Las dos personas normales entran en una tienda de disfraces de las de antes, de las que tienen ropa que pesa y que brilla lo que tiene que brillar, no esos lamés de petróleo llenos de verde mosquito y púrpura, para envolver regalos, que parecen hologramas, o cuadros iluminados por dentro, y que se descosen con mirarlos.La primera persona normal frota la manga de uno de los vestidos.—Es buena, ¿eh?—¿El qué?—La sisa.—¿La sisa es buena?—Más la manga que la sisa.—Más la manga que… ¿A ver?La segunda persona normal toca también la tela.—Pues sí. Muy buena. Se nota que es de princesa. Y muy buen vuelo.—Por eso te estaba diciendo. Enseguida se ve que es de verdad.—¿De princesa de verdad?—De vestido de verdad. De vestido de verdad con mangas. El otro día fui a un colegio, para que el pequeño pudiera acompañar a la novia, que llevaba a la sobrina…—Qué lío, ¿no?—Tú escucha… Y todos los niños…—Y niñas.—Y niñas… Y todos los niños y niñas iban vestidos del todo a cien.—Pero ¿iban disfrazados?—Claro.—Es que eso no lo has dicho.—Pues te lo digo ahora. Era el cumpleaños de una.—¿De la sobrina?—De otra.—Y tú, ¿qué pintabas ahí?—Llevaba al pequeño en coche.—Y ¿te quedaste?—Toma, claro. Tenían medianoches.—¿Es medianoches o medias noches?—No lo sé. Pero había más de cien. Con mortadela y todo.—¿En serio?—En serio.—Pero ¿todavía se hace eso?—Es que era un colegio católico.—Ah, ya. Allí cambia todo más despacio. —Por eso.—Y ¿por qué hacían allí el cumpleaños?—¿En lugar de dónde?—En lugar de en casa de la niña, por ejemplo. ¿Era una niña pobre o qué?—Pues igual sí, tenías que haberle visto el vestido; nada que ver con este. Le acercabas un mechero y salía la niña ardiendo.—¿Probaste?—Me quedé con las ganas.—Ya. Tenías que haber probado. La vida son esos ratitos.Las dos personas normales se quedan pensando en cosas que podrían haber hecho pero no. Una de ellas está a punto de hacer una reflexión de gran vuelo filosófico, cuando la otra dice:—Y ¿disfraces de soldado?, ¿tendrán?—¿Para qué?—Para tocarles las escamas.—¿Se dice escamas?—Supongo.—¿No se dirá de otra manera?—Yo qué sé.—Pues dices tú, pero mira: un disfraz de sirena. Te quedaría de maravilla. —La primera persona normal se ríe. Descuelga el traje de la percha y se lo pone por encima.—Te queda fenomenal.—¿Verdad?La persona normal bailotea.—Aunque de lo que no hay es de lo que estás buscando…—Es que el rock ya no se lleva.—¿Ya no se lleva el rock?—El de ir vestido como antes no. Se lleva el de ir casi normal.—Y tú, ¿qué disfraz querías?—Alguna mamarrachada, uno de los del rock de antes; de los que llevaban una cosa de una cosa y otra de otra, y un sombrero encima. Y luego salían por la tele y a lo mejor se ponían un collar de plumas y a lo mejor no.—Pero si no es carnaval…—Ya. Pero a la chica le hace ilusión. Para una vez que viene a vernos…—¿Hace fiestas de disfraces, tu hija?—Qué va, nunca. Dice que esta vez es especial.—Y ¿qué día es esta vez?—Ninguno. Es sólo que viene a vernos. Pero, como se ha echado un novio publicista, que tiene unas ideas buenísimas…—¿Hay novios publicistas en Vigo?—Por lo visto…Las dos personas normales siguen paseando entre percheros, toqueteando aquí y allá. Parándose de vez en cuando a contemplar unas botas o un chaleco.—Pues estaba yo pensando…—¿Sí?—Estaba yo pensando que, si cogemos de todo, un pantalón de chándal, un pañuelo de gitano y una chaqueta de general, igual sí que nos sale algo.—¿Tipo Beatles?—Tipo después.—¿De los setenta y así?—Setenta y pico.—Y ¿no es mejor con pantalones de campana?—¿De vaquero?—O de vaquero, sí.—Pues es una idea muy buena. Pero ¿dejarán mezclar disfraces?—Si dices que el disfraz es así…—Y eso, ¿cómo se lo digo?—Pues en español. Le hablas de Miguelito Bosé, o de David Bowie, o del Brian Bolan ese…—Me gustaba mucho a mí Brian Bolan.—Y a mí.—Es el que yo creo, ¿no?—Yo creo que sí.—Ya no hay música de esa… —Hace un gestito como de tocar la guitarra.—Ya no.—Por eso quiero ir así. De persona fuera de control. De rebelde.—Como eres tú.—Por eso. De persona que escribe sus propias reglas.—Así es como yo te veo.—Por eso.Las dos personas normales se paran a meditar un poco. La segunda persona ve algo:—Y este casco de ciclista, ¿qué? Las dos personas normales entran en una tienda de disfraces de las de antes, de las que tienen ropa que pesa y que brilla lo que tiene que brillar, no esos lamés de petróleo llenos de verde mosquito y púrpura, para envolver regalos, que parecen hologramas, o cuadros iluminados por dentro, y que se descosen con mirarlos.La primera persona normal frota la manga de uno de los vestidos.—Es buena, ¿eh?—¿El qué?—La sisa.—¿La sisa es buena?—Más la manga que la sisa.—Más la manga que… ¿A ver?La segunda persona normal toca también la tela.—Pues sí. Muy buena. Se nota que es de princesa. Y muy buen vuelo.—Por eso te estaba diciendo. Enseguida se ve que es de verdad.—¿De princesa de verdad?—De vestido de verdad. De vestido de verdad con mangas. El otro día fui a un colegio, para que el pequeño pudiera acompañar a la novia, que llevaba a la sobrina…—Qué lío, ¿no?—Tú escucha… Y todos los niños…—Y niñas.—Y niñas… Y todos los niños y niñas iban vestidos del todo a cien.—Pero ¿iban disfrazados?—Claro.—Es que eso no lo has dicho.—Pues te lo digo ahora. Era el cumpleaños de una.—¿De la sobrina?—De otra.—Y tú, ¿qué pintabas ahí?—Llevaba al pequeño en coche.—Y ¿te quedaste?—Toma, claro. Tenían medianoches.—¿Es medianoches o medias noches?—No lo sé. Pero había más de cien. Con mortadela y todo.—¿En serio?—En serio.—Pero ¿todavía se hace eso?—Es que era un colegio católico.—Ah, ya. Allí cambia todo más despacio. —Por eso.—Y ¿por qué hacían allí el cumpleaños?—¿En lugar de dónde?—En lugar de en casa de la niña, por ejemplo. ¿Era una niña pobre o qué?—Pues igual sí, tenías que haberle visto el vestido; nada que ver con este. Le acercabas un mechero y salía la niña ardiendo.—¿Probaste?—Me quedé con las ganas.—Ya. Tenías que haber probado. La vida son esos ratitos.Las dos personas normales se quedan pensando en cosas que podrían haber hecho pero no. Una de ellas está a punto de hacer una reflexión de gran vuelo filosófico, cuando la otra dice:—Y ¿disfraces de soldado?, ¿tendrán?—¿Para qué?—Para tocarles las escamas.—¿Se dice escamas?—Supongo.—¿No se dirá de otra manera?—Yo qué sé.—Pues dices tú, pero mira: un disfraz de sirena. Te quedaría de maravilla. —La primera persona normal se ríe. Descuelga el traje de la percha y se lo pone por encima.—Te queda fenomenal.—¿Verdad?La persona normal bailotea.—Aunque de lo que no hay es de lo que estás buscando…—Es que el rock ya no se lleva.—¿Ya no se lleva el rock?—El de ir vestido como antes no. Se lleva el de ir casi normal.—Y tú, ¿qué disfraz querías?—Alguna mamarrachada, uno de los del rock de antes; de los que llevaban una cosa de una cosa y otra de otra, y un sombrero encima. Y luego salían por la tele y a lo mejor se ponían un collar de plumas y a lo mejor no.—Pero si no es carnaval…—Ya. Pero a la chica le hace ilusión. Para una vez que viene a vernos…—¿Hace fiestas de disfraces, tu hija?—Qué va, nunca. Dice que esta vez es especial.—Y ¿qué día es esta vez?—Ninguno. Es sólo que viene a vernos. Pero, como se ha echado un novio publicista, que tiene unas ideas buenísimas…—¿Hay novios publicistas en Vigo?—Por lo visto…Las dos personas normales siguen paseando entre percheros, toqueteando aquí y allá. Parándose de vez en cuando a contemplar unas botas o un chaleco.—Pues estaba yo pensando…—¿Sí?—Estaba yo pensando que, si cogemos de todo, un pantalón de chándal, un pañuelo de gitano y una chaqueta de general, igual sí que nos sale algo.—¿Tipo Beatles?—Tipo después.—¿De los setenta y así?—Setenta y pico.—Y ¿no es mejor con pantalones de campana?—¿De vaquero?—O de vaquero, sí.—Pues es una idea muy buena. Pero ¿dejarán mezclar disfraces?—Si dices que el disfraz es así…—Y eso, ¿cómo se lo digo?—Pues en español. Le hablas de Miguelito Bosé, o de David Bowie, o del Brian Bolan ese…—Me gustaba mucho a mí Brian Bolan.—Y a mí.—Es el que yo creo, ¿no?—Yo creo que sí.—Ya no hay música de esa… —Hace un gestito como de tocar la guitarra.—Ya no.—Por eso quiero ir así. De persona fuera de control. De rebelde.—Como eres tú.—Por eso. De persona que escribe sus propias reglas.—Así es como yo te veo.—Por eso.Las dos personas normales se paran a meditar un poco. La segunda persona ve algo:—Y este casco de ciclista, ¿qué?
PUES DICES TÚ
Las dos personas normales entran en una tienda de disfraces de las de antes, de las que tienen ropa que pesa y que brilla lo que tiene que brillar
Las dos personas normales entran en una tienda de disfraces de las de antes, de las que tienen ropa que pesa y que brilla lo que tiene que brillar, no esos lamés de petróleo llenos de verde mosquito y púrpura, para envolver regalos, que parecen … hologramas, o cuadros iluminados por dentro, y que se descosen con mirarlos.
La primera persona normal frota la manga de uno de los vestidos.
—Es buena, ¿eh?
—¿El qué?
—La sisa.
—¿La sisa es buena?
—Más la manga que la sisa.
—Más la manga que… ¿A ver?
La segunda persona normal toca también la tela.
—Pues sí. Muy buena. Se nota que es de princesa. Y muy buen vuelo.
—Por eso te estaba diciendo. Enseguida se ve que es de verdad.
—¿De princesa de verdad?
—De vestido de verdad. De vestido de verdad con mangas. El otro día fui a un colegio, para que el pequeño pudiera acompañar a la novia, que llevaba a la sobrina…
—Qué lío, ¿no?
—Tú escucha… Y todos los niños…
—Y niñas.
—Y niñas… Y todos los niños y niñas iban vestidos del todo a cien.
—Pero ¿iban disfrazados?
—Claro.
—Es que eso no lo has dicho.
—Pues te lo digo ahora. Era el cumpleaños de una.
—¿De la sobrina?
—De otra.
—Y tú, ¿qué pintabas ahí?
—Llevaba al pequeño en coche.
—Y ¿te quedaste?
—Toma, claro. Tenían medianoches.
—¿Es medianoches o medias noches?
—No lo sé. Pero había más de cien. Con mortadela y todo.
—¿En serio?
—En serio.
—Pero ¿todavía se hace eso?
—Es que era un colegio católico.
—Ah, ya. Allí cambia todo más despacio.
—Por eso.
—Y ¿por qué hacían allí el cumpleaños?
—¿En lugar de dónde?
—En lugar de en casa de la niña, por ejemplo. ¿Era una niña pobre o qué?
—Pues igual sí, tenías que haberle visto el vestido; nada que ver con este. Le acercabas un mechero y salía la niña ardiendo.
—¿Probaste?
—Me quedé con las ganas.
—Ya. Tenías que haber probado. La vida son esos ratitos.
Las dos personas normales se quedan pensando en cosas que podrían haber hecho pero no. Una de ellas está a punto de hacer una reflexión de gran vuelo filosófico, cuando la otra dice:
—Y ¿disfraces de soldado?, ¿tendrán?
—¿Para qué?
—Para tocarles las escamas.
—¿Se dice escamas?
—Supongo.
—¿No se dirá de otra manera?
—Yo qué sé.
—Pues dices tú, pero mira: un disfraz de sirena. Te quedaría de maravilla. —La primera persona normal se ríe. Descuelga el traje de la percha y se lo pone por encima.
—Te queda fenomenal.
—¿Verdad?
La persona normal bailotea.
—Aunque de lo que no hay es de lo que estás buscando…
—Es que el rock ya no se lleva.
—¿Ya no se lleva el rock?
—El de ir vestido como antes no. Se lleva el de ir casi normal.
—Y tú, ¿qué disfraz querías?
—Alguna mamarrachada, uno de los del rock de antes; de los que llevaban una cosa de una cosa y otra de otra, y un sombrero encima. Y luego salían por la tele y a lo mejor se ponían un collar de plumas y a lo mejor no.
—Pero si no es carnaval…
—Ya. Pero a la chica le hace ilusión. Para una vez que viene a vernos…
—¿Hace fiestas de disfraces, tu hija?
—Qué va, nunca. Dice que esta vez es especial.
—Y ¿qué día es esta vez?
—Ninguno. Es sólo que viene a vernos. Pero, como se ha echado un novio publicista, que tiene unas ideas buenísimas…
—¿Hay novios publicistas en Vigo?
—Por lo visto…
Las dos personas normales siguen paseando entre percheros, toqueteando aquí y allá. Parándose de vez en cuando a contemplar unas botas o un chaleco.
—Pues estaba yo pensando…
—¿Sí?
—Estaba yo pensando que, si cogemos de todo, un pantalón de chándal, un pañuelo de gitano y una chaqueta de general, igual sí que nos sale algo.
—¿Tipo Beatles?
—Tipo después.
—¿De los setenta y así?
—Setenta y pico.
—Y ¿no es mejor con pantalones de campana?
—¿De vaquero?
—O de vaquero, sí.
—Pues es una idea muy buena. Pero ¿dejarán mezclar disfraces?
—Si dices que el disfraz es así…
—Y eso, ¿cómo se lo digo?
—Pues en español. Le hablas de Miguelito Bosé, o de David Bowie, o del Brian Bolan ese…
—Me gustaba mucho a mí Brian Bolan.
—Y a mí.
—Es el que yo creo, ¿no?
—Yo creo que sí.
—Ya no hay música de esa… —Hace un gestito como de tocar la guitarra.
—Ya no.
—Por eso quiero ir así. De persona fuera de control. De rebelde.
—Como eres tú.
—Por eso. De persona que escribe sus propias reglas.
—Así es como yo te veo.
—Por eso.
Las dos personas normales se paran a meditar un poco. La segunda persona ve algo:
—Y este casco de ciclista, ¿qué?
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Volver a intentar
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Sigue navegando
Artículo solo para suscriptores
RSS de noticias de cultura