Cuando murió la abuela Petronila, en 2003, la escritora puertorriqueña Yolanda Arroyo Pizarro (Guaynabo, 54 años) entró en un duelo profundo que solo pudo sanar con historias. En un acto ritual para resucitar la memoria de Mami, empezó a escribir todo lo que ella contaba sobre las mujeres de la familia. Desde 2004, Arroyo escribió de tres a seis de la mañana las historias de la partera Ndizi, que dejaba morir a los hijos de las mujeres esclavizadas en Puerto Rico para evitarles esa vida difícil, o de Petra, que pasó a ser la cuidadora del hijo de un poderoso hacendado a ser su víctima sexual. De esos recuerdos, y de repetidas visitas a los archivos históricos de Puerto Rico, nació el libro Las Negras en 2012.
La obra ha sido reeditada varias veces y traducida al inglés y es uno de los títulos contemporáneos referentes en América Latina y el Caribe sobre feminismo negro y antirracismo. Ahora, en 2025, la editorial Yegua de Troya, del grupo Penguim Random House, lanzó, en el marco de la Feria del Libro de Madrid, una edición ampliada con tres relatos afrofuturistas. Las viejas historias de la primera edición de Las Negras continúan en 2229, en un juicio en el Tribunal de Investigaciones Sobre Genocidios y Documentos Relacionados. Es ciencia ficción, pero Arroyo, en una entrevista con EL PAÍS, en Madrid, confiesa que anhela llegar a ese año para vivir el juicio que imaginó. “Lo de África y otros genocidios pasados y presentes van a ser una llaga de vergüenza para quienes estén mirando la historia del mundo en ese momento”, afirma.
Pregunta. ¿Por qué su abuela la inspiró para escribir estos relatos?
Respuesta. Ella falleció en 2003 y, de tanto extrañarla, yo empecé a escribir todo lo que me contaba cuando era niña. Escribir fue una forma de sanar mi duelo. Recuerdo que me contaba historias de las mujeres de la familia y me decía: “Tu abuela era comadrona e hizo tal cosa… Pero no se lo cuentes a nadie”. Aunque años después me dijo: “Bueno, cuando le cuentes esto alguien recuerda que nosotras tenemos que ganar”. A decir verdad, yo no le creía mucho al principio. Viví en una época en la que me ilusionaba mucho con mis profesores, era la mejor amiga de mis maestros. Y no me cabía en la cabeza que el profesor de Historia me estuviera mintiendo [sobre la esclavitud y la colonización en Puerto Rico].
P. ¿Hasta dónde ha logrado llegar en su árbol genealógico?
R. Voy a leer algo que escribí sobre eso, para no equivocarme en fechas. “Hoy descubrí también los nombres de mi tatarabuela, Josefa (1849). Mi tataratatarabuela, Rosario (1811). Y mi tataratataratatarabuela Rita. Para Rita no hay fecha de nacimiento, pero aparece en un censo y registro civil de 1805. En el registro se indica que Rita llegó por barco [desde África]”. Lo descubrí porque en Puerto Rico hay un sitio que se llama FamilySearch.com, que recopila todos los registros bautismales y los digitaliza. Al poner mi nombre, el árbol [genealógico] se va abriendo hasta la más ancestral, Rita.
P. ¿Y sobre Rita ha escrito algo?
R. Empecé una novela que se llama 1805. Va muy lenta, porque con relatos tan dolorosos como estos, tengo que hacer un trabajo de sanación para ir escribiendo.
P. ¿Qué sentía cuando escuchaba que estas situaciones tan dolorosas le habían ocurrido a mujeres de su familia?
R. Mi abuela ajustaba la historia dependiendo de mi edad. A los 10 años, por ejemplo, no me contaba que la comadrona “ponía a dormir” a los bebés antes que permitir que fueran esclavizados. En ese momento, me decía que la bisabuela comadrona era una mujer muy fuerte y brava. Años después, me soltaba la bomba [de que, realmente, la comadrona los mataba con brebajes y hechizos].
P. ¿En qué momento los archivos históricos de la esclavitud en Puerto Rico empiezan a ser parte del proceso creativo?
R. Cuando empiezo a escribir las historias que me contaba mi abuela, pensaba “esto se parece a una lectura” o me preguntaba si eso realmente había sucedido y me iba a buscar información [en los archivos de Puerto Rico]. Ahí fui conciliando el texto de la abuela con el texto de los archivos. Mi primer contacto con los archivos fue a través del libro Esclavos rebeldes de Guillermo Baralt, un texto de historia que mencionaba a los hombres esclavizados, la hacienda de las que venían, su rebelión y si habían sido presos o castigados. Y al final de la página decía “Y en estas sublevaciones hubo 11 esclavizadas”. Solo un número, pero no decía nada de ellas. Junto a eso había siglas de los archivos que él había consultado. El Archivo General de Puerto Rico tenía casi todos [los documentos] de los que él hablaba. Yo me fui a buscarlas.
Mi abuela me decía: “Te tienes que educar, porque eso va a hacer la diferencia. El día en que vayas a la universidad, las mujeres de mi familia habrán ganado porque nosotras íbamos a ser analfabetas”
Yolanda Arroyo Pizarro, escritora
P. En una presentación de su libro en Espacio Afro, en Madrid, usted aseguró que en las historias las mujeres habían ganado. ¿Cómo es eso posible si en los relatos los finales son trágicos?
R. Mi abuela siempre me decía que yo iría a la Universidad de Puerto Rico, la más prestigiosa del país. Me decía: “Te tienes que educar, porque eso va a hacer la diferencia. El día en que vayas a la universidad, las mujeres de mi familia habrán ganado porque nosotras íbamos a ser analfabetas”. Yo no solamente aprendí a leer y a escribir, yo aprendí a ser escritora.
P. ¿Por qué el interés por el afrofuturismo?
R. Es lo mismo que pasó cuando se estrenó la película Wakanda [Black Panther, 2018]. Hasta ese momento había muy poca o ninguna representación de afrodescendientes en el futurismo, en pensarnos en un futuro de dignidad y progreso. Cuando yo crecía, leía mucho ciencia ficción: a Isaac Asimov, a Ray Bradbury, a Philip K. Dick…. Y escribía ciencia ficción también a mis 15 años. Pero los profesores me decía “está bien que escribas eso del platillo volador, pero recuerda que lo que tienes que hacer es leer. ¿Qué autor negro conoces que escriba ciencia ficción?“. Igual escribí y alguna que otra de esas historias salió en libros. Luego, me di cuenta de que había una Octavia Butler escribiendo ciencia ficción y que a eso se le llamaba afrofuturismo.
P. Llama la atención la apuesta por imaginar un juicio en un Tribunal de Investigaciones Sobre Genocidios y por devolver la dignidad a pueblos afrodescendientes durante la colonización
R. Lo escribí sabiendo eso. Pero a la vez, te diré que en mis talleres de creación literaria con niños yo hago una práctica: nos vestimos de personajes futuristas, con trajes de astronauta, gafas de sol y unas coronas. Nos imaginamos un futuro de reyes y reinas. Entonces, les cuento que en el pasado hemos sido esa gente también, porque en África, antes del esclavismo, hubo imperios. Lo hacemos para explicar que, en el pasado, fuimos ese futuro.
P. ¿Cómo nos juzgarían en 2229?
R. Yo voy a estar ahí [risas]. Lo de África y otros genocidios pasados y presentes van a ser una llaga de vergüenza para quienes estén mirando la historia del mundo en ese momento.
Les cuento que en el pasado hemos sido esa gente también, porque en África, antes de la esclavización, hubo imperios. Lo hacemos para explicar que en el pasado, fuimos ese futuro.
Yolanda Arroyo Pizarro, escritora
P. Usted dirige la Cátedra de Mujeres Ancestrales en Puerto Rico. ¿En qué consiste?
R. Buscamos que cualquier persona pueda replicar el proceso que yo tuve con Las Negras. Empezamos con un ejercicio sencillo de escritura sobre la comida que preparaban las abuelas, para abrir el mar de recuerdos. También utilizamos un registro de la Sociedad Puertorriqueña de Genealogía, que incluye datos de las personas que llegaron esclavizadas, y empleamos La Gaceta de Puerto Rico que registraba cuando la persona esclavizada escapaba. Como ellos no tenían documentos, los describían y eso da insumo para empezar a escribir.
P. La Cátedra se enmarca en el Decenio Internacional para los Afrodescendientes (2015-2024) proclamado por la ONU. ¿En qué ha terminado el proyecto?
R. La ONU extendió el decenio hasta 2034. Entonces seguimos escribiendo, pero esta vez abarcamos más gente y llegamos a otros lugares: este año, por ejemplo, dicto un taller para Nueva York y otros en Colombia.
P. ¿Por qué dice que recordar es un acto rebeldía?
R. El sistema está diseñado para que no recordemos. Aunque ya no hay esclavitud como la que conocimos en 1500, aún no somos dueños [de nuestro tiempo]. Los amos, los dueños de la riqueza son los únicos que pueden salir de ese ciclo. En África se habla del ave Sankofa, una espiritualidad que lleva en el pico una piedra preciosa, que significa el recordar. El ave camina hacia el frente y cada cierto tiempo se detiene, mira hacia atrás y le enseña la joya al pasado. A nosotros nos han hecho creer que no hay que detenerse. Por eso creo que recordar es una rebelión. Yo escribo para hablar de la abuela Petronila, de la bisabuela Georgina, y de Rita, y para dejar un mejor mundo para la abuela del futuro, mi hija Aurora.
La autora puertorriqueña publica una edición ampliada de ‘Las Negras’, en la que retoma historias de mujeres esclavizadas y las lleva a un escenario futurista: un juicio que les devuelve la dignidad y la verdad en el año 2229
Cuando murió la abuela Petronila, en 2003, la escritora puertorriqueña Yolanda Arroyo Pizarro (Guaynabo, 54 años) entró en un duelo profundo que solo pudo sanar con historias. En un acto ritual para resucitar la memoria de Mami, empezó a escribir todo lo que ella contaba sobre las mujeres de la familia. Desde 2004, Arroyo escribió de tres a seis de la mañana las historias de la partera Ndizi, que dejaba morir a los hijos de las mujeres esclavizadas en Puerto Rico para evitarles esa vida difícil, o de Petra, que pasó a ser la cuidadora del hijo de un poderoso hacendado a ser su víctima sexual. De esos recuerdos, y de repetidas visitas a los archivos históricos de Puerto Rico, nació el libro Las Negrasen 2012.
La obra ha sido reeditada varias veces y traducida al inglés y es uno de los títulos contemporáneos referentes en América Latina y el Caribe sobre feminismo negro y antirracismo. Ahora, en 2025, la editorial Yegua de Troya, del grupo Penguim Random House, lanzó, en el marco de la Feria del Libro de Madrid, una edición ampliada con tres relatos afrofuturistas. Las viejas historias de la primera edición de Las Negras continúan en 2229, en un juicio en el Tribunal de Investigaciones Sobre Genocidios y Documentos Relacionados. Es ciencia ficción, pero Arroyo, en una entrevista con EL PAÍS, en Madrid, confiesa que anhela llegar a ese año para vivir el juicio que imaginó. “Lo de África y otros genocidios pasados y presentes van a ser una llaga de vergüenza para quienes estén mirando la historia del mundo en ese momento”, afirma.
Pregunta. ¿Por qué su abuela la inspiró para escribir estos relatos?
Respuesta. Ella falleció en 2003 y, de tanto extrañarla, yo empecé a escribir todo lo que me contaba cuando era niña. Escribir fue una forma de sanar mi duelo. Recuerdo que me contaba historias de las mujeres de la familia y me decía: “Tu abuela era comadrona e hizo tal cosa… Pero no se lo cuentes a nadie”. Aunque años después me dijo: “Bueno, cuando le cuentes esto alguien recuerda que nosotras tenemos que ganar”. A decir verdad, yo no le creía mucho al principio. Viví en una época en la que me ilusionaba mucho con mis profesores, era la mejor amiga de mis maestros. Y no me cabía en la cabeza que el profesor de Historia me estuviera mintiendo [sobre la esclavitud y la colonización en Puerto Rico].
P. ¿Hasta dónde ha logrado llegar en su árbol genealógico?
R. Voy a leer algo que escribí sobre eso, para no equivocarme en fechas. “Hoy descubrí también los nombres de mi tatarabuela, Josefa (1849). Mi tataratatarabuela, Rosario (1811). Y mi tataratataratatarabuela Rita. Para Rita no hay fecha de nacimiento, pero aparece en un censo y registro civil de 1805. En el registro se indica que Rita llegó por barco [desde África]”. Lo descubrí porque en Puerto Rico hay un sitio que se llama FamilySearch.com, que recopila todos los registros bautismales y los digitaliza. Al poner mi nombre, el árbol [genealógico] se va abriendo hasta la más ancestral, Rita.
P. ¿Y sobre Rita ha escrito algo?
R. Empecé una novela que se llama 1805. Va muy lenta, porque con relatos tan dolorosos como estos, tengo que hacer un trabajo de sanación para ir escribiendo.
P. ¿Qué sentía cuando escuchaba que estas situaciones tan dolorosas le habían ocurrido a mujeres de su familia?
R. Mi abuela ajustaba la historia dependiendo de mi edad. A los 10 años, por ejemplo, no me contaba que la comadrona “ponía a dormir” a los bebés antes que permitir que fueran esclavizados. En ese momento, me decía que la bisabuela comadrona era una mujer muy fuerte y brava. Años después, me soltaba la bomba [de que, realmente, la comadrona los mataba con brebajes y hechizos].
P. ¿En qué momento los archivos históricos de la esclavitud en Puerto Rico empiezan a ser parte del proceso creativo?
R. Cuando empiezo a escribir las historias que me contaba mi abuela, pensaba “esto se parece a una lectura” o me preguntaba si eso realmente había sucedido y me iba a buscar información [en los archivos de Puerto Rico]. Ahí fui conciliando el texto de la abuela con el texto de los archivos. Mi primer contacto con los archivos fue a través del libro Esclavos rebeldesde Guillermo Baralt, un texto de historia que mencionaba a los hombres esclavizados, la hacienda de las que venían, su rebelión y si habían sido presos o castigados. Y al final de la página decía “Y en estas sublevaciones hubo 11 esclavizadas”. Solo un número, pero no decía nada de ellas. Junto a eso había siglas de los archivos que él había consultado. El Archivo General de Puerto Rico tenía casi todos [los documentos] de los que él hablaba. Yo me fui a buscarlas.
Mi abuela me decía: “Te tienes que educar, porque eso va a hacer la diferencia. El día en que vayas a la universidad, las mujeres de mi familia habrán ganado porque nosotras íbamos a ser analfabetas”
Yolanda Arroyo Pizarro, escritora
P. En una presentación de su libro en Espacio Afro, en Madrid, usted aseguró que en las historias las mujeres habían ganado. ¿Cómo es eso posible si en los relatos los finales son trágicos?
R. Mi abuela siempre me decía que yo iría a la Universidad de Puerto Rico, la más prestigiosa del país. Me decía: “Te tienes que educar, porque eso va a hacer la diferencia. El día en que vayas a la universidad, las mujeres de mi familia habrán ganado porque nosotras íbamos a ser analfabetas”. Yo no solamente aprendí a leer y a escribir, yo aprendí a ser escritora.
P. ¿Por qué el interés por el afrofuturismo?
R. Es lo mismo que pasó cuando se estrenó la película Wakanda [Black Panther, 2018]. Hasta ese momento había muy poca o ninguna representación de afrodescendientes en el futurismo, en pensarnos en un futuro de dignidad y progreso. Cuando yo crecía, leía mucho ciencia ficción: a Isaac Asimov, a Ray Bradbury, a Philip K. Dick…. Y escribía ciencia ficción también a mis 15 años. Pero los profesores me decía “está bien que escribas eso del platillo volador, pero recuerda que lo que tienes que hacer es leer. ¿Qué autor negro conoces que escriba ciencia ficción?“. Igual escribí y alguna que otra de esas historias salió en libros. Luego, me di cuenta de que había una Octavia Butler escribiendo ciencia ficción y que a eso se le llamaba afrofuturismo.
P. Llama la atención la apuesta por imaginar un juicio en un Tribunal de Investigaciones Sobre Genocidios y por devolver la dignidad a pueblos afrodescendientes durante la colonización
R. Lo escribí sabiendo eso. Pero a la vez, te diré que en mis talleres de creación literaria con niños yo hago una práctica: nos vestimos de personajes futuristas, con trajes de astronauta, gafas de sol y unas coronas. Nos imaginamos un futuro de reyes y reinas. Entonces, les cuento que en el pasado hemos sido esa gente también, porque en África, antes del esclavismo, hubo imperios. Lo hacemos para explicar que, en el pasado, fuimos ese futuro.
P. ¿Cómo nos juzgarían en 2229?
R. Yo voy a estar ahí [risas]. Lo de África y otros genocidios pasados y presentes van a ser una llaga de vergüenza para quienes estén mirando la historia del mundo en ese momento.
Les cuento que en el pasado hemos sido esa gente también, porque en África, antes de la esclavización, hubo imperios. Lo hacemos para explicar que en el pasado, fuimos ese futuro.
Yolanda Arroyo Pizarro, escritora
P. Usted dirige la Cátedra de Mujeres Ancestrales en Puerto Rico. ¿En qué consiste?
R. Buscamos que cualquier persona pueda replicar el proceso que yo tuve con Las Negras. Empezamos con un ejercicio sencillo de escritura sobre la comida que preparaban las abuelas, para abrir el mar de recuerdos. También utilizamos un registro de la Sociedad Puertorriqueña de Genealogía, que incluye datos de las personas que llegaron esclavizadas, y empleamos La Gaceta de Puerto Rico que registraba cuando la persona esclavizada escapaba. Como ellos no tenían documentos, los describían y eso da insumo para empezar a escribir.
P. La Cátedra se enmarca en el Decenio Internacional para los Afrodescendientes (2015-2024) proclamado por la ONU. ¿En qué ha terminado el proyecto?
R. La ONU extendió el decenio hasta 2034. Entonces seguimos escribiendo, pero esta vez abarcamos más gente y llegamos a otros lugares: este año, por ejemplo, dicto un taller para Nueva York y otros en Colombia.
P. ¿Por qué dice que recordar es un acto rebeldía?
R. El sistema está diseñado para que no recordemos. Aunque ya no hay esclavitud como la que conocimos en 1500, aún no somos dueños [de nuestro tiempo]. Los amos, los dueños de la riqueza son los únicos que pueden salir de ese ciclo. En África se habla del ave Sankofa, una espiritualidad que lleva en el pico una piedra preciosa, que significa el recordar. El ave camina hacia el frente y cada cierto tiempo se detiene, mira hacia atrás y le enseña la joya al pasado. A nosotros nos han hecho creer que no hay que detenerse. Por eso creo que recordar es una rebelión. Yo escribo para hablar de la abuela Petronila, de la bisabuela Georgina, y de Rita, y para dejar un mejor mundo para la abuela del futuro, mi hija Aurora.
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