Cuando el barco zarpa desde Porth Meudwy, un pequeño embarcadero en la costa de la península de Llyn , en el noroeste de Gales, es difícil imaginar que a tan solo tres kilómetros mar adentro exista un lugar sin coches, tiendas, cobertura móvil… ni siquiera un pub. Bardsey Island, o Ynys Enlli en galés, es una pequeña isla de apenas 1,5 kilómetros cuadrados, con entre 10 y 12 habitantes permanentes según la época del año, sin infraestructuras turísticas y con una historia que se remonta muy lejos en el tiempo.Durante siglos, Bardsey fue considerada un lugar sagrado. Según la historiadora Karen Jankulak , en la Edad Media se creía que realizar tres peregrinaciones a Bardsey equivalía a una a Roma. Aunque la tradición sostiene que hay hasta 20.000 santos enterrados en la isla, esa cifra pertenece más al ámbito de la leyenda que al de la arqueología.PeregrinosLo que sí está documentado es que en el siglo VI, el noble bretón San Cadfan fundó un monasterio celta, que siglos más tarde daría paso a una abadía de canónigos agustinos. Esta comunidad monástica permaneció activa hasta su disolución en el siglo XVI por orden de Enrique VIII. Hoy en día se conservan tanto las ruinas medievales de la abadía como una iglesia del siglo XIX, levantada por Lord Newborough sobre el emplazamiento del templo original, y sigue siendo, a su modo, un lugar de peregrinación. Pero visitar Bardsey no es sencillo: sólo se puede acceder entre marzo y octubre, y las travesías en barco desde tierra firme, de unos veinte minutos, dependen del estado del mar. Esta inaccesibilidad ha impedido el desarrollo turístico masivo. Está gestionada por el Bardsey Island Trust , una organización sin ánimo de lucro que preserva el equilibrio entre la naturaleza, el patrimonio y la vida humana.No hay red eléctrica convencional en la isla. Las viviendas se abastecen mediante paneles solares y turbinas eólicas. El agua potable proviene de un manantial subterráneo. No hay tiendas. Los visitantes deben llevar sus provisiones y retirar toda la basura al marcharse. Las casas habitables, que se alquilan, son antiguas granjas restauradas con lo esencial: camas, cocina de gas, estufa de leña y letrinas secas y compostables. No hay conexión a internet ni cobertura móvil. El sitio de encuentro social es una pequeña cafetería que sirve bebidas, sándwiches y algunas comidas calientes que, eso sí, deben reservarse antes de poner un pie en la isla, que cada año apenas visitan unas 2.000 personas. Las estancias suelen durar una semana, de sábado a sábado, y deben reservarse con varios meses de antelación a través de un sistema gestionado por el Bardsey Island Trust, que publica las fechas disponibles al comienzo de cada temporada, mientras que la travesía en barco debe organizarse por separado, con los barqueros autorizados que operan desde Aberdaron.El sitio es un paraíso para los ornitólogos, ya que alberga el Bardsey Bird and Field Observatory , fundado en 1953, que ha anillado a decenas de miles de aves migratorias. Entre sus especies destacan los alcatraces atlánticos, frailecillos, cormoranes moñudos, charranes árticos y limícolas. También es frecuente ver focas grises y delfines comunes en las aguas que rodean la isla, lo que ha valido que haya sido declarada Reserva Natural Nacional, Zona Especial de Conservación Marina y, desde 2023, además, es el primer Santuario de Cielo Oscuro de Europa, una distinción que reconoce la pureza excepcional de su cielo nocturno, plagado de estrellas, lo que la hace parte de un exclusivo grupo de solo 16 lugares en todo el mundo con este estatus, otorgado por la Asociación Internacional de Cielos Oscuros (IDA). La fuente más cercana de contaminación lumínica importante proviene de Dublín, situada a más de 113 km al otro lado del mar de Irlanda.La comunidad permanente incluye granjeros, cuidadores de infraestructuras y personal del observatorio. Entre ellos está Mari Huws Jones , una de las ‘guardianas’ de Bardsey, quien afirma que «trabajar en Enlli es una vida ocupada, el trabajo nunca se acaba, pero poder dedicar mi energía a proteger y mejorar un lugar tan especial es un privilegio». Gareth Roberts , agricultor y pescador vinculado a la isla desde los años setenta, añade que «es un lugar maravilloso, y nuestros nietos están creciendo para disfrutarlo y valorarlo tanto como nosotros».La isla mantiene un sistema agrícola tradicional con unas 200 ovejas y entre 20 y 30 vacas negras galesas, que contribuyen al mantenimiento de la flora autóctona, entre otros motivos porque el pastoreo regular impide que ciertas especies de plantas dominantes, como helechos, matorrales o pastos altos, invadan todo el terreno. También se realiza pesca sostenible de bogavante y centollo, siguiendo prácticas respetuosas con el medio marino. No hay vehículos privados, ni caminos, salvo un tractor agrícola que facilita tareas de mantenimiento y transporte.Foco de artistasDesde 1999, el Bardsey Island Trust ofrece residencias de verano para una amplia variedad de creadores, como escritores, pintores, fotógrafos, músicos, cineastas, artistas sonoros, escultores o artistas interdisciplinarios, que se alojan en una antigua casa de campo. Allí trabajan en contacto directo con el entorno, sin distracciones digitales. El artista y guardián Emyr Glyn Owen , residente en la isla desde hace cinco años, afirma que «Enlli ha sido un lugar muy inspirador para los artistas. Aquí uno puede escuchar lo que normalmente se ahoga en el ruido del mundo exterior». Lejos del bullicio de la vida cotidiana, como indican desde la organización que la gestiona, «se invita a los visitantes a descubrir la libertad de rezar, leer, meditar, dialogar, caminar, escribir, dibujar, cantar, explorar… en otras palabras, a hacer aquello que les ayude a recargar sus baterías espirituales».Faro más altoOtros aspectos curiosos del lugar incluyen la existencia de una variedad de manzana única, conocida como Afal Enlli, descubierta en 1998; que el punto más alto de Bardsey, Mynydd Enlli, alcanza los 167 metros y está cubierto de líquenes dorados, brezos y flores silvestres, y protege a la isla del viento del este y permite una vista panorámica del mar de Irlanda, o que el faro, construido en 1821, es el más alto del Reino Unido con estructura cuadrada. Fue automatizado en 1987 y renovado en 2014 con tecnología LED. Otro dato llamativo es que la antigua escuela, construida en 1875, cerró en 1950 debido a la falta de alumnos.Llegar hasta allí requiere cruzar el estrecho de Bardsey Sound, conocido por sus fuertes corrientes. Desde Pwllheli se conduce hasta Aberdaron, y desde allí se camina media hora hasta el embarcadero de Porth Meudwy. No se permiten embarcaciones privadas ni perros, y se exige una tasa de desembarco simbólica. En la isla no hay señalización turística ni rutas marcadas: quien la visita la explora a su propio ritmo, sin guías ni interferencias externas de ningún tipo. Y quizá uno de los aspectos más destacados de este lugar tan único como desconocido, es que la espiritualidad está muy presente. Cada semana, se celebran oraciones informales en el pequeño oratorio, abiertas a quienes deseen participar en un momento de recogimiento ecuménico. No es casual que el lugar siga atrayendo a quienes buscan una experiencia de retiro. El escritor Philip Marsden, que dedicó parte de su libro ‘The Summer Isles’ a las islas del norte, escribió en un artículo que «un viaje por mar es un tránsito del alma», una frase que resume con exactitud la impresión que deja Bardsey entre quienes la visitan, muchos en busca de la calma que el mundo exterior, cada vez más ruidoso e hiperconectado, ha perdido.Pero lo mismo que para algunas personas hace tan atractiva a esta isla es lo que para otras personas la hace repelente. Bardsey no es un destino para todo el mundo. Su propuesta radicalmente opuesta al turismo de consumo se basa en la ausencia, de pantallas, de ruido, de redes sociales, de fotos para Instagram. Y para quienes están dispuestos a aceptar esa condición, ofrece una forma de estar y respirar en el mundo difícil de encontrar en otro lugar del Reino Unido. Y quizá del mundo. Porque Ynys Enlli es una isla donde no hay caminos, pero sí dirección. Cuando el barco zarpa desde Porth Meudwy, un pequeño embarcadero en la costa de la península de Llyn , en el noroeste de Gales, es difícil imaginar que a tan solo tres kilómetros mar adentro exista un lugar sin coches, tiendas, cobertura móvil… ni siquiera un pub. Bardsey Island, o Ynys Enlli en galés, es una pequeña isla de apenas 1,5 kilómetros cuadrados, con entre 10 y 12 habitantes permanentes según la época del año, sin infraestructuras turísticas y con una historia que se remonta muy lejos en el tiempo.Durante siglos, Bardsey fue considerada un lugar sagrado. Según la historiadora Karen Jankulak , en la Edad Media se creía que realizar tres peregrinaciones a Bardsey equivalía a una a Roma. Aunque la tradición sostiene que hay hasta 20.000 santos enterrados en la isla, esa cifra pertenece más al ámbito de la leyenda que al de la arqueología.PeregrinosLo que sí está documentado es que en el siglo VI, el noble bretón San Cadfan fundó un monasterio celta, que siglos más tarde daría paso a una abadía de canónigos agustinos. Esta comunidad monástica permaneció activa hasta su disolución en el siglo XVI por orden de Enrique VIII. Hoy en día se conservan tanto las ruinas medievales de la abadía como una iglesia del siglo XIX, levantada por Lord Newborough sobre el emplazamiento del templo original, y sigue siendo, a su modo, un lugar de peregrinación. Pero visitar Bardsey no es sencillo: sólo se puede acceder entre marzo y octubre, y las travesías en barco desde tierra firme, de unos veinte minutos, dependen del estado del mar. Esta inaccesibilidad ha impedido el desarrollo turístico masivo. Está gestionada por el Bardsey Island Trust , una organización sin ánimo de lucro que preserva el equilibrio entre la naturaleza, el patrimonio y la vida humana.No hay red eléctrica convencional en la isla. Las viviendas se abastecen mediante paneles solares y turbinas eólicas. El agua potable proviene de un manantial subterráneo. No hay tiendas. Los visitantes deben llevar sus provisiones y retirar toda la basura al marcharse. Las casas habitables, que se alquilan, son antiguas granjas restauradas con lo esencial: camas, cocina de gas, estufa de leña y letrinas secas y compostables. No hay conexión a internet ni cobertura móvil. El sitio de encuentro social es una pequeña cafetería que sirve bebidas, sándwiches y algunas comidas calientes que, eso sí, deben reservarse antes de poner un pie en la isla, que cada año apenas visitan unas 2.000 personas. Las estancias suelen durar una semana, de sábado a sábado, y deben reservarse con varios meses de antelación a través de un sistema gestionado por el Bardsey Island Trust, que publica las fechas disponibles al comienzo de cada temporada, mientras que la travesía en barco debe organizarse por separado, con los barqueros autorizados que operan desde Aberdaron.El sitio es un paraíso para los ornitólogos, ya que alberga el Bardsey Bird and Field Observatory , fundado en 1953, que ha anillado a decenas de miles de aves migratorias. Entre sus especies destacan los alcatraces atlánticos, frailecillos, cormoranes moñudos, charranes árticos y limícolas. También es frecuente ver focas grises y delfines comunes en las aguas que rodean la isla, lo que ha valido que haya sido declarada Reserva Natural Nacional, Zona Especial de Conservación Marina y, desde 2023, además, es el primer Santuario de Cielo Oscuro de Europa, una distinción que reconoce la pureza excepcional de su cielo nocturno, plagado de estrellas, lo que la hace parte de un exclusivo grupo de solo 16 lugares en todo el mundo con este estatus, otorgado por la Asociación Internacional de Cielos Oscuros (IDA). La fuente más cercana de contaminación lumínica importante proviene de Dublín, situada a más de 113 km al otro lado del mar de Irlanda.La comunidad permanente incluye granjeros, cuidadores de infraestructuras y personal del observatorio. Entre ellos está Mari Huws Jones , una de las ‘guardianas’ de Bardsey, quien afirma que «trabajar en Enlli es una vida ocupada, el trabajo nunca se acaba, pero poder dedicar mi energía a proteger y mejorar un lugar tan especial es un privilegio». Gareth Roberts , agricultor y pescador vinculado a la isla desde los años setenta, añade que «es un lugar maravilloso, y nuestros nietos están creciendo para disfrutarlo y valorarlo tanto como nosotros».La isla mantiene un sistema agrícola tradicional con unas 200 ovejas y entre 20 y 30 vacas negras galesas, que contribuyen al mantenimiento de la flora autóctona, entre otros motivos porque el pastoreo regular impide que ciertas especies de plantas dominantes, como helechos, matorrales o pastos altos, invadan todo el terreno. También se realiza pesca sostenible de bogavante y centollo, siguiendo prácticas respetuosas con el medio marino. No hay vehículos privados, ni caminos, salvo un tractor agrícola que facilita tareas de mantenimiento y transporte.Foco de artistasDesde 1999, el Bardsey Island Trust ofrece residencias de verano para una amplia variedad de creadores, como escritores, pintores, fotógrafos, músicos, cineastas, artistas sonoros, escultores o artistas interdisciplinarios, que se alojan en una antigua casa de campo. Allí trabajan en contacto directo con el entorno, sin distracciones digitales. El artista y guardián Emyr Glyn Owen , residente en la isla desde hace cinco años, afirma que «Enlli ha sido un lugar muy inspirador para los artistas. Aquí uno puede escuchar lo que normalmente se ahoga en el ruido del mundo exterior». Lejos del bullicio de la vida cotidiana, como indican desde la organización que la gestiona, «se invita a los visitantes a descubrir la libertad de rezar, leer, meditar, dialogar, caminar, escribir, dibujar, cantar, explorar… en otras palabras, a hacer aquello que les ayude a recargar sus baterías espirituales».Faro más altoOtros aspectos curiosos del lugar incluyen la existencia de una variedad de manzana única, conocida como Afal Enlli, descubierta en 1998; que el punto más alto de Bardsey, Mynydd Enlli, alcanza los 167 metros y está cubierto de líquenes dorados, brezos y flores silvestres, y protege a la isla del viento del este y permite una vista panorámica del mar de Irlanda, o que el faro, construido en 1821, es el más alto del Reino Unido con estructura cuadrada. Fue automatizado en 1987 y renovado en 2014 con tecnología LED. Otro dato llamativo es que la antigua escuela, construida en 1875, cerró en 1950 debido a la falta de alumnos.Llegar hasta allí requiere cruzar el estrecho de Bardsey Sound, conocido por sus fuertes corrientes. Desde Pwllheli se conduce hasta Aberdaron, y desde allí se camina media hora hasta el embarcadero de Porth Meudwy. No se permiten embarcaciones privadas ni perros, y se exige una tasa de desembarco simbólica. En la isla no hay señalización turística ni rutas marcadas: quien la visita la explora a su propio ritmo, sin guías ni interferencias externas de ningún tipo. Y quizá uno de los aspectos más destacados de este lugar tan único como desconocido, es que la espiritualidad está muy presente. Cada semana, se celebran oraciones informales en el pequeño oratorio, abiertas a quienes deseen participar en un momento de recogimiento ecuménico. No es casual que el lugar siga atrayendo a quienes buscan una experiencia de retiro. El escritor Philip Marsden, que dedicó parte de su libro ‘The Summer Isles’ a las islas del norte, escribió en un artículo que «un viaje por mar es un tránsito del alma», una frase que resume con exactitud la impresión que deja Bardsey entre quienes la visitan, muchos en busca de la calma que el mundo exterior, cada vez más ruidoso e hiperconectado, ha perdido.Pero lo mismo que para algunas personas hace tan atractiva a esta isla es lo que para otras personas la hace repelente. Bardsey no es un destino para todo el mundo. Su propuesta radicalmente opuesta al turismo de consumo se basa en la ausencia, de pantallas, de ruido, de redes sociales, de fotos para Instagram. Y para quienes están dispuestos a aceptar esa condición, ofrece una forma de estar y respirar en el mundo difícil de encontrar en otro lugar del Reino Unido. Y quizá del mundo. Porque Ynys Enlli es una isla donde no hay caminos, pero sí dirección.
Cuando el barco zarpa desde Porth Meudwy, un pequeño embarcadero en la costa de la península de Llyn, en el noroeste de Gales, es difícil imaginar que a tan solo tres kilómetros mar adentro exista un lugar sin coches, tiendas, cobertura móvil… ni siquiera … un pub. Bardsey Island, o Ynys Enlli en galés, es una pequeña isla de apenas 1,5 kilómetros cuadrados, con entre 10 y 12 habitantes permanentes según la época del año, sin infraestructuras turísticas y con una historia que se remonta muy lejos en el tiempo.
Durante siglos, Bardsey fue considerada un lugar sagrado. Según la historiadora Karen Jankulak, en la Edad Media se creía que realizar tres peregrinaciones a Bardsey equivalía a una a Roma. Aunque la tradición sostiene que hay hasta 20.000 santos enterrados en la isla, esa cifra pertenece más al ámbito de la leyenda que al de la arqueología.
Peregrinos
Lo que sí está documentado es que en el siglo VI, el noble bretón San Cadfan fundó un monasterio celta, que siglos más tarde daría paso a una abadía de canónigos agustinos. Esta comunidad monástica permaneció activa hasta su disolución en el siglo XVI por orden de Enrique VIII. Hoy en día se conservan tanto las ruinas medievales de la abadía como una iglesia del siglo XIX, levantada por Lord Newborough sobre el emplazamiento del templo original, y sigue siendo, a su modo, un lugar de peregrinación.
Pero visitar Bardsey no es sencillo: sólo se puede acceder entre marzo y octubre, y las travesías en barco desde tierra firme, de unos veinte minutos, dependen del estado del mar. Esta inaccesibilidad ha impedido el desarrollo turístico masivo. Está gestionada por el Bardsey Island Trust, una organización sin ánimo de lucro que preserva el equilibrio entre la naturaleza, el patrimonio y la vida humana.
No hay red eléctrica convencional en la isla. Las viviendas se abastecen mediante paneles solares y turbinas eólicas. El agua potable proviene de un manantial subterráneo. No hay tiendas. Los visitantes deben llevar sus provisiones y retirar toda la basura al marcharse. Las casas habitables, que se alquilan, son antiguas granjas restauradas con lo esencial: camas, cocina de gas, estufa de leña y letrinas secas y compostables. No hay conexión a internet ni cobertura móvil.
El sitio de encuentro social es una pequeña cafetería que sirve bebidas, sándwiches y algunas comidas calientes que, eso sí, deben reservarse antes de poner un pie en la isla, que cada año apenas visitan unas 2.000 personas. Las estancias suelen durar una semana, de sábado a sábado, y deben reservarse con varios meses de antelación a través de un sistema gestionado por el Bardsey Island Trust, que publica las fechas disponibles al comienzo de cada temporada, mientras que la travesía en barco debe organizarse por separado, con los barqueros autorizados que operan desde Aberdaron.
El sitio es un paraíso para los ornitólogos, ya que alberga el Bardsey Bird and Field Observatory, fundado en 1953, que ha anillado a decenas de miles de aves migratorias. Entre sus especies destacan los alcatraces atlánticos, frailecillos, cormoranes moñudos, charranes árticos y limícolas. También es frecuente ver focas grises y delfines comunes en las aguas que rodean la isla, lo que ha valido que haya sido declarada Reserva Natural Nacional, Zona Especial de Conservación Marina y, desde 2023, además, es el primer Santuario de Cielo Oscuro de Europa, una distinción que reconoce la pureza excepcional de su cielo nocturno, plagado de estrellas, lo que la hace parte de un exclusivo grupo de solo 16 lugares en todo el mundo con este estatus, otorgado por la Asociación Internacional de Cielos Oscuros (IDA). La fuente más cercana de contaminación lumínica importante proviene de Dublín, situada a más de 113 km al otro lado del mar de Irlanda.
La comunidad permanente incluye granjeros, cuidadores de infraestructuras y personal del observatorio. Entre ellos está Mari Huws Jones, una de las ‘guardianas’ de Bardsey, quien afirma que «trabajar en Enlli es una vida ocupada, el trabajo nunca se acaba, pero poder dedicar mi energía a proteger y mejorar un lugar tan especial es un privilegio». Gareth Roberts, agricultor y pescador vinculado a la isla desde los años setenta, añade que «es un lugar maravilloso, y nuestros nietos están creciendo para disfrutarlo y valorarlo tanto como nosotros».
La isla mantiene un sistema agrícola tradicional con unas 200 ovejas y entre 20 y 30 vacas negras galesas, que contribuyen al mantenimiento de la flora autóctona, entre otros motivos porque el pastoreo regular impide que ciertas especies de plantas dominantes, como helechos, matorrales o pastos altos, invadan todo el terreno. También se realiza pesca sostenible de bogavante y centollo, siguiendo prácticas respetuosas con el medio marino. No hay vehículos privados, ni caminos, salvo un tractor agrícola que facilita tareas de mantenimiento y transporte.
Foco de artistas
Desde 1999, el Bardsey Island Trust ofrece residencias de verano para una amplia variedad de creadores, como escritores, pintores, fotógrafos, músicos, cineastas, artistas sonoros, escultores o artistas interdisciplinarios, que se alojan en una antigua casa de campo. Allí trabajan en contacto directo con el entorno, sin distracciones digitales. El artista y guardián Emyr Glyn Owen, residente en la isla desde hace cinco años, afirma que «Enlli ha sido un lugar muy inspirador para los artistas. Aquí uno puede escuchar lo que normalmente se ahoga en el ruido del mundo exterior».
Lejos del bullicio de la vida cotidiana, como indican desde la organización que la gestiona, «se invita a los visitantes a descubrir la libertad de rezar, leer, meditar, dialogar, caminar, escribir, dibujar, cantar, explorar… en otras palabras, a hacer aquello que les ayude a recargar sus baterías espirituales».
Faro más alto
Otros aspectos curiosos del lugar incluyen la existencia de una variedad de manzana única, conocida como Afal Enlli, descubierta en 1998; que el punto más alto de Bardsey, Mynydd Enlli, alcanza los 167 metros y está cubierto de líquenes dorados, brezos y flores silvestres, y protege a la isla del viento del este y permite una vista panorámica del mar de Irlanda, o que el faro, construido en 1821, es el más alto del Reino Unido con estructura cuadrada. Fue automatizado en 1987 y renovado en 2014 con tecnología LED. Otro dato llamativo es que la antigua escuela, construida en 1875, cerró en 1950 debido a la falta de alumnos.
Llegar hasta allí requiere cruzar el estrecho de Bardsey Sound, conocido por sus fuertes corrientes. Desde Pwllheli se conduce hasta Aberdaron, y desde allí se camina media hora hasta el embarcadero de Porth Meudwy. No se permiten embarcaciones privadas ni perros, y se exige una tasa de desembarco simbólica. En la isla no hay señalización turística ni rutas marcadas: quien la visita la explora a su propio ritmo, sin guías ni interferencias externas de ningún tipo.
Y quizá uno de los aspectos más destacados de este lugar tan único como desconocido, es que la espiritualidad está muy presente. Cada semana, se celebran oraciones informales en el pequeño oratorio, abiertas a quienes deseen participar en un momento de recogimiento ecuménico. No es casual que el lugar siga atrayendo a quienes buscan una experiencia de retiro. El escritor Philip Marsden, que dedicó parte de su libro ‘The Summer Isles’ a las islas del norte, escribió en un artículo que «un viaje por mar es un tránsito del alma», una frase que resume con exactitud la impresión que deja Bardsey entre quienes la visitan, muchos en busca de la calma que el mundo exterior, cada vez más ruidoso e hiperconectado, ha perdido.
Pero lo mismo que para algunas personas hace tan atractiva a esta isla es lo que para otras personas la hace repelente. Bardsey no es un destino para todo el mundo. Su propuesta radicalmente opuesta al turismo de consumo se basa en la ausencia, de pantallas, de ruido, de redes sociales, de fotos para Instagram. Y para quienes están dispuestos a aceptar esa condición, ofrece una forma de estar y respirar en el mundo difícil de encontrar en otro lugar del Reino Unido. Y quizá del mundo. Porque Ynys Enlli es una isla donde no hay caminos, pero sí dirección.
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