Decía Silvina Ocampo que «Lo raro siempre es más cierto». Con esta cita abre Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978) ‘El buen mal’ (Seix Barral), una colección de seis cuentos donde lo extraño y lo trágico se convierten en la vía para entender lo humano. En esa tensión entre lo normal y lo perturbador se mueve la autora como pez en el agua y explora historias donde la inquietud se filtra entre lo cotidiano. Con una prosa que juega al filo de lo fantástico sin abandonar nunca la realidad (todo ocurre dentro de la mente del lector), Schweblin cuestiona en todas ellas la idea de normalidad : «Vos sos un ser absolutamente subjetivo, lleno de anomalías, de cosas que te hacen única. Y yo soy este otro. Después hay un punto en el medio entre las dos que vendría a ser lo normal, pero es una invención, es un pacto cultural, social. Por supuesto, necesitamos cierta automatización en lo que hacemos en el día a día, porque si no la vida sería un infierno, pero no hay nada verdaderamente real. Entonces, al final, lo más cierto termina siendo lo extraño».Noticia Relacionada estandar Si Samantha Schweblin: «En Latinoamérica es mucho más caro escribir que en Europa» Rosalía Sánchez La escritora argentina, que reside en Berlín, ha sido galardonada con el prestigioso National Book Award de Estados Unidos en la categoría de literatura traducida por su libro ‘Siete casas vacías»El buen mal’ abre el camino al relanzamiento de su obra junto a ‘Distancia de rescate’ (llevada al cine por Claudia Llosa para Netflix), que en abril se completará con ‘Pájaros en la boca’ (premios Fondo Nacional de las Artes y Casa de las Américas) y ‘Kentukis’. Los libros de Schweblin, traducidos a cuarenta idiomas y con los que ha llegado a ser finalista en tres ocasiones del International Booker Price, destacan por el impacto que su lectura causa en el lector, cuya onda expansiva, tanto en novela como en relato corto, gira en torno al desasosiego. Aunque ella se declara sobre todo cuentista, señala que cuando escribe «no pienso en términos de género. No digo: ‘Voy a escribir un cuento’ o ‘Voy a escribir una novela’. Lo que pienso es que tengo una historia entre manos, una cantidad de objetos que empiezan a dialogar entre s í, a confrontarse, a problematizarse. Y la cantidad de páginas a las que termino llegando es una conclusión de ese movimiento». Con las colecciones de relatos sigue la misma filosofía: «Para mí, un libro de cuentos no es un rejunte de pequeñas cosas que voy escribiendo entre novela y novela. Es un proyecto en sí mismo , que tiene un mensaje. Es algo orgánico donde todos los cuentos que están, están por algo». ‘El buen mal’ comenzó a gestarse hace tres años, a partir de la muerte. «Ocupa tanto lugar en la literatura que no solo está casi siempre presente, sino que la mayoría de las veces está en el final», reflexiona. «Me pregunté si era posible escribir algo donde la muerte fuera la apertura y, sin embargo, no se cruzara ninguna línea de género. Que no hablemos de fantasmas, ni de muertos vivos, ni de ciencia ficción. ¿Se puede hacer desde el realismo?». Así nació ‘Bienvenida a la comunidad’, el primer cuento, que en un principio iba a llevar el mismo título del libro. El realismo en Schweblin es una frontera ambigua. Influenciada por Cortázar, Bradbury y Kafka , pero también por Cheever, Carver y Salinger , sus relatos están plagados de elementos que desafían la lógica sin abandonar el territorio de lo posible. Para ella, lo perturbador surge de la misma naturaleza humana. ¿Qué sucesos son capaces de romper su inercia? «Todas estas fuerzas invisibles que comandan nuestras vidas, que tienen que ver con los mandatos con los que nos hemos criado, los miedos que nos empujan a tomar ciertas decisiones, las ideas a veces equivocadas de quiénes somos… Todo eso funciona como energías que nos empujan y generan esta tendencia tan fuerte de la que es tan difícil salir. ¿Qué pone eso en jaque? ¿Qué irrumpe de pronto, paraliza, y te hace mirar y decir: ‘What the fuck?’. Esa fuerza es lo que para mí es el mal , entre comillas. Porque si eso es lo que hace la fuerza, no es el mal entonces, ¿no? Claro que, realmente, ¿cuánto de mal hay en el bien? ¿Cuánto de bien trae el mal? ¿Qué resulta de ese colapso entre esas dos fuerza s? Bajo la influencia de estas dos preguntas es que nacen todos los cuentos».Punto de no retornoProfundamente vulnerables, sus personajes se encuentran justo en el instante que cambiará sus vidas para siempre, ya sea por intentos de suicidio, accidentes, muertes o enfermedades terminales. El trasfondo inevitable de todos ellos son las relaciones familiares. Schweblin reconoce que, aunque la familia no sea el centro de sus relatos, está presente en cada uno. «No se puede venir a este mundo sin esa primera relación. Somos todos hijos. Incluso el que no tiene madre, o el que está peleado, quizá incluso tiene una presencia más fuerte de esa madre que el que no».Esa paradoja entre la cercanía y la imposibilidad de comunicar lo esencial aparece en varios relatos. Un hijo que intenta, sin éxito, decirle algo importante a su padre. Un amor a distancia que deja huellas imposibles. Historias donde lo afectivo se debate entre la conexión y la barrera invisible que nos separa de los otros. Schweblin mantiene ahí la tensión entre el cuidado y el daño . «Hay un límite que tiene mucho que ver con el bien y el mal. ¿Cuánto estás lastimando cuando cuidás? Asumimos qué es lo que duele desde un punto de vista muy personal. Y vamos a curar eso, lo que nosotros pensamos que nos gustaría que nos curaran. Pero no se puede formar sin deformar. Hay ahí un ruido que es muy interesante. Y más interesante todavía es qué pasa al revés, qué pasa con esos que llegan aparentemente cargados de mal y de pronto reordenan prioridades y energías».Los equilibrios de la autora mantienen al lector suspendido en esa zona donde lo único que queda es la necesidad de seguir leyendo. «Cuando leemos, como nos pasa con la vida diaria, somos una máquina de especular . Todo el tiempo estamos anticipando qué va a pasar. Pero hay un momento en el que lo que está pasando es tan inédito que se acaban las predicciones. Quedás suspendido. Y ese es el momento donde realmente estás prestando atención». Allí esperan los protagonistas de ‘El buen mal’. Decía Silvina Ocampo que «Lo raro siempre es más cierto». Con esta cita abre Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978) ‘El buen mal’ (Seix Barral), una colección de seis cuentos donde lo extraño y lo trágico se convierten en la vía para entender lo humano. En esa tensión entre lo normal y lo perturbador se mueve la autora como pez en el agua y explora historias donde la inquietud se filtra entre lo cotidiano. Con una prosa que juega al filo de lo fantástico sin abandonar nunca la realidad (todo ocurre dentro de la mente del lector), Schweblin cuestiona en todas ellas la idea de normalidad : «Vos sos un ser absolutamente subjetivo, lleno de anomalías, de cosas que te hacen única. Y yo soy este otro. Después hay un punto en el medio entre las dos que vendría a ser lo normal, pero es una invención, es un pacto cultural, social. Por supuesto, necesitamos cierta automatización en lo que hacemos en el día a día, porque si no la vida sería un infierno, pero no hay nada verdaderamente real. Entonces, al final, lo más cierto termina siendo lo extraño».Noticia Relacionada estandar Si Samantha Schweblin: «En Latinoamérica es mucho más caro escribir que en Europa» Rosalía Sánchez La escritora argentina, que reside en Berlín, ha sido galardonada con el prestigioso National Book Award de Estados Unidos en la categoría de literatura traducida por su libro ‘Siete casas vacías»El buen mal’ abre el camino al relanzamiento de su obra junto a ‘Distancia de rescate’ (llevada al cine por Claudia Llosa para Netflix), que en abril se completará con ‘Pájaros en la boca’ (premios Fondo Nacional de las Artes y Casa de las Américas) y ‘Kentukis’. Los libros de Schweblin, traducidos a cuarenta idiomas y con los que ha llegado a ser finalista en tres ocasiones del International Booker Price, destacan por el impacto que su lectura causa en el lector, cuya onda expansiva, tanto en novela como en relato corto, gira en torno al desasosiego. Aunque ella se declara sobre todo cuentista, señala que cuando escribe «no pienso en términos de género. No digo: ‘Voy a escribir un cuento’ o ‘Voy a escribir una novela’. Lo que pienso es que tengo una historia entre manos, una cantidad de objetos que empiezan a dialogar entre s í, a confrontarse, a problematizarse. Y la cantidad de páginas a las que termino llegando es una conclusión de ese movimiento». Con las colecciones de relatos sigue la misma filosofía: «Para mí, un libro de cuentos no es un rejunte de pequeñas cosas que voy escribiendo entre novela y novela. Es un proyecto en sí mismo , que tiene un mensaje. Es algo orgánico donde todos los cuentos que están, están por algo». ‘El buen mal’ comenzó a gestarse hace tres años, a partir de la muerte. «Ocupa tanto lugar en la literatura que no solo está casi siempre presente, sino que la mayoría de las veces está en el final», reflexiona. «Me pregunté si era posible escribir algo donde la muerte fuera la apertura y, sin embargo, no se cruzara ninguna línea de género. Que no hablemos de fantasmas, ni de muertos vivos, ni de ciencia ficción. ¿Se puede hacer desde el realismo?». Así nació ‘Bienvenida a la comunidad’, el primer cuento, que en un principio iba a llevar el mismo título del libro. El realismo en Schweblin es una frontera ambigua. Influenciada por Cortázar, Bradbury y Kafka , pero también por Cheever, Carver y Salinger , sus relatos están plagados de elementos que desafían la lógica sin abandonar el territorio de lo posible. Para ella, lo perturbador surge de la misma naturaleza humana. ¿Qué sucesos son capaces de romper su inercia? «Todas estas fuerzas invisibles que comandan nuestras vidas, que tienen que ver con los mandatos con los que nos hemos criado, los miedos que nos empujan a tomar ciertas decisiones, las ideas a veces equivocadas de quiénes somos… Todo eso funciona como energías que nos empujan y generan esta tendencia tan fuerte de la que es tan difícil salir. ¿Qué pone eso en jaque? ¿Qué irrumpe de pronto, paraliza, y te hace mirar y decir: ‘What the fuck?’. Esa fuerza es lo que para mí es el mal , entre comillas. Porque si eso es lo que hace la fuerza, no es el mal entonces, ¿no? Claro que, realmente, ¿cuánto de mal hay en el bien? ¿Cuánto de bien trae el mal? ¿Qué resulta de ese colapso entre esas dos fuerza s? Bajo la influencia de estas dos preguntas es que nacen todos los cuentos».Punto de no retornoProfundamente vulnerables, sus personajes se encuentran justo en el instante que cambiará sus vidas para siempre, ya sea por intentos de suicidio, accidentes, muertes o enfermedades terminales. El trasfondo inevitable de todos ellos son las relaciones familiares. Schweblin reconoce que, aunque la familia no sea el centro de sus relatos, está presente en cada uno. «No se puede venir a este mundo sin esa primera relación. Somos todos hijos. Incluso el que no tiene madre, o el que está peleado, quizá incluso tiene una presencia más fuerte de esa madre que el que no».Esa paradoja entre la cercanía y la imposibilidad de comunicar lo esencial aparece en varios relatos. Un hijo que intenta, sin éxito, decirle algo importante a su padre. Un amor a distancia que deja huellas imposibles. Historias donde lo afectivo se debate entre la conexión y la barrera invisible que nos separa de los otros. Schweblin mantiene ahí la tensión entre el cuidado y el daño . «Hay un límite que tiene mucho que ver con el bien y el mal. ¿Cuánto estás lastimando cuando cuidás? Asumimos qué es lo que duele desde un punto de vista muy personal. Y vamos a curar eso, lo que nosotros pensamos que nos gustaría que nos curaran. Pero no se puede formar sin deformar. Hay ahí un ruido que es muy interesante. Y más interesante todavía es qué pasa al revés, qué pasa con esos que llegan aparentemente cargados de mal y de pronto reordenan prioridades y energías».Los equilibrios de la autora mantienen al lector suspendido en esa zona donde lo único que queda es la necesidad de seguir leyendo. «Cuando leemos, como nos pasa con la vida diaria, somos una máquina de especular . Todo el tiempo estamos anticipando qué va a pasar. Pero hay un momento en el que lo que está pasando es tan inédito que se acaban las predicciones. Quedás suspendido. Y ese es el momento donde realmente estás prestando atención». Allí esperan los protagonistas de ‘El buen mal’.
Decía Silvina Ocampo que «Lo raro siempre es más cierto». Con esta cita abre Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978) ‘El buen mal’ (Seix Barral), una colección de seis cuentos donde lo extraño y lo trágico se convierten en la vía … para entender lo humano. En esa tensión entre lo normal y lo perturbador se mueve la autora como pez en el agua y explora historias donde la inquietud se filtra entre lo cotidiano.
Con una prosa que juega al filo de lo fantástico sin abandonar nunca la realidad (todo ocurre dentro de la mente del lector), Schweblin cuestiona en todas ellas la idea de normalidad: «Vos sos un ser absolutamente subjetivo, lleno de anomalías, de cosas que te hacen única. Y yo soy este otro. Después hay un punto en el medio entre las dos que vendría a ser lo normal, pero es una invención, es un pacto cultural, social. Por supuesto, necesitamos cierta automatización en lo que hacemos en el día a día, porque si no la vida sería un infierno, pero no hay nada verdaderamente real. Entonces, al final, lo más cierto termina siendo lo extraño».
‘El buen mal’ abre el camino al relanzamiento de su obra junto a ‘Distancia de rescate’ (llevada al cine por Claudia Llosa para Netflix), que en abril se completará con ‘Pájaros en la boca’ (premios Fondo Nacional de las Artes y Casa de las Américas) y ‘Kentukis’. Los libros de Schweblin, traducidos a cuarenta idiomas y con los que ha llegado a ser finalista en tres ocasiones del International Booker Price, destacan por el impacto que su lectura causa en el lector, cuya onda expansiva, tanto en novela como en relato corto, gira en torno al desasosiego.
Aunque ella se declara sobre todo cuentista, señala que cuando escribe «no pienso en términos de género. No digo: ‘Voy a escribir un cuento’ o ‘Voy a escribir una novela’. Lo que pienso es que tengo una historia entre manos, una cantidad de objetos que empiezan a dialogar entre sí, a confrontarse, a problematizarse. Y la cantidad de páginas a las que termino llegando es una conclusión de ese movimiento».
Con las colecciones de relatos sigue la misma filosofía: «Para mí, un libro de cuentos no es un rejunte de pequeñas cosas que voy escribiendo entre novela y novela. Es un proyecto en sí mismo, que tiene un mensaje. Es algo orgánico donde todos los cuentos que están, están por algo». ‘El buen mal’ comenzó a gestarse hace tres años, a partir de la muerte. «Ocupa tanto lugar en la literatura que no solo está casi siempre presente, sino que la mayoría de las veces está en el final», reflexiona. «Me pregunté si era posible escribir algo donde la muerte fuera la apertura y, sin embargo, no se cruzara ninguna línea de género. Que no hablemos de fantasmas, ni de muertos vivos, ni de ciencia ficción. ¿Se puede hacer desde el realismo?». Así nació ‘Bienvenida a la comunidad’, el primer cuento, que en un principio iba a llevar el mismo título del libro.
El realismo en Schweblin es una frontera ambigua. Influenciada por Cortázar, Bradbury y Kafka, pero también por Cheever, Carver y Salinger, sus relatos están plagados de elementos que desafían la lógica sin abandonar el territorio de lo posible. Para ella, lo perturbador surge de la misma naturaleza humana. ¿Qué sucesos son capaces de romper su inercia? «Todas estas fuerzas invisibles que comandan nuestras vidas, que tienen que ver con los mandatos con los que nos hemos criado, los miedos que nos empujan a tomar ciertas decisiones, las ideas a veces equivocadas de quiénes somos… Todo eso funciona como energías que nos empujan y generan esta tendencia tan fuerte de la que es tan difícil salir. ¿Qué pone eso en jaque? ¿Qué irrumpe de pronto, paraliza, y te hace mirar y decir: ‘What the fuck?’. Esa fuerza es lo que para mí es el mal, entre comillas. Porque si eso es lo que hace la fuerza, no es el mal entonces, ¿no? Claro que, realmente, ¿cuánto de mal hay en el bien? ¿Cuánto de bien trae el mal? ¿Qué resulta de ese colapso entre esas dos fuerzas? Bajo la influencia de estas dos preguntas es que nacen todos los cuentos».
Punto de no retorno
Profundamente vulnerables, sus personajes se encuentran justo en el instante que cambiará sus vidas para siempre, ya sea por intentos de suicidio, accidentes, muertes o enfermedades terminales. El trasfondo inevitable de todos ellos son las relaciones familiares. Schweblin reconoce que, aunque la familia no sea el centro de sus relatos, está presente en cada uno. «No se puede venir a este mundo sin esa primera relación. Somos todos hijos. Incluso el que no tiene madre, o el que está peleado, quizá incluso tiene una presencia más fuerte de esa madre que el que no».
Esa paradoja entre la cercanía y la imposibilidad de comunicar lo esencial aparece en varios relatos. Un hijo que intenta, sin éxito, decirle algo importante a su padre. Un amor a distancia que deja huellas imposibles. Historias donde lo afectivo se debate entre la conexión y la barrera invisible que nos separa de los otros. Schweblin mantiene ahí la tensión entre el cuidado y el daño. «Hay un límite que tiene mucho que ver con el bien y el mal. ¿Cuánto estás lastimando cuando cuidás? Asumimos qué es lo que duele desde un punto de vista muy personal. Y vamos a curar eso, lo que nosotros pensamos que nos gustaría que nos curaran. Pero no se puede formar sin deformar. Hay ahí un ruido que es muy interesante. Y más interesante todavía es qué pasa al revés, qué pasa con esos que llegan aparentemente cargados de mal y de pronto reordenan prioridades y energías».
Los equilibrios de la autora mantienen al lector suspendido en esa zona donde lo único que queda es la necesidad de seguir leyendo. «Cuando leemos, como nos pasa con la vida diaria, somos una máquina de especular. Todo el tiempo estamos anticipando qué va a pasar. Pero hay un momento en el que lo que está pasando es tan inédito que se acaban las predicciones. Quedás suspendido. Y ese es el momento donde realmente estás prestando atención». Allí esperan los protagonistas de ‘El buen mal’.
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