Tiziano es también el padre de Paolo Caliari, il Veronese. Este provenía de una familia de canteros de origen suizo y aprendió el oficio de pintor en el taller de Antonio Badile. Conoció en Verona las pinturas de Pisanello o Mantegna, pero Dal Pozzolo opina que, dada la admiración que sentía Badile por Tiziano, le influyó especialmente ‘La Asunción’ (h. 1530) de la catedral de Santa María Assunta; y también ‘La Perla’ (h. 1518), una obra maestra de Rafael hoy perteneciente al Prado que se encontraba en el palacio Canossa y de la que hizo una copia. Un viaje imprescindibleA los veinte años probablemente había hecho ya su imprescindible viaje a Roma, era ya un autor maduro, «conceptualmente libre» (del Pozzolo), con un estilo definido y decidido a realizar una síntesis de los estilos de Tiziano y Rafael. Su consagración definitiva tiene lugar en Venecia hacia 1513, cuando pinta los techos de la Sala del Consejo de los Diez en el Palacio Ducal, luego todo el palacio, y se convierte inmediatamente en el pintor del Estado Veneciano (y luego en el pintor de referencia de Carlos V).«No es pintura, es magia», titulan los comisarios su ensayo. Veronés, me dice el subdirector del Museo del Prado Alfonso Palacio, pinta arquetipos, formas ideales; lo cual es característico del arte clásico y del Renacimiento, que vuelve a él tras el siempre oscuro y misterioso paréntesis medieval. Por eso su pintura tiene éxito desde el principio: los personajes están perfectamente caracterizados y posan en la actitud correcta; las composiciones son complejas e impecables, a menudo llenas de figuras, como en una de sus obras más tempranas y celebradas, ‘Las bodas de Caná’ (1562), que tiene una sala propia en el Louvre. En los cuadros se cuentan múltiples historias en escenarios grandiosos (en la muestra hay numerosa documentación referida a Palladio y la arquitectura, que le interesó mucho); los lienzos son enormes –y pintó además numerosos murales– y en muchos de los que aquí vemos las figuras aparecen a tamaño natural y aún superior…Tamaños XXL. De arriba abajo, ‘La disputa con los doctores en el tempo’; ‘La conversion de Maria Magdalena’; y ‘Marte y Venus unidos por el Amor’ ABCEn Veronés, las luces y las sombras son suaves; es también una luz ideal; no tanto como la del Quattrocento, pero totalmente distinta de la que vendrá poco después, con el Barroco. Por eso, porque fue libre y apreciado y su vida fue insulsa, ajena al morbo y la tragedia, tras haber sido considerado un «pintor para pintores» hasta Cézanne y Otto Dix, a finales del siglo XX, en la era del espectáculo, es marginado.Para el Prado este era, señaló Falomir, un proyecto muy complicado debido al tamaño de los cuadros más emblemáticos y a la reticencia de los museos a prestarlos. Incluso pensaron en hacer una exposición de pequeños formatos (los retratos de Veronés son maravillosos). Finalmente , se optó por una exposición ambiciosa, la mejor que se le ha dedicado a Veronés, además de la primera en España: el prestigio del Prado es enorme y lo posibilita todo. Aquí hay piezas del Louvre, el Metropolitan, la National Gallery, la Galleria degli Ufizzi o el Kunsthistorisches de Viena. La han dividido en seis secciones: ‘De Verona a Venecia’, dedicada a sus años de formación y consagración; »Maestroso teatro’. Arquitectura y escenografía’, donde se confrontan su concepciones espaciales y narrativas con las de Palladio y Tintoretto y se presta especial atención a sus famosas ‘Cenas’, que evidencian el gusto de los patricios por el refinamiento y el goce sensual; ‘Proceso creativo. Invención y repetición’, que ahonda en la inteligencia pictórica de Veronese y en la eficacia con que dirigió su taller.’Paolo Veronese (1528-1588)’ Museo del Prado. Madrid. Paseo del Prado, s/n. Comisarios: Miguel Falomir y Enrico Maria dal Pozzolo. Patrocinio: Fundación AXA. Hasta el 21 de septiembre. Cinco estrellas.En ‘Alegoría y mitología’ se analiza su aportación fundamental a la pintura de temática religiosa y mitológica, que abordó con libertad y desenfado, lo cual le granjeó el gusto del público; en ‘El último Veronese’ se pone de relieve el cambio que se produce en su obra tras la epidemia de peste de 1576 y la muerte de Tiziano; y »Haeredes Pauli’ y los admiradores de Veronese’, dedicada a la deriva de su taller tras su muerte y a su influjo en El Greco, los Carracci, Rubens, Velázquez, Tiépolo y otros.
Sentencia Edward Hutton en ‘The cities of Spain’ (1906): «El padre del Prado es Tiziano». Y, por extensión, la pintura veneciana («se ha dicho del Museo del Prado que es una pequeña Venecia por su extraordinaria colección de pintura veneciana del Renacimiento», recuerdan … los comisarios), que es la piedra angular de la antigua Colección Real.
Así que su director, Miguel Falomir, estaba exultante: completa con esta impresionante exposición, ‘Paolo Veronese (1528-1588)’, el ciclo dedicado a los maestros venecianos del Prado, que se inició en 2001 con ‘Los Bassano en la España del Siglo de Oro’ y prosiguió con ‘Tiziano’ (2003), ‘Tintoretto’ (2007) y ‘Lorenzo Lotto. Retratos’ (2018). Un largo ciclo durante el cual se han restaurado un centenar de pinturas, se han organizado congresos y se han realizado nuevos estudios sobre los artistas y su época.
omo muestra, dos botones: el catalogo definitivo dedicado al Veronés, de 450 páginas, que ha editado el museo y que contiene doce ensayos de diversos expertos, la mayoría italianos, y el concepto mismo de la exposición, en la que se han incluido obras de otros artistas, tanto contemporáneos de Veronés como deudores o admiradores confesos de su obra, como El Greco –cuya exposición aún permanece abierta en el Prado–, Carracci, Rubens, Alonso Cano o Delacroix, e incluso un vídeo maravilloso en el que un copista explica paso a paso el proceso seguido por el maestro.
Tiziano es también el padre de Paolo Caliari, il Veronese. Este provenía de una familia de canteros de origen suizo y aprendió el oficio de pintor en el taller de Antonio Badile. Conoció en Verona las pinturas de Pisanello o Mantegna, pero Dal Pozzolo opina que, dada la admiración que sentía Badile por Tiziano, le influyó especialmente ‘La Asunción’ (h. 1530) de la catedral de Santa María Assunta; y también ‘La Perla’ (h. 1518), una obra maestra de Rafael hoy perteneciente al Prado que se encontraba en el palacio Canossa y de la que hizo una copia.
Un viaje imprescindible
A los veinte años probablemente había hecho ya su imprescindible viaje a Roma, era ya un autor maduro, «conceptualmente libre» (del Pozzolo), con un estilo definido y decidido a realizar una síntesis de los estilos de Tiziano y Rafael.
Su consagración definitiva tiene lugar en Venecia hacia 1513, cuando pinta los techos de la Sala del Consejo de los Diez en el Palacio Ducal, luego todo el palacio, y se convierte inmediatamente en el pintor del Estado Veneciano (y luego en el pintor de referencia de Carlos V).
«No es pintura, es magia», titulan los comisarios su ensayo. Veronés, me dice el subdirector del Museo del PradoAlfonso Palacio, pinta arquetipos, formas ideales; lo cual es característico del arte clásico y del Renacimiento, que vuelve a él tras el siempre oscuro y misterioso paréntesis medieval. Por eso su pintura tiene éxito desde el principio: los personajes están perfectamente caracterizados y posan en la actitud correcta; las composiciones son complejas e impecables, a menudo llenas de figuras, como en una de sus obras más tempranas y celebradas, ‘Las bodas de Caná’ (1562), que tiene una sala propia en el Louvre.
En los cuadros se cuentan múltiples historias en escenarios grandiosos (en la muestra hay numerosa documentación referida a Palladio y la arquitectura, que le interesó mucho); los lienzos son enormes –y pintó además numerosos murales– y en muchos de los que aquí vemos las figuras aparecen a tamaño natural y aún superior…



De arriba abajo, ‘La disputa con los doctores en el tempo’; ‘La conversion de Maria Magdalena’; y ‘Marte y Venus unidos por el Amor’
ABC
En Veronés, las luces y las sombras son suaves; es también una luz ideal; no tanto como la del Quattrocento, pero totalmente distinta de la que vendrá poco después, con el Barroco. Por eso, porque fue libre y apreciado y su vida fue insulsa, ajena al morbo y la tragedia, tras haber sido considerado un «pintor para pintores» hasta Cézanne y Otto Dix, a finales del siglo XX, en la era del espectáculo, es marginado.
Para el Prado este era, señaló Falomir, un proyecto muy complicado debido al tamaño de los cuadros más emblemáticos y a la reticencia de los museos a prestarlos. Incluso pensaron en hacer una exposición de pequeños formatos (los retratos de Veronés son maravillosos).
Finalmente, se optó por una exposición ambiciosa, la mejor que se le ha dedicado a Veronés, además de la primera en España: el prestigio del Prado es enorme y lo posibilita todo.
Aquí hay piezas del Louvre, el Metropolitan, la National Gallery, la Galleria degli Ufizzi o el Kunsthistorisches de Viena. La han dividido en seis secciones: ‘De Verona a Venecia’, dedicada a sus años de formación y consagración; »Maestroso teatro’. Arquitectura y escenografía’, donde se confrontan su concepciones espaciales y narrativas con las de Palladio y Tintoretto y se presta especial atención a sus famosas ‘Cenas’, que evidencian el gusto de los patricios por el refinamiento y el goce sensual; ‘Proceso creativo. Invención y repetición’, que ahonda en la inteligencia pictórica de Veronese y en la eficacia con que dirigió su taller.
‘Paolo Veronese (1528-1588)’
Museo del Prado. Madrid. Paseo del Prado, s/n. Comisarios: Miguel Falomir y Enrico Maria dal Pozzolo. Patrocinio: Fundación AXA. Hasta el 21 de septiembre. Cinco estrellas.
En ‘Alegoría y mitología’ se analiza su aportación fundamental a la pintura de temática religiosa y mitológica, que abordó con libertad y desenfado, lo cual le granjeó el gusto del público; en ‘El último Veronese’ se pone de relieve el cambio que se produce en su obra tras la epidemia de peste de 1576 y la muerte de Tiziano; y »Haeredes Pauli’ y los admiradores de Veronese’, dedicada a la deriva de su taller tras su muerte y a su influjo en El Greco, los Carracci, Rubens, Velázquez, Tiépolo y otros.
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