Si hiciéramos una encuesta entre los visitantes del Louvre a la salida de la Sala de los Estados tras ver (más bien, tras fotografiar con el móvil entre cientos de cabezas) la ‘Gioconda’ y les preguntáramos si les ha gustado el cuadro que hay en la pared de enfrente, la mayoría diría: «Ah, ¿pero hay un cuadro?». Y no será porque pase inadvertido: son 70 metros cuadrados de pintura. ‘Las bodas de Caná’ , de Veronés , fue expoliada por Napoleón. En su lugar original, la iglesia de San Giorgio Maggiore de Venecia, luce una copia hecha por Factum Arte . La pintura veneciana del Renacimiento constituye la piedra angular del Prado , gracias al gusto por ella de la Colección Real. La pinacoteca es una ‘pequeña Venecia’: no hay otro lugar igual para disfrutar de la pintura veneciana fuera de la Serenísima. Edward Hutton decía: «El padre del Prado es Tiziano». Tras la exposición dedicada a los Bassano en 2001, llegó una muestra de Tiziano en 2003, Tintoretto en 2007, Lorenzo Lotto en 2018… y ahora se cierra el ciclo con Veronés y su primera gran monográfica en España. Es el único museo del mundo capaz de organizar grandes exposiciones de la ‘santísima trinidad’ de la pintura veneciana del Renacimiento: Tiziano, Tintoretto y Veronés. Un tríptico excepcional e irrepetible. Noticias relacionadas reportaje Si ARTE Clonando a Miguel Ángel Natividad Pulido estandar No El Prado suma dos retratos virreinales peruanos del siglo XVIII a su colección ABCSus comisarios, Miguel Falomir , director del Prado y gran especialista en pintura veneciana del Renacimiento, y Enrico Maria Dal Pozzolo , profesor de la Università degli Studi di Verona, conciben lo que ocurre en la Sala de los Estados del Louvre como una metáfora del lugar que ocupa Veronés en la Historia del Arte: «Nadie niega su importancia, pero pocos se detienen en él». Tuvo un gran éxito en vida (llegó a ser más valorado que Tiziano), deslumbró a Europa, sedujo a reyes (Felipe IV, Luis XIV) y a sus colegas artistas con pinturas extraordinariamente elegantes y puestas en escena majestuosas. Marca de la casa, sus composiciones refinadas, hermosas y elegantes , muy del gusto de las élites y los patricios venecianos. «Era un pintor valiente . Generó un mundo propio. Tenía una de las paletas más audaces de la Historia del Arte», dice Falomir. Amarillos, rosas, verdes… «El Greco bebió de esa paleta». Si la elegancia es lo que caracteriza la pintura de Veronés, ¿qué definiría a Tintoretto y a Tiziano? Del primero destaca el director del Prado la originalidad iconográfica de sus composiciones; de Tiziano, la sensualidad de sus desnudos. «En Veronés hay la misma carnalidad, pero Tiziano lo hizo antes que él», apunta Falomir. Una paleta audaz Tres obras de Veronés. Arriba, ‘La unción de David’. Sobre estas líneas, a la izquierda, ‘La conversión de María Magdalena’. A la derecha, ‘Marte y Venus unidos por el amor’ Kunsthistorisches Museum, Viena/National Gallery, Londres/Metropolitan Museum, Nueva York’Pintor de pintores’ , fue idolatrado por Rubens, El Greco, Velázquez, Tiepolo, Guido Reni, los Carracci, Delacroix, Cézanne y hasta Otto Dix. Nadie lo diría. Además, influyó en la pintura española del Siglo de Oro. Paolo Veronés (1528-1588) fue «un artista superlativo que trascendió su tiempo, uno de los artistas más brillantes y deslumbrantes del Renacimiento europeo». Un artista total (en su pintura hay referencias a la arquitectura, la escenografía teatral, la escultura, la artesanía, la música), con « inteligencia pictórica y gran habilidad para afrontar retos, con una eficiencia extraordinaria. Tenía un arsenal de recursos y dominio de todas las técnicas (pintura, dibujos, frescos); hizo alegorías y fábulas mitológicas, obras religiosas, retratos…» Fue uno de los mejores pintores de perros: aparecen en muchos de sus cuadros. Hay quien dijo que lo suyo «no es pintura, sino magia que hechiza a quien la ve». Los que asistimos ayer a la presentación a la prensa estábamos hechizados con su trabajo. Su éxito decayó en el siglo XX, su fama quedó opacada , aunque desde hace unas décadas hay un renovado interés por el pintor. ¿Por qué no es hoy tan conocido? «Hasta hace poco la gente creía que Tintoretto era una marca de ropa», bromea Falomir. En el caso de Veronés lo atribuye a su vida anodina . Hay quien confunde vida y obra. No fue tan indómito como Miguel Ángel o Tintoretto (ambos, de armas tomar), ni mató a nadie, como sí hizo Caravaggio . « Nos gustan los malos que matan a gente y tienen vidas turbulentas», advierte Falomir. «Veronés vivía feliz, no tuvo problemas con nadie, ni generó rivalidad con sus colegas; siempre supo comportarse, murió rico…» «No es pintura, es magia» Tres obras de Veronés. Arriba, ‘Cristo en el huerto de los Olivos’. Sobre estas líneas, a la izquierda, ‘La Virgen con el Niño, San Pedro y una santa mártir’, del Museo Cívico de Vicenza. A la derecha, ‘El milagro de san Pantaleón’ Pinacoteca di Brera, Milán/Efe/Iglesia de San Pantaleón de VeneciaFalomir (para estar a la altura lucía traje de chaqueta con chaleco) dice que Veronés fue ‘el Cary Grant de la pintura’ . Pura elegancia . Tan solo una mácula en su inmaculada biografía : tuvo que comparecer ante el Santo Oficio en 1573 por una ‘Última Cena’ en la que incluyó soldados, loros, monos… Lo solventó de forma airosa: tan solo cambió el título de la obra. Pasó a ser ‘Cena en la casa de Leví’. Se halla en la Galería de la Academia de Venecia. «Fue un pintor libre, que rompió los esquemas», advierte Dal Pozzolo. «Un pintor perfecto que desde sus inicios ya era adulto. Hay una pintura suntuosa, impecable en cada centímetro cuadrado de sus cuadros». Nació en Verona , pero desarrolló su carrera en Venecia, donde irrumpió triunfal en 1551. De familia humilde , su padre era picapedrero. En una obra rinde homenaje a sus orígenes: pinta una columna, agrietada por un clavo. De adolescente vio un retablo de Tiziano en la catedral de Verona. Y en el Palazzo Canossa, ‘La perla’, de Rafael . Ambos fueron para él una revelación: quería pintar como ellos. «Veronés quiso sintetizar la grandeza de Tiziano y Rafael y lo consiguió», dice el co-comisario. Patrocinada por la Fundación AXA, la exposición del Prado reúne, hasta el 21 de septiembre , un centenar de obras. Hay préstamos de los museos más importantes del mundo, que han sido muy generosos. El Louvre ha cedido cuatro cuadros. No faltan obras maestras, como ‘Marte y Venus unidos por el amor’, del Metropolitan de Nueva York; ‘La visión de Santa Elena’, de los Museos Vaticanos; la ‘Anunciación’, de los Uffizi; ‘El rapto de Europa’ (Palacio Ducal de Venecia)… Veronés no está solo: Rafael; Tintoretto… Explica Falomir los grandes retos que ha supuesto llevar a cabo esta espléndida exposición. Por un lado, sus monumentales formatos XXL y sus frescos , que son inamovibles. Pese a ello, cuelgan pinturas de una gran envergadura (en calidad y tamaño), como ‘Disputa con los doctores en el templo’ (Museo del Prado, 2,23 por 4,34 metros), ‘La cena en casa de Simón’ (Museos Reales de Turín, Galería Sabauda, 3,15 por 4,51 metros), ‘Los peregrinos de Emaús’ (Louvre, 2,42 por 4,16 metros) o ‘Alegoría de la redención del mundo’ (Metropolitan de Nueva York, 6,13 por 4,20 metros). También cuelgan dos frescos traspasados a lienzo: ‘La justicia’ y ‘La templanza’, que hizo para Villa Soranzo, demolida en el XIX. En el techo de la sala se ha reproducido, en una caja de luz cenital , su trabajo para la sala del Olimpo en Villa Maser , diseñada por Palladio para los hermanos Barbaro. Obras monumentales y frescos Arriba, dos frescos traspasados a lienzo: ‘La justicia’ y ‘La templanza’, que hizo para Villa Soranzo. En el techo de la sala se ha reproducido, en una caja de luz cenital, el trabajo de Veronés para la sala del Olimpo en Villa Maser, diseñada por Palladio para los hermanos Barbaro. Sobre estas líneas, a la izquierda, ‘Los peregrinos de Emaús’, del Museo del Louvre. A la derecha, un periodista fotografía ‘La Virgen y el Niño con Santa Isabel, san Juan Bautista niño y santa Catalina’, del Timken Museum of Art de San Diego EfeA los 18 años ya pintaba para las élites en Verona, y con 20 firmaba obras maestras , pero apenas hubo cambios drásticos en su carrera. Solo en la década final cambia su pintura: una paleta más sombría, el uso simbólico de la luz… Una pintura lírica, conmovedora . Hacen mella en su trabajo la epidemia de peste que arrasó Venecia en 1576 (murió un tercio de su población, incluido Tiziano) y el Concilio de Trento. En una pared cuelgan tres sobrecogedoras escenas de Cristo muerto. Las firman Rubens, Alonso Cano y Veronés. En la versión de éste, dice Dal Pozzolo, «uno de los ángeles que lo sostiene parece preguntarse ¿Por qué? Si Veronés viera esta exposición se hubiera conmovido». Falleció a los 60 años en plenitud de facultades . Tintoretto lo hizo con 76 y Tiziano, con más de 80. Dirigió uno de los mejores obradores de la época. Sus herederos legales continuaron el negocio dilapidando su patrimonio estético. Su hermano Benedetto y sus hijos Gabriele y Carletto mantuvieron el taller con el sello ‘ Haeredes Pauli’ , de donde salieron obras de discreta calidad. Si la exposición les ha abierto el apetito por Veronés, una recomendación: visitar la iglesia de San Sebastián de Venecia , donde está enterrado el pintor. La decoró por completo. Es su testamento vital, su ‘Capilla Sixtina’ . Una experiencia inolvidable. Como dijo una crítica, no es solo un placer ver las obras de Veronés. Deseamos estar dentro de sus pinturas, de inconmensurable belleza y elegancia; quedarnos a vivir en ellas para siempre. Si hiciéramos una encuesta entre los visitantes del Louvre a la salida de la Sala de los Estados tras ver (más bien, tras fotografiar con el móvil entre cientos de cabezas) la ‘Gioconda’ y les preguntáramos si les ha gustado el cuadro que hay en la pared de enfrente, la mayoría diría: «Ah, ¿pero hay un cuadro?». Y no será porque pase inadvertido: son 70 metros cuadrados de pintura. ‘Las bodas de Caná’ , de Veronés , fue expoliada por Napoleón. En su lugar original, la iglesia de San Giorgio Maggiore de Venecia, luce una copia hecha por Factum Arte . La pintura veneciana del Renacimiento constituye la piedra angular del Prado , gracias al gusto por ella de la Colección Real. La pinacoteca es una ‘pequeña Venecia’: no hay otro lugar igual para disfrutar de la pintura veneciana fuera de la Serenísima. Edward Hutton decía: «El padre del Prado es Tiziano». Tras la exposición dedicada a los Bassano en 2001, llegó una muestra de Tiziano en 2003, Tintoretto en 2007, Lorenzo Lotto en 2018… y ahora se cierra el ciclo con Veronés y su primera gran monográfica en España. Es el único museo del mundo capaz de organizar grandes exposiciones de la ‘santísima trinidad’ de la pintura veneciana del Renacimiento: Tiziano, Tintoretto y Veronés. Un tríptico excepcional e irrepetible. Noticias relacionadas reportaje Si ARTE Clonando a Miguel Ángel Natividad Pulido estandar No El Prado suma dos retratos virreinales peruanos del siglo XVIII a su colección ABCSus comisarios, Miguel Falomir , director del Prado y gran especialista en pintura veneciana del Renacimiento, y Enrico Maria Dal Pozzolo , profesor de la Università degli Studi di Verona, conciben lo que ocurre en la Sala de los Estados del Louvre como una metáfora del lugar que ocupa Veronés en la Historia del Arte: «Nadie niega su importancia, pero pocos se detienen en él». Tuvo un gran éxito en vida (llegó a ser más valorado que Tiziano), deslumbró a Europa, sedujo a reyes (Felipe IV, Luis XIV) y a sus colegas artistas con pinturas extraordinariamente elegantes y puestas en escena majestuosas. Marca de la casa, sus composiciones refinadas, hermosas y elegantes , muy del gusto de las élites y los patricios venecianos. «Era un pintor valiente . Generó un mundo propio. Tenía una de las paletas más audaces de la Historia del Arte», dice Falomir. Amarillos, rosas, verdes… «El Greco bebió de esa paleta». Si la elegancia es lo que caracteriza la pintura de Veronés, ¿qué definiría a Tintoretto y a Tiziano? Del primero destaca el director del Prado la originalidad iconográfica de sus composiciones; de Tiziano, la sensualidad de sus desnudos. «En Veronés hay la misma carnalidad, pero Tiziano lo hizo antes que él», apunta Falomir. Una paleta audaz Tres obras de Veronés. Arriba, ‘La unción de David’. Sobre estas líneas, a la izquierda, ‘La conversión de María Magdalena’. A la derecha, ‘Marte y Venus unidos por el amor’ Kunsthistorisches Museum, Viena/National Gallery, Londres/Metropolitan Museum, Nueva York’Pintor de pintores’ , fue idolatrado por Rubens, El Greco, Velázquez, Tiepolo, Guido Reni, los Carracci, Delacroix, Cézanne y hasta Otto Dix. Nadie lo diría. Además, influyó en la pintura española del Siglo de Oro. Paolo Veronés (1528-1588) fue «un artista superlativo que trascendió su tiempo, uno de los artistas más brillantes y deslumbrantes del Renacimiento europeo». Un artista total (en su pintura hay referencias a la arquitectura, la escenografía teatral, la escultura, la artesanía, la música), con « inteligencia pictórica y gran habilidad para afrontar retos, con una eficiencia extraordinaria. Tenía un arsenal de recursos y dominio de todas las técnicas (pintura, dibujos, frescos); hizo alegorías y fábulas mitológicas, obras religiosas, retratos…» Fue uno de los mejores pintores de perros: aparecen en muchos de sus cuadros. Hay quien dijo que lo suyo «no es pintura, sino magia que hechiza a quien la ve». Los que asistimos ayer a la presentación a la prensa estábamos hechizados con su trabajo. Su éxito decayó en el siglo XX, su fama quedó opacada , aunque desde hace unas décadas hay un renovado interés por el pintor. ¿Por qué no es hoy tan conocido? «Hasta hace poco la gente creía que Tintoretto era una marca de ropa», bromea Falomir. En el caso de Veronés lo atribuye a su vida anodina . Hay quien confunde vida y obra. No fue tan indómito como Miguel Ángel o Tintoretto (ambos, de armas tomar), ni mató a nadie, como sí hizo Caravaggio . « Nos gustan los malos que matan a gente y tienen vidas turbulentas», advierte Falomir. «Veronés vivía feliz, no tuvo problemas con nadie, ni generó rivalidad con sus colegas; siempre supo comportarse, murió rico…» «No es pintura, es magia» Tres obras de Veronés. Arriba, ‘Cristo en el huerto de los Olivos’. Sobre estas líneas, a la izquierda, ‘La Virgen con el Niño, San Pedro y una santa mártir’, del Museo Cívico de Vicenza. A la derecha, ‘El milagro de san Pantaleón’ Pinacoteca di Brera, Milán/Efe/Iglesia de San Pantaleón de VeneciaFalomir (para estar a la altura lucía traje de chaqueta con chaleco) dice que Veronés fue ‘el Cary Grant de la pintura’ . Pura elegancia . Tan solo una mácula en su inmaculada biografía : tuvo que comparecer ante el Santo Oficio en 1573 por una ‘Última Cena’ en la que incluyó soldados, loros, monos… Lo solventó de forma airosa: tan solo cambió el título de la obra. Pasó a ser ‘Cena en la casa de Leví’. Se halla en la Galería de la Academia de Venecia. «Fue un pintor libre, que rompió los esquemas», advierte Dal Pozzolo. «Un pintor perfecto que desde sus inicios ya era adulto. Hay una pintura suntuosa, impecable en cada centímetro cuadrado de sus cuadros». Nació en Verona , pero desarrolló su carrera en Venecia, donde irrumpió triunfal en 1551. De familia humilde , su padre era picapedrero. En una obra rinde homenaje a sus orígenes: pinta una columna, agrietada por un clavo. De adolescente vio un retablo de Tiziano en la catedral de Verona. Y en el Palazzo Canossa, ‘La perla’, de Rafael . Ambos fueron para él una revelación: quería pintar como ellos. «Veronés quiso sintetizar la grandeza de Tiziano y Rafael y lo consiguió», dice el co-comisario. Patrocinada por la Fundación AXA, la exposición del Prado reúne, hasta el 21 de septiembre , un centenar de obras. Hay préstamos de los museos más importantes del mundo, que han sido muy generosos. El Louvre ha cedido cuatro cuadros. No faltan obras maestras, como ‘Marte y Venus unidos por el amor’, del Metropolitan de Nueva York; ‘La visión de Santa Elena’, de los Museos Vaticanos; la ‘Anunciación’, de los Uffizi; ‘El rapto de Europa’ (Palacio Ducal de Venecia)… Veronés no está solo: Rafael; Tintoretto… Explica Falomir los grandes retos que ha supuesto llevar a cabo esta espléndida exposición. Por un lado, sus monumentales formatos XXL y sus frescos , que son inamovibles. Pese a ello, cuelgan pinturas de una gran envergadura (en calidad y tamaño), como ‘Disputa con los doctores en el templo’ (Museo del Prado, 2,23 por 4,34 metros), ‘La cena en casa de Simón’ (Museos Reales de Turín, Galería Sabauda, 3,15 por 4,51 metros), ‘Los peregrinos de Emaús’ (Louvre, 2,42 por 4,16 metros) o ‘Alegoría de la redención del mundo’ (Metropolitan de Nueva York, 6,13 por 4,20 metros). También cuelgan dos frescos traspasados a lienzo: ‘La justicia’ y ‘La templanza’, que hizo para Villa Soranzo, demolida en el XIX. En el techo de la sala se ha reproducido, en una caja de luz cenital , su trabajo para la sala del Olimpo en Villa Maser , diseñada por Palladio para los hermanos Barbaro. Obras monumentales y frescos Arriba, dos frescos traspasados a lienzo: ‘La justicia’ y ‘La templanza’, que hizo para Villa Soranzo. En el techo de la sala se ha reproducido, en una caja de luz cenital, el trabajo de Veronés para la sala del Olimpo en Villa Maser, diseñada por Palladio para los hermanos Barbaro. Sobre estas líneas, a la izquierda, ‘Los peregrinos de Emaús’, del Museo del Louvre. A la derecha, un periodista fotografía ‘La Virgen y el Niño con Santa Isabel, san Juan Bautista niño y santa Catalina’, del Timken Museum of Art de San Diego EfeA los 18 años ya pintaba para las élites en Verona, y con 20 firmaba obras maestras , pero apenas hubo cambios drásticos en su carrera. Solo en la década final cambia su pintura: una paleta más sombría, el uso simbólico de la luz… Una pintura lírica, conmovedora . Hacen mella en su trabajo la epidemia de peste que arrasó Venecia en 1576 (murió un tercio de su población, incluido Tiziano) y el Concilio de Trento. En una pared cuelgan tres sobrecogedoras escenas de Cristo muerto. Las firman Rubens, Alonso Cano y Veronés. En la versión de éste, dice Dal Pozzolo, «uno de los ángeles que lo sostiene parece preguntarse ¿Por qué? Si Veronés viera esta exposición se hubiera conmovido». Falleció a los 60 años en plenitud de facultades . Tintoretto lo hizo con 76 y Tiziano, con más de 80. Dirigió uno de los mejores obradores de la época. Sus herederos legales continuaron el negocio dilapidando su patrimonio estético. Su hermano Benedetto y sus hijos Gabriele y Carletto mantuvieron el taller con el sello ‘ Haeredes Pauli’ , de donde salieron obras de discreta calidad. Si la exposición les ha abierto el apetito por Veronés, una recomendación: visitar la iglesia de San Sebastián de Venecia , donde está enterrado el pintor. La decoró por completo. Es su testamento vital, su ‘Capilla Sixtina’ . Una experiencia inolvidable. Como dijo una crítica, no es solo un placer ver las obras de Veronés. Deseamos estar dentro de sus pinturas, de inconmensurable belleza y elegancia; quedarnos a vivir en ellas para siempre.
Si hiciéramos una encuesta entre los visitantes del Louvre a la salida de la Sala de los Estados tras ver (más bien, tras fotografiar con el móvil entre cientos de cabezas) la ‘Gioconda’ y les preguntáramos si les ha gustado el cuadro … que hay en la pared de enfrente, la mayoría diría: «Ah, ¿pero hay un cuadro?». Y no será porque pase inadvertido: son 70 metros cuadrados de pintura. ‘Las bodas de Caná’, de Veronés, fue expoliada por Napoleón. En su lugar original, la iglesia de San Giorgio Maggiore de Venecia, luce una copia hecha por Factum Arte.
La pintura veneciana del Renacimiento constituye la piedra angular del Prado, gracias al gusto por ella de la Colección Real. La pinacoteca es una ‘pequeña Venecia’: no hay otro lugar igual para disfrutar de la pintura veneciana fuera de la Serenísima. Edward Hutton decía: «El padre del Prado es Tiziano». Tras la exposición dedicada a los Bassano en 2001, llegó una muestra de Tiziano en 2003, Tintoretto en 2007, Lorenzo Lotto en 2018… y ahora se cierra el ciclo con Veronés y su primera gran monográfica en España. Es el único museo del mundo capaz de organizar grandes exposiciones de la ‘santísima trinidad’ de la pintura veneciana del Renacimiento: Tiziano, Tintoretto y Veronés. Un tríptico excepcional e irrepetible.
Sus comisarios, Miguel Falomir, director del Prado y gran especialista en pintura veneciana del Renacimiento, y Enrico Maria Dal Pozzolo, profesor de la Università degli Studi di Verona, conciben lo que ocurre en la Sala de los Estados del Louvre como una metáfora del lugar que ocupa Veronés en la Historia del Arte: «Nadie niega su importancia, pero pocos se detienen en él».
Tuvo un gran éxito en vida (llegó a ser más valorado que Tiziano), deslumbró a Europa, sedujo a reyes (Felipe IV, Luis XIV) y a sus colegas artistas con pinturas extraordinariamente elegantes y puestas en escena majestuosas. Marca de la casa, sus composiciones refinadas, hermosas y elegantes, muy del gusto de las élites y los patricios venecianos. «Era un pintor valiente. Generó un mundo propio. Tenía una de las paletas más audaces de la Historia del Arte», dice Falomir. Amarillos, rosas, verdes… «El Greco bebió de esa paleta». Si la elegancia es lo que caracteriza la pintura de Veronés, ¿qué definiría a Tintoretto y a Tiziano? Del primero destaca el director del Prado la originalidad iconográfica de sus composiciones; de Tiziano, la sensualidad de sus desnudos. «En Veronés hay la misma carnalidad, pero Tiziano lo hizo antes que él», apunta Falomir.



Tres obras de Veronés. Arriba, ‘La unción de David’. Sobre estas líneas, a la izquierda, ‘La conversión de María Magdalena’. A la derecha, ‘Marte y Venus unidos por el amor’
Kunsthistorisches Museum, Viena/National Gallery, Londres/Metropolitan Museum, Nueva York
‘Pintor de pintores’, fue idolatrado por Rubens, El Greco, Velázquez, Tiepolo, Guido Reni, los Carracci, Delacroix, Cézanne y hasta Otto Dix. Nadie lo diría. Además, influyó en la pintura española del Siglo de Oro. Paolo Veronés (1528-1588) fue «un artista superlativo que trascendió su tiempo, uno de los artistas más brillantes y deslumbrantes del Renacimiento europeo». Un artista total (en su pintura hay referencias a la arquitectura, la escenografía teatral, la escultura, la artesanía, la música), con «inteligencia pictórica y gran habilidad para afrontar retos, con una eficiencia extraordinaria. Tenía un arsenal de recursos y dominio de todas las técnicas (pintura, dibujos, frescos); hizo alegorías y fábulas mitológicas, obras religiosas, retratos…» Fue uno de los mejores pintores de perros: aparecen en muchos de sus cuadros. Hay quien dijo que lo suyo «no es pintura, sino magia que hechiza a quien la ve». Los que asistimos ayer a la presentación a la prensa estábamos hechizados con su trabajo.
Su éxito decayó en el siglo XX, su fama quedó opacada, aunque desde hace unas décadas hay un renovado interés por el pintor. ¿Por qué no es hoy tan conocido? «Hasta hace poco la gente creía que Tintoretto era una marca de ropa», bromea Falomir. En el caso de Veronés lo atribuye a su vida anodina. Hay quien confunde vida y obra. No fue tan indómito como Miguel Ángel o Tintoretto (ambos, de armas tomar), ni mató a nadie, como sí hizo Caravaggio. «Nos gustan los malos que matan a gente y tienen vidas turbulentas», advierte Falomir. «Veronés vivía feliz, no tuvo problemas con nadie, ni generó rivalidad con sus colegas; siempre supo comportarse, murió rico…»


Tres obras de Veronés. Arriba, ‘Cristo en el huerto de los Olivos’. Sobre estas líneas, a la izquierda, ‘La Virgen con el Niño, San Pedro y una santa mártir’, del Museo Cívico de Vicenza. A la derecha, ‘El milagro de san Pantaleón’
Pinacoteca di Brera, Milán/Efe/Iglesia de San Pantaleón de Venecia
Falomir (para estar a la altura lucía traje de chaqueta con chaleco) dice que Veronés fue ‘el Cary Grant de la pintura’. Pura elegancia. Tan solo una mácula en su inmaculada biografía: tuvo que comparecer ante el Santo Oficio en 1573 por una ‘Última Cena’ en la que incluyó soldados, loros, monos… Lo solventó de forma airosa: tan solo cambió el título de la obra. Pasó a ser ‘Cena en la casa de Leví’. Se halla en la Galería de la Academia de Venecia. «Fue un pintor libre, que rompió los esquemas», advierte Dal Pozzolo. «Un pintor perfecto que desde sus inicios ya era adulto. Hay una pintura suntuosa, impecable en cada centímetro cuadrado de sus cuadros».
Nació en Verona, pero desarrolló su carrera en Venecia, donde irrumpió triunfal en 1551. De familia humilde, su padre era picapedrero. En una obra rinde homenaje a sus orígenes: pinta una columna, agrietada por un clavo. De adolescente vio un retablo de Tiziano en la catedral de Verona. Y en el Palazzo Canossa, ‘La perla’, de Rafael. Ambos fueron para él una revelación: quería pintar como ellos. «Veronés quiso sintetizar la grandeza de Tiziano y Rafael y lo consiguió», dice el co-comisario.
Patrocinada por la Fundación AXA, la exposición del Prado reúne, hasta el 21 de septiembre, un centenar de obras. Hay préstamos de los museos más importantes del mundo, que han sido muy generosos. El Louvre ha cedido cuatro cuadros. No faltan obras maestras, como ‘Marte y Venus unidos por el amor’, del Metropolitan de Nueva York; ‘La visión de Santa Elena’, de los Museos Vaticanos; la ‘Anunciación’, de los Uffizi; ‘El rapto de Europa’ (Palacio Ducal de Venecia)… Veronés no está solo: Rafael; Tintoretto…
Explica Falomir los grandes retos que ha supuesto llevar a cabo esta espléndida exposición. Por un lado, sus monumentales formatos XXL y sus frescos, que son inamovibles. Pese a ello, cuelgan pinturas de una gran envergadura (en calidad y tamaño), como ‘Disputa con los doctores en el templo’ (Museo del Prado, 2,23 por 4,34 metros), ‘La cena en casa de Simón’ (Museos Reales de Turín, Galería Sabauda, 3,15 por 4,51 metros), ‘Los peregrinos de Emaús’ (Louvre, 2,42 por 4,16 metros) o ‘Alegoría de la redención del mundo’ (Metropolitan de Nueva York, 6,13 por 4,20 metros). También cuelgan dos frescos traspasados a lienzo: ‘La justicia’ y ‘La templanza’, que hizo para Villa Soranzo, demolida en el XIX. En el techo de la sala se ha reproducido, en una caja de luz cenital, su trabajo para la sala del Olimpo en Villa Maser, diseñada por Palladio para los hermanos Barbaro.
Arriba, dos frescos traspasados a lienzo: ‘La justicia’ y ‘La templanza’, que hizo para Villa Soranzo. En el techo de la sala se ha reproducido, en una caja de luz cenital, el trabajo de Veronés para la sala del Olimpo en Villa Maser, diseñada por Palladio para los hermanos Barbaro. Sobre estas líneas, a la izquierda, ‘Los peregrinos de Emaús’, del Museo del Louvre. A la derecha, un periodista fotografía ‘La Virgen y el Niño con Santa Isabel, san Juan Bautista niño y santa Catalina’, del Timken Museum of Art de San Diego
Efe
A los 18 años ya pintaba para las élites en Verona, y con 20 firmaba obras maestras, pero apenas hubo cambios drásticos en su carrera. Solo en la década final cambia su pintura: una paleta más sombría, el uso simbólico de la luz… Una pintura lírica, conmovedora. Hacen mella en su trabajo la epidemia de peste que arrasó Venecia en 1576 (murió un tercio de su población, incluido Tiziano) y el Concilio de Trento. En una pared cuelgan tres sobrecogedoras escenas de Cristo muerto. Las firman Rubens, Alonso Cano y Veronés. En la versión de éste, dice Dal Pozzolo, «uno de los ángeles que lo sostiene parece preguntarse ¿Por qué? Si Veronés viera esta exposición se hubiera conmovido».
Falleció a los 60 años en plenitud de facultades. Tintoretto lo hizo con 76 y Tiziano, con más de 80. Dirigió uno de los mejores obradores de la época. Sus herederos legales continuaron el negocio dilapidando su patrimonio estético. Su hermano Benedetto y sus hijos Gabriele y Carletto mantuvieron el taller con el sello ‘Haeredes Pauli’, de donde salieron obras de discreta calidad.
Si la exposición les ha abierto el apetito por Veronés, una recomendación: visitar la iglesia de San Sebastián de Venecia, donde está enterrado el pintor. La decoró por completo. Es su testamento vital, su ‘Capilla Sixtina’. Una experiencia inolvidable. Como dijo una crítica, no es solo un placer ver las obras de Veronés. Deseamos estar dentro de sus pinturas, de inconmensurable belleza y elegancia; quedarnos a vivir en ellas para siempre.
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