Dicen que si parpadeas dos veces viendo ‘The White Lotus’, te pierdes algo esencial para el misterioso desenlace de la trama. Un mono sospechoso, el robo de unas pastillas, el vicio en una mirada. A mí, que el argumento debe importarme un bledo, no me consuela que el nombre del muerto se vaya a saber tarde o temprano sino sentarme en el sofá y casi sentir la arena observando sus playas. El mar, a veces, me persigue. Perdida frente a una pantalla, buscando el consuelo de una brisa que no llega, de repente aparece, aunque sea en palabras. El personaje de Jason Isaacs le pregunta a un monje budista en Tailandia que qué cree que pasa al morir y este le responde de forma líquida, volviendo al agua: «Cuando uno nace es como una única gota de agua que se eleva separada de la gran consciencia unificada. Luego desciende al suelo, muere. Acaba de nuevo en el agua, fundida de nuevo con el océano. Termina la separación, termina el sufrimiento, una sola consciencia. La muerte es un feliz regreso, como volver al hogar». Noticia Relacionada Tercera temporada estandar Si ‘The White Lotus’, la sátira descarnada que desnuda a los ricos Lucía Cabanelas Se estrena en Max la tercera entrega de la serie sobre las miserias de la clase privilegiada, que ahora viaja a TailandiaMientras escucha, el atormentado personaje de Isaacs se olvida por un momento de la vida, de los problemas. De que es otro millonario más escapando, corriendo hacia adelante; escondiéndose, como un avestruz bajo la tierra, o simplemente tapando la cara, como un niño pequeño. Se olvida, claro, de que el sufrimiento no desaparece, como si fuera posible espantarlo poniendo distancia. Aunque no mires, la aguja termina doliendo cuando llega el aguijonazo. «Aquí viene un montón de gente joven de su país, yo creo que por un posible malestar espiritual, falta de conexión con la naturaleza, la familia, falta de conexión con el espíritu. ¿Y qué queda? El yo, identidad, búsqueda de dinero, placer, ¿entiende? Todos huyen del dolor buscando el placer, pero cuando lo consiguen lo que acaban encontrando es más dolor. No se puede escapar del dolor». Puestos a sufrir, prefiero hacerlo en el turno de urgencias de ‘The Pitt’, porque no hay huida que valga cuando la muerte te viene de cara. Lo difícil es mantener la compasión frente al horror postrero, el que viene por la espalda, especialmente allí donde vivió, amó y mató un tal Daniel Sancho . En fin, ¿lo que pasa en Tailandia se queda en Tailandia? Dicen que si parpadeas dos veces viendo ‘The White Lotus’, te pierdes algo esencial para el misterioso desenlace de la trama. Un mono sospechoso, el robo de unas pastillas, el vicio en una mirada. A mí, que el argumento debe importarme un bledo, no me consuela que el nombre del muerto se vaya a saber tarde o temprano sino sentarme en el sofá y casi sentir la arena observando sus playas. El mar, a veces, me persigue. Perdida frente a una pantalla, buscando el consuelo de una brisa que no llega, de repente aparece, aunque sea en palabras. El personaje de Jason Isaacs le pregunta a un monje budista en Tailandia que qué cree que pasa al morir y este le responde de forma líquida, volviendo al agua: «Cuando uno nace es como una única gota de agua que se eleva separada de la gran consciencia unificada. Luego desciende al suelo, muere. Acaba de nuevo en el agua, fundida de nuevo con el océano. Termina la separación, termina el sufrimiento, una sola consciencia. La muerte es un feliz regreso, como volver al hogar». Noticia Relacionada Tercera temporada estandar Si ‘The White Lotus’, la sátira descarnada que desnuda a los ricos Lucía Cabanelas Se estrena en Max la tercera entrega de la serie sobre las miserias de la clase privilegiada, que ahora viaja a TailandiaMientras escucha, el atormentado personaje de Isaacs se olvida por un momento de la vida, de los problemas. De que es otro millonario más escapando, corriendo hacia adelante; escondiéndose, como un avestruz bajo la tierra, o simplemente tapando la cara, como un niño pequeño. Se olvida, claro, de que el sufrimiento no desaparece, como si fuera posible espantarlo poniendo distancia. Aunque no mires, la aguja termina doliendo cuando llega el aguijonazo. «Aquí viene un montón de gente joven de su país, yo creo que por un posible malestar espiritual, falta de conexión con la naturaleza, la familia, falta de conexión con el espíritu. ¿Y qué queda? El yo, identidad, búsqueda de dinero, placer, ¿entiende? Todos huyen del dolor buscando el placer, pero cuando lo consiguen lo que acaban encontrando es más dolor. No se puede escapar del dolor». Puestos a sufrir, prefiero hacerlo en el turno de urgencias de ‘The Pitt’, porque no hay huida que valga cuando la muerte te viene de cara. Lo difícil es mantener la compasión frente al horror postrero, el que viene por la espalda, especialmente allí donde vivió, amó y mató un tal Daniel Sancho . En fin, ¿lo que pasa en Tailandia se queda en Tailandia?
La ventana indiscreta
Los personajes de ‘The White Lotus’ viajan buscando placer para huir del dolor, pero olvidan que del dolor no se escapa
Dicen que si parpadeas dos veces viendo ‘The White Lotus’, te pierdes algo esencial para el misterioso desenlace de la trama. Un mono sospechoso, el robo de unas pastillas, el vicio en una mirada. A mí, que el argumento debe importarme un bledo, no me … consuela que el nombre del muerto se vaya a saber tarde o temprano sino sentarme en el sofá y casi sentir la arena observando sus playas.
El mar, a veces, me persigue. Perdida frente a una pantalla, buscando el consuelo de una brisa que no llega, de repente aparece, aunque sea en palabras. El personaje de Jason Isaacs le pregunta a un monje budista en Tailandia que qué cree que pasa al morir y este le responde de forma líquida, volviendo al agua: «Cuando uno nace es como una única gota de agua que se eleva separada de la gran consciencia unificada. Luego desciende al suelo, muere. Acaba de nuevo en el agua, fundida de nuevo con el océano. Termina la separación, termina el sufrimiento, una sola consciencia. La muerte es un feliz regreso, como volver al hogar».
Mientras escucha, el atormentado personaje de Isaacs se olvida por un momento de la vida, de los problemas. De que es otro millonario más escapando, corriendo hacia adelante; escondiéndose, como un avestruz bajo la tierra, o simplemente tapando la cara, como un niño pequeño. Se olvida, claro, de que el sufrimiento no desaparece, como si fuera posible espantarlo poniendo distancia. Aunque no mires, la aguja termina doliendo cuando llega el aguijonazo. «Aquí viene un montón de gente joven de su país, yo creo que por un posible malestar espiritual, falta de conexión con la naturaleza, la familia, falta de conexión con el espíritu. ¿Y qué queda? El yo, identidad, búsqueda de dinero, placer, ¿entiende? Todos huyen del dolor buscando el placer, pero cuando lo consiguen lo que acaban encontrando es más dolor. No se puede escapar del dolor».
Puestos a sufrir, prefiero hacerlo en el turno de urgencias de ‘The Pitt’, porque no hay huida que valga cuando la muerte te viene de cara. Lo difícil es mantener la compasión frente al horror postrero, el que viene por la espalda, especialmente allí donde vivió, amó y mató un tal Daniel Sancho. En fin, ¿lo que pasa en Tailandia se queda en Tailandia?
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