En el cartel que ha elaborado el CDN para la obra reza a modo de subtítulo, «¿Cómo se narra un trauma?»; quizá de inicio esto nos oriente tanto como el propio título, «Vulcano», dios del fuego destructor, un texto creado por Victoria Szpunberg, fruto del encuentro creativo entre ella y la directora Andrea Jiménez, con el que indagan acerca de nuestra relación con el dolor y su relato. La pieza, que estará en el Teatro Valle-Inclán desde mañana 7 hasta el 13 de abril, parte de algunos interrogantes: ¿hasta dónde los relatos construyen la experiencia? ¿En qué medida contar nos salva o nos condena? ¿Necesitamos contar para sanar?». Preguntas esenciales en esta historia sobre una familia desestructurada y con problemas de comunicación que relatan a una reportera el incendio de trágicas consecuencias sucedido en el edificio donde vivían. Una experiencia que les supuso un enorme trauma porque murió una persona muy querida, pero todos lo ocultaron en silencio. «Muchas veces, estos silencios familiares impiden sanar los traumas, ocultan miedos, frustración, vergüenza, pudor, incluso rabia y sentimiento de culpa. El silencio puede hacer mucho daño y compartirlo suele resultar terapéutico –explica Victoria Szpunberg–. A veces no nos permitimos el encuentro con el otro por incapacidad, pero cada uno vive ensimismado en su propia especulación y paranoia, le da miedo compartir, aunque sería lo más saludable».
]]> El Centro Dramático Nacional estrena una pieza conjunta entre Victoria Szpunberg y Andrea Jiménez
En el cartel que ha elaborado el CDN para la obra reza a modo de subtítulo, «¿Cómo se narra un trauma?»; quizá de inicio esto nos oriente tanto como el propio título, «Vulcano», dios del fuego destructor, un texto creado por Victoria Szpunberg, fruto del encuentro creativo entre ella y la directora Andrea Jiménez, con el que indagan acerca de nuestra relación con el dolor y su relato. La pieza, que estará en el Teatro Valle-Inclán desde mañana 7 hasta el 13 de abril, parte de algunos interrogantes: ¿hasta dónde los relatos construyen la experiencia? ¿En qué medida contar nos salva o nos condena? ¿Necesitamos contar para sanar?». Preguntas esenciales en esta historia sobre una familia desestructurada y con problemas de comunicación que relatan a una reportera el incendio de trágicas consecuencias sucedido en el edificio donde vivían. Una experiencia que les supuso un enorme trauma porque murió una persona muy querida, pero todos lo ocultaron en silencio. «Muchas veces, estos silencios familiares impiden sanar los traumas, ocultan miedos, frustración, vergüenza, pudor, incluso rabia y sentimiento de culpa. El silencio puede hacer mucho daño y compartirlo suele resultar terapéutico –explica Victoria Szpunberg–. A veces no nos permitimos el encuentro con el otro por incapacidad, pero cada uno vive ensimismado en su propia especulación y paranoia, le da miedo compartir, aunque sería lo más saludable».
El problema surge cuando llegan una periodista de televisión y un cámara para hacer un reportaje sobre temas sociales. «Asistimos al hecho de que ante la misma vivencia, cada uno recuerda la experiencia de forma distinta, no todos tiene el mismo relato de lo ocurrido». ¿Significa esto que la memoria es una ficción? «Jugamos con esa idea –prosigue–, los personajes se ven de alguna manera forzados a explicar lo ocurrido y ahí empieza el problema. De no haber venido hubiesen permanecido en silencio, pero al hablar comienzan a destapar cosas y estalla el volcán». Otro aspecto que apunta la autora es «el sentimiento de culpa y el suspense. ¿Qué pasó realmente? Aparte de lo que cuentan, hubo una muerte, con lo cual se juega con la idea del género criminal y de suspense. Podríamos decir que tiene algo de thriller, al menos en la escritura, aunque algo dosificado; saber qué pasó no es ya solo el recuerdo familiar, sino la expectativa que se va generando en la reportera y en el público, saber qué ocurrió exactamente», explica Szpunberg. Pero sucede que «el relato se va modificando en cada uno de los que cuentan y llega un momento que parece que han vivido experiencias diferentes. A esto hay que sumar que la joven, que viene de la Prensa rosa, no está realmente interesada en esta familia, realiza un documental sobre la pobreza urbana y los conflictos en la periferia, y necesita contenido para vender a una productora, sabe que hubo un incendio, un muerto y pregunta a los vecinos, pero encuentra pistas que la hacen pensar que hay más cosas ocultas de lo que pensaba». Aparece esa Prensa «buenista» que para vender abusa del morbo en la tragedia. «Ella encarna esta contradicción, quiere hacer algo social y ético, con valores humanos, pero al mismo tiempo le sale dicha vena que busca la parte morbosa. Además –apunta–, el cámara filma en directo, proyecta y está representando simultáneamente, no es algo decorativo, sino un personaje con incidencia real en la historia».
En cuanto al origen de la pieza, Victoria Szpunberg ha formado tándem por segunda vez con Andrea Jiménez. «Tenemos dos maneras de hacer diferentes, yo escribo mis obras y las monto y Andrea trabaja más el teatro performativo de autoficción. En esta colaboración –explica la autora–, escribo 20 o 30 páginas del texto donde planteo la historia y los personajes y a partir de ahí lo trabajamos con los actores en residencias de unos diez días, donde se cuestiona, debate y crece con las propuestas de todos. Después reescribo sobre eso y se vuelve a quedar en otra residencia hasta conseguir la obra definitiva».
«Es una metodología de trabajo compartido de fuerte interacción entre la dirección y la dramaturgia –corrobora la directora–, empezamos a trabajar en un proceso híbrido entre la dramaturgia de escritorio y la metodología de teatro de creación que yo venía desarrollando». Para Jiménez, «Vulcano» es «una investigación sobre cómo traer al teatro el género criminal o de suspense, pero también con un clima de humor. Quizá un humor algo extraño, que llamo yo íntimo, porque sucede casi a su pesar, incluso a pesar de los actores. Las dos vivimos en el deseo de contar cosas terribles y de adentrarnos en temas complejos, pero siempre vinculadas a cómo puede aparecer el humor en ellas».
«Un sentido del humor que se mueve en esa frontera donde no sabes si reír o todo lo contrario, y ahí los actores son claves», confirma Szpunberg. El reparto lo componen Pilar Bergés, Iván López-Ortega, Albert Ribalta, Eneko Sagardoy y Macarena Sanz.
- Dónde: Teatro Valle-Inclán (Sala Francisco Nieva), Madrid. Cuándo: hasta el 13 de abril. Cuánto: 25 euros.
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