Un día, Olimpia reunió a sus cinco hijos y les dijo que la policía vendría a casa a detenerla: “Lo único que nos pidió fue que siempre permaneciéramos juntos. No dijimos nada más. Hay veces en que no hace falta preguntar…”. Entonces, Zaira Romero tenía 12 años recién cumplidos y ni se le pasaba por la cabeza convertirse en actriz. Hoy lo es y le ha tocado en suerte interpretar aquel momento, pero no como aquella preadolescente, muy espabilada, bastante curiosa, que se podía oler la situación porque ponía la ojera muchas veces a las conversaciones por teléfono de los mayores… Sino como su madre, la entonces jefa de El clan Olimpia.
La actriz de etnia merchera protagoniza ‘El clan Olimpia’, en Disney +, la historia de su familia y su progenitora, que fue condenada por tráfico de drogas
Un día, Olimpia reunió a sus cinco hijos y les dijo que la policía vendría a casa a detenerla: “Lo único que nos pidió fue que siempre permaneciéramos juntos. No dijimos nada más. Hay veces en que no hace falta preguntar…”. Entonces, Zaira Romero tenía 12 años recién cumplidos y ni se le pasaba por la cabeza convertirse en actriz. Hoy lo es y le ha tocado en suerte interpretar aquel momento, pero no como aquella preadolescente, muy espabilada, bastante curiosa, que se podía oler la situación porque ponía la ojera muchas veces a las conversaciones por teléfono de los mayores… Sino como su madre, la entonces jefa de El clan Olimpia.
Zaira era la cuarta en la línea familiar. A partir de ahí, sus hermanos mayores empezaron a trabajar y los más pequeños se fueron a vivir con su tía y su abuelo. La familia respondía pese a que el patriarca, un digno representante de la etnia merchera, no pudo entender que su hija se dedicara al negocio de la droga.
Olimpia fue condenada por tráfico y pasó dos años en la cárcel de Estremera. Allí iban a visitarla sus hijos y jamás dejó traslucir un síntoma de debilidad ante los ojos de sus criaturas. Así lo recuerda en conversación con EL PAÍS: “Mi madre es muy fuerte… A lo mejor te vas y se echa sola una pechá a llorar que ni te imaginas, vale, yo también. Pero tú, es que la ves y tiene su pelo bien teñido, su manicura hecha. No dejaba que la notáramos mal…”.
Esa fuerza que se empeñaba en contagiarles, a duras penas penetraba en Zaira. “A cualquier niño le afecta, no el hecho de no tener a tu madre porque está en prisión, simplemente el hecho de no tener a tu madre. Que ella andaba en la cárcel, bueno, hizo algo mal y lo tuvo que pagar, pero afecta. Imagínate a mí, que, además, era la única que dormía con ella. Hoy es el día que tengo que pasar la noche en su casa y todavía dormimos juntas”.
A base de recuerdos, pero también lejanía, partiendo casi de cero, Zaira ha compuesto su papel, quizás el más difícil de su carrera desde que despuntara en Carmen y Lola, de Arantxa Echevarría, con quien dice, fue su primera maestra en el arte de la interpretación, Carolina Yuste. “Ha sido duro, pero también me ha ayudado a sanar muchas cosas que no entendía”.
La ficción basada en hechos reales juega con elementos del recuerdo y la realidad: en esa mezcla es donde trata de indagar en algo que puede parecerse a la verdad. El clan Olimpia —producida por Tornasol Media, Par Producciones y Gloriamundi— se emite desde este miércoles en Disney +, ha sido creada por Arantxa Cuesta y David Muñoz y ha contado con Gerardo Herrero como productor creativo. Trata de contar la historia de una mujer cuyo marido enferma de cáncer y tiene que buscar salida para la pareja y sus hijos. Comienza trapicheando con hachís y acaba conectada con los carteles colombianos y la mafia italiana en una escalada que detiene la policía aquel día en que la arrestaron en su casa.

Pero más allá de un thriller sobre narcotraficantes a escala global con base en Madrid, El clan Olimpia es una radiografía social y amplia de una época que retrata una etnia, la de los mercheros. Y esa es una de las razones que inclinó a Zaira a aceptar el papel. “La etnia merchera es desconocida, pero tenemos nuestras costumbres, nuestra propia forma de hablar y códigos de honor”. ¿Cuáles? “La familia delante de todo. Es lo primordial. Los mayores son la vista del pasado que necesitas para el futuro, la voz de la experiencia”.
Otro de los códigos sagrados a no traspasar es la traición a los tuyos: “No se perdona. Si me traicionas, mi palabra, no la tendrás, yo te la dejo de dirigir”. Desde muy pequeña se dio cuenta de que algunas costumbres la diferenciaban de otras niñas. “Yo percibía esa diferencia cuando me decían mis amigas que les daba pereza ir a ver a sus abuelos: ¿cómo no te va a apetecer ir donde tus abuelos? Para mí era como un premio: ¡Cómo no te va a apetecer ir a pasar tiempo en familia y que mi abuelo me contara anécdotas de su vida nómada! Eso te enseña a valorar lo que tienes. Prefería estar con mis abuelos que con mis amigas”.
Zaira pertenece a la tercera generación asentada tras una estirpe ambulante. Su abuelo se estableció en Villaverde, Madrid, donde sus hijos crecieron. Cuando Olimpia se enamoró, algunos en su familia no vieron esa relación con buenos ojos. Pero en la serie se trata su historia como un amor incondicional. Su motivación para entrar en el tráfico es conseguir dinero para curar el cáncer que le diagnosticaron a su marido, interpretado por Joel Bosqued.
Aquello llevó a una Olimpia muy joven hacia el siempre arriesgado alambre de una doble vida. Del tráfico solo podían enterarse sus colaboradores y alguna amiga que le ayudó. Ni sus padres, ni su marido, ni sus hijos… Solo algún hermano, que también, finalmente, cumplió pena.
A Zaira Romero, entrar en la piel de su madre no le ha resultado fácil y ha tenido que lidiar con ciertos traumas. “Aunque lo afrontas como un trabajo más, no dejas de saber que viene de dónde viene. Te replanteas muchas cosas”. Verdades nunca verbalizadas, por ejemplo. “De niña no entendía comportamientos de mi padre y así, con el trabajo que ha hecho Joel en la serie, los he aceptado mejor”.
Respecto a su madre… “Los padres tienen una virtud que a la vez se convierte en defecto: siempre intentan proteger a los hijos. Yo era la huevito, la niña a quien se le debían ocultar ciertas situaciones para que no sufriera. Pero ya sacaba mis propias conclusiones. Sobre algunas, ahora me digo: ¡Como he podido ser tan tonta!”.
Por ejemplo, aunque su obligación merchera era acatar lo que fuera dentro de la familia, como se presentara y sin titubeos, no acabó de entender por qué su madre arriesgó tanto, hasta entrar en prisión. “Yo me decía, bien, pero, ¿no sabías que te podía llegar a pasar esto? Luego entendí que una madre hace cualquier cosa para salvar a su familia y hasta me senté con ella para pedirle perdón: se vio viuda con cinco hijos y tuvo que seguir… Con la serie me di más cuenta de todo eso. La mejor forma de sanar muchas veces es sentándote y manteniendo una conversación”.
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