Tras el éxito incontestable de su documental sobre la escritora María Lejárraga —que firmó gran parte de su obra con el nombre de su marido, Gregorio Martínez Sierra—, Laura Hojman (Sevilla, 1981) regresa al género que la ha consagrado como cineasta con Un hombre libre (estreno el 28 de marzo). Su mirada comprometida se posa ahora sobre la incómoda figura de Agustín Gómez Arcos (1933-1998), el escritor de Almería que se exilió en Francia por no renunciar a su identidad republicana y homosexual. Un autor que abandonó el castellano y resucitó en lengua francesa hasta alcanzar la gloria en el país vecino. Escritor fetiche de François Mitterrand, su obra es de lectura obligatoria en los liceos franceses, mientras que en España sigue abonando el campo de los olvidados. Figuras como Almodóvar, Paco Bezerra y Bob Pop resucitan en esta película su universo literario, en el que se cruzan el dolor y la esperanza.
Pregunta. Gómez Arcos escribía sobre derrotados, homosexuales y represiones. ¿Sigue siendo demasiado incorrecto hoy?
Respuesta. Sigue siendo moderno y sigue siendo incómodo. Nos recuerda todas esas cosas de las que todavía no queremos hablar, las cosas que en este país no se han querido mirar y eso siempre provoca cierta incomodidad, pero al mismo tiempo creo que es muy necesario porque precisamente son las cosas que nos agitan, las que nos remueven, las que nos hacen avanzar.
P. No corren buenos tiempos para poner el ojo en un personaje como él.
R. Precisamente hoy vivimos unos tiempos en los que es más necesario que nunca reivindicar no solo a personajes como Gómez Arcos, sino a lo que él representa, que al final son todas esas historias que fueron borrados y ocultados de nuestra memoria y de nuestra propia construcción como país. Y ese silencio tiene mucho que ver con los tiempos en los que vivimos, en los que estamos viendo el auge de la ultraderecha, a chicos jóvenes que dicen de repente que con Franco se vivía mejor. Todo eso viene de la historia que hemos silenciado.
P. ¿Falta mucho para hacerle justicia?
R. Desde luego. Gómez Arcos regresó a España en la Transición muy esperanzado pensando que por fin sería el momento en el que él podría publicar, podría contar todo lo que no había podido y se encuentra con un país que no quería saber nada de su pasado, con un país que estaba haciendo borrón y cuenta nueva.
P. De hecho, en un momento del reportaje, Gómez Arcos llega a decir en una entrevista que en España ya podían salir mujeres en tetas en la televisión (sic) y se podía hablar de las drogas. Pero no de política.
R. No se podía hablar de lo que había pasado en este país. De hecho, él fue muy crítico con la Movida, que veía como movimiento que tenía mucho que ver con lo lúdico, con la diversión, pero pensaba que avanzar como país no podía pasar por ahí, que había que reconstruirse sobre la memoria y no sobre el olvido. Aunque tampoco es justo del todo juzgar ese momento con ojos de hoy y quizá se hizo lo que se podía hacer. Pero hoy sí creo que estamos en el momento de poder hacer ese ejercicio. España tiene que mirar sus heridas, que siguen abiertas. De ahí viene este documental.
P. Gómez Arcos murió tras haber publicado 14 novelas en francés, fue finalista del premio Goncourt, condecorado y estudiado en los liceos. Murió como un escritor prestigioso y fue enterrado en Montmartre. ¿De verdad necesitaba el beneplácito español?
R. Yo creo que sí, que se murió con mucho dolor.
P. Nunca quiso solicitar la nacionalidad francesa.
R. Se lo ofrecieron muchísimas veces, pero nunca se resignó a que lo expulsaran de España. Tuvo que irse físicamente, pero nunca renunció a su identidad y es algo que me parece interesante porque todavía seguimos asociando la idea de España a quienes se la apropiaron injustamente. Y parece que todo lo que quedaba fuera de ese modelo único, hegemónico, que impuso el régimen franquista, era menos español. Gómez Arcos decía: ‘España soy yo’.
P. Un escritor tan de culto, maldito, con una obra tan difícil, hay que decirlo, ha tenido en Francia tanto éxito.
R. Es que Gómez Arcos no era un escritor maldito. A mí me hace mucha gracia que desde España siempre se le califique así, de hecho, a él no le gustaba nada este término porque él vendía muchísimo en Francia. Participaba en las principales tertulias de la televisión en Francia, en los programas de radio, era un personaje mediático. O sea, de maldito no tenía nada. Tenía muchísimos lectores, sus obras se editaban en bolsillo, con muchísimas ediciones. Ese carácter de maldito quizás se le da desde España para justificar el que aquí no lo hayamos conocido.
P. Cuentan que Françoise Mitterrand mandaba los ejemplares de sus libros de Agustín Gómez Arcos con un conductor a su casa para que se los firmara.
R. Sí, no es un mito. Era uno de sus autores favoritos y, de hecho, nosotros hemos tenido en nuestras manos algunos de los ejemplares que pertenecieron a Mitterrand, firmados y dedicados por Gómez Arcos.
P. En una de las entrevistas que aparecen en el documental, un periodista le pregunta a González Arcos si toda su obra es política. Él responde que sí. ¿Su obra también es política?
R. Mi obra es política, sin ninguna duda, pero es que todo es política. Obviamente yo como creadora, escribo y hago películas de las cosas que me interesan, que me mueven, soy una persona que mira el mundo, y por lo tanto tengo una posición ante él, y esa posición siempre está reflejada en las cosas que hago, siempre hay una postura política, en tanto que siempre hay una mirada y un posicionamiento.
P. ¿Qué le da el documental que no encuentra en la ficción?
R. El documental me ha dado la vida (se ríe). Para mí ha sido una posibilidad de expresarme, de transmitir emociones, de conectar, pero lo hago extensible a toda la cultura. Yo estudié Historia del Arte y esto lo veo muy claro: cómo las películas, los libros, la música permiten crear un punto de encuentro, una conexión con personas que no conoces de nada, que tienen historias completamente distintas a las tuyas y de repente sienten como tú.
P. Esto le sucedió con el documental A las mujeres de España: María Lejárraga.
R. El impacto de este documental fue tremendo. Y ahí me sentí que estaba conectada a miles de mujeres. Entendimos todas muy bien que el documental no hablaba sobre la historia de una sola mujer, sino que hablaba de una experiencia común.
P. ¿Vive un momento dulce este género?
R. Por fin se está entendiendo que el documental es cine, donde hay una mirada, una autoría, donde hay un trabajo cinematográfico, más allá de lo que podía ser el reportaje, que para mí es otra cosa. Y por fin estamos viendo salas de cine que apuestan por programar cine documental.
P. Hasta C. Tangana ha apostado por el cine documental.
R. Pues fíjate, ya somos un género mainstream (risas).
P. A una cineasta interesada en Rubén Darío, Machado, María Lejárraga y Gómez Arcos, ¿le da miedo el devenir de los tiempos?
R. Lo vivo con muchísima preocupación, pero también creo que es importante tener esperanza. La esperanza es un acto radicalmente político, porque al final, resignarnos a que todo va a ir mal, el fatalismo, es lo que nos provoca es una actitud pasiva. Y si uno no tiene esperanza, no se mueve. Por lo tanto, creo que es importantísimo tener una actitud activa y pensar que aún podemos todavía construir el futuro.
La directora regresa al documental con ‘Un hombre libre’ sobre la incómoda figura del escritor Agustín Gómez Arcos
Tras el éxito incontestable de su documental sobre la escritora de María Lejárraga —que firmó gran parte de su obra con el nombre de su marido, Gregorio Martínez Sierra—, Laura Hojman (Sevilla, 1981) regresa al género que la ha consagrado como cineasta con Un hombre libre (estreno el 28 de marzo). Su mirada comprometida se posa ahora sobre la incómoda figura de Agustín Gómez Arcos (1933-1998), el escritor de Almería que se exilió en Francia por no renunciar a su identidad republicana y homosexual. Un autor que abandonó el castellano y resucitó en lengua francesa hasta alcanzar la gloria en el país vecino. Escritor fetiche de François Mitterrand, su obra es de lectura obligatoria en los liceos franceses, mientras que en España sigue abonando el campo de los olvidados. Figuras como Almodóvar, Paco Bezerra y Bob Pop resucitan en esta película su universo literario, en el que se cruzan el dolor y la esperanza.
Pregunta. Gómez Arcos escribía sobre derrotados, homosexuales y represiones. ¿Sigue siendo demasiado incorrecto hoy?
Respuesta. Sigue siendo moderno y sigue siendo incómodo. Nos recuerda todas esas cosas de las que todavía no queremos hablar, las cosas que en este país no se han querido mirar y eso siempre provoca cierta incomodidad, pero al mismo tiempo creo que es muy necesario porque precisamente son las cosas que nos agitan, las que nos remueven, las que nos hacen avanzar.
P. No corren buenos tiempos para poner el ojo en un personaje como él.
R. Precisamente hoy vivimos unos tiempos en los que es más necesario que nunca reivindicar no solo a personajes como Gómez Arcos, sino a lo que él representa, que al final son todas esas historias que fueron borrados y ocultados de nuestra memoria y de nuestra propia construcción como país. Y ese silencio tiene mucho que ver con los tiempos en los que vivimos, en los que estamos viendo el auge de la ultraderecha, a chicos jóvenes que dicen de repente que con Franco se vivía mejor. Todo eso viene de la historia que hemos silenciado.
P. ¿Falta mucho para hacerle justicia?
R. Desde luego. Gómez Arcos regresó a España en la Transición muy esperanzado pensando que por fin sería el momento en el que él podría publicar, podría contar todo lo que no había podido y se encuentra con un país que no quería saber nada de su pasado, con un país que estaba haciendo borrón y cuenta nueva.
P. De hecho, en un momento del reportaje, Gómez Arcos llega a decir en una entrevista que en España ya podían salir mujeres en tetas en la televisión (sic) y se podía hablar de las drogas. Pero no de política.
R. No se podía hablar de lo que había pasado en este país. De hecho, él fue muy crítico con la Movida, que veía como movimiento que tenía mucho que ver con lo lúdico, con la diversión, pero pensaba que avanzar como país no podía pasar por ahí, que había que reconstruirse sobre la memoria y no sobre el olvido. Aunque tampoco es justo del todo juzgar ese momento con ojos de hoy y quizá se hizo lo que se podía hacer. Pero hoy sí creo que estamos en el momento de poder hacer ese ejercicio. España tiene que mirar sus heridas, que siguen abiertas. De ahí viene este documental.

P. Gómez Arcos murió tras haber publicado 14 novelas en francés, fue finalista del premio Goncourt, condecorado y estudiado en los liceos. Murió como un escritor prestigioso y fue enterrado en Montmartre. ¿De verdad necesitaba el beneplácito español?
R. Yo creo que sí, que se murió con mucho dolor.
P. Nunca quiso solicitar la nacionalidad francesa.
R. Se lo ofrecieron muchísimas veces, pero nunca se resignó a que lo expulsaran de España. Tuvo que irse físicamente, pero nunca renunció a su identidad y es algo que me parece interesante porque todavía seguimos asociando la idea de España a quienes se la apropiaron injustamente. Y parece que todo lo que quedaba fuera de ese modelo único, hegemónico, que impuso el régimen franquista, era menos español. Gómez Arcos decía: ‘España soy yo’.
P. Un escritor tan de culto, maldito, con una obra tan difícil, hay que decirlo, ha tenido en Francia tanto éxito.
R. Es que Gómez Arcos no era un escritor maldito. A mí me hace mucha gracia que desde España siempre se le califique así, de hecho, a él no le gustaba nada este término porque él vendía muchísimo en Francia. Participaba en las principales tertulias de la televisión en Francia, en los programas de radio, era un personaje mediático. O sea, de maldito no tenía nada. Tenía muchísimos lectores, sus obras se editaban en bolsillo, con muchísimas ediciones. Ese carácter de maldito quizás se le da desde España para justificar el que aquí no lo hayamos conocido.
P. Cuentan que Françoise Mitterrand mandaba los ejemplares de sus libros de Agustín Gómez Arcos con un conductor a su casa para que se los firmara.
R. Sí, no es un mito. Era uno de sus autores favoritos y, de hecho, nosotros hemos tenido en nuestras manos algunos de los ejemplares que pertenecieron a Mitterrand, firmados y dedicados por Gómez Arcos.
P. En una de las entrevistas que aparecen en el documental, un periodista le pregunta a González Arcos si toda su obra es política. Él responde que sí. ¿Su obra también es política?
R. Mi obra es política, sin ninguna duda, pero es que todo es política. Obviamente yo como creadora, escribo y hago películas de las cosas que me interesan, que me mueven, soy una persona que mira el mundo, y por lo tanto tengo una posición ante él, y esa posición siempre está reflejada en las cosas que hago, siempre hay una postura política, en tanto que siempre hay una mirada y un posicionamiento.
P. ¿Qué le da el documental que no encuentra en la ficción?
R. El documental me ha dado la vida (se ríe). Para mí ha sido una posibilidad de expresarme, de transmitir emociones, de conectar, pero lo hago extensible a toda la cultura. Yo estudié Historia del Arte y esto lo veo muy claro: cómo las películas, los libros, la música permiten crear un punto de encuentro, una conexión con personas que no conoces de nada, que tienen historias completamente distintas a las tuyas y de repente sienten como tú.
P. Esto le sucedió con el documental A las mujeres de España: María Lejárraga.
R. El impacto de este documental fue tremendo. Y ahí me sentí que estaba conectada a miles de mujeres. Entendimos todas muy bien que el documental no hablaba sobre la historia de una sola mujer, sino que hablaba de una experiencia común.

P. ¿Vive un momento dulce este género?
R. Por fin se está entendiendo que el documental es cine, donde hay una mirada, una autoría, donde hay un trabajo cinematográfico, más allá de lo que podía ser el reportaje, que para mí es otra cosa. Y por fin estamos viendo salas de cine que apuestan por programar cine documental.
P. Hasta C. Tangana ha apostado por el cine documental.
R. Pues fíjate, ya somos un género mainstream (risas).
P. A una cineasta interesada en Rubén Darío, Machado, María Lejárraga y Gómez Arcos, ¿le da miedo el devenir de los tiempos?
R. Lo vivo con muchísima preocupación, pero también creo que es importante tener esperanza. La esperanza es un acto radicalmente político, porque al final, resignarnos a que todo va a ir mal, el fatalismo, es lo que nos provoca es una actitud pasiva. Y si uno no tiene esperanza, no se mueve. Por lo tanto, creo que es importantísimo tener una actitud activa y pensar que aún podemos todavía construir el futuro.
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